#4:

Deslicé una mano por debajo de su camiseta y comencé a rascarle la espalda.

El pobre parecía tan desdichado en su propio empleo, que me sentí mal de molestarle con los detalles de mi fallida entrevista, pero necesitaba hablar del tema con alguien.

—Soy consciente de que ese trabajo no habría tenido nada que ver con la parte editorial, pero estoy segura de que habría podido escribir algo dentro de unos meses. —dije.— ¿Crees que trabajar en una revista de moda sea una traición a mis ideales?

Axel me estrechó el brazo y se tumbó a mi lado.

—Cielo, eres una escritora brillante y sé que lo harás de maravilla estés donde estés. Por supuesto que no es una traición. Es injusto, que no te hallan dado el trabajo solo por no encajar en el modelo de la princesita plástica que todas las mujeres en ese lugar imitan, según me contaste.

Axel rió y yo con él.

¡Recordando que seguramente a estas alturas Eliza y Alicia estarían muertas de hipotermia!

Preparamos una cena sencilla y nos dormimos viendo un show de Celine Dion.

En algún momento durante la madrugada, terminé soñando con abominables niños de nueve años que se metían caramelos falsos en el patio, mientras bebían whisky y le gritaban a mi dulce y adorable novio, cuando sonó el teléfono.

Axel descolgó el auricular y se lo llevó a la oreja, pero no se molestó en abrir lo ojos ni la boca. Lo dejó caer a mi lado. Comprendí que la llamada era para mí.

—¿Diga? —farfullé mientras miraba el reloj, marcaba las 6:30—. ¿Quién demonios podía llamar a esas horas?

—Soy yo —espetó Layla, muy enfadada.

—Hola. ¿Está todo bien?

—¿Crees que te estaría llamando si todo estuviera bien? ¡Tengo una resaca tan enorme, que estoy a punto de morirme!

Rodé los ojos, Layla podía ser tan teatral a veces.

 —Cuando por fin conseguí dejar de soltar las bilis el tiempo suficiente para poder dormirme, va y me despierta una mujer con una voz asquerosamente falsa, que dice trabajar en recursos humanos de no sé cuál revista de pacotilla y que te está buscando. A las seis en punto de la puta mañana. Llámala y dile que borre mi número.

—Lo siento, Lay. Le di tu número porque todavía no tengo móvil. ¡No puedo creer que haya llamado tan pronto! Me pregunto si eso es bueno o malo.

Mordí la uña de mi pulgar, nerviosamente.

Agarré el inalámbrico, saliendo de la habitación y cerrando sigilosamente la puerta tras de mí.

—Yo qué sé. Te márcale a esa mujer para que no vuelva a llamarme, ¿vale? Buena suerte. Llámame para contarme cómo te ha ido, pero, por Dios, no lo hagas en las próximas…ah…diez horas, ¿de acuerdo?

—De acuerdo. Gracias y disculpa..

Miré de nuevo el reloj y no pude creer que estuviera a punto de tener una posible conversación de trabajo. Preparé la cafetera, esperé a que saliera el café y me llevé una taza al sofá. Había llegado la hora de responder a la llamada, no tenía opción.

—Hola, soy Jessica Sawyer —dije con firmeza, aunque la voz me traicionó con su ronquera de recién levantada, característica.

—¡Jessica, buenos días! Espero no haber llamado demasiado temprano —trinó

Sheryl en un tono rebosante de jovialidad—. Estoy segura de que no, ¡sobre todo porque muy pronto también tú serás un pájaro madrugador! Tengo una gran noticia para ti. Le has causado una muy buena impresión a Markus. Dijo que está deseando trabajar contigo. ¿No es fabuloso?

La cabeza me daba vueltas. Traté de despegarme del sofá para servirme más café, o agua, cualquier cosa que pudiera despejarme la mente , pero solo conseguí hundirme aún más en los cojines. ¿Me estaba preguntando si quería el empleo? ¿Estaban haciéndome una oferta formal?

¡¿Era en serio?!

No me lo podía creer, porque…¿ En qué momento yo le había caído bien a Markus?

