«Te aposté y te perdí, Meghan.»
Meghan cerró los ojos, se mordió el interior de su mejilla para evitar dejar escapar el sollozo que subió por su garganta; sin embargo, eso no impidió que sus ojos se llenaran de lágrimas.
«Ahora… él es tu dueño»
Ella no era un objeto, pero su hermano la estaba tratando como tal, su enfermedad había rebasado los límites y había hecho lo impensable.
—¿No dirás nada? —preguntó Paul, sintiéndola temblar.
—Una vez más me haces sentir desilusionada —dijo. Meghan trató de ignorar a los hombres que estaban a su alrededor, no eran importantes en ese momento.
—Meghan, yo…
—Estos últimos seis meses han sido un infierno a tu lado. La angustia y el miedo de no volverte a ver me dejaron muchas noches sin dormir. Traté de comprenderte, de apoyarte, pero entiendo que estás enfermo y que no puedes controlar tu necesidad de apostar —Meghan hizo una pausa, se liberó del agarre de Paul gracias a que él aflojó su agarre y se alejó unos pocos pasos para mirarlo—. Me has llevado al límite, Paul, me has dejado al borde del precipicio y ahora soy yo quien decide saltar al vacío —las lágrimas se deslizaron por las mejillas de Meghan, el dolor en su corazón la hizo tambalearse, pero se obligó a mantener una serenidad que no sentía.
—Perdóname, Meghan —pidió Paul, sus manos temblaban—. No supe ser un buen hermano, lo siento —sollozó.
—Espero que un día puedas cambiar, no por mí, Paul, sino por ti. Tienes que buscar ayuda y si en verdad sientes culpa por lo que has hecho, no vuelvas a jugar. No vuelvas a apostar…
Paul sollozó y calló de rodillas frente a Meghan.
—Qué sentimental —se burló Ray al ver la escena frente a sus ojos, Patrick le dedicó una fría mirada mientras Harrison observaba, el dolor en la mirada de Paul le conmovió.
Meghan se limpió las lágrimas con rebeldía, se giró y quedó frente a Patrick, él tenía las manos dentro de los bolsillos, su mirada estaba fija en Meghan, como si esperara que ella le gritara, peleara o le dijera algo.
Patrick esperaba que esa chica se negara a ir con él, pero en su mirada había decepción, dolor, cansancio.
—¿Eres el hombre a quien mi hermano me apostó? —preguntó.
Patrick asintió, se sentía incómodo.
—No debes ser distinto de él —dijo—, siento que estoy saliendo del fuego para caer en las brasas —murmuró.
Patrick apretó los dientes al ser comparado con Paul.
—No tengo todo el tiempo del mundo, Patrick, coge tu trofeo y vete —intervino Ray.
«Trofeo.»
El cuerpo de Meghan tembló al escuchar la manera en la que Ray la llamó, no conocía al hombre, no sabía su nombre. Ni siquiera tenía la seguridad de vivir más allá de ese día.
—Vamos, Patrick, es mejor que nos marchemos —le sugirió Harrison, tratando de evitar que Ray continuara hablando.
Patrick tomó el brazo de Meghan, tal vez con más brusquedad de la necesaria, pero estaba al límite de su paciencia y todo lo que deseaba era alejarse de aquel edificio. Dejar de ver a Paul antes de molerlo a golpes y alejarse del idiota de Ray que solo empeoraba la situación con sus palabras. Subieron al auto y se marcharon de allí.
El trayecto al departamento de Patrick fue en completo silencio, la tensión se sentía en el ambiente y los tres estaban seguros de que podían cortarla con el filo de una navaja.
Meghan no miró ni una sola vez a Patrick, su mirada estaba pegada al vidrio de la ventana, lloraba en silencio mientras un halo de ira nacía desde lo más profundo de su ser. El shock había pasado y la rabia iba ocupando su lugar. Ella no era un objeto, no tenía dueño porque no era un perro u otro animal, era una persona pensante, ¿cómo pudo Paul hacerle esto? Y lo peor, ¿cómo pudo el hombre sentado a su lado aceptar?
