—Que frio hace —Murmuró Lisa Marshall mientras frotaba sus manos sobre sus hombros cubiertos por su albornoz blancoEl silencio reinaba por cada rincón de la antigua casa estilo victoriano en la que habia vivido durante toda su vida, aun podía recordar la voz de su madre en la cocina desde que la habia perdido cuando apenas era una niña con once años y los gritos eufóricos de su padre a la televisión cada vez que ganaba su equipo deportivo favorito, habia pasado tan solo un año desde la muerte de su padre y aun no veia la luz al final del túnel y de eso hace diez años que habia empezado a sumirse en una realidad solitaria y algo oscura, se habia aislado de muchas personas, habia adoptado sin darse cuenta un estilo de vida algo solitario por decisión propia y no habia empezado a sentirlo hasta realmente estarloArrastro sus pies —cubierto por unas cómicas pantuflas de conejo —por el frio suelo de madera, el frio provocaba que su nariz se congelara y ella solo esperaba no congestionar
Lisa se puso tensa al oír la camioneta de la oficina postal. Su hermana Emma se había presentado en su casa muy tarde y de manera inesperada la noche anterior y no quería que el timbre la despertase. Así que dejó la colcha que estaba cosiendo, flexionó los doloridos dedos y corrió a la puerta. Se le encogió el estómago al pensar en lo que podía llevarle el cartero. Era un miedo que ya no la abandonaba, que dominaba sus días, pero aun así abrió la puerta con una sonrisa, fue amable y firmó el acuse de recibo de la carta certificada con mano firme.Después volvió a la casa de piedra que había heredado de su padre. Tras haber pasado la niñez viajando de un lado a otro con, su madre, aquel lugar tan bonito y tranquilo le había parecido un paraíso. Cristina había sido modelo y nunca le había gustado llevar una vida normal y corriente, ni siquiera después de haber sido madre. El padre de Lisa se había casado con ella antes de que alcanzara la fama, habia sido al principio una madre entregad
—Esto es una posada, ¿verdad? —preguntó uno de los hombres, alto y desgarbado.—¿Nos puede acoger esta noche? —preguntó el otro hombre alto, que era moreno y parecía impaciente—. Nuestro amigo se ha roto el tobillo.—Oh, vaya... —dijo Lisa, apartándose de la puerta para dejarlos pasar—. Entren. Deben de estar congelados. En estos momentos no tengo a nadie alojado, pero hay tres habitaciones con baño disponibles.—La recompensaremos generosamente si nos cuida bien — añadió el más alto, que tenía un acento extraño.—Cuido bien de todos mis huéspedes —respondió Lisa sin dudarlo, mirándolo a los ojos.Tenía la mirada oscura e intensa y las pestañas largas y negras. Era muy alto y fuerte. Lisa tuvo que echar la cabeza hacia atrás para mirarlo, cosa a la que no estaba acostumbrada, ya que ella también era muy alta. Además, de repente se dio cuenta de que también era muy guapo. Tenía los pómulos marcados, las cejas definidas y la mandíbula fuerte. Era un macho alfa en todos los aspectos.—So
Alek se quedó asombrado por la respuesta de aquella mujer. Conocía a las mujeres, las conocía lo suficientemente bien como para saber cuándo podía lanzarse. ¿A qué demonios estaba jugando ella?¿Pensaría que iba a desearla más si guardaba las distancias? Juró en ruso, todavía sorprendido por lo ocurrido. Era absurdo, impensable, imposible. Era la primera vez que lo rechazaban.Lisa sacó la carne del congelador y la puso a descongelar. Lo mejor que podía ofrecer a sus huéspedes era un estofado de ternera. Todavía no había subido a limpiar el cuarto de baño, pero no tenía ganas de volver a ver a aquel hombre. No tenía miedo, pero se sentía avergonzada. Se había sentido atraída por un hombre por primera vez en muchos años, eso no podía negarlo. Y esa atracción había sido tan fuerte que le había impedido actuar como una persona normal, en vez de como una idiota.¿Cómo había podido delatarse? Tenía que haber sido por la manera en que lo había mirado, así que no volvería a mirarlo, ni a hab
