—Esto es una posada, ¿verdad? —preguntó uno de los hombres, alto y desgarbado.
—¿Nos puede acoger esta noche? —preguntó el otro hombre alto, que era moreno y parecía impaciente—. Nuestro amigo se ha roto el tobillo.
—Oh, vaya... —dijo Lisa, apartándose de la puerta para dejarlos pasar—. Entren. Deben de estar congelados. En estos momentos no tengo a nadie alojado, pero hay tres habitaciones con baño disponibles.
—La recompensaremos generosamente si nos cuida bien — añadió el más alto, que tenía un acento extraño.
—Cuido bien de todos mis huéspedes —respondió Lisa sin dudarlo, mirándolo a los ojos.
Tenía la mirada oscura e intensa y las pestañas largas y negras. Era muy alto y fuerte. Lisa tuvo que echar la cabeza hacia atrás para mirarlo, cosa a la que no estaba acostumbrada, ya que ella también era muy alta. Además, de repente se dio cuenta de que también era muy guapo. Tenía los pómulos marcados, las cejas definidas y la mandíbula fuerte. Era un macho alfa en todos los aspectos.
—Soy Alek Sokolov y estos son mi amigo Luka Volkov y el hermano de su prometida, Leo Allen.
Era la primera vez que Alek se quedaba tan impactado con una mujer nada más verla. Una melena rojiza y larga, rebelde, le rodeaba el pequeño rostro, cuya piel parecía de porcelana y estaba salpicada de pecas a la altura de la nariz. Y los ojos eran de un verde tan intenso como el de las esmeraldas. Tenía los labios carnosos y rosados y Alek no pudo evitar pensar en lo que aquella mujer podría hacer con semejantes labios. Se excitó al instante y eso lo puso tenso porque estaba acostumbrado a controlar su libido y cualquier falta de control era, a su parecer, una señal de debilidad.
—Lissa Marshall... pero todo el mundo me llama Lisa — murmuró ella, que de repente se había quedado sin aliento—. Traigan a su amigo al salón. Puede acostarse en el sofá. No sé qué vamos a hacer si necesita que lo vea un médico, porque es probable que la carretera esté cortada...
—Solo me he torcido el tobillo —dijo Luka, que tenía el mismo acento que el otro hombre—. Solo necesito descansarlo.
Alek miró a su alrededor y se fijó en los pequeños pechos de Lisa, que se marcaban a través del jersey negro, en la cintura estrecha y en las largas y sensuales piernas que iban enfundadas en unos pantalones vaqueros. Zapatillas de casa rosa aparte, era preciosa, pensó embelesado y desconcertado al mismo tiempo.
—Qué bombón... —comentó Leo Allen, añadiendo después un comentario grosero de lo que le gustaría hacer con ella.
Por suerte, su anfitriona no lo oyó, porque si no los habría echado de allí inmediatamente. Alek apretó los dientes con frustración. Hasta el momento, lo peor del desastroso fin de semana había sido tener que soportar a Leo. Él era un hombre acostumbrado a dar lo mejor de sí en momentos de crisis, por eso no se había estresado a pesar del frío, de la caída de Luka y del hecho de no tener teléfonos móviles para poder pedir ayuda. No obstante, tener que soportar a Leo Allen le estaba costando mucho trabajo, ya que no solía tener que bregar con nadie ni nada que no le gustase.
Ayudaron a Luka a sentarse en el sofá, donde este gimió aliviado. Lisa le llevó un taburete para que apoyase la pierna mientras el hombre más alto salía al porche a por sus mochilas. Regresó con un pequeño botiquín y se puso de cuclillas para quitarle la bota a su amigo, cosa que hizo gemir a este. Hablaron en un idioma que Lisa no reconoció. Sin que se lo pidieran, ella sacó también su botiquín, que estaba mejor abastecido, y le vendaron el tobillo. Después, Lisa buscó el bastón de su padre y se lo dejó al lado del sofá antes de darse cuenta de que Luka estaba temblando y entonces le acercó una manta.
