Patrick recargó la cabeza en el respaldo de su silla después de dejar a Meghan en su departamento. Regresó al Casino, pero no pudo concentrarse en el trabajo. No podía pensar en nada más que en el lío en el que se había metido y en qué haría si Meghan decidía no irse. Tal vez, en el fondo, era mejor que ella decidiera marcharse y comenzar una nueva vida lejos de Paul. Pero, ¿qué sucedería si ella decidía quedarse con él?
Patrick pensó en Astrid; a ella no le haría mucha gracia saber que otra mujer estaba viviendo en su nidito de amor. Pensar en Astrid le hizo recordar que no se había comunicado con ella. Miró la hora y se atrevió a marcarle, arriesgándose a que ella no respondiera debido a lo tarde que era en Milán. Sin embargo, el teléfono fue atendido al segundo timbre; estaba despierta. ¿Tal vez esperando su llamada?
—¿Cariño? —preguntó intrigado ante el silencio al otro lado de la línea.
—Pat —la voz de Astrid era ronca, como si hubiera estado llorando, y eso le angustió.
—¿Estás bien, cariño? Tu voz se escucha ronca, como si…
—Dime que no es verdad —la premura en la voz de Astrid estremeció a Patrick.
—¿De qué hablas, Astrid? —preguntó, sin comprender las palabras de su novia.
—Dime que no has llevado a ninguna mujer a nuestro departamento.
El silencio se instaló en la línea; Patrick apretó el móvil con tanta fuerza que estuvo a punto de romperlo.
—Pat, dime que no es cierto, por favor. Dime que no tienes otra mujer —suplicó, el llanto de Astrid hirió el corazón de Patrick mientras la ira corría por sus venas como hiel.
—Astrid.
—Ray me envió unas fotos, eras tú con otra mujer —sollozó ella.
Patrick estuvo a punto de saltar de su silla.
—Todo tiene una explicación, cariño, por favor, no llores.
—Entonces, ¿es verdad? —insistió Astrid. Patrick podía imaginarse los pensamientos de su novia, sobre todo si había fotos que lo comprometían.
—Sí, se llama Meghan, pero no es lo que crees, Astrid. Ray solo quiere crear problemas entre nosotros, y…
—Conozco a Ray y sé de lo que es capaz, pero me duele enterarme por él y no por ti —lo interrumpió.
Patrick se levantó de la silla, caminó por la oficina hasta detenerse cerca del ventanal y observó la ciudad mientras escuchaba a Astrid.
—No sabía cómo decírtelo, Astrid. Ni siquiera he asimilado la situación. Ray provocó todo esto y es clara su intención.
—Estoy cansada y tengo la cabeza embotada, no quiero seguir con esta conversación; no quiero decir algo de lo que pueda arrepentirme, Pat.
Patrick apretó los dientes, pero consciente de lo tarde que era y de cómo debía sentirse Astrid, le deseó buenas noches y antes de que dijera algo más, ella había cortado la llamada.
Patrick miró a través del vidrio sin ver; sus pensamientos eran una maraña de molestia y Ray era el principal responsable. Todo lo había hecho con un único fin: incordiar a Astrid, sabiendo lo lejos que estaban para poder aclarar la situación. Con frustración, Patrick caminó al minibar y se sirvió un whisky, bebió su contenido en un solo trago y volvió a servirse otro.
—Emborracharte no será la solución.
Patrick se giró para encontrarse con Harrison.
—No te escuché llegar —dijo, sirviendo un nuevo vaso de licor para ofrecérselo a su amigo.
—Estás demasiado distraído, Pat.
—Lo sé, acabo de hablar con Astrid.
—¿Y? —preguntó Harrison, sentándose en el largo, cómodo y lujoso sillón de piel.
—Ray le ha enviado fotos.
—¿Fotos? ¿Qué tipo de fotos?
—Supongo que el imbécil nos fotografió en el edificio de Paul, no desaprovechó la oportunidad; debí anticiparme y contarle a Astrid.
Harrison bebió un sorbo de su vaso y negó.
