Alek se quedó asombrado por la respuesta de aquella mujer. Conocía a las mujeres, las conocía lo suficientemente bien como para saber cuándo podía lanzarse. ¿A qué demonios estaba jugando ella?
¿Pensaría que iba a desearla más si guardaba las distancias? Juró en ruso, todavía sorprendido por lo ocurrido. Era absurdo, impensable, imposible. Era la primera vez que lo rechazaban.
Lisa sacó la carne del congelador y la puso a descongelar. Lo mejor que podía ofrecer a sus huéspedes era un estofado de ternera. Todavía no había subido a limpiar el cuarto de baño, pero no tenía ganas de volver a ver a aquel hombre. No tenía miedo, pero se sentía avergonzada. Se había sentido atraída por un hombre por primera vez en muchos años, eso no podía negarlo. Y esa atracción había sido tan fuerte que le había impedido actuar como una persona normal, en vez de como una idiota.
¿Cómo había podido delatarse? Tenía que haber sido por la manera en que lo había mirado, así que no volvería a mirarlo, ni a hablar con él. No haría nada que pudiese malinterpretarse.
Durante la cena, Lisa se esforzó en ignorar a Alek mientras los hombres comían con apetito. El postre, que consistía en tarta de manzana y helado, le valió muchos cumplidos.
Cocinaba de maravilla. Alek, que nunca había pensado que aquello fuese un talento, se sintió impresionado muy a su pesar, aunque lo que no le impresionó tanto fue comer en la cocina. Tampoco le gustó el comportamiento infantil de Lisa, aunque le permitiera observarla y admirar el modo en que su pelo brillaba bajo las luces cada vez que movía la cabeza, fijarse en la elegancia de sus manos y en lo educada que era en la mesa. Le molestó sentir tanto interés por ella. Y se sintió muy frustrado al oírla conversar animadamente con Luka.
–¿Cómo es que vives aquí sola? –preguntó Leo Allen de repente–. ¿Eres viuda?
–Nunca me he casado –respondió ella con naturalidad, acostumbrada a que le hiciesen esa pregunta–. Mi padre me dejó esta casa y me pareció buena idea convertirla en una posada.
–Entonces, ¿hay algún hombre en tu vida? –la interrogó Leo.
–Eso es solo asunto mío –replicó ella.
Y Alek se preguntó cómo era posible que no se le hubiese ocurrido a él esa posibilidad. Era posible que se sintiese atraída por él, pero que tuviese a alguien en su vida. Se sintió enfadado, tenso, algo poco habitual en él.
Se puso en pie bruscamente.
–Voy a acercarme al coche a buscar los teléfonos. Creo que no ha sido buena idea dejarlos allí, Luka.
Lisa parpadeó sorprendida al oír aquello.
–Ahora no puedes salir –le advirtió Luka–. Hay ventisca y el coche está a varios kilómetros de aquí.
–Habría ido hace horas si no te hubieses caído –le contestó Alek.
–A mí me gustaría recuperar mi teléfono –admitió Leo Allen.
Lisa miró a Alek por primera vez desde que había entrado en la cocina. Le había costado mucho esfuerzo mantener los ojos apartados de él, pero en esos momentos estaba preocupada. Dudó un instante, que él aprovechó para ponerse el abrigo y abrir la puerta de la calle, y salió a buscarlo.
Estaba nevando con fuerza y la carretera se hallaba completamente cubierta de nieve. Alek ya había salido fuera cuando ella lo agarró del brazo para detenerlo.
–¡No seas idiota! –le dijo–. Nadie arriesga su vida para ir a buscar unos teléfonos móviles...
–No me llames idiota –le advirtió él con incredulidad–. Y no te pongas dramática... No voy a arriesgar mi vida por dar un paseo con poco más de treinta centímetros de nieve...
–Si no tuviese conciencia me daría igual que te murieras congelado en la carretera –le replicó.
De todos los machitos idiotas que había conocido en toda su vida, aquel se llevaba la palma.
–No me voy a morir –dijo él en tono burlón–. Llevo ropa de abrigo. Estoy en forma y sé lo que estoy haciendo...
–No me parece un discurso muy convincente, procediendo de un tipo que me ha pedido que le señale en el mapa dónde está esta casa –le contestó Lisa sin dudarlo–. Utiliza mi teléfono y sé sensato.
Alek apretó sus dientes perfectos y la miró con frustración. Aquella mujer le estaba gritando y eso también era una novedad. Era la primera vez que le ocurría y algo que no le gustaba en absoluto de una mujer, pero sus ojos verdes brillaban como esmeraldas y estaba preciosa. Y pasó de desear que se callase a desear algo mucho más primitivo y salvaje.
Más tarde, Lisa pensaría que se había comportado como un cavernícola, y que su propia manera de mirarlo no había tenido nada que ver con cómo le habían brillado los ojos negros como a un depredador al abrazarla y besarla apasionadamente. No recordaba lo que había ocurrido después porque se había dejado llevar por la intensidad del momento. Nunca se había sentido así y la sensación fue al mismo tiempo maravillosa, mágica y aterradora.
