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Capítulo 3. No debes ser distinto de él

«Te aposté y te perdí, Meghan.»

Meghan cerró los ojos, se mordió el interior de su mejilla para evitar dejar escapar el sollozo que subió por su garganta; sin embargo, eso no impidió que sus ojos se llenaran de lágrimas.

«Ahora… él es tu dueño»

Ella no era un objeto, pero su hermano la estaba tratando como tal, su enfermedad había rebasado los límites y había hecho lo impensable.

—¿No dirás nada? —preguntó Paul, sintiéndola temblar.

—Una vez más me haces sentir desilusionada —dijo. Meghan trató de ignorar a los hombres que estaban a su alrededor, no eran importantes en ese momento.

—Meghan, yo…

—Estos últimos seis meses han sido un infierno a tu lado. La angustia y el miedo de no volverte a ver me dejaron muchas noches sin dormir. Traté de comprenderte, de apoyarte, pero entiendo que estás enfermo y que no puedes controlar tu necesidad de apostar —Meghan hizo una pausa, se liberó del agarre de Paul gracias a que él aflojó su agarre y se alejó unos pocos pasos para mirarlo—. Me has llevado al límite, Paul, me has dejado al borde del precipicio y ahora soy yo quien decide saltar al vacío —las lágrimas se deslizaron por las mejillas de Meghan, el dolor en su corazón la hizo tambalearse, pero se obligó a mantener una serenidad que no sentía.

—Perdóname, Meghan —pidió Paul, sus manos temblaban—. No supe ser un buen hermano, lo siento —sollozó.

—Espero que un día puedas cambiar, no por mí, Paul, sino por ti. Tienes que buscar ayuda y si en verdad sientes culpa por lo que has hecho, no vuelvas a jugar. No vuelvas a apostar…

Paul sollozó y calló de rodillas frente a Meghan.

—Qué sentimental —se burló Ray al ver la escena frente a sus ojos, Patrick le dedicó una fría mirada mientras Harrison observaba, el dolor en la mirada de Paul le conmovió.

Meghan se limpió las lágrimas con rebeldía, se giró y quedó frente a Patrick, él tenía las manos dentro de los bolsillos, su mirada estaba fija en Meghan, como si esperara que ella le gritara, peleara o le dijera algo.

Patrick esperaba que esa chica se negara a ir con él, pero en su mirada había decepción, dolor, cansancio.

—¿Eres el hombre a quien mi hermano me apostó? —preguntó.

Patrick asintió, se sentía incómodo.

—No debes ser distinto de él —dijo—, siento que estoy saliendo del fuego para caer en las brasas —murmuró.

Patrick apretó los dientes al ser comparado con Paul.

—No tengo todo el tiempo del mundo, Patrick, coge tu trofeo y vete —intervino Ray.

«Trofeo.»

El cuerpo de Meghan tembló al escuchar la manera en la que Ray la llamó, no conocía al hombre, no sabía su nombre. Ni siquiera tenía la seguridad de vivir más allá de ese día.

—Vamos, Patrick, es mejor que nos marchemos —le sugirió Harrison, tratando de evitar que Ray continuara hablando.

Patrick tomó el brazo de Meghan, tal vez con más brusquedad de la necesaria, pero estaba al límite de su paciencia y todo lo que deseaba era alejarse de aquel edificio. Dejar de ver a Paul antes de molerlo a golpes y alejarse del idiota de Ray que solo empeoraba la situación con sus palabras. Subieron al auto y se marcharon de allí.

El trayecto al departamento de Patrick fue en completo silencio, la tensión se sentía en el ambiente y los tres estaban seguros de que podían cortarla con el filo de una navaja.

Meghan no miró ni una sola vez a Patrick, su mirada estaba pegada al vidrio de la ventana, lloraba en silencio mientras un halo de ira nacía desde lo más profundo de su ser. El shock había pasado y la rabia iba ocupando su lugar. Ella no era un objeto, no tenía dueño porque no era un perro u otro animal, era una persona pensante, ¿cómo pudo Paul hacerle esto? Y lo peor, ¿cómo pudo el hombre sentado a su lado aceptar?

Patrick se hacía la misma pregunta, ¿en qué demonios estaba pensando cuando aceptó entrar en el juego de Ray? Y lo más importante, ¿qué es lo que haría con la chica?

«Meghan», pensó, no habían sido presentados oficialmente, pero había escuchado cuando Paul había pronunciado su nombre.

—Llegamos, ¿estás seguro de que te quedarás con ella? —preguntó Harrison, como si Meghan no los escuchara. Ella se tensó.

Patrick la miró, Meghan le recordaba a un pequeño gato asustado, su mirada era afilada y desconfiada, no era para menos.

—Gracias por acompañarme, Harrison, puedes volver al casino —dijo.

Meghan levantó la mirada al escucharlo, pero no dijo nada, miró como el acompañante de su “dueño” bajaba del auto y subía a un deportivo gris. Eso le indicó a Meghan que no estaba en manos de cualquier gente. El edificio era lujoso, todo gritaba riqueza y poder. Ella no estaba sorprendida, ella también había pertenecido a la Élite.

—¿Qué es lo que piensas hacer conmigo? —preguntó Meghan cuando Patrick le abrió la puerta del auto para que se bajara.

—Este no es lugar para hablar, Meghan, ¿verdad?

Ella asintió.

—Soy Patrick Ferreira Spencer —se presentó.

