57. Traumas de la niñez

— Dime… Kira, ¿ese cabezotas de mi nieto… se porta bien… o tengo que reprenderlo… como cuándo era un niño? — le preguntó Prudence cuando le pidió su mano para tenerla entre la suya arrugadita, aunque bastante conservada para la edad que tenía la mujer.

Ella soltó una risita suave

— Se porta bien — admitió con voz tierna y después se acercó para susurrar algo en su oído — pero concuerdo con lo de cabezotas.

Jack se cruzó de brazos y negó con una sonrisa.

— ¿Me parece que las dos están en mi contra? — replicó y Kira le echó un vistazo con esos dulces ojos.

Prudence lo reprendió y le pidió que llamara a una de sus muchachas de servicio para que le prepararan su maleta de mano, pues no quería salir de la clínica en esta estado cuando le diesen el alta. Una mujer de su talla siempre iba impecable, incluso en las peores circunstancias.

También aprovechó para quedarse a solas con esa preciosa joven que había conseguido ganar el corazón de su nieto, lo que era un motivo más que suficiente par
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