–¿Por qué no te sientas? –la invitó Alek señalando un sofá–. Pediré que nos traigan café.–No es necesario –respondió ella, apartando la vista de su rostro moreno para mirar a su alrededor.–Seré yo quien decida lo que es necesario –la contradijo Alek, levantando el teléfono para pedir el café.A Lisa no le habría hecho falta que le recordase lo autoritario que podía llegar a ser y apretó los labios mientras se sentaba en el sofá, decidida a no permitir que la traicionasen los nervios.–¿Por qué lo has hecho? –le preguntó directamente.Alek se encogió de hombros. No era una respuesta, pero no podía contestar de otra manera. No tenía ninguna explicación altruista ni socialmente aceptable que darle. Lo había hecho por un motivo mucho más básico y egoísta: después de haber visto su vulnerabilidad, había querido ser la única persona que accediese a ella. Era un macho territorial y la deseaba más de lo que había deseado a nadie en mucho tiempo. Y Lisa solo podría tener la libertad de estar
Una impresionante rubia entró al despacho de Alek y les llevó el café y los miró con curiosidad. Lisa, que estaba muy tensa, tomó su taza e hizo un esfuerzo por beber. Su inteligencia y su prudencia le aconsejaban que no mostrase ningún signo de debilidad ante Alek. Él lo utilizaría contra ella: era un hombre despiadado. En las semanas anteriores, había ignorado su poder e influencia, y todavía más su inflexibilidad. Era evidente que lo había herido en su orgullo al rechazarlo. ¿Por qué si no habría ido tras ella? Porque lo había hecho, de eso no le cabía la menor duda, había ido tras ella con todas sus armas, admitió Lisa todavía aturdida, todavía asombrada de que Alek hubiese llegado tan lejos solo para dominarla. Se había enterado de sus problemas económicos y los había utilizado para meterla en cintura. Era dueño de todo lo que le importaba y no había nada que ella pudiese hacer al respecto.Bueno, una opción era marcharse reconociendo que había perdido su casa. Eso sorprendería y
Vestida con un suéter tejido gde color amarillo pastel y unos vaqueros azules desgastados Lisa bajo las escaleras de madera, habia terminado de tomar un baño y arreglar algunas cosas en el segundo piso, su vida se habia convertido en un desastre, bueno, más de lo que ya era antes de ir al banco y enterarse del poco de deudas que tenia encima, para muestra de su desastre emocional solo habia que darle un vistazo a su habitación, el caos era gigantesco y habia pasado toda la mañana afanada en limpiarlaEl oficio habia ayudado a disminuir su ansiedad que habia estado por los cielos desde ese día y ahora aun seguía esperando a que un par de hombres fornidos o vestidos de traje super elegante se presentaran ante su puerta con una orden de desalojo en sus manos¿Qué habría podido hacer? Absolutamente nada, resistirse seguro haría que llamaran a la policía, entonces no tendría que preocuparse por no tener un techo sobre su cabeza, pero seguro pasaría una fría noche tras las rejas de la comis
Alek vio a Lisa salir del ascensor. Estaba preciosa, pero su cambio de aspecto no le gustó. Frunció el ceño mientras se acercaba a él y Alek se dio cuenta de que era el maquillaje lo que ocultaba su belleza natural que, hasta el momento, no se había dado cuenta de que era lo que tanto lo atraía de ella.Lisa se quedó sin respiración al ver a Alek al otro lado del vestíbulo, observándola. Era muy guapo, sexy y masculino. Tragó saliva y notó que se ponía a sudar y que se le erizaba el vello de la nuca.—El auto nos está esperando fuera —anunció él.Y los cuatro hombres que ya habían estado en casa de Lisa los rodearon y les abrieron la puerta de salida, escoltándolos hasta la limusina.—¿Son tus guardaespaldas? —le preguntó Lisa mientras se sentaba en el asiento de piel e intentaba no mostrar su asombro por el lujo de todo lo que la rodeaba.—Da... Sí —le confirmó Alek— ¿Por qué llevas tanto maquillaje?La pregunta la sorprendió.–No me lo he puesto yo –respondió–. Me han maquillado en
