— Espero sea de tu agrado— le dijo él, después abrió la puerta de una recámara amplia con ventanas grandes, por donde se veían los copos de nieve caer —. La acondicionaron especialmente para ti.— Gracias — musitó levemente y echó un rápido vistazo a las cortinas color rosa pastel, la cama sencilla de tres plazas hecha de madera de roble y la pequeña colchoneta junto a esta que parecía ser para Félix. Esbozó una pequeña sonrisa para sí misma —. Luce confortable.— El armario aún está vacío, pero podrás llenarlo a tu gusto tan pronto como quieras. En la mesa de noche hay una extensión ilimitada de mi tarjeta de crédito — señaló con el gesto —. Úsala libremente.Ella suspiró y negó con la cabeza.— No quiero abusar.— Lo sé, pero necesitarás ropa. Recuerda que todas tus pertenencias sé… quemaron — le dijo con pesadumbre.— Gracias, compraré lo necesario.— Bien, otra cosa, me han informado que el jet no podrá despegar debido a que se aproxima una tormenta, así que es muy probable que Ma
Su expresión de ensueño fue una clara invitación, y sus gemidos ahogados; mientras trazaba un camino de besos por la piel preparada y expuesta, fue solo el inicio de lo que nunca más podría volver a privarse, no tratándose de esa bendita y necesaria mujer.Cuando alzó la vista, y sus ojos azules se apoderaron de los suyos castaños, fervientes y sobrecargados de anhelo, su instinto más salvaje tomó el control.Se hizo de los botones de su camisa, y uno a uno, fue desabrochándolos. La prenda se abrió a los lados. Unas pequeñas y diminutas bragas blancas, los pechos tal cual como los recordaba esa tarde… y como los había sentido entre sus manos.El viril miembro masculino se hizo dolorosamente más apretado, y pulsaba de necesidad.Carajo.En todas las horas que estuvo fuera no hizo más que pensar en ella, y ahora la tenía así… enteramente dispuesta.Deslumbrado, le recorrió el cuerpo con las manos. Sus dedos aseaban sus caderas y sus palmas tranquilizaban los espasmos involuntarios. Y al
Cuando llegaron a la clínica, Jack todavía tenía los dedos de Kira entrelazados a los suyos. Su primo, Tyler — quien le había dado la terrible noticia — fue el primero en incorporarse de su familia. Ethan y Emma los secundaron, aferrados al otro, como la pareja de esposos que eran.— Jack — saludó el hombre con pesar, que igualaba a su primo en estatura y edad —. Lamento que nos tengamos que ver después de tanto tiempo en estas circunstancias.— ¿Qué fue lo que pasó? — preguntó en seguida, al tiempo que estrechaban sus manos.— Un accidente en la carretera. Iban a encontrarse con Ethan y Emma para cenar, pero aparentemente nuestro abuelo perdió el control del auto y se estrellaron.— ¿Qué dicen los médicos?Tyler suspiró y negó levemente con la cabeza.— No mucho, salvo que debemos esperar por un diagnóstico definitivo.Jack asintió destrozado. Prudence y Albert lo significaban todo para él… y no imaginaba como podría ser la vida si algo llegara a sucederles.Kira posó sus ojos castañ
— Dime… Kira, ¿ese cabezotas de mi nieto… se porta bien… o tengo que reprenderlo… como cuándo era un niño? — le preguntó Prudence cuando le pidió su mano para tenerla entre la suya arrugadita, aunque bastante conservada para la edad que tenía la mujer.Ella soltó una risita suave— Se porta bien — admitió con voz tierna y después se acercó para susurrar algo en su oído — pero concuerdo con lo de cabezotas.Jack se cruzó de brazos y negó con una sonrisa.— ¿Me parece que las dos están en mi contra? — replicó y Kira le echó un vistazo con esos dulces ojos.Prudence lo reprendió y le pidió que llamara a una de sus muchachas de servicio para que le prepararan su maleta de mano, pues no quería salir de la clínica en esta estado cuando le diesen el alta. Una mujer de su talla siempre iba impecable, incluso en las peores circunstancias.También aprovechó para quedarse a solas con esa preciosa joven que había conseguido ganar el corazón de su nieto, lo que era un motivo más que suficiente par
