Meghan se reunió con Mía en el patio; la niña se había sentado en el columpio bajo la sombra de un frondoso árbol que ella no había visto cuando llegó.—¿Necesitas ayuda? —le preguntó Meghan, que tenía las manos detrás de la espalda mientras se acercaba.—Me gustaría, son mi madre o mi padre quienes suelen venir a jugar conmigo. No llevan ni un día fuera y ya los echo de menos —susurró, sus ojos se cristalizaron de inmediato.—Solo se han ido de viaje y prometieron llamarte. Mis padres, en cambio, se han ido y no volveré a verlos, tampoco escucharé su voz de nuevo.Mía levantó el rostro.—¿Qué les pasó?Meghan se aclaró la voz; hablar de sus padres siempre era difícil.—Fallecieron.—Lo siento mucho, Meghan —murmuró Mía, expresando sus condolencias.—Gracias.—¿Los extrañas?—Todos los días pienso en ellos —respondió, tratando de que el nudo en su garganta no la asfixiara.—No debí preguntar.—Estoy bien, Mía. Hay cosas en la vida que no se pueden cambiar por el simple hecho de no hab
Marcelo bebió otro sorbo del vaso mientras observaba el intercambio de miradas entre Patrick y Meghan. Ella tenía los ojos llorosos y su hermano parecía conmocionado.—Meghan…La joven tragó el nudo que se le había formado en la garganta, bajó la mirada y trató de que las lágrimas no corrieran de sus ojos. Patrick no le había dicho ninguna mentira, tampoco fingió que le importaba. Es más, le había dado la oportunidad de marcharse, pero entonces, ¿por qué le dolía saber que solo era una carga para él? El tirón de su mano la sacó de sus vacilaciones y de su dolor.—Mía quiere saber si puede ir al cine —se las arregló para decir. Su voz fue un murmullo que los hermanos apenas pudieron escuchar.Patrick miró a Marcelo, el mellizo se limitó a encogerse de hombros.—Las llevaré —dijo, sintiéndose torpe, pues sabía que Meghan lo había escuchado; de lo contrario, no estaría evitando su mirada.—Solo irá Mía —susurró Meghan.—¡No! ¡No, Meghan! Quiero que vengas conmigo, no será divertido. Amo
Kiara llevaba una hora metida dentro del coche, estacionado en el sótano del antro "El Inframundo", uno de los centros nocturnos más prestigiosos de la ciudad de Nueva York, dirigido por nada más y nada menos que el hijo del "diablo", Caleb O’Connor Black, un tipo bastante guapo y peligroso. Kiara lo había conocido en la Universidad y se había sentido atraída por él, eso hasta que conoció a Harrison Parker, el mejor amigo de Patrick. Sin embargo, para ese entonces, Harrison tenía novia y se convirtió en su primera fuente de dolor y también en su primera decepción.—Vamos, Kiara, no puedes quedarte en el coche toda la noche. ¿¡Me has arrastrado hasta aquí para que me aburra como una ostra!?Kiara miró a Galilea; no necesitaba responderle.—¡Oh, por Dios! —le gritó Galilea al leer en los ojos de Kiara la respuesta.—Creo que no soy tan valiente como pensé —murmuró.—No, no y no. Me niego a que dejes ir la oportunidad de tener algo con Harrison. ¡Lo has querido desde que tenías 21!Kiara
«Fue por Astrid al aeropuerto»A Meghan no debía importarle el regreso de la novia de Patrick; sin embargo, lo hacía, le preocupaba que su presencia creara problemas en su relación. No le parecía justo, pues después de todo, Patrick solo trataba de ayudarla. Esperaba que Astrid lo comprendiera de esa manera. Realmente, lo deseaba…—Has estado muy callada desde que salimos de casa, ¿estás bien?Meghan vio a Mía y le sonrió.—Sí.—No parece que lo estés. Te ves un poco pálida —insistió la niña.Meghan olvidó lo observadora que Mía era y que nada se le escapaba.—Estoy bien, no te preocupes, Mía.La niña se encogió de hombros.—Sé que para ti soy una niña, pero… puedes hablar conmigo si quieres —se ofreció.La ternura con la que ella pronunció esas palabras causó una cálida sensación en el corazón de Meghan.—Lo tendré en cuenta, Mía.—No lo olvides, Meg.Meghan le sonrió.—Me tengo que ir o llegaré tarde al salón. ¿Te veo por la tarde?La pregunta sorprendió a Meghan, ¿creía Mía que no