— ¿Tienes algún analgésico? —le preguntó Alek, mirándola a los ojos.
Y ella pensó que nunca había visto a un hombre con las pestañas tan largas y oscuras.
Se ruborizó y fue a por los analgésicos y un vaso de agua, mientras se fijaba en que el otro hombre, que parecía más joven y estirado, todavía no había hecho nada para ayudar. De hecho, lo único que había hecho era quejarse cuando los otros dos hombres habían hablado en un idioma extranjero.
—Voy a enseñaros las habitaciones. Tengo una en la planta baja que te vendrá muy bien —le dijo a Luka sonriendo.
—Necesito quitarme esta ropa sucia y darme una ducha —dijo Leo Allen, subiendo las escaleras delante de Lisa.
—El agua tarda por lo menos media hora en calentarse —le advirtió ella.
— ¿No hay agua caliente constantemente? —protestó él—. ¿Qué clase de posada es esta?
— No esperaba huéspedes —se disculpó Lisa, enseñándole la primera habitación disponible para deshacerse de él lo antes posible.
—No le hagas caso —le dijo Alek—. Yo...
Su voz profunda hizo que a Lisa se le pusiese la piel de gallina y abrió la puerta de la segunda habitación, deseando poder volver al piso de abajo sola.
Lisa vio disgustada que la habitación estaba desordenada. Se le había olvidado que Emma había pasado la noche en ella y había dejado la cama deshecha y todo lleno de cosas. Por desgracia, no tenía ninguna otra habitación disponible.
—Se me había olvidado que mi hermana durmió aquí anoche. Recogeré la habitación y cambiaré las sábanas —le aseguró a Alek mientras empezaba a recoger las pertenencias de Emma para dejarlas en su propia habitación.
Alek se preguntó por qué parecía tan nerviosa y por qué guardaba tanto las distancias con él. No, aquella no iba a ser una de esas mujeres que intentaban acercarse a él atraídas por su dinero y por su poder. Estaba acostumbrado a provocar reacciones en el sexo contrario: deseo, celos, codicia, ira, interés, pero no nervios. Le divirtió que no supiese quién era, que no hubiese reconocido su nombre, pero ¿Cómo iba a saber quién era una mujer que vivía en medio de la nada? El anonimato era algo extraño para el hijo de un multimillonario. Lisa volvió para llevarse el resto de las cosas de su hermana.
Alek le tiró un sujetador que colgaba de la lamparita de noche. Ella se ruborizó y volvió a salir de la habitación, para regresar con un juego de sábanas limpias. Estaba tan nerviosa que ni siquiera era capaz de mirarlo.
— ¿Han venido de vacaciones? —preguntó por fin, para romper el silencio.
—El fin de semana, para escapar de Londres —respondió él.
—¿Viven en Londres? —dijo ella, levantando un instante la mirada, sin poder evitar volver a admirar su belleza.
—Da... Sí –respondió él—. Luka y yo somos rusos.
Ella empezó a hacer la cama y deseó que él se ofreciese a ayudarla para poder terminar antes, pero, a juzgar por la postura arrogante de aquel hombre, lo más probable fuese que no hubiese hecho una cama en toda su vida.
Alek se metió las manos en los bolsillos para ocultar su erección. Estaba muy excitado. Lisa se estaba inclinando delante de él y no había podido evitar fijarse en que tenía un trasero perfecto y unas piernas muy esbeltas. Se las imaginó alrededor de su cintura mientras le hacía el amor y sintió mucho calor. Se sentía como si llevase años sin sexo, cuando no era verdad. Por suerte, se había dado cuenta de que ella lo miraba con deseo. Eso lo alegró. No llevaba alianza y era evidente que estaba disponible...
Después de poner las fundas de las almohadas en silencio, Lisa volvió a mirarlo. Se sentía tan incómoda como una colegiala y no era capaz de charlar amigablemente como hacía con otros huéspedes. Él le sonrió y todo su rostro se iluminó.
