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Capítulo 5. ¿Dónde está Meghan?

Kate miró a Meghan con el ceño fruncido; verla titubear era muy sospechoso.

—¿Y bien? —insistió Kate, ante el silencio de la joven.

Meghan se mordió el labio; sus manos eran dos pequeños puños, y sus uñas estaban enterrándose en su piel, las palabras atoradas en su pecho.

—Yo, soy...

—¡Kate!

El grito de Harrison supuso un alivio para Meghan; el aire escapó de sus labios y un pequeño suspiro alivió la tensión de su cuerpo.

Harrison se apresuró y caminó hasta pararse al lado de Kate, quien se había girado para verlo.

—Harrison, ¿conoces a esta mujer? —preguntó Kate con afán.

Meghan tragó saliva mientras esperaba una respuesta del amigo de Patrick.

—¡Oh! Claro, deja que te presente a Meghan Summers, es una amiga mía —se apresuró a decir, caminando para colocarse al lado de la joven y envolverle el hombro con su brazo.

—¿Es tu amiga?

—Sí, lo es —aseguró Harrison ante la mirada sospechosa de Kate.

—Si es amiga tuya, ¿qué hace en el departamento de Patrick? —quiso saber Kate, muy inteligente e intuitiva.

La mano de Harrison se colocó sobre la estrecha cintura de Meghan, algo que no pasó desapercibido para Kate.

—Meghan ha tenido problemas con su hermano, me ha pedido ayuda. Le platiqué a Patrick la situación y no ha dudado un segundo en tenderle la mano. Le ha prestado el departamento a Meghan.

Kate los miró.

—Entonces, ¿sabes dónde se está quedando?

—En la suite del hotel —respondió Harrison sin vacilar, no era ninguna mentira. Así que no tenía por qué ocultarlo.

Kate asintió; ella no era de salir y buscar a sus cachorros, pero es que tampoco tenía motivos para hacerlo. Patrick nunca dejaba de venir a casa, y las pocas veces que lo hacía era porque estaba en compañía de Astrid y allí no podía intervenir; sin embargo, su futura nuera no estaba en Nueva York.

—¿Quieres que le diga a Patrick que lo estás buscando? —preguntó Harrison con una sonrisa nerviosa en los labios, deseando que Kate se marchara.

—No, no es necesario. Voy a esperarlo en casa —respondió, echando una mirada a Meghan.

—Fue un placer conocerte, Meghan, ¿verdad? —preguntó para confirmar que Harrison no le estuviera mintiendo y le diera un nombre falso.

—Sí —susurró la joven.

—Soy Kate, la madre de Patrick. Lamento si he sido un poco brusca contigo, pero me has tomado desprevenida. No esperaba encontrarme con una mujer en el departamento de mi hijo —se apresuró a decir.

—Soy yo quien lamenta incomodarla, señora. Su hijo ha sido muy amable al permitirme quedarme —respondió Meghan, hablar de Patrick no era fácil y menos si lo hacía delante de la madre.

Kate asintió.

—Si hay algo en lo que yo pueda ayudarte, no dudes en pedirle a Patrick que te lleve a casa —le pidió, mirando a Harrison.

—Me temo que no hay mucho que puedas hacer, Kate. Te irás de luna de miel —murmuró Harrison.

—No importa donde esté, para eso existen los teléfonos—refutó con una ligera sonrisa que hizo tragar en seco a Harrison.

—Gracias por su ofrecimiento, señora Kate, lo tendré presente —respondió, esperando que ese fuese el rayo de luz que esperaba; sin embargo, era consciente de que podía no ser tan fácil.

—Me marcho, tengo una cena a la que asistir —mencionó Kate, girando sobre sus pies y marchándose, no sin darle una mirada seria al mejor amigo de su hijo.

Harrison liberó la cintura de Meghan tan rápido como Kate desapareció en el elevador; la tomó del brazo y la llevó adentro.

—Eso estuvo cerca —dijo.

Meghan frunció el ceño.

—¿Por qué le has dicho que somos amigos? —preguntó, aunque eso la había dejado con una oportunidad de oro de pedir ayuda.

Harrison la miró, no respondió; en su lugar, caminó hacia el minibar para servirse un vaso de whisky; lo necesitaba con urgencia. Mentirle a Kate Ferreira no era cosa sencilla, y si ella lo descubría, estaría frito.

Meghan caminó detrás de Harrison al verse ignorada.

—¿No vas a responder? ¿Fue Patrick quien te lo pidió? —preguntó Meghan con insistencia.

Harrison bebió el contenido de su vaso y lo dejó sobre la fina madera.

—Kate no puede enterarse por nada de este mundo que Patrick te ha ganado en una apuesta —dijo Harrison.

Meghan elevó las cejas.

—¿Por qué?

—Porque si lo hace, va a matarlo.

—No seas exagerado, ella no parece capaz de hacerle daño a su propio hijo; además, Patrick tiene la culpa por haber aceptado —dijo, su vena rebelde le hacía decir cosas sin pensar.

—Tienes razón, me culpo por haberle permitido hacerlo. Patrick no es un hombre que guste del juego; sin embargo, trató por todos los medios que tu hermano se fuera a casa y dejara de apostar; Paul es un necio y no quiso aceptarlo. Si no hubiese sido Patrick, habría sido cualquier otro hombre, y te aseguro que tu suerte sería otra —explicó Harrison de manera contundente ante la acusación de la joven.

Meghan tragó el nudo que se le formó en la garganta.

—Patrick… ¿tiene novia? —preguntó de repente, como si fuese necesario hacerlo.

Harrison frunció el ceño.

—¿Importa?