Un silencio sepulcral se adueñó de la sala. Astrid parpadeó un par de veces, tratando de asimilar la noticia y todo lo que eso implicaba para ella y para Patrick. No era nada sencillo de comprender. ¡Se trataba de una mujer! Y Meghan no era cualquier mujer, había visto sus fotos; era joven y hermosa. Una tentación para cualquier hombre, y aun, cuando confiaba en Patrick, sentirse insegura era inevitable, tanto como los celos que estaba sintiendo en ese momento.—No me malentiendas, Astrid. Solo quiero ayudarla —dijo Patrick, atrapando la mano de Astrid que de manera inconsciente estaba retirando—. Me da mucho pesar su situación.—¡Es una mujer! —explotó ella. Astrid se odiaba por perder el control, desde que había visto las primeras fotos de él con Meghan, sentía un dolor que no podía describir y un miedo atroz de perder el amor de Patrick.—Lo sé, siempre he estado consciente de eso, Astrid. Yo estoy enamorado de ti —le dijo, acariciando su piel, limpiando las rebeldes lágrimas qu
Meghan se sintió nerviosa por aquella mirada, pero no apartó los ojos de Astrid. Ella no tenía nada que esconder y nada de lo que avergonzarse. Estaba allí por Patrick, pero estaba trabajando.—Hola, Cariño, ¿cómo estás? ¿Cómo va todo? Patrick ha dicho que tienes una niñera —dijo, levantando los ojos para ver a Meghan de nuevo.Ella sonrió cuando Mía también la vio.—¡Oh! Sí, sí. Mis padres se han ido de viaje y han contratado a Meghan para hacerme compañía mientras mis hermanos están en el trabajo —confirmó, separándose de Astrid—. Ven, ven, Meghan —la llamó con entusiasmo.Meghan asintió y caminó hasta llegar a ellas, Mía la tomó de la mano y la haló para cerrar la distancia que ella había considerado necesaria.—Ella es Meghan, mi niñera —la presentó sonriente, ajena a la tensión que se apoderó del cuerpo de Astrid.Ella no pudo evitar estudiar el rostro de Meghan. Era guapa, tenía unos bonitos ojos color caoba y su cabello era tan oscuro como una noche sin luna.—Hola, soy Astrid,
«Cuéntanos, Meghan, ¿cómo conociste a Harrison y cómo te hiciste amiga de él?» Meghan dejó el vaso con agua que se había llevado a los labios para humedecerse la garganta, que repentinamente se había secado mientras buscaba una historia convincente que no comprometiera a Patrick.—Bueno, Harrison y yo…—¡Oh, por Dios, Kiara! No puedes estar haciendo esas preguntas durante la cena —la regañó Marcelo, colocando una mano sobre el dorso de Meghan—. No le respondas; cómo y cuándo conociste a Harrison no es asunto nuestro —señaló Marcelo, mirando con desaprobación a su hermana.—Solo sentí curiosidad y quise saber. Además, no tiene nada de malo que me interese en conocer un poco más a Meghan —se defendió Kiara.—Bueno, entonces puedes preguntarle al mismísimo Harrison y tener la oportunidad de hablar con él —le sugirió Marcelo sin dudar—. Yo que tú, lo haría —añadió.Patrick escuchó el intercambio entre sus hermanos, también miró a Meghan cuando ella dejó escapar un suspiro de alivio.—Harr
Harrison lo miró y negó.—¿No estarás haciendo lo mismo que Ray? —preguntó.—No es lo mismo, Harrison. Le he dado a Astrid completa libertad.—Sin embargo, no puedes evitar sentirte relegado, Patrick. Le has dado la libertad que no tuvo con Ray para demostrarle que no eres un hombre como él, pero el precio ha sido muy alto. Tu relación no es lo que te habías imaginado, eres un hombre criado en el seno de una familia unida. Tus padres nunca se han separado más de un par de horas. En el fondo, deseas tener ese tipo de amor.Patrick apartó los ojos de Harrison, se llevó la taza de café a sus labios y bebió mientras la verdad se abría paso en su corazón; desde siempre soñó tener una relación tan idílica como la de sus padres. Una esposa, hijos y hasta un perro.—Te dejo, tengo cosas pendientes que hacer en el casino; piénsalo, Patrick. Quizá no sea mala idea ir a Brasil, pero no lo hagas de manera precipitada y por las razones equivocadas —le recomendó.Patrick asintió.—Por cierto —dijo