— Dime… Kira, ¿ese cabezotas de mi nieto… se porta bien… o tengo que reprenderlo… como cuándo era un niño? — le preguntó Prudence cuando le pidió su mano para tenerla entre la suya arrugadita, aunque bastante conservada para la edad que tenía la mujer.Ella soltó una risita suave— Se porta bien — admitió con voz tierna y después se acercó para susurrar algo en su oído — pero concuerdo con lo de cabezotas.Jack se cruzó de brazos y negó con una sonrisa.— ¿Me parece que las dos están en mi contra? — replicó y Kira le echó un vistazo con esos dulces ojos.Prudence lo reprendió y le pidió que llamara a una de sus muchachas de servicio para que le prepararan su maleta de mano, pues no quería salir de la clínica en esta estado cuando le diesen el alta. Una mujer de su talla siempre iba impecable, incluso en las peores circunstancias.También aprovechó para quedarse a solas con esa preciosa joven que había conseguido ganar el corazón de su nieto, lo que era un motivo más que suficiente par
Esa misma mañana, Margaret y Lana aterrizaron en Nueva York.Kira no tuvo más remedio que contarles la verdad absoluta de lo que había sucedido, pues tantos hombres custodiándola no era por nada, como les había dicho ella en un principio.— Las dejaré solas para que se pongan al día. Yo debo volver a la clínica — dijo Jack, que apareció de pronto en el salón luego de haber estado en una llamada de suma importancia con su abogado — Lana, Margaret, siéntanse como en casa. Ya he pedido al servicio que prepare sus habitaciones.— ¡Gracias cuñado! — soltó la menor de las Raleigh, entusiasmada.Kira sonrió y negó con la cabeza.Margaret asintió levemente. Todavía tenía un ojo puesto sobre él; sin embargo, todo indicaba que estaba cuidando de su muchacha y con eso se sentía más que agradecida.Kira se incorporó y lo siguió hasta el elevador. Lo detuvo delicada tomándolo por el brazo.— ¿Vendrás pronto a casa? — le preguntó con voz tierna.Jack la rebosó con su mirada azul, y se sintió extrañ
Margaret y Lana se instalaron en el pent-house pese a la decisión de la mujer de trasladarse a un hotel; tenía sus ahorritos de años y no quería incomodar. Sin embargo, Jack se negó completamente y le pidió de favor que se quedara, que para él sería un placer tenerlas allí y tampoco había necesidad hacer una cosa así, no obstante, lo que terminó por convencerla fue saber que estaría cerca de su nieta para cuidarla ahora que estaba gestando a su bisnieto, ya que esta no podía quedarse en un hotel por su propia seguridad.El pent-house era casi una fortaleza en la que las tres estarían seguras, pues Miller todavía era un prófugo de la justicia y no se sabía sobre sus planes.Albert fue dado de alta un par de días después del accidente. La recuperación de Prudence duró un poco más, pero al final todo salió bien y ella ya estaba en casa, siguiendo las indicaciones médicas.Kira la llamaba cada vez que podía, incluso, en ocasiones, y por petición de la propia mujer, hasta dos veces al día.
