Después de la conversación con sus padres, Patrick subió a su habitación, se duchó y se metió en la cama; sin embargo, el sueño no llegó. Su mente no dejaba de dar vueltas al asunto de Meghan, lo que lo llevó a pensar de nuevo en Astrid. Patrick se sentó, apoyó la espalda en el respaldo de la cama, tomó su celular y llamó a su novia, pero no obtuvo respuesta. Lo intentó un par de veces con el mismo resultado. Resignado, dejó el móvil en la mesita de noche y volvió a acostarse. Intentaría contactarla a primera hora de la mañana, y eso fue lo que hizo.Cuando el sol de la mañana se filtró por las grandes y pesadas cortinas de la ventana de la habitación, Patrick volvió a llamar a Astrid.—¿Cariño? —dijo, después del silencio al otro lado de la línea.—Hola, Pat.—¿Cómo estás? ¿Sigues molesta? Te llamé anoche…—Perdóname, me quedé dormida después del desfile. Vi tus llamadas por la mañana y no tuve tiempo de comunicarme contigo. Larissa y Alessandra me sacaron de la habitación medio dorm
Patrick apretó la mano de Meghan y, tan pronto sintió una pequeña corriente entre ellos, la soltó como si su toque le quemara. No era algo que le sucediera, por lo que pensó que debía tratarse de la tensión del momento que ambos vivían.—Entonces, no hay más que decir; mis padres van a marcharse al mediodía. Me gustaría llevarte a casa para presentarte correctamente —expresó, apretando su mano en un puño.Meghan sonrió, por primera vez desde que todo esto comenzó, sintió un rayo de esperanza abrirse ante sus ojos. Por fin, la oscuridad en la que había estado viviendo desde la muerte de sus padres parecía desaparecer; por un momento, un tonto e impulsivo momento estuvo tentada a lanzarse a los brazos de Patrick; sin embargo, sabía lo incorrecto que era.—Gracias, Patrick —pronunció con voz ahogada. Las lágrimas estaban a la orden y esta vez no era de tristeza o decepción. Meghan se mordió el labio con fuerza.—Te harás daño —mencionó Patrick al ver lo que hacía.Meghan liberó su labio
Meghan se reunió con Mía en el patio; la niña se había sentado en el columpio bajo la sombra de un frondoso árbol que ella no había visto cuando llegó.—¿Necesitas ayuda? —le preguntó Meghan, que tenía las manos detrás de la espalda mientras se acercaba.—Me gustaría, son mi madre o mi padre quienes suelen venir a jugar conmigo. No llevan ni un día fuera y ya los echo de menos —susurró, sus ojos se cristalizaron de inmediato.—Solo se han ido de viaje y prometieron llamarte. Mis padres, en cambio, se han ido y no volveré a verlos, tampoco escucharé su voz de nuevo.Mía levantó el rostro.—¿Qué les pasó?Meghan se aclaró la voz; hablar de sus padres siempre era difícil.—Fallecieron.—Lo siento mucho, Meghan —murmuró Mía, expresando sus condolencias.—Gracias.—¿Los extrañas?—Todos los días pienso en ellos —respondió, tratando de que el nudo en su garganta no la asfixiara.—No debí preguntar.—Estoy bien, Mía. Hay cosas en la vida que no se pueden cambiar por el simple hecho de no hab
Marcelo bebió otro sorbo del vaso mientras observaba el intercambio de miradas entre Patrick y Meghan. Ella tenía los ojos llorosos y su hermano parecía conmocionado.—Meghan…La joven tragó el nudo que se le había formado en la garganta, bajó la mirada y trató de que las lágrimas no corrieran de sus ojos. Patrick no le había dicho ninguna mentira, tampoco fingió que le importaba. Es más, le había dado la oportunidad de marcharse, pero entonces, ¿por qué le dolía saber que solo era una carga para él? El tirón de su mano la sacó de sus vacilaciones y de su dolor.—Mía quiere saber si puede ir al cine —se las arregló para decir. Su voz fue un murmullo que los hermanos apenas pudieron escuchar.Patrick miró a Marcelo, el mellizo se limitó a encogerse de hombros.—Las llevaré —dijo, sintiéndose torpe, pues sabía que Meghan lo había escuchado; de lo contrario, no estaría evitando su mirada.—Solo irá Mía —susurró Meghan.—¡No! ¡No, Meghan! Quiero que vengas conmigo, no será divertido. Amo