—No hay manera de explicar algo como esto por teléfono. Nada es mejor que hacerlo personalmente; tal vez deberías ir a Milán —le sugirió.
Patrick negó.
—No tiene caso, Astrid vuelve el lunes, entonces hablaré con ella.
—No dejes para mañana las cosas que puedes hacer hoy —recitó Harrison un dicho muy conocido.
—No hay nada que pueda hacer, Harrison, Astrid tiene el desfile más importante mañana y mis padres también se marcharán. No puedo dividirme en dos y estar en la cena con mis padres y en Milán al mismo tiempo —refutó.
Harrison suspiró, le dio otro sorbo a su vaso y lo abandonó en la mesa de centro.
—¿Qué piensas hacer con la chica? —preguntó.
Patrick miró el fondo de su vaso, caminó al sillón y se sentó.
—No sé si va a quedarse.
—¿Discutieron?
Patrick negó.
—Me limité a aclararle las cosas, no soy un maldito pervertido que tenga dobles intenciones con ella; ¡apenas es legal! —exclamó, bebiendo otro sorbo del vaso.
Harrison colocó una mano sobre el hombro de Patrick.
—Puedo llevarla a casa si lo deseas, no tendré ningún problema con ellos. Además, no estaremos solos, puede ser una compañía para mi madre —se ofreció.
Patrick negó.
—No quiero que esa pobre chica se sienta como un objeto, traída y llevada al antojo de otras personas. Ya es muy malo lo que está sucediendo con ella ahora; puedo imaginar el dolor que debe sentir al ser traicionada por el hombre que debió protegerla.
—¿Te estás preocupando por ella? —la sorpresa en la voz de Harrison hizo que Patrick dejara escapar un suspiro.
—No la conozco, no tengo ningún lazo que me ate a ella más allá de esta jodida apuesta; sin embargo…
Patrick no pudo continuar; bebió el resto del contenido de su vaso y lo dejó en la mesa de centro, imitando a Harrison.
—¿Qué? —preguntó él, ante el silencio de Patrick.
—Es tan joven, me gustaría ayudarla; tal vez tengas razón, estar en casa y a cargo de Mía sea una solución.
—Por supuesto, siempre y cuando no le digas a tus padres que te la has ganado en una apuesta.
Patrick arrugó el ceño.
—Jamás se lo diría, mamá odia las apuestas; es una de las principales condiciones que estableció cuando decidí aventurarme en el negocio, por supuesto que eso no quiere decir que no sepa jugar —dijo.
—Lo sé, Patrick; aun así, tienes que ser consciente de que ayudar a esa chica puede traerte muchos problemas y no solo con Astrid, no sabemos lo que Ray busca en realidad y también está Paul.
Patrick apretó la mandíbula.
—Ray no volverá a joderme la vida y en cuanto a Paul, dudo mucho que Meghan lo perdone.
—¿Y Astrid?
—Voy a explicarle la situación de Meghan; a lo mejor pueden ser amigas —musitó.
Harrison miró a Patrick por unos segundos.
—¿Crees que puedan ser amigas?
—No lo sé —respondió Patrick con frustración; se levantó del sillón y caminó al minibar para llenar su vaso.
Harrison negó.
—Astrid es tu novia y puede sentir celos; Meghan es guapa —dijo.
—Ya no quiero hablar más de Meghan, tengo que pensar en Astrid, es ella a quien necesito cuidar y proteger. Es Astrid la mujer que amo y si tengo que elegir entre ellas, podrás quedarte con Meghan si así ella lo desea —dijo Patrick finalmente, sintiéndose un tanto incómodo. No quería tratar a Meghan como un objeto; pero al final estaba poniendo en tela de juicio sus propias palabras al ofrecerla a Harrison. ¿De verdad era distinto de Paul? El pensamiento lo enfureció…
Meghan se levantó del piso; no tenía idea del tiempo que había pasado llorando como una Magdalena, pero había sido el suficiente para que sus lágrimas se secaran. Su corazón seguía doliendo; la traición de Paul la había marcado para siempre. Difícilmente podría confiar en alguien más a partir de ahora. Era por eso que se le hacía difícil pensar en Patrick como un salvador. Pero entonces, ¿qué era lo que debía hacer? Marcharse era la mejor opción, pero… ¿a dónde iría? No podía volver a casa de Daisy; no podía arriesgarse a que Paul volviera a verla y supiera que estaba sola de nuevo.