Lisa estaba mirando por la ventana de su habitación cuando por fin regresó Alek con paso seguro. Estaba bien. No había podido evitar preocuparse por él y en esos momentos fue a abrir la puerta de su habitación para oír la conversación que tenía lugar en el piso de abajo.–Estaremos en Londres a la hora de la comida –dijo Luka con satisfacción.–¿Estás seguro de que quieres marcharte tan pronto, Alek? – preguntó Leo Allen en tono divertido–. ¿Es que no te está esperando nuestra sexi anfitriona? ¡Te apuesto lo que quieras a que no consigues acostarte con ella antes de mañana!Lisa se arrepintió de haber estado escuchando, palideció y se le encogió el estómago. Cerró la puerta con cuidado, ya que tenía miedo de que cualquiera de sus actos pudiese ser entendido como una invitación. Lo tenía claro: algunos hombres pensaban, hablaban y se comportaban como auténticos animales. Y Leo Allen era sin duda uno de ellos. Se preguntó si los tres estarían dispuestos a hacer la apuesta. Era evidente
La revista People ya se encontraba anunciando la llegada del ruso de vacaciones a NY… O algo asi, su imagen se encontraba por todas partes y eso habia sido hace tan solo unos dias —Pfff —Suspiró Alek mientras miraba por la ventanilla del vehículo, su amigo decía que debia tomarse un descanso, incluso Stas pensaba lo mismo pero ahora que Alek había conocido a la sorprendente Lisa estaba determinado a conseguir lo que quería Y lo que quería era a Lisa Marshall en su cama El poder de los medios no dejaba de asombrarle, incluso luego de empezar a ser notado por el primer flash de una cámara hace diez años, a partir de ahí muchas más luces iluminaron su rostro y micrófonos estuvieron atentos a sus palabras a medida que se abría paso en el estratégico y duro mundo de los negocios. Una tarea nada fácil que lo tuvo con insomnio más veces de las que le gustaría recordar, ahora con casi treinta y un años la prensa le habia otorgado varios apodos, entre ellos que ahora era considerado “El des
—Alek, que alegría verte por aquí —Saludo Esteban Lincon cuando lo vio, era el gerente del Banco de Nueva York y un viejo conocido—Lo mismo digo —Alek le devolvió el saludo al hombre—Pasa, pasa hombre, no te quedes ahí de pie —El gerente del banco se alejó unos pasos para dejarlo entrar a la prístina oficina —Siéntete como en casaAquello realmente era imposible, mientras que Alek era de gusto más oscuros y monótonos la oficina del gerente denotaba algo totalmente diferente, empezando la colorida decoración y un mural de flores a sus espaldas. Alek se fijo en la foto familiar sobre su escritorio antes de centrar su mirada en el hombre—No pienso quedarme mucho tiempo —Dijo—Por supuesto que no, jamás pensaría que se tratara de una simple visita de cortesía —El gerente sonrió —¿En qué puedo ayudarte?—Lissa Marshall —Murmuró él —Está a punto de perder su casa por las deudas de su padre, el hombre falleció.Esteban asintió—Recuerdo su caso, no hay mucho que se pueda hacer, atender la
A pesar de que el mundo se le estaba cayendo encima debido a sus problemas financieros Lisa no había podido alejar de su cabeza a cierto hombre ruso, en honor a la verdad ella tenia mucho tiempo en que no compartía con nadie, ya sea de su mismo sexo o no.—Pff —Suspiró, estaba en el pequeño jardín que solía ser de su padre, habia pasado tanto tiempo desde que él habia partido de ese mundo y aun asi su jardín estaba maravillosamente cuidado y repleto de flores, aunque hubo un tiempo en que no era asi. A medida que Lisa iba creciendo fue valorando aquellas cosas que pertenecían a sus seres queridos, habia visto el amor que su padre habia puesto en decorar su hogar y mantener su jardín, él solo había construido un especie de invernadero para que su jardín no tuviera que pasar por la peor parte de la épocas, su padre habia sido un hombre dedico, demasiado lleno de vida y energía pero lo más el cáncer habia aparecido progresivamente esos colores vibrantes tan característicos de la vibra d