—Es la única manera en la que puedo confiar en que no tendrá ningún interés en mí. Los dos hablan de que pude caer en manos de un criminal, pero yo no los conozco y tampoco sé qué intenciones tengan conmigo. He sido utilizada por mi hermano como una moneda de cambio en un casino. ¿Qué esperas que piense? ¿Qué concepto puedo tener del hombre que me ha ganado en un juego?

Harrison se rascó la nuca.

—Patrick es un buen tipo.

—¿Y tú? —preguntó Meghan, sentándose en el sillón.

—Eso depende del momento; nadie es del todo bueno ni malo, Meghan —dijo—. Por supuesto, si me atacas, me defenderé, y sucede lo mismo con Patrick; sin embargo, puedes confiar en los dos.

Meghan se mordió el labio.

—¿Él te ha enviado?

Harrison negó.

—Vine por mi cuenta, y me alegro de haberlo hecho. ¿Qué ibas a responderle a Kate?

—La verdad, estuve a punto de decirle que Patrick me ganó en una apuesta, pero las palabras no salieron de mis labios; estaba muy nerviosa y asustada —respondió, encogiéndose de hombros.

—¿Vas a quedarte con Patrick? —preguntó Harrison.

—No lo sé.

—No tienes muchas opciones, Meghan.

—También lo sé, pero se supone que soy tu amiga, ¿qué historia voy a pintar en la vida de Patrick si solo está ayudándote?

Harrison no había pensado en eso cuando se presentó como el amigo de Meghan; ni siquiera sopesó el hecho de que Meghan estaría todo el tiempo con Patrick.

—Tengo que hablar con él, hay que encontrar una solución a este enredo y tengo que hacerlo antes de que Patrick vaya a casa o Kate va a descubrir nuestra mentira —dijo Harrison, caminando hacia la puerta.

Meghan se levantó del sillón con prisa para tratar de detenerlo, pero no llegó a tiempo y, de nuevo, se quedó sola.

Las mejillas de Meghan se sonrojaron cuando su estómago gruñó en protesta; había sido un día muy largo y no había comido desde el mediodía. Así que, con toda la pena del mundo, se vio obligada a asaltar la cocina de Patrick…

Daisy miró la hora en su reloj; eran más de las once de la noche, y Meghan no había regresado. Tampoco sabía nada de Paul, y algo le decía que nada bueno había sucedido luego de que los dejara solos en la sala. Tenía el presentimiento de que el idiota hermano de su amiga había hecho una nueva estupidez.

La joven pelirroja se puso de pie cuando la puerta se abrió; esperaba encontrarse con Meghan, pero no era su mejor amiga.

—¿Dónde está Meghan? —cuestionó, acercándose a Paul. El aroma a licor la repelió, y se alejó unos cuantos pasos.

—No me preguntes por ella —respondió Paul con dificultad, la lengua se le enredaba debido a la cantidad de alcohol que había ingerido.

—¿Qué no te pregunte por ella?

—No te metas, Daisy; lo que pase entre Meghan y yo es cosa de hermanos.

—Tú no eres su hermano; solo eres una fuente de problemas para Meghan. El causante de sus desvelos, ¿es que no tienes corazón? —le criticó Daisy con rudeza.

Paul apretó los dientes, mientras el dolor laceró su corazón.

—Meghan no volverá, Daisy —murmuró.

—¿Qué? ¿Cómo que no volverá? ¿¡Qué le has hecho!? —gritó asustada al ver los ojos de Paul llenos de lágrimas.

—Yo… yo no quería, Daisy. No fue mi intención —sollozó.

El corazón de la joven se estremeció, y su cabeza no pudo evitar reproducir ideas terribles.

—¿Dónde está Meghan? —insistió.

—La aposté y la perdí.

Un golpe resonó en la habitación; la mano de Daisy ardía mientras la mejilla de Paul tenía marcados los cinco dedos, el rostro girado por el impacto.

—¿¡Cómo has sido capaz!? —gritó. Daisy estaba indignada por la manera en que Paul hablaba. ¿Quién demonios se creía para vender a Meghan como si estuvieran en la época medieval?

—Sé que no debí hacerlo, pero no pensé que iba a perder. ¡El juego debí ganarlo yo!

—Estás enfermo, Paul, y lo peor es que has convertido a Meghan en la víctima de tu m*****a enfermedad. La has arrastrado a la miseria y al dolor, has llenado su vida de tristezas y angustias.

Paul cayó de rodillas delante de la muchacha.

—No quise, yo no quería que esto pasara. Meghan es todo lo que tengo, todo lo que me queda.

—¡Te equivocas! —gritó Daisy, tenía lágrimas en los ojos y su garganta se apretaba con fuerza—. Ahora no tienes nada, Paul, perdiste a Meghan y sin ella, no tienes absolutamente nada.

—¿De qué hablas? —preguntó aturdido.

—No te quiero más en mi casa, Paul; me cansé de ti y de tus estupideces. Te he soportado todo este tiempo por Meghan, pero si ella no está, tú no tienes nada que hacer en mi casa. ¡Lárgate ahora mismo! —gritó encolerizada. El pecho de Daisy subía y bajaba con rapidez, presa de la angustia al imaginarse a Meghan en manos de Dios sabrá quiénes. Le dolía no haber podido salvarla, no haber evitado que Paul se la llevara.

—No puedes hacerme esto —susurró Paul, abatido, arrodillado en el piso.

—¡Claro que puedo! ¡Lo estoy haciendo, Paul! —gritó.

—No tengo a dónde ir…

—No es mi maldito problema —rebatió Daisy con prontitud—. ¡Lárgate o llamaré a la policía! —lo amenazó.

Paul no quería problemas con las autoridades, así que se levantó y con torpeza salió del departamento, dejando a Daisy en un mar de llanto, sufriendo por el futuro incierto de Meghan.

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