—Felicidades, querida. ¿Qué sensación tienes al ser la nueva asistente de Markus Preston? Seguramente estás encantada con la noticia. ¿Quién no lo estaría? Veamos, ¿qué te parece si empiezas el lunes? Podrías venir para una rápida sesión de orientación y luego te llevaré directamente a la oficina de Markus. Él estará en los desfiles de París, pero será un gran momento para que comiences a familiarizarte con tu contenido de trabajo y con las demás chicas. Ya verás que…

¿Orientación? ¿Empezar el lunes? ¿Demás chicas? Sus palabras se negaban a cuajar en mi debilitado cerebro.

—Mmm, me temo que no podré comenzar el lunes —refuté con calma a la única frase que había entendido, confiando en haber dicho algo lógico.

Sheryl acababa de decirme que debía empezar a trabajar al cabo de tres días. Era viernes, ni siquiera eran las siete de la mañana, joder, ¿y querían que me incorporara el lunes? Empecé a intuir que el empleo sería una especie de esclavitud o algo similar. Solo rezaba porque la situación no se me escapara de las manos.

Y además, ¿Por qué había tanta prisa? ¿Tan importante era esa hombre como para necesitarme de inmediato? ¿Y por qué la voz de Sheryl sonaba como si temiera a Markus?

—Mmm, me temo que este lunes no puedo comenzará porque ahora mismo no resido en Nueva York. Me estaba quedando en el sofá del apartamento de una amiga. De hecho fue a ella a quien llamaste más temprano esta mañana. —me apresuré a explicar apretando el auricular con fuerza— es por eso que necesitaré un par de días para buscar apartamento, comprar algunos muebles e instalarme.

—En fin, supongo que no pasará nada por que empieces el miércoles —replicó ella con un tono cortante.

Colgué y me derrumbé de nuevo en el sofá. Me temblaban las manos y el teléfono se me cayó al sofá. ¡Lo había logrado!

Disponía de cinco días para incorporarme al trabajo que acababa de aceptar como asistente de Markus Preston.

Todo había sucedido tan de prisa que no había tenido tiempo de reflexionar. No obstante, presentía que era una oportunidad que no debía desperdiciar, un gran primer paso para llegar a trabajar luego como redactora en otro sitio.

Tenía que intentarlo.

Ciertamente estaba teniendo un golpe de suerte.

Reanimada al fin, me preparé otro café , preparé una taza para Axel y me di una ducha caliente. Cuando entré en el dormitorio, él ya estaba despierto.

—¿Ya estás vestida? —preguntó mientras buscaba sus espejuelos, sin los cuales no veía ni un burro a tres pasos—. ¿Ha llamado alguien esta mañana o lo soñé?

—No lo has soñado —respondí deslizándome de nuevo entre las sábanas pese a llevar puestos unos vaqueros y un jersey de cuello alto. Procuré que mi cabello mojado no empapara la almohada—. Fue Layla . La mujer de recursos humanos de la Glitz llamó a su casa porque les di su número. Y adivina qué…

—¿Te han dado el trabajo?

—¡Me han dado el trabajo!

—¡Ven aquí! —exclamó Alex al tiempo que me abrazaba—. Estoy muy orgulloso de ti. Es una noticia estupenda.

—¿Todavía piensas que es una buena oportunidad? Sé que ya lo hemos hablado, pero es que esa mujer ni siquiera me ha permitido decidir. Ha dado por sentado que quería el empleo.

—Es una oportunidad increíble. La industria de la moda no es lo peor de este mundo, puede que hasta te resulte interesante.

Puse los ojos en blanco.

—¿No has dicho que si inviertes un año trabando en Glitz te ahorrarás tres años más como asistente en otra revista?

Asentí con la cabeza.

—Eso dijeron Alicia y Eliza, que la compensación era automática. Si logro trabajar todo un año para Markus sin que me despida, con una llamada suya yo podría conseguir un empleo en cualquier otro lugar.

—En ese caso, ¿cómo no vas a aceptar? En serio, Yess, solo sacrifícate un año y ya verás. Sé que amarías trabajar para la revista la New Yorker o para la New York Review of Books ¡Es lo que siempre has querido! Y por lo visto, si te esfuerzas, llegarás allí mucho antes si aceptas este puesto.

—Tienes razón, tienes toda la razón.

—Además, eso significaría que vendrías a vivir a Nueva York, lo cual, debo reconocer, que me hace mucha ilusión. —Me dio uno de esos besos largos y perezosos los cuales parecían que los habíamos inventado nosotros—. Deja de preocuparte tanto. Tú misma has dicho que te han dado el puesto sin siquiera preguntarte si lo quieres. Esperemos a ver qué pasa.

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