–Solo serán un par de horas, milaya moya –le dijo Alek, mirándola con satisfacción porque por fin se estaba comportando como él quería–. ¿Esperarás a que vuelva?
Y la magia que había convertido a Lisa en una mujer a la que no reconocía se rompió de repente.
–No. Y cuando digo que no, es que no.
–Eres una mujer muy extraña –le contestó él, indignado y tentado por semejante desafío.
–¿Porque no te digo lo que quieres oír? Pues para tu información yo no soy la Bella Durmiente ni tú el príncipe azul, ¡así que el beso no ha servido de nada!
Lisa lo vio echar a andar por la nieve y volvió a entrar en la casa dando un pequeño portazo. ¡Era un hombre mezquino, testarudo y estúpido! Se dio la vuelta y vio a Luka mirándola con sorpresa desde la puerta del salón. Después, sonrió divertido.
–Alek ha estado en el Ártico y en Siberia –le explicó.
Ella se ruborizó y volvió a la cocina, a recoger los platos de la cena. No iba a pensar en el beso, aunque hubiese sido el primero que le daban en más de diez años. ¡De eso nada! Pensar en él sería darle al ruso la importancia que ya creía tener y ella no estaba dispuesta a hacerlo.
Mientras recogía los platos de la mesa, Leo Allen estuvo hablando sin parar del enorme piso que tenía en la ciudad, del dinero que ganaba y de lo conocidos que eran sus clientes. Lisa tuvo que admitir que, al lado de aquel hombre, Alek le parecía humilde.
Lisa estaba mirando por la ventana de su habitación cuando por fin regresó Alek con paso seguro. Estaba bien. No había podido evitar preocuparse por él y en esos momentos fue a abrir la puerta de su habitación para oír la conversación que tenía lugar en el piso de abajo.–Estaremos en Londres a la hora de la comida –dijo Luka con satisfacción.–¿Estás seguro de que quieres marcharte tan pronto, Alek? – preguntó Leo Allen en tono divertido–. ¿Es que no te está esperando nuestra sexi anfitriona? ¡Te apuesto lo que quieras a que no consigues acostarte con ella antes de mañana!Lisa se arrepintió de haber estado escuchando, palideció y se le encogió el estómago. Cerró la puerta con cuidado, ya que tenía miedo de que cualquiera de sus actos pudiese ser entendido como una invitación. Lo tenía claro: algunos hombres pensaban, hablaban y se comportaban como auténticos animales. Y Leo Allen era sin duda uno de ellos. Se preguntó si los tres estarían dispuestos a hacer la apuesta. Era evidente
La revista People ya se encontraba anunciando la llegada del ruso de vacaciones a NY… O algo asi, su imagen se encontraba por todas partes y eso habia sido hace tan solo unos dias —Pfff —Suspiró Alek mientras miraba por la ventanilla del vehículo, su amigo decía que debia tomarse un descanso, incluso Stas pensaba lo mismo pero ahora que Alek había conocido a la sorprendente Lisa estaba determinado a conseguir lo que quería Y lo que quería era a Lisa Marshall en su cama El poder de los medios no dejaba de asombrarle, incluso luego de empezar a ser notado por el primer flash de una cámara hace diez años, a partir de ahí muchas más luces iluminaron su rostro y micrófonos estuvieron atentos a sus palabras a medida que se abría paso en el estratégico y duro mundo de los negocios. Una tarea nada fácil que lo tuvo con insomnio más veces de las que le gustaría recordar, ahora con casi treinta y un años la prensa le habia otorgado varios apodos, entre ellos que ahora era considerado “El des
—Alek, que alegría verte por aquí —Saludo Esteban Lincon cuando lo vio, era el gerente del Banco de Nueva York y un viejo conocido—Lo mismo digo —Alek le devolvió el saludo al hombre—Pasa, pasa hombre, no te quedes ahí de pie —El gerente del banco se alejó unos pasos para dejarlo entrar a la prístina oficina —Siéntete como en casaAquello realmente era imposible, mientras que Alek era de gusto más oscuros y monótonos la oficina del gerente denotaba algo totalmente diferente, empezando la colorida decoración y un mural de flores a sus espaldas. Alek se fijo en la foto familiar sobre su escritorio antes de centrar su mirada en el hombre—No pienso quedarme mucho tiempo —Dijo—Por supuesto que no, jamás pensaría que se tratara de una simple visita de cortesía —El gerente sonrió —¿En qué puedo ayudarte?—Lissa Marshall —Murmuró él —Está a punto de perder su casa por las deudas de su padre, el hombre falleció.Esteban asintió—Recuerdo su caso, no hay mucho que se pueda hacer, atender la