Patrick se hacía la misma pregunta, ¿en qué demonios estaba pensando cuando aceptó entrar en el juego de Ray? Y lo más importante, ¿qué es lo que haría con la chica?
«Meghan», pensó, no habían sido presentados oficialmente, pero había escuchado cuando Paul había pronunciado su nombre.
—Llegamos, ¿estás seguro de que te quedarás con ella? —preguntó Harrison, como si Meghan no los escuchara. Ella se tensó.
Patrick la miró, Meghan le recordaba a un pequeño gato asustado, su mirada era afilada y desconfiada, no era para menos.
—Gracias por acompañarme, Harrison, puedes volver al casino —dijo.
Meghan levantó la mirada al escucharlo, pero no dijo nada, miró como el acompañante de su “dueño” bajaba del auto y subía a un deportivo gris. Eso le indicó a Meghan que no estaba en manos de cualquier gente. El edificio era lujoso, todo gritaba riqueza y poder. Ella no estaba sorprendida, ella también había pertenecido a la Élite.
—¿Qué es lo que piensas hacer conmigo? —preguntó Meghan cuando Patrick le abrió la puerta del auto para que se bajara.
—Este no es lugar para hablar, Meghan, ¿verdad?
Ella asintió.
—Soy Patrick Ferreira Spencer —se presentó.
Meghan levantó la mirada para encontrarse con los ojos verdes de Patrick, ella tragó con dificultad y recordó que ya lo había visto en algunas revistas importantes.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —insistió Meghan.
Patrick caminó al ascensor, aquella pregunta no era difícil de responder, pues sencillamente, no quería nada de ella, aun así, no lo hizo. Había mencionado que ese no era un buen lugar para platicar, así que, no lo haría.
Meghan apretó los dientes, se debatió entre caminar detrás de su “dueño” o salir corriendo; pero ¿a dónde iría? No tenía un centavo en sus bolsillos, Paul la había sacado del departamento sin nada.
Meghan era presa de un cúmulo de emociones, quería llorar por el dolor que sentía, quería gritar por la ira que recorría su cuerpo, deseaba explotar y Patrick Ferreira no ayudaba en nada, se mostraba tan indiferente que le asustaba.
—No eres muy distinto de Paul —lo provocó apenas cruzaron la puerta. La tensión en el ascensor había sido la gota que derramó el vaso.
Patrick se giró al escucharla, no era la primera vez que lo comparaba con Paul e iba a asegurarse de que no existiera una jodida tercera vez.
—No repitas eso, Meghan —le advirtió.
Ella tragó saliva, pero no se amedrentó.
—Es la verdad, si no fueras como él, yo no estaría aquí contigo.
Patrick avanzó para quedar frente a ella, era muy alto para los 1.60 de Meghan, ella lo miró a los ojos.
—Solo quería que Paul se marchara del Casino, fue él quien insistió en continuar con el juego cuando ya estaba perdiendo. Fue él quien decidió apostarte, Meghan.
—¡Pero tú aceptaste! Eres igual o más culpable que Paul. Puedo entenderlo de mi hermano porque está enfermo. Es un ludópata, pero ¿tú? ¿Qué razones te llevaron a aceptar una apuesta tan descabellada? —cuestionó, explotando finalmente. Sacando su frustración y dolor con Patrick.
—Puedes irte en el momento que lo desees, Meghan, no tengo ningún tipo de interés por ti; es más, no tenía ningún interés en cobrar la apuesta y traerte a mi casa como un trofeo.
—Entonces, ¿por qué lo hiciste? —quiso saber. Meghan tenía un nudo en la garganta.
—Por idiota, porque me deje convencer por mi mejor amigo que no podía dejarte en manos de tu hermano y del imbécil que provocó todo esto, pero ¿sabes qué? ¡Estás a tiempo de volver a su lado y de convertirte en su m*****a moneda de cambio!
