El cielo de Houston era un torbellino de colores elementales, reflejando la batalla épica que se libraba en las calles de la ciudad. Yasmany Ramos, envuelto en un aura de fuego dorado, se enfrentaba a su padre, Alejandro, cuyo cuerpo emanaba una energía oscura y caótica."¡Es suficiente, padre!" gritó Yasmany, esquivando un rayo de energía negra. "¡Esta ciudad no es tuya para gobernar o destruir!"Alejandro rio, su voz resonando con un poder inhumano. "¡Tonto! ¿No lo ves? Houston es solo el comienzo. Con el poder que he desatado, podríamos rehacer el mundo entero a nuestra imagen."Cerca de allí, Caroline y Mei Chang lideraban a los Guardianes en un esfuerzo por contener las anomalías elementales que amenazaban con desgarrar el tejido de la realidad. El Dr. Cortez, desde un centro de comando móvil, coordinaba los esfuerzos para evacuar a los civiles y estabilizar los puntos focales de la ciudad.En medio del caos, Damián observaba el enfrentamiento entre su padre y su hermano, su rost
El sol de Texas castigaba sin piedad el asfalto de las calles de Houston cuando Yasmany Ramos se despertó sobresaltado. El sudor perlaba su frente, mezclándose con la suciedad acumulada de días sin un baño decente. Se incorporó lentamente, sus músculos protestando por otra noche pasada en el duro suelo de un callejón."Otro día en el paraíso", murmuró para sí mismo con una sonrisa irónica, estirando su cuerpo atlético pero malnutrido.A sus 22 años, Yasmany era un superviviente nato. Abandonado al nacer, había pasado su vida saltando de un hogar de acogida a otro, nunca encontrando un lugar al que pudiera llamar verdaderamente hogar. Ahora, las calles de Houston eran su dominio, un laberinto de concreto y acero que había aprendido a navegar con la destreza de un nativo.Se puso de pie, recogiendo la mochila raída que contenía todas sus posesiones mundanas. Un par de cambios de ropa, una botella de agua medio vacía, y una fotografía arrugada de una mujer sonriente que asumía era su mad
El Rolls-Royce se deslizaba silenciosamente por las calles de Houston, alejándose del bullicio del centro hacia los suburbios opulentos. Yasmany se removía inquieto en el asiento de cuero, consciente de la suciedad de su ropa contrastando con el lujoso interior del vehículo.Eleanor Blackwood lo observaba con una mezcla de curiosidad y cálculo. "Relájate, joven", dijo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. "Pronto estaremos en casa.""¿Casa?", preguntó Yasmany, su voz apenas un susurro. "¿Qué quiere de mí, señora Blackwood?"Eleanor se reclinó en su asiento, sus dedos jugueteando con su collar de perlas. "Directo al grano, ¿eh? Me gusta eso." Hizo una pausa, como si estuviera considerando cuidadosamente sus siguientes palabras. "Verás, Yasmany, tengo una hija. Caroline. Es una joven encantadora, inteligente, hermosa... pero terriblemente sola."Yasmany frunció el ceño, confundido. "No entiendo qué tiene que ver eso conmigo.""Todo", respondió Eleanor con una sonrisa enigmática. "T
Los días siguientes fueron un torbellino para Yasmany. Pasó de dormir en callejones a ocupar una suite más grande que cualquier apartamento en el que hubiera vivido. Un ejército de sirvientes se encargaba de cada uno de sus caprichos, aunque él apenas se atrevía a pedir nada.Una mañana, mientras se miraba en el espejo de cuerpo entero de su nuevo dormitorio, apenas se reconoció. El joven desaliñado de las calles había sido reemplazado por alguien que parecía salido de una revista de moda. Su cabello, antes largo y enmarañado, ahora estaba perfectamente cortado y peinado. Su piel bronceada brillaba, limpia y bien cuidada. El traje a medida que vestía probablemente costaba más que todo lo que había poseído en su vida."Señor Ramos," la voz del mayordomo lo sacó de sus pensamientos. "La señorita Caroline lo espera en el jardín para el té."Yasmany asintió, su estómago revolviéndose con nervios. Después de una semana en la mansión, finalmente iba a conocer a la mujer que se suponía iba a
