Salieron del restaurante y, en la calle mal iluminada, una oscura sombra se abalanzó sobre ella de repente, haciéndola gritar de miedo. Con la misma brusquedad, Alek se interpuso entre ella y el presunto asaltante y dijo algo que sonó a blasfemia. En el posterior altercado, Lisa tuvo la sensación de que salían hombres de todas partes y, sin saber cómo, terminó en la puerta del restaurante, sin aliento y asustada, con el corazón acelerado mientras veía como Alek ponía al hombre contra la pared de manera amenazadora. Su jefe de seguridad, también había intervenido y parecía estar discutiendo con Alek. Este parecía muy enfadado y zarandeaba al otro hombre, que parecía aterrado, como si fuese un idiota. Lo soltó con desprecio y se volvió a buscar a Lisa.—¿Estás bien? —le preguntó.—Me ha asustado... Eso es todo —balbució ella.—Me ha parecido ver que llevaba una navaja —le contó Alek, conduciéndola hasta la limusina, donde la puerta ya los esperaba abierta—, pero era solo una cámara de f
—Veo que ahora no sabes que decir —Dijo Lisa cuando el silencio se hizo insoportable, sentía sus mejillas calientes y si se miraba en un espejo sabría que lucia como un tomate andante. —Yo… En efecto —Alek trago saliva, aun conmocionado por su confesión, pero para su absoluta sorpresa su deseo por Lisa Marshall no habia disminuido ni siquiera un poco. Todo lo contrario, por primera en su vida ocurría algo como eso. Aun la desea —Estoy bastante segura de que no necesitas mi dinero —Ella desvió la mirada a un punto fijo en el suelo sintiéndose pequeña ante su mirada y deseosa de poder el cambiar el tema sobre su virginidad —Pero mi consciencia no me dejara en paz hasta saldar mi deuda contigo, me tome el tiempo que sea necesario. A pesar del momento Alek no pudo evitar sentir curiosidad antes sus palabras, en sus años de experiencia sabia cuando una mujer lo desea, y Lisa definitivamente no era la excepción, ahora que sabia su falta de experiencia con el sexo podía entender perfecta
—Que frio hace —Murmuró Lisa Marshall mientras frotaba sus manos sobre sus hombros cubiertos por su albornoz blancoEl silencio reinaba por cada rincón de la antigua casa estilo victoriano en la que habia vivido durante toda su vida, aun podía recordar la voz de su madre en la cocina desde que la habia perdido cuando apenas era una niña con once años y los gritos eufóricos de su padre a la televisión cada vez que ganaba su equipo deportivo favorito, habia pasado tan solo un año desde la muerte de su padre y aun no veia la luz al final del túnel y de eso hace diez años que habia empezado a sumirse en una realidad solitaria y algo oscura, se habia aislado de muchas personas, habia adoptado sin darse cuenta un estilo de vida algo solitario por decisión propia y no habia empezado a sentirlo hasta realmente estarloArrastro sus pies —cubierto por unas cómicas pantuflas de conejo —por el frio suelo de madera, el frio provocaba que su nariz se congelara y ella solo esperaba no congestionar
Lisa se puso tensa al oír la camioneta de la oficina postal. Su hermana Emma se había presentado en su casa muy tarde y de manera inesperada la noche anterior y no quería que el timbre la despertase. Así que dejó la colcha que estaba cosiendo, flexionó los doloridos dedos y corrió a la puerta. Se le encogió el estómago al pensar en lo que podía llevarle el cartero. Era un miedo que ya no la abandonaba, que dominaba sus días, pero aun así abrió la puerta con una sonrisa, fue amable y firmó el acuse de recibo de la carta certificada con mano firme.Después volvió a la casa de piedra que había heredado de su padre. Tras haber pasado la niñez viajando de un lado a otro con, su madre, aquel lugar tan bonito y tranquilo le había parecido un paraíso. Cristina había sido modelo y nunca le había gustado llevar una vida normal y corriente, ni siquiera después de haber sido madre. El padre de Lisa se había casado con ella antes de que alcanzara la fama, habia sido al principio una madre entregad