Meghan dio un paso atrás, sus ojos se llenaron de lágrimas.
—No creo que tengas buenas intenciones, nadie hace nada sin pedir nada a cambio. Menos un hombre —susurró.
Patrick elevó una ceja, tal vez debía sentirse ofendido por las palabras de Meghan, pero tenía razón. En este mundo todos esperaban conseguir un beneficio, era por eso que Ray se había aprovechado de Paul, esperando molestarlo y vaya que lo había conseguido.
—Tengo novia, te aseguro que no corres ningún tipo de peligro en esta casa. Mis padres me han educado bien —terminó de decir.
Meghan lo miró con desconfianza.
—¿Cómo puedo confiar en ti? —preguntó, mordiéndose el labio.
—No tienes que hacerlo —refutó él—; sin embargo, puedes quedarte en este departamento si quieres, si tienes el valor de hacerlo y de confiar en un completo extraño.
Meghan sintió un nudo formarse en su garganta, sus piernas temblaban como gelatina.
—Piensa muy bien las cosas, Meghan, no soy tu enemigo —murmuró—. Es tu decisión, haz lo que te parezca correcto. Sin embargo, te advierto que, si te marchas ahora, no podré hacer nada por ti en un futuro.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Meghan con voz ronca.
—Si vuelves con Paul, volverá a exponerte al peligro, si no te apuesta en otro juego, puede que termines siendo el pago de un préstamo y acabando en manos de un criminal, pero solo puedes decidir tú, Meghan.
La verdad de las palabras de Patrick golpeó a Meghan, fue como un puñetazo en la boca de su estómago que la dejó sin aire. Sus piernas flaquearon ante tal verdad, no podía engañarse y acusar a Patrick de mentiroso, porque sabía que tarde o temprano pasaría. Paul no iba a detenerse y ya se lo había demostrado. El dolor doblegó a Meghan y cayó de rodillas frente a Patrick, dejó que sus lágrimas y sollozos salieran libremente. Era un llanto desgarrador que conmovió a Patrick.
Él era un hombre exigente, tal vez un poco frío y arrogante, pero no podía dejar de sentir pena por Meghan. Verla desplomarse de aquella manera le hizo pensar en sus dos hermanas. Ellas tenían la dicha de contar con sus padres y hermanos. Tanto Marcelo como él eran capaces de matar para mantenerlas a salvo.
No era el caso de Meghan, esa pobre chica no tenía a nadie, sus padres estaban muertos y Paul era un peligro para ella.
Patrick extendió su mano, quedó encima de la cabeza de Meghan, mas no llegó a tocarla, no había razones para hacerlo, por lo que apretó su mano en un puño y se apartó.
—Quédate esta noche, si decides marcharte ten la seguridad de que jamás voy a buscarte —pronunció Patrick, con una sensación extraña en el pecho, era algo que no había experimentado antes y menos por una extraña.
Meghan levantó la mirada, Patrick se marchó del departamento, dejándola sola con su soledad y con su dolor.