A pesar de que el mundo se le estaba cayendo encima debido a sus problemas financieros Lisa no había podido alejar de su cabeza a cierto hombre ruso, en honor a la verdad ella tenia mucho tiempo en que no compartía con nadie, ya sea de su mismo sexo o no.—Pff —Suspiró, estaba en el pequeño jardín que solía ser de su padre, habia pasado tanto tiempo desde que él habia partido de ese mundo y aun asi su jardín estaba maravillosamente cuidado y repleto de flores, aunque hubo un tiempo en que no era asi. A medida que Lisa iba creciendo fue valorando aquellas cosas que pertenecían a sus seres queridos, habia visto el amor que su padre habia puesto en decorar su hogar y mantener su jardín, él solo había construido un especie de invernadero para que su jardín no tuviera que pasar por la peor parte de la épocas, su padre habia sido un hombre dedico, demasiado lleno de vida y energía pero lo más el cáncer habia aparecido progresivamente esos colores vibrantes tan característicos de la vibra d
Por lo que se podía apreciar a simple vista por fuera el banco central de Nueva York simplemente impactaba. Lisa estaba absorta de solo ver la fachada arquitectónica, altísimas columnas de cemento moldeadas al estilo jónico llamaban mucho la atención, literalmente parecían sacadas de alguna especie de templo griego o algo asi, las escaleras ahora tenían un revestimiento de piedra hasta la acera, parecía ser un trabajo impecable.—Alguien debió gastar mucho dinero en todo esto —Murmuró ella distraída con el lugar a medida que empezaba a subir las escaleras de piedraSe aproximo hacia la inmensa puerta de cristal ofreciéndole una sonrisa al vigilante cuando lo vio—Buenos días —Saludó al hombre vestido con un uniforme azul, el vigilante miro el reloj en su muñeca—Sera “Buenas tardes” —El hombre sonrió a medida que le mostraba la hora en su reloj y Lisa sintió un pequeño sonrojo empezar en sus mejillas antes de que revisara la hora por ella mismaEn efecto, era pasado medio día—Ouh…—P
A medida que Lisa avanzaba por el pasillo directo a la oficina que solía ser del ex gerente del banco recordó vagamente la conversación con Alek el otro día en la posada“Asique ahora es el dueño del banco” Lisa trago saliva, sus pasos resonaban por todo el lugar en el prístino pasillo que iba cambiando a medida que se acercaba a la oficina que estaba en remodelación, distaba mucho de parecerse a como solía estar en sus primeras visitar al banco, al le decía que Alek tenía algo que ver, tal vez financiaba la exhaustiva remodelación y es que el cambio y las mejoras podían notarse a simple vista ¿Acaso sería un socio inversionista?No podía sacar de su mente el hecho de que él habia sido quien habia pagado su deuda, gracias a él aún tenía un techo sobre su cabeza, conservaba la casa de sus padres y todos sus recuerdos… ¿Pero a qué costo?Cuando habia estado en su casa ni siquiera habia mencionado tal cosa, por su cabeza no habia pasado tal posibilidad, jamás se lo habría imaginado y aho
–¿Por qué no te sientas? –la invitó Alek señalando un sofá–. Pediré que nos traigan café.–No es necesario –respondió ella, apartando la vista de su rostro moreno para mirar a su alrededor.–Seré yo quien decida lo que es necesario –la contradijo Alek, levantando el teléfono para pedir el café.A Lisa no le habría hecho falta que le recordase lo autoritario que podía llegar a ser y apretó los labios mientras se sentaba en el sofá, decidida a no permitir que la traicionasen los nervios.–¿Por qué lo has hecho? –le preguntó directamente.Alek se encogió de hombros. No era una respuesta, pero no podía contestar de otra manera. No tenía ninguna explicación altruista ni socialmente aceptable que darle. Lo había hecho por un motivo mucho más básico y egoísta: después de haber visto su vulnerabilidad, había querido ser la única persona que accediese a ella. Era un macho territorial y la deseaba más de lo que había deseado a nadie en mucho tiempo. Y Lisa solo podría tener la libertad de estar
Una impresionante rubia entró al despacho de Alek y les llevó el café y los miró con curiosidad. Lisa, que estaba muy tensa, tomó su taza e hizo un esfuerzo por beber. Su inteligencia y su prudencia le aconsejaban que no mostrase ningún signo de debilidad ante Alek. Él lo utilizaría contra ella: era un hombre despiadado. En las semanas anteriores, había ignorado su poder e influencia, y todavía más su inflexibilidad. Era evidente que lo había herido en su orgullo al rechazarlo. ¿Por qué si no habría ido tras ella? Porque lo había hecho, de eso no le cabía la menor duda, había ido tras ella con todas sus armas, admitió Lisa todavía aturdida, todavía asombrada de que Alek hubiese llegado tan lejos solo para dominarla. Se había enterado de sus problemas económicos y los había utilizado para meterla en cintura. Era dueño de todo lo que le importaba y no había nada que ella pudiese hacer al respecto.Bueno, una opción era marcharse reconociendo que había perdido su casa. Eso sorprendería y