Capítulo 2: Un Nuevo Mundo

El Rolls-Royce se deslizaba silenciosamente por las calles de Houston, alejándose del bullicio del centro hacia los suburbios opulentos. Yasmany se removía inquieto en el asiento de cuero, consciente de la suciedad de su ropa contrastando con el lujoso interior del vehículo.

Eleanor Blackwood lo observaba con una mezcla de curiosidad y cálculo. "Relájate, joven", dijo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. "Pronto estaremos en casa."

"¿Casa?", preguntó Yasmany, su voz apenas un susurro. "¿Qué quiere de mí, señora Blackwood?"

Eleanor se reclinó en su asiento, sus dedos jugueteando con su collar de perlas. "Directo al grano, ¿eh? Me gusta eso." Hizo una pausa, como si estuviera considerando cuidadosamente sus siguientes palabras. "Verás, Yasmany, tengo una hija. Caroline. Es una joven encantadora, inteligente, hermosa... pero terriblemente sola."

Yasmany frunció el ceño, confundido. "No entiendo qué tiene que ver eso conmigo."

"Todo", respondió Eleanor con una sonrisa enigmática. "Tiene todo que ver contigo."

El coche giró, entrando en un camino privado flanqueado por robles centenarios. Al final del camino, una mansión imponente se alzaba contra el cielo de Texas, sus columnas blancas y ventanales relucientes bajo el sol de la mañana.

Los ojos de Yasmany se abrieron de par en par. Había visto casas grandes antes, pero esto... esto era otro nivel. "¿Usted vive aquí?", preguntó, incapaz de ocultar su asombro.

Eleanor asintió, una chispa de orgullo en sus ojos. "Esta ha sido la casa de los Blackwood por generaciones. Y ahora, podría ser tu hogar también."

El coche se detuvo frente a la entrada principal. Un mayordomo de aspecto severo abrió la puerta, inclinando levemente la cabeza. "Bienvenida a casa, señora Blackwood."

Eleanor salió del coche con gracia, gesticulando a Yasmany para que la siguiera. Con piernas temblorosas, él obedeció, sintiéndose completamente fuera de lugar en este mundo de riqueza y privilegio.

"Sígueme", ordenó Eleanor, guiándolo hacia el interior de la mansión. Yasmany la siguió, sus ojos recorriendo los techos altos, las pinturas que probablemente costaban más que todo lo que había visto en su vida, los muebles antiguos que parecían sacados de un museo.

Llegaron a un estudio, una habitación imponente llena de libros y con un escritorio masivo de caoba en el centro. Eleanor se sentó detrás del escritorio, indicando a Yasmany que tomara asiento frente a ella.

"Ahora, Yasmany", comenzó, su tono volviéndose serio, "te traje aquí porque creo que podrías ser la solución a un problema que tenemos. Como te dije, mi hija Caroline está sola. Necesita un compañero, alguien que pueda estar a su lado, apoyarla, quizás incluso... amarla."

Yasmany parpadeó, procesando lentamente las palabras de Eleanor. "Espere... ¿está diciendo que quiere que me case con su hija?"

Eleanor sonrió, pero la sonrisa no alcanzó sus ojos. "Eres perspicaz. Sí, eso es exactamente lo que estoy proponiendo. A cambio, te ofrezco una vida que nunca soñaste posible. Educación, riqueza, estatus... todo puede ser tuyo."

El corazón de Yasmany latía furiosamente en su pecho. Su mente daba vueltas, tratando de procesar la oferta increíble que se le presentaba. Era como un cuento de hadas, demasiado bueno para ser verdad. Y sin embargo, aquí estaba, sentado en esta mansión, con esta mujer ofreciéndole el mundo.

"¿Y si digo que no?", preguntó, su voz apenas audible.

Los ojos de Eleanor se endurecieron por un momento. "Entonces te llevaremos de vuelta a donde te encontramos. Sin resentimientos. Pero piénsalo bien, Yasmany. Oportunidades como esta no se presentan dos veces en la vida."

Yasmany cerró los ojos, respirando profundamente. En su mente, vio las calles duras y frías que habían sido su hogar durante tanto tiempo. Luego, vio esta mansión, la promesa de una vida mejor, de seguridad, de... pertenencia.

Cuando abrió los ojos, había tomado su decisión. "Acepto", dijo, su voz firme a pesar del temblor en sus manos.

Eleanor sonrió, esta vez con genuina satisfacción. "Excelente decisión, Yasmany. Bienvenido a la familia Blackwood."

Mientras Eleanor comenzaba a delinear los próximos pasos, explicando cómo lo prepararían para su nuevo papel, Yasmany no podía sacudirse la sensación de que acababa de hacer un pacto con el diablo. Pero ya era demasiado tarde para arrepentirse. Su vida había cambiado para siempre, y solo el tiempo diría si había sido para mejor o para peor.

En algún lugar de la mansión, un reloj dio las doce. Para Yasmany Ramos, era el comienzo de una nueva vida, una vida que nunca hubiera imaginado posible. Pero con las promesas de riqueza y estatus, también llegaban nuevos peligros y desafíos que aún no podía comprender. Su viaje apenas comenzaba.

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