Meghan levantó la mirada para encontrarse con los ojos verdes de Patrick, ella tragó con dificultad y recordó que ya lo había visto en algunas revistas importantes.

—¿Qué es lo que quieres de mí? —insistió Meghan.

Patrick caminó al ascensor, aquella pregunta no era difícil de responder, pues sencillamente, no quería nada de ella, aun así, no lo hizo. Había mencionado que ese no era un buen lugar para platicar, así que, no lo haría.

Meghan apretó los dientes, se debatió entre caminar detrás de su “dueño” o salir corriendo; pero ¿a dónde iría? No tenía un centavo en sus bolsillos, Paul la había sacado del departamento sin nada.

Meghan era presa de un cúmulo de emociones, quería llorar por el dolor que sentía, quería gritar por la ira que recorría su cuerpo, deseaba explotar y Patrick Ferreira no ayudaba en nada, se mostraba tan indiferente que le asustaba.

—No eres muy distinto de Paul —lo provocó apenas cruzaron la puerta. La tensión en el ascensor había sido la gota que derramó el vaso.

Patrick se giró al escucharla, no era la primera vez que lo comparaba con Paul e iba a asegurarse de que no existiera una jodida tercera vez.

—No repitas eso, Meghan —le advirtió.

Ella tragó saliva, pero no se amedrentó.

—Es la verdad, si no fueras como él, yo no estaría aquí contigo.

Patrick avanzó para quedar frente a ella, era muy alto para los 1.60 de Meghan, ella lo miró a los ojos.

—Solo quería que Paul se marchara del Casino, fue él quien insistió en continuar con el juego cuando ya estaba perdiendo. Fue él quien decidió apostarte, Meghan.

—¡Pero tú aceptaste! Eres igual o más culpable que Paul. Puedo entenderlo de mi hermano porque está enfermo. Es un ludópata, pero ¿tú? ¿Qué razones te llevaron a aceptar una apuesta tan descabellada? —cuestionó, explotando finalmente. Sacando su frustración y dolor con Patrick.

—Puedes irte en el momento que lo desees, Meghan, no tengo ningún tipo de interés por ti; es más, no tenía ningún interés en cobrar la apuesta y traerte a mi casa como un trofeo.

—Entonces, ¿por qué lo hiciste? —quiso saber. Meghan tenía un nudo en la garganta.

—Por idiota, porque me deje convencer por mi mejor amigo que no podía dejarte en manos de tu hermano y del imbécil que provocó todo esto, pero ¿sabes qué? ¡Estás a tiempo de volver a su lado y de convertirte en su m*****a moneda de cambio!

Meghan dio un paso atrás, sus ojos se llenaron de lágrimas.

—No creo que tengas buenas intenciones, nadie hace nada sin pedir nada a cambio. Menos un hombre —susurró.

Patrick elevó una ceja, tal vez debía sentirse ofendido por las palabras de Meghan, pero tenía razón. En este mundo todos esperaban conseguir un beneficio, era por eso que Ray se había aprovechado de Paul, esperando molestarlo y vaya que lo había conseguido.

—Tengo novia, te aseguro que no corres ningún tipo de peligro en esta casa. Mis padres me han educado bien —terminó de decir.

Meghan lo miró con desconfianza.

—¿Cómo puedo confiar en ti? —preguntó, mordiéndose el labio.

—No tienes que hacerlo —refutó él—; sin embargo, puedes quedarte en este departamento si quieres, si tienes el valor de hacerlo y de confiar en un completo extraño.

Meghan sintió un nudo formarse en su garganta, sus piernas temblaban como gelatina.

—Piensa muy bien las cosas, Meghan, no soy tu enemigo —murmuró—. Es tu decisión, haz lo que te parezca correcto. Sin embargo, te advierto que, si te marchas ahora, no podré hacer nada por ti en un futuro.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Meghan con voz ronca.

—Si vuelves con Paul, volverá a exponerte al peligro, si no te apuesta en otro juego, puede que termines siendo el pago de un préstamo y acabando en manos de un criminal, pero solo puedes decidir tú, Meghan.

La verdad de las palabras de Patrick golpeó a Meghan, fue como un puñetazo en la boca de su estómago que la dejó sin aire. Sus piernas flaquearon ante tal verdad, no podía engañarse y acusar a Patrick de mentiroso, porque sabía que tarde o temprano pasaría. Paul no iba a detenerse y ya se lo había demostrado. El dolor doblegó a Meghan y cayó de rodillas frente a Patrick, dejó que sus lágrimas y sollozos salieran libremente. Era un llanto desgarrador que conmovió a Patrick.

Él era un hombre exigente, tal vez un poco frío y arrogante, pero no podía dejar de sentir pena por Meghan. Verla desplomarse de aquella manera le hizo pensar en sus dos hermanas. Ellas tenían la dicha de contar con sus padres y hermanos. Tanto Marcelo como él eran capaces de matar para mantenerlas a salvo.

No era el caso de Meghan, esa pobre chica no tenía a nadie, sus padres estaban muertos y Paul era un peligro para ella.

Patrick extendió su mano, quedó encima de la cabeza de Meghan, mas no llegó a tocarla, no había razones para hacerlo, por lo que apretó su mano en un puño y se apartó.

—Quédate esta noche, si decides marcharte ten la seguridad de que jamás voy a buscarte —pronunció Patrick, con una sensación extraña en el pecho, era algo que no había experimentado antes y menos por una extraña.

Meghan levantó la mirada, Patrick se marchó del departamento, dejándola sola con su soledad y con su dolor.

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