En cada momento compartido de la semana siguiente, él parecía no darse cuenta de lo realizado que se sentía al lado de esa mujer. Reía con más soltura y se mostraba increíblemente relajado.En calma.Revitalizado.Con más energía.Así era como se sentía, y todo era culpa de esa provocadora de ojos marrones.Kira no quería presionarlo, era lo que se había dicho a sí misma, incluso a él, pero estaba tan enamorada de ese hombre que siempre buscaba cualquier excusa para estar cerca… y conquistarlo. ¿Por qué no? Si había a quienes echarle la culpa era a sus hormonas revolucionadas. Ella era completamente inocente de todo, sí, señor… o quizás no tanto.El lunes trabajaron desde casa.Jack lo adecuó todo en el despacho para que ella se sintiera cómoda y allí estuvieron hasta las tres de la tarde, compartiendo diferentes opiniones, miradas dulces y roces intencionales cuando la mujercita veía muy apropiado pasarle por el lado para alcanzar el bolígrafo que perfectamente pudo él haberle pasado
Margaret y Harry se vieron después de mucho tiempo.Él había sido ese invitado especial que no solo se llevó la sorpresa del embarazo de esa muchacha que quería como a una hija, y a la cual reprendió cuando no le contó sobre lo que había sucedido en la empresa, y de ese tal Miller… sino que también se sintió que volvía al pasado cuando vio allí a la mujer de su vida, la única que pudo amar con todo su corazón, y a quien perdió por no tomar las decisiones correctas, aunque no se arrepentía de haberse convertido en el mejor estratega que pudo tener el grupo Akerman durante sus años.Kira lo observó acercarse a su abuela con un dejo de nerviosismo, pese a que sus pasos seguían siendo seguros y su porte masculino derrochaba elegancia.— Margaret — saludó él, cauto.La mujer alzó la vista al reconocer esa voz y las mejillas se le sonrojaron en seguida como a una adolescente.— Harry… — respondió ella, intentando ocultar sus repentinas emociones — cuanto tiempo.El hombre sonrió.— Los años
El lunes, sin avisarle siquiera, Kira se reincorporó en la empresa. Tenía mucho acumulado que no podía resolver desde casa y además se sentía un mueble más del pent-house porque allí todos parecían no querer dejarla mover un dedo, ni siquiera cuando de un simple vaso de agua se trataba.Todo era culpa de Jack, y de sus órdenes irrefutables al personal de servicio.En cuanto él la notó, el corazón se le aceleró desmedido… como solía hacerlo cuando la advertía cerca. ¿Qué hacía ella allí? Se preguntó, a mitad de una junta que tuvo que interrumpir porque no logró coordinar lo que decía con lo que veía.Kira Raleigh tenía el increíble poder de nublarle el juicio.Ni siquiera esperó a que terminara de ponerse al día cuando irrumpió la charla que mantenía con sus compañeros, y se plantó allí, aclarándose la garganta y mostrándose a sí mismo el jefe imponente que solía ser para que todos regresaran a sus respectivos puestos de trabajo y dejasen de atosigarla con preguntas ridículas.Ella alz
Jack clavó las manos en el borde del escritorio hasta que los nudillos se le pusieron blancos, y en un intento desesperado por pensar con claridad e inteligencia, golpeó el vidrio templado y gruñó una maldición baja.Kira lo miró con un poco de pesar y se acercó colocando una mano en su espalda. El gesto no consiguió tranquilizarlo del todo, pero ayudó a que respirara.— Ve con los abogados, yo resolveré esto — le dijo, pero él negó.— No te voy a hacer pasar por esta situación con Becca — habló, decidido, y se giró para mirar a Sophie — Organiza una rueda de prensa en el salón de eventos de la empresa.Ella no iba a ser molestada e incomodada por nadie.Kira abrió los ojos.— No, Jack, este es mi trabajo, puedo hacerlo.— Dije que no.— Jack…— ¡Es una orden, Kira! — zanjó, mirándola serio, un tanto molesto.Ella apretó los labios convirtiéndolos en una línea y se cruzó de brazos, mirando el exterior. Nueva York para ese momento era una densa capa de nieve que pinchaba los enormes ve