—Esto es una posada, ¿verdad? —preguntó uno de los hombres, alto y desgarbado.—¿Nos puede acoger esta noche? —preguntó el otro hombre alto, que era moreno y parecía impaciente—. Nuestro amigo se ha roto el tobillo.—Oh, vaya... —dijo Lisa, apartándose de la puerta para dejarlos pasar—. Entren. Deben de estar congelados. En estos momentos no tengo a nadie alojado, pero hay tres habitaciones con baño disponibles.—La recompensaremos generosamente si nos cuida bien — añadió el más alto, que tenía un acento extraño.—Cuido bien de todos mis huéspedes —respondió Lisa sin dudarlo, mirándolo a los ojos.Tenía la mirada oscura e intensa y las pestañas largas y negras. Era muy alto y fuerte. Lisa tuvo que echar la cabeza hacia atrás para mirarlo, cosa a la que no estaba acostumbrada, ya que ella también era muy alta. Además, de repente se dio cuenta de que también era muy guapo. Tenía los pómulos marcados, las cejas definidas y la mandíbula fuerte. Era un macho alfa en todos los aspectos.—So
Alek se quedó asombrado por la respuesta de aquella mujer. Conocía a las mujeres, las conocía lo suficientemente bien como para saber cuándo podía lanzarse. ¿A qué demonios estaba jugando ella?¿Pensaría que iba a desearla más si guardaba las distancias? Juró en ruso, todavía sorprendido por lo ocurrido. Era absurdo, impensable, imposible. Era la primera vez que lo rechazaban.Lisa sacó la carne del congelador y la puso a descongelar. Lo mejor que podía ofrecer a sus huéspedes era un estofado de ternera. Todavía no había subido a limpiar el cuarto de baño, pero no tenía ganas de volver a ver a aquel hombre. No tenía miedo, pero se sentía avergonzada. Se había sentido atraída por un hombre por primera vez en muchos años, eso no podía negarlo. Y esa atracción había sido tan fuerte que le había impedido actuar como una persona normal, en vez de como una idiota.¿Cómo había podido delatarse? Tenía que haber sido por la manera en que lo había mirado, así que no volvería a mirarlo, ni a hab
Lisa estaba mirando por la ventana de su habitación cuando por fin regresó Alek con paso seguro. Estaba bien. No había podido evitar preocuparse por él y en esos momentos fue a abrir la puerta de su habitación para oír la conversación que tenía lugar en el piso de abajo.–Estaremos en Londres a la hora de la comida –dijo Luka con satisfacción.–¿Estás seguro de que quieres marcharte tan pronto, Alek? – preguntó Leo Allen en tono divertido–. ¿Es que no te está esperando nuestra sexi anfitriona? ¡Te apuesto lo que quieras a que no consigues acostarte con ella antes de mañana!Lisa se arrepintió de haber estado escuchando, palideció y se le encogió el estómago. Cerró la puerta con cuidado, ya que tenía miedo de que cualquiera de sus actos pudiese ser entendido como una invitación. Lo tenía claro: algunos hombres pensaban, hablaban y se comportaban como auténticos animales. Y Leo Allen era sin duda uno de ellos. Se preguntó si los tres estarían dispuestos a hacer la apuesta. Era evidente
La revista People ya se encontraba anunciando la llegada del ruso de vacaciones a NY… O algo asi, su imagen se encontraba por todas partes y eso habia sido hace tan solo unos dias —Pfff —Suspiró Alek mientras miraba por la ventanilla del vehículo, su amigo decía que debia tomarse un descanso, incluso Stas pensaba lo mismo pero ahora que Alek había conocido a la sorprendente Lisa estaba determinado a conseguir lo que quería Y lo que quería era a Lisa Marshall en su cama El poder de los medios no dejaba de asombrarle, incluso luego de empezar a ser notado por el primer flash de una cámara hace diez años, a partir de ahí muchas más luces iluminaron su rostro y micrófonos estuvieron atentos a sus palabras a medida que se abría paso en el estratégico y duro mundo de los negocios. Una tarea nada fácil que lo tuvo con insomnio más veces de las que le gustaría recordar, ahora con casi treinta y un años la prensa le habia otorgado varios apodos, entre ellos que ahora era considerado “El des