Los meses pasaron como un sueño febril para Yasmany. Su boda con Caroline fue un espectáculo deslumbrante, más para la sociedad de Houston que para ellos mismos. Bajo los flashes de las cámaras y las miradas escrutadoras de la élite, sellaron su pacto con un beso que pareció convencer a todos, menos a ellos mismos.Una mañana de domingo, casi cuatro años después de su llegada a la mansión Blackwood, Yasmany se encontraba en la biblioteca, rodeado de libros de historia y economía. Se había sumergido en el estudio, determinado a entender el mundo en el que ahora vivía."Trabajando duro, como siempre," dijo Caroline desde la puerta, una sonrisa irónica en sus labios.Yasmany levantó la vista, ofreciéndole una sonrisa cansada. "Alguien tiene que mantener las apariencias."Caroline entró, cerrando la puerta tras de sí. "Hablando de apariencias," dijo en voz baja, "tenemos un problema."Yasmany se enderezó, alerta. "¿Qué sucede?""Mi madre," respondió Caroline, sentándose frente a él. "Está
Yasmany se quedó inmóvil, sus ojos fijos en Alejandro Ramos, el hombre que acababa de voltear su mundo de cabeza. Las palabras "heredero", "familia Ramos", y "dragón" resonaban en su mente como un eco interminable."No... no puede ser cierto," murmuró Yasmany, su voz apenas audible.Alejandro dio un paso adelante, su expresión una mezcla de determinación y algo que podría ser interpretado como afecto. "Sé que es difícil de creer, Yasmany, pero es la verdad. Has vivido una mentira todos estos años."En ese momento, Eleanor Blackwood emergió de las sombras, su rostro una máscara de fría compostura. "Creo que es hora de que se vaya, señor Ramos," dijo, su voz cortante como el hielo.Alejandro se volvió hacia ella, sus ojos brillando con una furia apenas contenida. "No tiene derecho a interferir, señora Blackwood. Yasmany es sangre de mi sangre.""Yasmany es mi yerno," respondió Eleanor, "y miembro de la familia Blackwood. Su lugar está aquí."Mientras los dos se enfrentaban, Yasmany sint
Los días siguientes a la visita de Alejandro Ramos fueron un torbellino de confusión y tensión en la mansión Blackwood. Yasmany se movía por los pasillos como un fantasma, su mente un caos de preguntas sin respuesta y emociones contradictorias.Una mañana, mientras el sol apenas se asomaba sobre el horizonte de Houston, Yasmany se encontró en el jardín trasero de la mansión. El rocío brillaba sobre el césped perfectamente cortado, y el aire fresco de la mañana llevaba el aroma de las rosas recién florecidas. Cerró los ojos, intentando encontrar un momento de paz en medio de la tormenta que era su vida.Fue entonces cuando lo sintió de nuevo: ese calor interno, como un fuego suave que ardía en su pecho. Esta vez, en lugar de luchar contra él, Yasmany se concentró en la sensación, dejando que el calor fluyera por su cuerpo.Para su asombro, cuando abrió los ojos, vio que sus manos estaban envueltas en un tenue resplandor dorado. Flexionó los dedos, fascinado, y pequeñas chispas danzaron
La noche caía sobre Houston cuando Yasmany salió sigilosamente de la mansión Blackwood. Vestido con ropa oscura y llevando una mochila con algunas provisiones, se movía con la agilidad y sigilo que había aprendido en las calles años atrás.Su destino: la biblioteca pública de Houston. Sabía que era un lugar poco probable para encontrar respuestas sobre dragones y poderes místicos, pero era un comienzo. Además, necesitaba alejarse de la mansión, de las miradas inquisitivas de Eleanor y la preocupación en los ojos de Caroline.Mientras caminaba por las calles nocturnas, Yasmany no pudo evitar notar cómo la ciudad parecía diferente ahora. Las sombras parecían más profundas, las luces más brillantes. Era como si sus sentidos se hubieran agudizado, permitiéndole percibir cosas que antes pasaban desapercibidas.Al llegar a la biblioteca, se dirigió directamente a la sección de mitología y folklore. Pasó horas revisando libros sobre dragones, leyendas antiguas y poderes místicos. Aunque la m