Kiara llevaba una hora metida dentro del coche, estacionado en el sótano del antro "El Inframundo", uno de los centros nocturnos más prestigiosos de la ciudad de Nueva York, dirigido por nada más y nada menos que el hijo del "diablo", Caleb O’Connor Black, un tipo bastante guapo y peligroso. Kiara lo había conocido en la Universidad y se había sentido atraída por él, eso hasta que conoció a Harrison Parker, el mejor amigo de Patrick. Sin embargo, para ese entonces, Harrison tenía novia y se convirtió en su primera fuente de dolor y también en su primera decepción.—Vamos, Kiara, no puedes quedarte en el coche toda la noche. ¿¡Me has arrastrado hasta aquí para que me aburra como una ostra!?Kiara miró a Galilea; no necesitaba responderle.—¡Oh, por Dios! —le gritó Galilea al leer en los ojos de Kiara la respuesta.—Creo que no soy tan valiente como pensé —murmuró.—No, no y no. Me niego a que dejes ir la oportunidad de tener algo con Harrison. ¡Lo has querido desde que tenías 21!Kiara
«Fue por Astrid al aeropuerto»A Meghan no debía importarle el regreso de la novia de Patrick; sin embargo, lo hacía, le preocupaba que su presencia creara problemas en su relación. No le parecía justo, pues después de todo, Patrick solo trataba de ayudarla. Esperaba que Astrid lo comprendiera de esa manera. Realmente, lo deseaba…—Has estado muy callada desde que salimos de casa, ¿estás bien?Meghan vio a Mía y le sonrió.—Sí.—No parece que lo estés. Te ves un poco pálida —insistió la niña.Meghan olvidó lo observadora que Mía era y que nada se le escapaba.—Estoy bien, no te preocupes, Mía.La niña se encogió de hombros.—Sé que para ti soy una niña, pero… puedes hablar conmigo si quieres —se ofreció.La ternura con la que ella pronunció esas palabras causó una cálida sensación en el corazón de Meghan.—Lo tendré en cuenta, Mía.—No lo olvides, Meg.Meghan le sonrió.—Me tengo que ir o llegaré tarde al salón. ¿Te veo por la tarde?La pregunta sorprendió a Meghan, ¿creía Mía que no
Un silencio sepulcral se adueñó de la sala. Astrid parpadeó un par de veces, tratando de asimilar la noticia y todo lo que eso implicaba para ella y para Patrick. No era nada sencillo de comprender. ¡Se trataba de una mujer! Y Meghan no era cualquier mujer, había visto sus fotos; era joven y hermosa. Una tentación para cualquier hombre, y aun, cuando confiaba en Patrick, sentirse insegura era inevitable, tanto como los celos que estaba sintiendo en ese momento.—No me malentiendas, Astrid. Solo quiero ayudarla —dijo Patrick, atrapando la mano de Astrid que de manera inconsciente estaba retirando—. Me da mucho pesar su situación.—¡Es una mujer! —explotó ella. Astrid se odiaba por perder el control, desde que había visto las primeras fotos de él con Meghan, sentía un dolor que no podía describir y un miedo atroz de perder el amor de Patrick.—Lo sé, siempre he estado consciente de eso, Astrid. Yo estoy enamorado de ti —le dijo, acariciando su piel, limpiando las rebeldes lágrimas qu
Meghan se sintió nerviosa por aquella mirada, pero no apartó los ojos de Astrid. Ella no tenía nada que esconder y nada de lo que avergonzarse. Estaba allí por Patrick, pero estaba trabajando.—Hola, Cariño, ¿cómo estás? ¿Cómo va todo? Patrick ha dicho que tienes una niñera —dijo, levantando los ojos para ver a Meghan de nuevo.Ella sonrió cuando Mía también la vio.—¡Oh! Sí, sí. Mis padres se han ido de viaje y han contratado a Meghan para hacerme compañía mientras mis hermanos están en el trabajo —confirmó, separándose de Astrid—. Ven, ven, Meghan —la llamó con entusiasmo.Meghan asintió y caminó hasta llegar a ellas, Mía la tomó de la mano y la haló para cerrar la distancia que ella había considerado necesaria.—Ella es Meghan, mi niñera —la presentó sonriente, ajena a la tensión que se apoderó del cuerpo de Astrid.Ella no pudo evitar estudiar el rostro de Meghan. Era guapa, tenía unos bonitos ojos color caoba y su cabello era tan oscuro como una noche sin luna.—Hola, soy Astrid,