Amaba a Paul porque era su hermano y eso hacía su traición mucho más dolorosa, incluso más que la muerte de sus padres.
«¡Estás a tiempo de volver a su lado y de convertirte en su m*****a moneda de cambio!»
Las palabras de Patrick resonaron en su mente; Meghan se estremeció, era como si él estuviera allí con ella y se lo estuviera repitiendo.
«Si vuelves con Paul, volverá a exponerte al peligro; si no te apuesta en otro juego, puede que termines siendo el pago de un préstamo y acabando en manos de un criminal».
Un sollozo sin lágrimas salió de la garganta de Meghan; ¿podía confiar ciegamente en Patrick Ferreira? Era un riesgo; sin embargo, era su única opción.
Meghan caminó por el lujoso departamento, buscó un teléfono; necesitaba comunicarse con Daisy para contarle lo sucedido. Lo intentó varias veces, mas no logró comunicarse con su amiga. Intentó marcar su propio número, pero estaba en silencio; no había manera de que Daisy se diera cuenta. Con frustración dejó el teléfono y se sentó en el sillón, mirando fijamente la nada. Su distracción duró poco; el timbre de la puerta la hizo sobresaltarse.
Meghan no sabía qué hacer; ella no era la dueña del departamento y de repente tuvo miedo de que Paul la siguiera hasta el lugar y quisiera aprovecharse ahora que Patrick la había dejado sola.
Un nuevo llamado la sobresaltó; la insistencia la hizo levantarse y caminar hasta la puerta. Sus manos temblaban, su corazón latía desbocado por el miedo, pero no era capaz de seguir sentada e ignorando el sonido estrepitoso del timbre. Con más valor del que sentía, Meghan abrió la puerta, quedando frente a una mujer rubia como el sol. Sus profundos y brillantes ojos verdes la escudriñaron con curiosidad y recelo.
—¿Quién eres? —preguntó; su tono de voz hizo que Meghan diera un paso atrás de manera involuntaria.
Meghan no sabía qué responder; no sabía si esa mujer era una conocida de Patrick o incluso, no sabía si podía tratarse de su novia, aunque se veía mayor para serlo. Entonces, ¿qué debía responder?
—Meghan, me llamo Meghan —dijo de manera titubeante.
—¿Y qué haces en este departamento? —preguntó. Kate estaba a punto de llamar a la policía; cuando decidió venir a visitar a su hijo, no esperó encontrarse con una mujer que no fuera Astrid. Estaba sorprendida y necesitaba una explicación.
—Yo… yo —Meghan sintió que estaba a punto de asfixiarse ante la impresionante mujer delante de ella, fueron tantos sus nervios que no fue capaz de responder, dejando la tensión en el aire.