–¿Podrías prepararnos algo de cenar? –le preguntó.
Y vio que seguía muy nerviosa. Se imaginó que tenía poca experiencia con los hombres y se preguntó por qué aquello no lo desanimaba, cuando solía preferir a mujeres experimentadas.
Lisa giró la cabeza, pero en vez de mirarlo directamente a los ojos, clavó la vista en su tórax.
—Sí, aunque tendrá que ser algo sencillo.
—Con el hambre que tenemos, no nos importará.
Ella fue al baño a recoger las cosas de su hermana y a cambiar las toallas.
—Ahora subo a limpiarlo —le dijo, atravesando la habitación.
Pero Alek quería que se quedase allí. Extendió un mapa de la zona encima del escritorio y Lisa se dio cuenta de que este tenía polvo.
—¿Me puedes enseñar dónde está exactamente la casa? —le preguntó, a pesar de saberlo—. Me gustaría saber cómo de lejos estamos del cuatro por cuatro.
—Un momento —le pidió Lisa, saliendo de la habitación para llevarse el resto de las cosas de su hermana.
Dejó un juego de toallas limpias encima de la cama y se aproximó a él. Pensó que estaban demasiado cerca. Podía sentir el calor de su cuerpo, escuchar su respiración y aspirar su olor a hombre y a restos de colonia. Aquella era una experiencia demasiado íntima para una mujer que hacía mucho tiempo que le había cerrado la puerta a la atracción física. Su cuerpo reaccionó como si la hubiese tocado.
No obstante, se controló y señaló en el mapa.
—Estamos justo aquí... —Él cubrió su mano.
—Estás temblando —murmuró en voz baja, apoyando la otra mano en su hombro para hacer que lo mirase.
—Debe de ser por el frío... —respondió, sorprendida por estar permitiendo que un extraño la tocase.
No era posible que se hubiese dado cuenta de cómo lo había mirado, pero un hombre tan guapo debía de estar acostumbrado a ello. Seguro que no tardaba en reírse de ella.
Fue esa idea, ese miedo, lo que hizo que guardase la compostura y levantase la cabeza con determinación. Fue un error porque sus miradas se encontraron y ella notó que le faltaba el aliento. En esos momentos tenía de todo menos frío. Fue como si el tiempo se detuviese mientras él levantaba la mano de su hombro y le pasaba un dedo por el labio inferior.
—Quiero besarte, milaya moya –le dijo entre dientes.
Y ella retrocedió alarmada al darse cuenta de que había estado a punto de perder el control y el sentido común.
“Y yo quiero un poni” grito una vocecita en su cabeza al tiempo que salía de la bruma que estaba por consumirla
—No... De eso nada —respondió con el corazón acelerado—. Si ni siquiera te conozco...
—No suelo pedir permiso antes de besar a una mujer –replicó él con frialdad— pero deberías tener más cuidado.
—¿Cómo? –preguntó ella—. ¿Qué quieres decir?
—Que es evidente que te sientes atraída por mí —le dijo Alek con voz firme—. Me he dado cuenta... Eres una mujer muy bella.
Lisa se sintió humillada y avergonzada. Entonces, era culpa suya que aquel hombre se le hubiese insinuado. Eso la puso furiosa. Apretó los dientes y respondió:
—Voy a hacer la cena.
Se dio la vuelta y salió de la habitación.