— Señorita Raleigh — dijo el juez, ella alzó el mentón y lo miró —. El señor Miller asegura que usted y él mantenían una relación un tanto… ¿íntima?Kira abrió los ojos como si un terremoto la hubiese embestido con una fuerza titánica, y cambió la dura dirección de sus ojos directo a ese bastardo. ¿Cómo se atrevía?— ¡Eso es mentira! — se defendió — ¡Yo jamás he tenido una relación con él que no haya sido de trabajo, y aun así, fue una de las peores experiencias de mi vida!Miller ladeó una sonrisa desde su posición, y tan rápido como solo un maniático pudo haberlo hecho, miró al juez como si buscaba misericordia y suspiró.— Estoy siendo completamente transparente, señor juez — dijo —. La señorita Raleigh… en su posición de directora de estrategias del grupo Akerman, me acosó sexualmente durante mi periodo en la empresa y ¿qué puedo decirle? Es una mujer insistente y al principio caí, tuvimos una aventura casual, pues después yo conocí a otra mujer y me enamoré de ella; cuando se lo
Cuando Jack abrió la puerta y la descubrió semidesnuda, sobre la cama, en la posición que le había pedido y con el trasero rosadito y respingado, no pudo evitar gruñir una maldición y sonreír por lo terrible y complaciente que esa mujer podía ser.— Joder, Kira, eres irreprochablemente cautivadora — le dijo bajo el umbral de la puerta, y comenzó a deshacerse de los botones que le restaban de la camisa a medida que se acercaba hasta ella.Cuando estuvo a una buena distancia del pomposo trasero, le dio una pequeña nalgada y ella se mordió el labio al tiempo que lo miraba con una sonrisa por encima del hombro.— Hola, señor Akerman — musitó largamente.Jack se deslizó la camisa por los hombros y la dejó caer al suelo, después clavó una rodilla en el colchón y se inclinó para besarle los labios.— Hola, señorita Raleigh — contestó él, seductor, contra la boca fémina de la jovencita —. Me encanta tenerte así.— Lo sé — replicó ella con una sonrisa orgullosa, y separó un poco más las pierna
Entre beso y beso, Jack la arrastró al cuarto de baño. Kira se aferró a su nuca y avanzó en puntillas, correspondiendo al embate de su lengua más que complacida.— ¿Seguro que solo vamos a darnos una ducha? — le preguntó coqueta, riéndose, y reparando en seguida que la virilidad masculina se había despertado… nuevamente.— Quizás un poco más que una ducha — respondió seductor, lamiéndole los labios lenta y cálidamente, mientras deslizaba las manos por el arco de la espalda y le apretaba las nalgas.— Eso me gusta.— Y a mí — le mordisqueó el labio y le dio la vuelta para abrazarla por la cintura, haciéndola reír. Ella recargó la cabeza en el hombro al tiempo que él ajustaba la temperatura del agua — ¿Está bien así?— Está perfecta — murmuró.— Tú eres perfecta — confesó contra el lóbulo femenino, y le acunó los pechos desde atrás. Ella gimió y se mordió el labio —. Las manos contra la pared.Kira soltó una pequeña risa y se giró entre sus brazos, mirándolo con deseo vivo. Colocó las m
En el desayuno engulló de todo un poco. Huevos revueltos, pancakes de harina de trigo, tocino, una taza de chocolate caliente y fruta, incluso picoteó el plátano que Jack dejó porque según él era otro carbohidrato que se salía de su estricta dieta.— Me gusta que seas de buen apetito — le dijo él con una sonrisa.— En cambio, tú… ¿ensalada de pepino y manzana verde? ¿En serio? — lo juzgó al tiempo que pinchaba un trozo de pancake y lo acercaba a su boca — Prueba, está riquísimo.— No como harina en la primera comida del día, además, es tuyo, le pedí al chef que lo preparara especialmente para ti.— Que atento… abre — le ordenó, ignorándolo por completo.— Kira…— Abre— No voy a comer eso — replicó, y hablaba en serio. Era intolerante al gluten y a la lactosa.— No puedes ser tan correcto y aburrido, hombre.— ¿Hombre? — preguntó y la miró con una ceja elevada, como si estuviese averiguando con ese gesto si había escuchado bien. Ella solo se encogió de hombros con inocencia y se llevó