Esa misma mañana, Margaret y Lana aterrizaron en Nueva York.Kira no tuvo más remedio que contarles la verdad absoluta de lo que había sucedido, pues tantos hombres custodiándola no era por nada, como les había dicho ella en un principio.— Las dejaré solas para que se pongan al día. Yo debo volver a la clínica — dijo Jack, que apareció de pronto en el salón luego de haber estado en una llamada de suma importancia con su abogado — Lana, Margaret, siéntanse como en casa. Ya he pedido al servicio que prepare sus habitaciones.— ¡Gracias cuñado! — soltó la menor de las Raleigh, entusiasmada.Kira sonrió y negó con la cabeza.Margaret asintió levemente. Todavía tenía un ojo puesto sobre él; sin embargo, todo indicaba que estaba cuidando de su muchacha y con eso se sentía más que agradecida.Kira se incorporó y lo siguió hasta el elevador. Lo detuvo delicada tomándolo por el brazo.— ¿Vendrás pronto a casa? — le preguntó con voz tierna.Jack la rebosó con su mirada azul, y se sintió extrañ
Margaret y Lana se instalaron en el pent-house pese a la decisión de la mujer de trasladarse a un hotel; tenía sus ahorritos de años y no quería incomodar. Sin embargo, Jack se negó completamente y le pidió de favor que se quedara, que para él sería un placer tenerlas allí y tampoco había necesidad hacer una cosa así, no obstante, lo que terminó por convencerla fue saber que estaría cerca de su nieta para cuidarla ahora que estaba gestando a su bisnieto, ya que esta no podía quedarse en un hotel por su propia seguridad.El pent-house era casi una fortaleza en la que las tres estarían seguras, pues Miller todavía era un prófugo de la justicia y no se sabía sobre sus planes.Albert fue dado de alta un par de días después del accidente. La recuperación de Prudence duró un poco más, pero al final todo salió bien y ella ya estaba en casa, siguiendo las indicaciones médicas.Kira la llamaba cada vez que podía, incluso, en ocasiones, y por petición de la propia mujer, hasta dos veces al día.
Cuando él hundió su lengua filosa entre los pliegues húmedos y femeninos, Kira jadeó convertida en espasmos involuntarios. — Oh. Jack — sollozó su nombre y echó la cabeza hacia atrás, inclinando la pelvis un poco más contra su boca salvaje y profesional — Dios, es tan bueno. — ¿Es esto lo que querías, cariño? — le preguntó él, lamiendo ampliamente el sexo al mismo tiempo que alzaba la vista. Sus pechos estaban hinchados bajo la delgada tela de la camisa de tirantes, así que con una mano los liberó y le apretó ligeramente un pezón. Ella pasó un trago en seco y enterró los dedos en su cabello, exclamando con la voz pastosa un muy… muy excitante: — ¡Sí! — No te escucho, Kira. ¿Era esto lo que querías? — insistió, barriendo de principio a fin. — ¡Dios, sí! — Mujer, sigo sin escucharte — ahora era él quien se divertía —. ¿O es que quieres que me detenga? — Si aprecias tu cabeza, Jack Akerman, lo mejor será que continúes — le advirtió, y lo sintió sonreír sobre la carne palpitante. —
En cada momento compartido de la semana siguiente, él parecía no darse cuenta de lo realizado que se sentía al lado de esa mujer. Reía con más soltura y se mostraba increíblemente relajado.En calma.Revitalizado.Con más energía.Así era como se sentía, y todo era culpa de esa provocadora de ojos marrones.Kira no quería presionarlo, era lo que se había dicho a sí misma, incluso a él, pero estaba tan enamorada de ese hombre que siempre buscaba cualquier excusa para estar cerca… y conquistarlo. ¿Por qué no? Si había a quienes echarle la culpa era a sus hormonas revolucionadas. Ella era completamente inocente de todo, sí, señor… o quizás no tanto.El lunes trabajaron desde casa.Jack lo adecuó todo en el despacho para que ella se sintiera cómoda y allí estuvieron hasta las tres de la tarde, compartiendo diferentes opiniones, miradas dulces y roces intencionales cuando la mujercita veía muy apropiado pasarle por el lado para alcanzar el bolígrafo que perfectamente pudo él haberle pasado