***
Alek se quedó asombrado por la respuesta de aquella mujer. Conocía a las mujeres, las conocía lo suficientemente bien como para saber cuándo podía lanzarse. ¿A qué demonios estaba jugando ella?¿Pensaría que iba a desearla más si guardaba las distancias? Juró en ruso, todavía sorprendido por lo ocurrido. Era absurdo, impensable, imposible. Era la primera vez que lo rechazaban.Lisa sacó la carne del congelador y la puso a descongelar. Lo mejor que podía ofrecer a sus huéspedes era un estofado de ternera. Todavía no había subido a limpiar el cuarto de baño, pero no tenía ganas de volver a ver a aquel hombre. No tenía miedo, pero se sentía avergonzada. Se había sentido atraída por un hombre por primera vez en muchos años, eso no podía negarlo. Y esa atracción había sido tan fuerte que le había impedido actuar como una persona normal, en vez de como una idiota.¿Cómo había podido delatarse? Tenía que haber sido por la manera en que lo había mirado, así que no volvería a mirarlo, ni a hab
Lisa estaba mirando por la ventana de su habitación cuando por fin regresó Alek con paso seguro. Estaba bien. No había podido evitar preocuparse por él y en esos momentos fue a abrir la puerta de su habitación para oír la conversación que tenía lugar en el piso de abajo.–Estaremos en Londres a la hora de la comida –dijo Luka con satisfacción.–¿Estás seguro de que quieres marcharte tan pronto, Alek? – preguntó Leo Allen en tono divertido–. ¿Es que no te está esperando nuestra sexi anfitriona? ¡Te apuesto lo que quieras a que no consigues acostarte con ella antes de mañana!Lisa se arrepintió de haber estado escuchando, palideció y se le encogió el estómago. Cerró la puerta con cuidado, ya que tenía miedo de que cualquiera de sus actos pudiese ser entendido como una invitación. Lo tenía claro: algunos hombres pensaban, hablaban y se comportaban como auténticos animales. Y Leo Allen era sin duda uno de ellos. Se preguntó si los tres estarían dispuestos a hacer la apuesta. Era evidente
La revista People ya se encontraba anunciando la llegada del ruso de vacaciones a NY… O algo asi, su imagen se encontraba por todas partes y eso habia sido hace tan solo unos dias —Pfff —Suspiró Alek mientras miraba por la ventanilla del vehículo, su amigo decía que debia tomarse un descanso, incluso Stas pensaba lo mismo pero ahora que Alek había conocido a la sorprendente Lisa estaba determinado a conseguir lo que quería Y lo que quería era a Lisa Marshall en su cama El poder de los medios no dejaba de asombrarle, incluso luego de empezar a ser notado por el primer flash de una cámara hace diez años, a partir de ahí muchas más luces iluminaron su rostro y micrófonos estuvieron atentos a sus palabras a medida que se abría paso en el estratégico y duro mundo de los negocios. Una tarea nada fácil que lo tuvo con insomnio más veces de las que le gustaría recordar, ahora con casi treinta y un años la prensa le habia otorgado varios apodos, entre ellos que ahora era considerado “El des
—Alek, que alegría verte por aquí —Saludo Esteban Lincon cuando lo vio, era el gerente del Banco de Nueva York y un viejo conocido—Lo mismo digo —Alek le devolvió el saludo al hombre—Pasa, pasa hombre, no te quedes ahí de pie —El gerente del banco se alejó unos pasos para dejarlo entrar a la prístina oficina —Siéntete como en casaAquello realmente era imposible, mientras que Alek era de gusto más oscuros y monótonos la oficina del gerente denotaba algo totalmente diferente, empezando la colorida decoración y un mural de flores a sus espaldas. Alek se fijo en la foto familiar sobre su escritorio antes de centrar su mirada en el hombre—No pienso quedarme mucho tiempo —Dijo—Por supuesto que no, jamás pensaría que se tratara de una simple visita de cortesía —El gerente sonrió —¿En qué puedo ayudarte?—Lissa Marshall —Murmuró él —Está a punto de perder su casa por las deudas de su padre, el hombre falleció.Esteban asintió—Recuerdo su caso, no hay mucho que se pueda hacer, atender la
