Como todos, mi vida no ha sido ni la más fácil ni la más feliz. El momento donde sentí que murió gran parte de mi alma fue cuando perdí a mi madre y mi hermana, aquello me hizo cambiar de muchas formas…, Antes era una chica muy estudiosa, amaba estar con mi familia y hacer sentir orgullosos a mis padres… pero ahora para muchas personas puedo ser una muy mal influencia, una chica poco elegante y sin valores, grosera, altanera, mal hablada y hasta promiscua.
Después, como si la vida me quisiese demostrar cuanto me odia, continuo al ver como mi padre pasaba rápidamente página volviéndose a casar. Para él, yo no era más que un dolor de cabeza y aún más para nueva y embarazada esposa. Aunque por aquella mujer, mi padre cometió el peor error de su vida: ¡Llevarme a un horrible internado!Aunque yo prefería estar en las vegas, disfrutando del mejor sexo que cualquier hombre me pudiese ofrecer y tomando mucho alcohol. Pero papá, estás muy equivocado si crees que voy a cambiarEstando en aquel internado, fue donde lo conocí: Mi profesor de religión, aquel frívolo, demandante y misterioso hombre, el cual no hacía más que hacerme la vida imposible... Pero, con Aria Johnson no se juega.
Puedes ser muy profesor de religión, pero al igual sigues siendo un hombre ¿no?
Todo lo que yo desee, nadie va a poder interferir, por qué voy a hacer todo lo posible por lograrlo y obtenerlo.Cueste lo que me cueste.Todos los derechos reservados.
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La música se encontraba con el mayor volumen posible inundando mis oídos con tanta fuerza que comenzaban a dolerme, las luces brillantes y palpitantes me mareaban. Le di un sorbo a mi Martini terminándola por completo, era jueves y me encontraba en el club con mis amigas de siempre. Britney y Bella, bailábamos al compás de la movida canción, mientras nos contorneábamos y movíamos de lado a lado nuestras caderas al ritmo de la música. Solíamos venir muy seguido, el ambiente era cálido en este lugar. Siempre había fiesta, buena música, tragos y chicos guapos.—¿Puedo invitarte a bailar? —preguntó un castaño ojinegro a Bella.—No, gracias—respondió mi amiga, el chico cabizbajo se marchó.—¿Por qué no aceptaste? ¡Estaba buenísimo! —pregunté.—¿Olvidas qu
No podría darle crédito a la puñalada que me había dado mi padre al enviarme a aquel internado, con ayuda de aquella bruja, ella era la única culpable por haberle lavado el cerebro a mi padre… la odiaba tanto. Siempre se entrometía donde no debía. Ahora me encontraba en el auto con un hombre de confianza de mi padre en camino al aeropuerto, ya que mi querido progenitor no se había dignado ni siquiera en acompañarme porque tenía que cuidar a la bruja y a su nuevo hijo. Él era tan tonto que no se daba de cuenta que ella solo lo quería por su dinero. Pero tarde o temprano se daría cuenta de esto, y ya no tendrá a su hija detrás de él. —El instituto es un lugar muy bueno, tu padre no se equivocó en mandarte allí —me dice aquel idiota a mi lado, mientras yo me encontraba con mi cabeza apoyada a la ventana del auto. —¿Sabes la diferencia entre pedir una pizza y tu opinión? —espeto—, Que la pizza si la pido, más tu opinión no. —¡Niña insolente! —me grita aquel hombre enojado mientras yo s
Esa noche me sentí vigilada por mis compañeras de habitación. Pero lejos de darle mayor importancia, las ignoré colocándome mi mascarilla facial para la noche. Ellas me miraron con intriga y a la vez burla, rodee mis ojos y estaba por acostarme cuando María se acercó a mi cama. —¿Qué te pusiste en el rostro? —preguntó curiosa. —Un facial, ¿No usas? — pregunté indignada. —¡No! Eso es vanidad, lo dice la biblia—repuso y rodeé mis ojos, si seguía haciéndolo quedaría bizca. —¡Es tu cara! —exclamo—, Puedes ponerle lo que se te venga en gana—respondí. —¿Me das un poco? Por fii —se animó y sonreí de lado, las pervertiría un poco. —Claro que si—respondí y le pedí que se inclinara hacia atrás y tomara su cabello, le esparcí la crema por su rostro, dejándola totalmente blanca, justo como yo me encontraba. —¡Déjala! No le pongas esas cosas—defendió Dana, creo era su nombre. —Pienso que María es lo suficientemente grandecita como para tomar sus propias decisiones—refute. Y ella me miró mal