Patrick recargó la cabeza en el respaldo de su silla después de dejar a Meghan en su departamento. Regresó al Casino, pero no pudo concentrarse en el trabajo. No podía pensar en nada más que en el lío en el que se había metido y en qué haría si Meghan decidía no irse. Tal vez, en el fondo, era mejor que ella decidiera marcharse y comenzar una nueva vida lejos de Paul. Pero, ¿qué sucedería si ella decidía quedarse con él?Patrick pensó en Astrid; a ella no le haría mucha gracia saber que otra mujer estaba viviendo en su nidito de amor. Pensar en Astrid le hizo recordar que no se había comunicado con ella. Miró la hora y se atrevió a marcarle, arriesgándose a que ella no respondiera debido a lo tarde que era en Milán. Sin embargo, el teléfono fue atendido al segundo timbre; estaba despierta. ¿Tal vez esperando su llamada?—¿Cariño? —preguntó intrigado ante el silencio al otro lado de la línea.—Pat —la voz de Astrid era ronca, como si hubiera estado llorando, y eso le angustió.—¿Estás
Kate miró a Meghan con el ceño fruncido; verla titubear era muy sospechoso.—¿Y bien? —insistió Kate, ante el silencio de la joven.Meghan se mordió el labio; sus manos eran dos pequeños puños, y sus uñas estaban enterrándose en su piel, las palabras atoradas en su pecho.—Yo, soy...—¡Kate!El grito de Harrison supuso un alivio para Meghan; el aire escapó de sus labios y un pequeño suspiro alivió la tensión de su cuerpo.Harrison se apresuró y caminó hasta pararse al lado de Kate, quien se había girado para verlo.—Harrison, ¿conoces a esta mujer? —preguntó Kate con afán.Meghan tragó saliva mientras esperaba una respuesta del amigo de Patrick.—¡Oh! Claro, deja que te presente a Meghan Summers, es una amiga mía —se apresuró a decir, caminando para colocarse al lado de la joven y envolverle el hombro con su brazo.—¿Es tu amiga?—Sí, lo es —aseguró Harrison ante la mirada sospechosa de Kate.—Si es amiga tuya, ¿qué hace en el departamento de Patrick? —quiso saber Kate, muy inteligent
El día había sido largo, la noche no pintaba mejor; Patrick dejó escapar un suspiro, ordenó los documentos sobre su escritorio y se preparó para salir a casa de sus padres. Hoy era la cena de despedida y no quería fallarles, independientemente de lo que estuviera viviendo en ese momento, su familia eran otro asunto. No mezclaría las cosas, por lo menos es lo que pensaba antes de que la puerta se abriera y dejara ver a Harrison, el hombre parecía haber corrido una maratón.—¿Qué pasa? —preguntó, tomando su saco del respaldo de su silla y colocándolo encima de su cuerpo.—¿Vas a casa?—Sí.—Es mejor que vayas preparado —le advirtió Harrison.—¿Preparado?—Tu madre sabe de la existencia de Meghan —soltó.La noticia le cambió el semblante a Patrick, no era algo que esperara sucediera tan pronto. Meghan apenas llevaba un día con él y había puesto su mundo de cabeza.—¿Qué? ¿Cómo que sabe de Meghan? ¿Cómo es posible?—Estuvo en tu departamento y se encontró de frente con Meghan.Patrick se
Después de la conversación con sus padres, Patrick subió a su habitación, se duchó y se metió en la cama; sin embargo, el sueño no llegó. Su mente no dejaba de dar vueltas al asunto de Meghan, lo que lo llevó a pensar de nuevo en Astrid. Patrick se sentó, apoyó la espalda en el respaldo de la cama, tomó su celular y llamó a su novia, pero no obtuvo respuesta. Lo intentó un par de veces con el mismo resultado. Resignado, dejó el móvil en la mesita de noche y volvió a acostarse. Intentaría contactarla a primera hora de la mañana, y eso fue lo que hizo.Cuando el sol de la mañana se filtró por las grandes y pesadas cortinas de la ventana de la habitación, Patrick volvió a llamar a Astrid.—¿Cariño? —dijo, después del silencio al otro lado de la línea.—Hola, Pat.—¿Cómo estás? ¿Sigues molesta? Te llamé anoche…—Perdóname, me quedé dormida después del desfile. Vi tus llamadas por la mañana y no tuve tiempo de comunicarme contigo. Larissa y Alessandra me sacaron de la habitación medio dorm