A pesar de que el mundo se le estaba cayendo encima debido a sus problemas financieros Lisa no había podido alejar de su cabeza a cierto hombre ruso, en honor a la verdad ella tenia mucho tiempo en que no compartía con nadie, ya sea de su mismo sexo o no.—Pff —Suspiró, estaba en el pequeño jardín que solía ser de su padre, habia pasado tanto tiempo desde que él habia partido de ese mundo y aun asi su jardín estaba maravillosamente cuidado y repleto de flores, aunque hubo un tiempo en que no era asi. A medida que Lisa iba creciendo fue valorando aquellas cosas que pertenecían a sus seres queridos, habia visto el amor que su padre habia puesto en decorar su hogar y mantener su jardín, él solo había construido un especie de invernadero para que su jardín no tuviera que pasar por la peor parte de la épocas, su padre habia sido un hombre dedico, demasiado lleno de vida y energía pero lo más el cáncer habia aparecido progresivamente esos colores vibrantes tan característicos de la vibra d
Por lo que se podía apreciar a simple vista por fuera el banco central de Nueva York simplemente impactaba. Lisa estaba absorta de solo ver la fachada arquitectónica, altísimas columnas de cemento moldeadas al estilo jónico llamaban mucho la atención, literalmente parecían sacadas de alguna especie de templo griego o algo asi, las escaleras ahora tenían un revestimiento de piedra hasta la acera, parecía ser un trabajo impecable.—Alguien debió gastar mucho dinero en todo esto —Murmuró ella distraída con el lugar a medida que empezaba a subir las escaleras de piedraSe aproximo hacia la inmensa puerta de cristal ofreciéndole una sonrisa al vigilante cuando lo vio—Buenos días —Saludó al hombre vestido con un uniforme azul, el vigilante miro el reloj en su muñeca—Sera “Buenas tardes” —El hombre sonrió a medida que le mostraba la hora en su reloj y Lisa sintió un pequeño sonrojo empezar en sus mejillas antes de que revisara la hora por ella mismaEn efecto, era pasado medio día—Ouh…—P
A medida que Lisa avanzaba por el pasillo directo a la oficina que solía ser del ex gerente del banco recordó vagamente la conversación con Alek el otro día en la posada“Asique ahora es el dueño del banco” Lisa trago saliva, sus pasos resonaban por todo el lugar en el prístino pasillo que iba cambiando a medida que se acercaba a la oficina que estaba en remodelación, distaba mucho de parecerse a como solía estar en sus primeras visitar al banco, al le decía que Alek tenía algo que ver, tal vez financiaba la exhaustiva remodelación y es que el cambio y las mejoras podían notarse a simple vista ¿Acaso sería un socio inversionista?No podía sacar de su mente el hecho de que él habia sido quien habia pagado su deuda, gracias a él aún tenía un techo sobre su cabeza, conservaba la casa de sus padres y todos sus recuerdos… ¿Pero a qué costo?Cuando habia estado en su casa ni siquiera habia mencionado tal cosa, por su cabeza no habia pasado tal posibilidad, jamás se lo habría imaginado y aho
–¿Por qué no te sientas? –la invitó Alek señalando un sofá–. Pediré que nos traigan café.–No es necesario –respondió ella, apartando la vista de su rostro moreno para mirar a su alrededor.–Seré yo quien decida lo que es necesario –la contradijo Alek, levantando el teléfono para pedir el café.A Lisa no le habría hecho falta que le recordase lo autoritario que podía llegar a ser y apretó los labios mientras se sentaba en el sofá, decidida a no permitir que la traicionasen los nervios.–¿Por qué lo has hecho? –le preguntó directamente.Alek se encogió de hombros. No era una respuesta, pero no podía contestar de otra manera. No tenía ninguna explicación altruista ni socialmente aceptable que darle. Lo había hecho por un motivo mucho más básico y egoísta: después de haber visto su vulnerabilidad, había querido ser la única persona que accediese a ella. Era un macho territorial y la deseaba más de lo que había deseado a nadie en mucho tiempo. Y Lisa solo podría tener la libertad de estar