Cuando él hundió su lengua filosa entre los pliegues húmedos y femeninos, Kira jadeó convertida en espasmos involuntarios. — Oh. Jack — sollozó su nombre y echó la cabeza hacia atrás, inclinando la pelvis un poco más contra su boca salvaje y profesional — Dios, es tan bueno. — ¿Es esto lo que querías, cariño? — le preguntó él, lamiendo ampliamente el sexo al mismo tiempo que alzaba la vista. Sus pechos estaban hinchados bajo la delgada tela de la camisa de tirantes, así que con una mano los liberó y le apretó ligeramente un pezón. Ella pasó un trago en seco y enterró los dedos en su cabello, exclamando con la voz pastosa un muy… muy excitante: — ¡Sí! — No te escucho, Kira. ¿Era esto lo que querías? — insistió, barriendo de principio a fin. — ¡Dios, sí! — Mujer, sigo sin escucharte — ahora era él quien se divertía —. ¿O es que quieres que me detenga? — Si aprecias tu cabeza, Jack Akerman, lo mejor será que continúes — le advirtió, y lo sintió sonreír sobre la carne palpitante. —
En cada momento compartido de la semana siguiente, él parecía no darse cuenta de lo realizado que se sentía al lado de esa mujer. Reía con más soltura y se mostraba increíblemente relajado.En calma.Revitalizado.Con más energía.Así era como se sentía, y todo era culpa de esa provocadora de ojos marrones.Kira no quería presionarlo, era lo que se había dicho a sí misma, incluso a él, pero estaba tan enamorada de ese hombre que siempre buscaba cualquier excusa para estar cerca… y conquistarlo. ¿Por qué no? Si había a quienes echarle la culpa era a sus hormonas revolucionadas. Ella era completamente inocente de todo, sí, señor… o quizás no tanto.El lunes trabajaron desde casa.Jack lo adecuó todo en el despacho para que ella se sintiera cómoda y allí estuvieron hasta las tres de la tarde, compartiendo diferentes opiniones, miradas dulces y roces intencionales cuando la mujercita veía muy apropiado pasarle por el lado para alcanzar el bolígrafo que perfectamente pudo él haberle pasado
Margaret y Harry se vieron después de mucho tiempo.Él había sido ese invitado especial que no solo se llevó la sorpresa del embarazo de esa muchacha que quería como a una hija, y a la cual reprendió cuando no le contó sobre lo que había sucedido en la empresa, y de ese tal Miller… sino que también se sintió que volvía al pasado cuando vio allí a la mujer de su vida, la única que pudo amar con todo su corazón, y a quien perdió por no tomar las decisiones correctas, aunque no se arrepentía de haberse convertido en el mejor estratega que pudo tener el grupo Akerman durante sus años.Kira lo observó acercarse a su abuela con un dejo de nerviosismo, pese a que sus pasos seguían siendo seguros y su porte masculino derrochaba elegancia.— Margaret — saludó él, cauto.La mujer alzó la vista al reconocer esa voz y las mejillas se le sonrojaron en seguida como a una adolescente.— Harry… — respondió ella, intentando ocultar sus repentinas emociones — cuanto tiempo.El hombre sonrió.— Los años
El lunes, sin avisarle siquiera, Kira se reincorporó en la empresa. Tenía mucho acumulado que no podía resolver desde casa y además se sentía un mueble más del pent-house porque allí todos parecían no querer dejarla mover un dedo, ni siquiera cuando de un simple vaso de agua se trataba.Todo era culpa de Jack, y de sus órdenes irrefutables al personal de servicio.En cuanto él la notó, el corazón se le aceleró desmedido… como solía hacerlo cuando la advertía cerca. ¿Qué hacía ella allí? Se preguntó, a mitad de una junta que tuvo que interrumpir porque no logró coordinar lo que decía con lo que veía.Kira Raleigh tenía el increíble poder de nublarle el juicio.Ni siquiera esperó a que terminara de ponerse al día cuando irrumpió la charla que mantenía con sus compañeros, y se plantó allí, aclarándose la garganta y mostrándose a sí mismo el jefe imponente que solía ser para que todos regresaran a sus respectivos puestos de trabajo y dejasen de atosigarla con preguntas ridículas.Ella alz
Jack clavó las manos en el borde del escritorio hasta que los nudillos se le pusieron blancos, y en un intento desesperado por pensar con claridad e inteligencia, golpeó el vidrio templado y gruñó una maldición baja.Kira lo miró con un poco de pesar y se acercó colocando una mano en su espalda. El gesto no consiguió tranquilizarlo del todo, pero ayudó a que respirara.— Ve con los abogados, yo resolveré esto — le dijo, pero él negó.— No te voy a hacer pasar por esta situación con Becca — habló, decidido, y se giró para mirar a Sophie — Organiza una rueda de prensa en el salón de eventos de la empresa.Ella no iba a ser molestada e incomodada por nadie.Kira abrió los ojos.— No, Jack, este es mi trabajo, puedo hacerlo.— Dije que no.— Jack…— ¡Es una orden, Kira! — zanjó, mirándola serio, un tanto molesto.Ella apretó los labios convirtiéndolos en una línea y se cruzó de brazos, mirando el exterior. Nueva York para ese momento era una densa capa de nieve que pinchaba los enormes ve