Kate miró a Meghan con el ceño fruncido; verla titubear era muy sospechoso.—¿Y bien? —insistió Kate, ante el silencio de la joven.Meghan se mordió el labio; sus manos eran dos pequeños puños, y sus uñas estaban enterrándose en su piel, las palabras atoradas en su pecho.—Yo, soy...—¡Kate!El grito de Harrison supuso un alivio para Meghan; el aire escapó de sus labios y un pequeño suspiro alivió la tensión de su cuerpo.Harrison se apresuró y caminó hasta pararse al lado de Kate, quien se había girado para verlo.—Harrison, ¿conoces a esta mujer? —preguntó Kate con afán.Meghan tragó saliva mientras esperaba una respuesta del amigo de Patrick.—¡Oh! Claro, deja que te presente a Meghan Summers, es una amiga mía —se apresuró a decir, caminando para colocarse al lado de la joven y envolverle el hombro con su brazo.—¿Es tu amiga?—Sí, lo es —aseguró Harrison ante la mirada sospechosa de Kate.—Si es amiga tuya, ¿qué hace en el departamento de Patrick? —quiso saber Kate, muy inteligent
El día había sido largo, la noche no pintaba mejor; Patrick dejó escapar un suspiro, ordenó los documentos sobre su escritorio y se preparó para salir a casa de sus padres. Hoy era la cena de despedida y no quería fallarles, independientemente de lo que estuviera viviendo en ese momento, su familia eran otro asunto. No mezclaría las cosas, por lo menos es lo que pensaba antes de que la puerta se abriera y dejara ver a Harrison, el hombre parecía haber corrido una maratón.—¿Qué pasa? —preguntó, tomando su saco del respaldo de su silla y colocándolo encima de su cuerpo.—¿Vas a casa?—Sí.—Es mejor que vayas preparado —le advirtió Harrison.—¿Preparado?—Tu madre sabe de la existencia de Meghan —soltó.La noticia le cambió el semblante a Patrick, no era algo que esperara sucediera tan pronto. Meghan apenas llevaba un día con él y había puesto su mundo de cabeza.—¿Qué? ¿Cómo que sabe de Meghan? ¿Cómo es posible?—Estuvo en tu departamento y se encontró de frente con Meghan.Patrick se
Después de la conversación con sus padres, Patrick subió a su habitación, se duchó y se metió en la cama; sin embargo, el sueño no llegó. Su mente no dejaba de dar vueltas al asunto de Meghan, lo que lo llevó a pensar de nuevo en Astrid. Patrick se sentó, apoyó la espalda en el respaldo de la cama, tomó su celular y llamó a su novia, pero no obtuvo respuesta. Lo intentó un par de veces con el mismo resultado. Resignado, dejó el móvil en la mesita de noche y volvió a acostarse. Intentaría contactarla a primera hora de la mañana, y eso fue lo que hizo.Cuando el sol de la mañana se filtró por las grandes y pesadas cortinas de la ventana de la habitación, Patrick volvió a llamar a Astrid.—¿Cariño? —dijo, después del silencio al otro lado de la línea.—Hola, Pat.—¿Cómo estás? ¿Sigues molesta? Te llamé anoche…—Perdóname, me quedé dormida después del desfile. Vi tus llamadas por la mañana y no tuve tiempo de comunicarme contigo. Larissa y Alessandra me sacaron de la habitación medio dorm
Patrick apretó la mano de Meghan y, tan pronto sintió una pequeña corriente entre ellos, la soltó como si su toque le quemara. No era algo que le sucediera, por lo que pensó que debía tratarse de la tensión del momento que ambos vivían.—Entonces, no hay más que decir; mis padres van a marcharse al mediodía. Me gustaría llevarte a casa para presentarte correctamente —expresó, apretando su mano en un puño.Meghan sonrió, por primera vez desde que todo esto comenzó, sintió un rayo de esperanza abrirse ante sus ojos. Por fin, la oscuridad en la que había estado viviendo desde la muerte de sus padres parecía desaparecer; por un momento, un tonto e impulsivo momento estuvo tentada a lanzarse a los brazos de Patrick; sin embargo, sabía lo incorrecto que era.—Gracias, Patrick —pronunció con voz ahogada. Las lágrimas estaban a la orden y esta vez no era de tristeza o decepción. Meghan se mordió el labio con fuerza.—Te harás daño —mencionó Patrick al ver lo que hacía.Meghan liberó su labio