Patrick apretó la mano de Meghan y, tan pronto sintió una pequeña corriente entre ellos, la soltó como si su toque le quemara. No era algo que le sucediera, por lo que pensó que debía tratarse de la tensión del momento que ambos vivían.—Entonces, no hay más que decir; mis padres van a marcharse al mediodía. Me gustaría llevarte a casa para presentarte correctamente —expresó, apretando su mano en un puño.Meghan sonrió, por primera vez desde que todo esto comenzó, sintió un rayo de esperanza abrirse ante sus ojos. Por fin, la oscuridad en la que había estado viviendo desde la muerte de sus padres parecía desaparecer; por un momento, un tonto e impulsivo momento estuvo tentada a lanzarse a los brazos de Patrick; sin embargo, sabía lo incorrecto que era.—Gracias, Patrick —pronunció con voz ahogada. Las lágrimas estaban a la orden y esta vez no era de tristeza o decepción. Meghan se mordió el labio con fuerza.—Te harás daño —mencionó Patrick al ver lo que hacía.Meghan liberó su labio
Meghan se reunió con Mía en el patio; la niña se había sentado en el columpio bajo la sombra de un frondoso árbol que ella no había visto cuando llegó.—¿Necesitas ayuda? —le preguntó Meghan, que tenía las manos detrás de la espalda mientras se acercaba.—Me gustaría, son mi madre o mi padre quienes suelen venir a jugar conmigo. No llevan ni un día fuera y ya los echo de menos —susurró, sus ojos se cristalizaron de inmediato.—Solo se han ido de viaje y prometieron llamarte. Mis padres, en cambio, se han ido y no volveré a verlos, tampoco escucharé su voz de nuevo.Mía levantó el rostro.—¿Qué les pasó?Meghan se aclaró la voz; hablar de sus padres siempre era difícil.—Fallecieron.—Lo siento mucho, Meghan —murmuró Mía, expresando sus condolencias.—Gracias.—¿Los extrañas?—Todos los días pienso en ellos —respondió, tratando de que el nudo en su garganta no la asfixiara.—No debí preguntar.—Estoy bien, Mía. Hay cosas en la vida que no se pueden cambiar por el simple hecho de no hab
Marcelo bebió otro sorbo del vaso mientras observaba el intercambio de miradas entre Patrick y Meghan. Ella tenía los ojos llorosos y su hermano parecía conmocionado.—Meghan…La joven tragó el nudo que se le había formado en la garganta, bajó la mirada y trató de que las lágrimas no corrieran de sus ojos. Patrick no le había dicho ninguna mentira, tampoco fingió que le importaba. Es más, le había dado la oportunidad de marcharse, pero entonces, ¿por qué le dolía saber que solo era una carga para él? El tirón de su mano la sacó de sus vacilaciones y de su dolor.—Mía quiere saber si puede ir al cine —se las arregló para decir. Su voz fue un murmullo que los hermanos apenas pudieron escuchar.Patrick miró a Marcelo, el mellizo se limitó a encogerse de hombros.—Las llevaré —dijo, sintiéndose torpe, pues sabía que Meghan lo había escuchado; de lo contrario, no estaría evitando su mirada.—Solo irá Mía —susurró Meghan.—¡No! ¡No, Meghan! Quiero que vengas conmigo, no será divertido. Amo
Kiara llevaba una hora metida dentro del coche, estacionado en el sótano del antro "El Inframundo", uno de los centros nocturnos más prestigiosos de la ciudad de Nueva York, dirigido por nada más y nada menos que el hijo del "diablo", Caleb O’Connor Black, un tipo bastante guapo y peligroso. Kiara lo había conocido en la Universidad y se había sentido atraída por él, eso hasta que conoció a Harrison Parker, el mejor amigo de Patrick. Sin embargo, para ese entonces, Harrison tenía novia y se convirtió en su primera fuente de dolor y también en su primera decepción.—Vamos, Kiara, no puedes quedarte en el coche toda la noche. ¿¡Me has arrastrado hasta aquí para que me aburra como una ostra!?Kiara miró a Galilea; no necesitaba responderle.—¡Oh, por Dios! —le gritó Galilea al leer en los ojos de Kiara la respuesta.—Creo que no soy tan valiente como pensé —murmuró.—No, no y no. Me niego a que dejes ir la oportunidad de tener algo con Harrison. ¡Lo has querido desde que tenías 21!Kiara