Estaba en una clase de qué sé yo, porque desde el primer momento en el que empezó la clase me aburrí de mil maneras, no había ningún día desde que llegué a este horrible lugar donde no estuviese aburrida. En este lugar se estaban empeñando en hacerme ver como una santa paloma, hasta tenía miedo que entre tanto rezar me sacaran cualquier mierda que tuviese dentro y saliese siendo otra persona de aquí.—Aria Johnson por favor a rectoría, Aria Johnson por favor a rectoría —repitió, ¿tan rápido se habían dado cuenta de mi pequeña bromita?Sin más preámbulos me levanto y Maria me mira asustada… sabe que hice algo. Salgo del salón hasta llegar a la rectoría donde estaba Sor Patri.Toque la puerta antes de entrar recibiendo como respuesta un: “pase”.—Hola Patr
Finalmente, mis clases académicas habían terminado. Ahora solo quedaba la aburrida clase de costura y habría culminado otro torturante día en este infierno, llamado internado. Extrañaba a mis amigas, a los chicos, muy en el fondo también echaba de menos desayunar con mi padre y hacerle la vida imposible al mocoso y su bruja madre. Pero no todo era malo, había conseguido un nuevo pasatiempo. Mi profesor de religión, era toda una bestia seductora. ¿Qué clase de castigo educativo había sido ese? Mejor dicho, ¿Era legal? ¡Me nalgueo! Eso podría considerarse acoso escolar, además no creía que las monjitas permitieran semejante desfachatez, ¿o sí? ¿Acaso son monjas pervertidas? No lo creo, son muy correctas. Sor patri sería incapaz de tal cosa, aunque ahora que lo pienso, Jace es muy hábil e inteligente, sabe muy bien que no puedo chantajearlo c
Las clases de religión se habían convertido en un insaciable juego de miradas entre Jace y yo, aunque la mitad de las veces era yo tratando de no sentirme intimidada con su mirada.«Alabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorAlabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorJuan vio el número de los redimidosY todos alababan al SeñorUnos cantaban, otros orabanY todos alababan al SeñorAlabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorAlabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorTodos unidos, alegres cantamosGlorias y alabanzas al SeñorGloria al Padre, gloria al HijoY gloria al Espíritu de amorAlabaré, alabaré, alabaré,
La noche llegó con precisión, finalmente después de tanto aburrimiento en este encierro habría algo de acción, de diversión y esperaba de corazón que de perversión. Nos encontrábamos en el comedor, era la hora de la cena. Estaban bendiciendo los alimentos, mientras yo pensaba como saldría sin ser vista por las cámaras de seguridad. Engullí el primer bocado de la pasta carbonara que habían servido, no podía negar que la comida era decente y muy bien hecha. No todo era tan malo, quizá este año no estaría tan mal. María me miraba con intriga, como si supiera lo que pensaba.—¿Qué te traes en manos? —preguntó minuciosa.—¿De qué hablas? —pregunte confundida.—No has musitado palabra alguna y estás muy pensativas. ¿Qué planeas? —preguntó con insistenci
—¿Qué carajos haces aquí? —le pregunto mirándolo fijamente, viendo como sus ojos estaban al parecer de otro color, pero podría ser por el alcohol y el tabaco que lo veía rojos en lugar del color habitual. —¿No debería ser yo, el que haga esa pregunta? —me pregunta en un tono autoritario, todo dentro de mí tiembla y me doy cuenta de que María no está muy en sus cávales cuando en vez de asustarse al ver al profesor grita feliz—, ¿Tenías que atraer a María al pecado? No eres más que la serpiente del árbol de manzanas —me suelta y no puedo aguantar más y golpeo su mejilla lo más fuerte que puedo y agradezco tener anillos que intensifican el golpe.—¿Quién te crees que eres? No eres más que un profesor que se cree la gran cosa, no me importa si le dices a Patri o a mi padre, al salir