—De modo, Señorita Sawyer, que usted desea abrirse camino en el mundo de la redacción. —comentó la mujer delgada de rostro amargado y ropas impecables, quien era nada más y nada menos que la directora de recursos humanos. Mientras caminábamos por el estilizado pasillo del edificio , dejábamos atrás una hilera de modelos de largas piernas y entrábamos en su pequeña oficina. —Supongo… que sabes que es difícil conseguir un trabajo de redacción en un lugar como este, y aún más siendo tú una recién graduada universitaria. Ahí fuera hay mucha, muchísima competencia para las pocas vacantes que se abren. Con todo, estos trabajos no están lo que se dice bien pagados, ya me entiendes. Contemplé mi atuendo barato, de segunda mano y que para colmo no hacía juego con los inoportunos zapatos que me había puesto, (al romperse bruscamente el tacón de los que realmente debí ponerme) y me pregunté por qué me había tomado siquiera la molestia de asistir a la entrevista de trabajo. Me vi de regreso e
—Sí, es estupendo, sencillamente estupendo. Lo que quiero decir es que es realmente estupendo. En fin, ha sido un placer conocerte. Le avisaré a para Alicia para que la conozcas. Ella también es estupenda.En cuanto Eliza hubo desaparecido tras el cristal con un frufrú de cuero y rizos, asomó por la puerta una figura juvenil. Esta impresionante mujer negra dijo ser Alicia, la ex asistente de Markus , y enseguida me percaté de que ella estaba delgadísima. Vestía un pantalón de cuero negro tan suave como ajustado. Un top de pelo blanco le ceñía el pecho y terminaba a cinco centímetros del ombligo. La larga melena era negra como tinta fluida, cayéndole por la espalda como una manta espesa y brillante. Además, las sandalias plateadas le proporcionaban ocho centímetros más a su armazón de un metro ochenta y dos de estatura. No obstante, no conseguí concentrarme del todo en lo hermoso de su atuendo, porque el simple hecho de que mostrara el vientre en el trabajo me dejó helada.Era increíb
Él parecía despreocupado, a pesar de lo impactante que me resultaba tener un hombre tan apuesto y elegante, frente a mí.—Siéntese, por favor. – Susurró.Yo obedecí por inercia, dejándome caer estrepitosamente sobre la silla que me señalaba, mientras intentaba mantener mi mirada apartada de su rostro, porque de lo contrario, yo comenzaría a enrojecer de inmediato. Lo sabía.Él me sonrió y entonces no me pareció especialmente intimidante. Parecía más bien amable y seguro, detrás de su inquietante mesa de madera negra; yo me había quedado como petrificada. Sin sabe qué decir o que hacer…allí, sentada frente a mi posible nuevo jefe.Lo vi arrugar el entrecejo, y comenzar a recorrerme con la mirada muy lentamente. Entonces lo supe:me estaba observando con atención, anotando mentalmente, con aparente regocijo, mis atentados contra la elegancia y el buen gusto.Parecía un poco burlón, sí, pero no especialmente perverso, me dije. Y viendo que yo estaba como muda de los nervios, él habló pri
Deslicé una mano por debajo de su camiseta y comencé a rascarle la espalda.El pobre parecía tan desdichado en su propio empleo, que me sentí mal de molestarle con los detalles de mi fallida entrevista, pero necesitaba hablar del tema con alguien.—Soy consciente de que ese trabajo no habría tenido nada que ver con la parte editorial, pero estoy segura de que habría podido escribir algo dentro de unos meses. —dije.— ¿Crees que trabajar en una revista de moda sea una traición a mis ideales?Axel me estrechó el brazo y se tumbó a mi lado.—Cielo, eres una escritora brillante y sé que lo harás de maravilla estés donde estés. Por supuesto que no es una traición. Es injusto, que no te hallan dado el trabajo solo por no encajar en el modelo de la princesita plástica que todas las mujeres en ese lugar imitan, según me contaste.Axel rió y yo con él.¡Recordando que seguramente a estas alturas Eliza y Alicia estarían muertas de hipotermia!Preparamos una cena sencilla y nos dormimos viendo un