Salieron del restaurante y, en la calle mal iluminada, una oscura sombra se abalanzó sobre ella de repente, haciéndola gritar de miedo. Con la misma brusquedad, Alek se interpuso entre ella y el presunto asaltante y dijo algo que sonó a blasfemia. En el posterior altercado, Lisa tuvo la sensación de que salían hombres de todas partes y, sin saber cómo, terminó en la puerta del restaurante, sin aliento y asustada, con el corazón acelerado mientras veía como Alek ponía al hombre contra la pared de manera amenazadora. Su jefe de seguridad, también había intervenido y parecía estar discutiendo con Alek. Este parecía muy enfadado y zarandeaba al otro hombre, que parecía aterrado, como si fuese un idiota. Lo soltó con desprecio y se volvió a buscar a Lisa.—¿Estás bien? —le preguntó.—Me ha asustado... Eso es todo —balbució ella.—Me ha parecido ver que llevaba una navaja —le contó Alek, conduciéndola hasta la limusina, donde la puerta ya los esperaba abierta—, pero era solo una cámara de f
—Veo que ahora no sabes que decir —Dijo Lisa cuando el silencio se hizo insoportable, sentía sus mejillas calientes y si se miraba en un espejo sabría que lucia como un tomate andante. —Yo… En efecto —Alek trago saliva, aun conmocionado por su confesión, pero para su absoluta sorpresa su deseo por Lisa Marshall no habia disminuido ni siquiera un poco. Todo lo contrario, por primera en su vida ocurría algo como eso. Aun la desea —Estoy bastante segura de que no necesitas mi dinero —Ella desvió la mirada a un punto fijo en el suelo sintiéndose pequeña ante su mirada y deseosa de poder el cambiar el tema sobre su virginidad —Pero mi consciencia no me dejara en paz hasta saldar mi deuda contigo, me tome el tiempo que sea necesario. A pesar del momento Alek no pudo evitar sentir curiosidad antes sus palabras, en sus años de experiencia sabia cuando una mujer lo desea, y Lisa definitivamente no era la excepción, ahora que sabia su falta de experiencia con el sexo podía entender perfecta
—Que frio hace —Murmuró Lisa Marshall mientras frotaba sus manos sobre sus hombros cubiertos por su albornoz blancoEl silencio reinaba por cada rincón de la antigua casa estilo victoriano en la que habia vivido durante toda su vida, aun podía recordar la voz de su madre en la cocina desde que la habia perdido cuando apenas era una niña con once años y los gritos eufóricos de su padre a la televisión cada vez que ganaba su equipo deportivo favorito, habia pasado tan solo un año desde la muerte de su padre y aun no veia la luz al final del túnel y de eso hace diez años que habia empezado a sumirse en una realidad solitaria y algo oscura, se habia aislado de muchas personas, habia adoptado sin darse cuenta un estilo de vida algo solitario por decisión propia y no habia empezado a sentirlo hasta realmente estarloArrastro sus pies —cubierto por unas cómicas pantuflas de conejo —por el frio suelo de madera, el frio provocaba que su nariz se congelara y ella solo esperaba no congestionar
Lisa se puso tensa al oír la camioneta de la oficina postal. Su hermana Emma se había presentado en su casa muy tarde y de manera inesperada la noche anterior y no quería que el timbre la despertase. Así que dejó la colcha que estaba cosiendo, flexionó los doloridos dedos y corrió a la puerta. Se le encogió el estómago al pensar en lo que podía llevarle el cartero. Era un miedo que ya no la abandonaba, que dominaba sus días, pero aun así abrió la puerta con una sonrisa, fue amable y firmó el acuse de recibo de la carta certificada con mano firme.Después volvió a la casa de piedra que había heredado de su padre. Tras haber pasado la niñez viajando de un lado a otro con, su madre, aquel lugar tan bonito y tranquilo le había parecido un paraíso. Cristina había sido modelo y nunca le había gustado llevar una vida normal y corriente, ni siquiera después de haber sido madre. El padre de Lisa se había casado con ella antes de que alcanzara la fama, habia sido al principio una madre entregad