Meghan se reunió con Mía en el patio; la niña se había sentado en el columpio bajo la sombra de un frondoso árbol que ella no había visto cuando llegó.—¿Necesitas ayuda? —le preguntó Meghan, que tenía las manos detrás de la espalda mientras se acercaba.—Me gustaría, son mi madre o mi padre quienes suelen venir a jugar conmigo. No llevan ni un día fuera y ya los echo de menos —susurró, sus ojos se cristalizaron de inmediato.—Solo se han ido de viaje y prometieron llamarte. Mis padres, en cambio, se han ido y no volveré a verlos, tampoco escucharé su voz de nuevo.Mía levantó el rostro.—¿Qué les pasó?Meghan se aclaró la voz; hablar de sus padres siempre era difícil.—Fallecieron.—Lo siento mucho, Meghan —murmuró Mía, expresando sus condolencias.—Gracias.—¿Los extrañas?—Todos los días pienso en ellos —respondió, tratando de que el nudo en su garganta no la asfixiara.—No debí preguntar.—Estoy bien, Mía. Hay cosas en la vida que no se pueden cambiar por el simple hecho de no hab
Marcelo bebió otro sorbo del vaso mientras observaba el intercambio de miradas entre Patrick y Meghan. Ella tenía los ojos llorosos y su hermano parecía conmocionado.—Meghan…La joven tragó el nudo que se le había formado en la garganta, bajó la mirada y trató de que las lágrimas no corrieran de sus ojos. Patrick no le había dicho ninguna mentira, tampoco fingió que le importaba. Es más, le había dado la oportunidad de marcharse, pero entonces, ¿por qué le dolía saber que solo era una carga para él? El tirón de su mano la sacó de sus vacilaciones y de su dolor.—Mía quiere saber si puede ir al cine —se las arregló para decir. Su voz fue un murmullo que los hermanos apenas pudieron escuchar.Patrick miró a Marcelo, el mellizo se limitó a encogerse de hombros.—Las llevaré —dijo, sintiéndose torpe, pues sabía que Meghan lo había escuchado; de lo contrario, no estaría evitando su mirada.—Solo irá Mía —susurró Meghan.—¡No! ¡No, Meghan! Quiero que vengas conmigo, no será divertido. Amo
Kiara llevaba una hora metida dentro del coche, estacionado en el sótano del antro "El Inframundo", uno de los centros nocturnos más prestigiosos de la ciudad de Nueva York, dirigido por nada más y nada menos que el hijo del "diablo", Caleb O’Connor Black, un tipo bastante guapo y peligroso. Kiara lo había conocido en la Universidad y se había sentido atraída por él, eso hasta que conoció a Harrison Parker, el mejor amigo de Patrick. Sin embargo, para ese entonces, Harrison tenía novia y se convirtió en su primera fuente de dolor y también en su primera decepción.—Vamos, Kiara, no puedes quedarte en el coche toda la noche. ¿¡Me has arrastrado hasta aquí para que me aburra como una ostra!?Kiara miró a Galilea; no necesitaba responderle.—¡Oh, por Dios! —le gritó Galilea al leer en los ojos de Kiara la respuesta.—Creo que no soy tan valiente como pensé —murmuró.—No, no y no. Me niego a que dejes ir la oportunidad de tener algo con Harrison. ¡Lo has querido desde que tenías 21!Kiara
«Fue por Astrid al aeropuerto»A Meghan no debía importarle el regreso de la novia de Patrick; sin embargo, lo hacía, le preocupaba que su presencia creara problemas en su relación. No le parecía justo, pues después de todo, Patrick solo trataba de ayudarla. Esperaba que Astrid lo comprendiera de esa manera. Realmente, lo deseaba…—Has estado muy callada desde que salimos de casa, ¿estás bien?Meghan vio a Mía y le sonrió.—Sí.—No parece que lo estés. Te ves un poco pálida —insistió la niña.Meghan olvidó lo observadora que Mía era y que nada se le escapaba.—Estoy bien, no te preocupes, Mía.La niña se encogió de hombros.—Sé que para ti soy una niña, pero… puedes hablar conmigo si quieres —se ofreció.La ternura con la que ella pronunció esas palabras causó una cálida sensación en el corazón de Meghan.—Lo tendré en cuenta, Mía.—No lo olvides, Meg.Meghan le sonrió.—Me tengo que ir o llegaré tarde al salón. ¿Te veo por la tarde?La pregunta sorprendió a Meghan, ¿creía Mía que no