Como Axel tenía que ir al Bronx dos veces por semana para cuidar de su hermano menor porque su madre trabajaba hasta tarde, esta le había regalado su viejo coche, pero no lo necesitaría hasta el próximo martes y yo pensaba estar de vuela antes de ese día. Además, ya había planeado pasar el fin de semana en casa de mis padres y ahora tenía una buena noticia que darles.—Claro que no. Por supuesto que no me molesta prestártelo. Las llaves están sobre la mesa de la cocina. Llámame cuando llegues, ¿de acuerdo?—Claro. ¿Seguro que no quieres venir? La comida de seguro está riquísima. Ya sabes que mi madre se vuelve loca cada vez que la visito.—Es muy tentador. Sabes que iría, pero he quedado mañana con unos compañeros del trabajo para tomar algo. Pensé que eso nos ayudaría a trabajar como un equipo. Lo he organizado yo y no puedo faltar.—Maldito buena gente, siempre estás creando buen ambiente donde sea que e vayas. Te odiaría si no te quisiera tanto.Le di un beso.—Exageras. Pásalo bie
¡Había llegado el gran día!Finalmente debía comenzar a trabajar, y muy pocos minutos caminando sin rumbo por una ciudad que empezaba a despertar me llevaron, de hecho, hasta la puerta del edificio de Glitz & Glamour. Envuelto en la penumbra de la mañana, el vestíbulo resplandecía al otro lado de la entrada de cristal, y por un instante me pareció un lugar cálido y acogedor, pero cuando empujé la puerta giratoria se me resistió. Apreté hasta tener todo el peso del cuerpo impulsado hacia delante y la cara a unos milímetros del cristal. Solo entonces se movió.Al principio lo hizo con lentitud, de modo que empujé con más fuerza.Entonces la bestia de cristal ganó velocidad y me golpeó por detrás, lo que me obligó a avanzar a trompicones y arrastrando los pies para no caer al suelo. El hombre situado detrás del mostrador de seguridad se echó a reír.—Jodido, ¿eh? No es la primera vez que veo ocurrir eso ni será la última — dijo con una risita burlona y un temblor en sus carnosas mejilla
—Caray, parece que Markus tiene obsesión por las corbatas —comenté, mirando la enorme colección de esas prendas que habían llegado como regalos para él, y porque no sabía qué otra cosa decir.—No creas. En realidad Markus tiene una ligera obsesión por los pañuelos.—Eliza desvió la mirada, como si acabara de revelar que nuestro jefe tenía una enfermedad contagiosa —. Es uno de esos detalles encantadores sobre él que debes conocer.—¿No me digas? —pregunté tratando de parecer impresionada en lugar de horrorizada.¿Obsesión por los pañuelos? A mí particularmente me gustan la ropa, los bolsos y los zapatos tanto como a cualquier otra chica, pero no llamaría «obsesión» a ninguna de esas cosas.—Bueno, aunque ahora necesita algunas de estas corbatas, los pañuelos son su auténtica pasión. Ya sabes, esos pañuelos que la caracterizan. —Me miró y probablemente mi rostro le comunicó que estaba del todo perdida—. Al menos te acordarás de cómo vestía cuando te hizo la entrevista, ¿no? De seguro
Me alegré de comprobar que el resto de aquella primera semana no difería mucho del primer día. El viernes, Eliza y yo nos encontramos en el blanco vestíbulo a las siete en punto, esta vez me entregó mi tarjeta de identificación personal, provista de una fotografía que no recordaba haberme hecho.—La hizo la cámara de seguridad —explicó cuando la miré atónita—.Están por todas partes. Ha habido graves problemas porque mucha gente robaba cosas, como ropa o joyaría, que traían para los reportajes fotográficos. Por lo visto los mensajeros y a veces hasta los propios redactores se quedaban con lo que querían.Ahora la, con este sistema le siguen la pista a todo el mundo. —Deslizó la tarjeta por la ranura y la puerta de cristal se abrió.—¿La pista? ¿Qué quieres decir exactamente?Ella avanzó por el pasillo con paso presuroso, contoneando las caderas bajo su ceñidísimo pantalón de pana marrón Seven. El día antes, me había dicho que debía pensar seriamente en la posibilidad de comprarme uno,