Estaba en una clase de qué sé yo, porque desde el primer momento en el que empezó la clase me aburrí de mil maneras, no había ningún día desde que llegué a este horrible lugar donde no estuviese aburrida. En este lugar se estaban empeñando en hacerme ver como una santa paloma, hasta tenía miedo que entre tanto rezar me sacaran cualquier mierda que tuviese dentro y saliese siendo otra persona de aquí.
—Aria Johnson por favor a rectoría, Aria Johnson por favor a rectoría —repitió, ¿tan rápido se habían dado cuenta de mi pequeña bromita?
Sin más preámbulos me levanto y Maria me mira asustada… sabe que hice algo. Salgo del salón hasta llegar a la rectoría donde estaba Sor Patri.
Toque la puerta antes de entrar recibiendo como respuesta un: “pase”.
—Hola Patri.
—Aria Johnson, ¿me vas a decir lo que hiciste? —me pregunta Patri.
—¡Se supone que en este lugar están enseñando normas de cortesía Patri! —me hice la ofendida colocando mi mano en mi pecho—, No he hecho nada Sor Patri… —intento convencerla.
—¿Y lo del laxante en la sopa no fue nada? —me grita, fue tanta mi sorpresa que me exalto un poco.
—¿¡Yo!? Yo no he hecho nada Patri.
—Tenemos pruebas señorita Johnson, cuando se dan medicamentos se deja un registro, todo el instituto tiene cámaras de seguridad, vuelvo a repetir la pregunta y quiero LA VERDAD.
Trago de forma pesada al ver que justamente estaba atrapada, ¡carajo!
—Patri yo…
—¡¿Tú que?!
—Como le dije a la enfermera, tengo muchos problemas digestivos, no me hablo con nadie aquí, y sin querer confundí el laxante con la sal, no me di cuenta de mi error —empiezo a llorar intentando convencerla—, Soy muy feliz aquí Sor Patri, por fin me siento en familia, por favor no me echen del instituto —me hago la vil víctima.
—¡Cariño! —me responde sorpresivamente Sor Patri—, ¡Alabado sea el señor que te sientes así! —agradeció Patri mirando al techo…
—¡No te haré nada! Sé que eres un amor de persona, sé que pronto harás amigas.
—Gracias Patri, espero que si —No gracias, no quiero ser amigas de una mojigata—, ¿Ya me puedo ir?
—Oh, lo siento querida, Jace, el profesor de religión quiere hablar contigo, es también nuestro consejero —Patri toma mis manos—, Te puede ayudar con tus problemas…
—Este… si claro Patri, gracias
Justo en ese momento me levanto de la silla, seco mis lágrimas falsas, desde que aprendí a llorar de un momento a otro me había sacado de muchos aprietos.
Cuando salgo de la oficina, chocó contra un pecho fuerte y firme.
—Buenos días, señorita Johnson.
—¡Profe! Todo fue un malentendido —alzo mis manos como señal de rendición—, ¡Lo juro!
Para mi sorpresa, aquel profesor me toma del cuello y una parte de mi mandíbula y me acerca hacía él.
—Puedes engañar a Sor Patricia —me dice en un tono demandante—, Pero a mí no, sé que eres una chica problemática y un dolor de cabeza.
No respondo nada, estoy en blanco.
—Te mereces un castigo por mentirosa y mal portada.
—Yo…
—A mi oficina, ¡AHORA! —todo mi cuerpo tiembla con solo escuchar su grito, pareciese que rugiera como si fuese un animal feroz.
Asiento siguiéndolo hasta su oficina, una hermosa oficina con olor a bosque, de colores café.
—Apóyate sobre mi escritorio, boca abajo.
Yo lo hago sin rechinar muerta del miedo.
Él se posa detrás de mí, lo siento tan cerca que siento como todo me tiembla, sus manos acarician mis piernas desnudas a causa del corte que le había hecho a la falda.
—Además, eres una ramera.
—¡Disculpa! Voy a demandarte.
—Hazlo, y le diré toda la verdad a Sor Patricia y hablaré con tu padre para que te meta a un colegio militar o algo peor.
—¡No serías capaz!
—si tú lo dices.
Sus manos me vuelven a tocar mis piernas, pero esta vez alzan mi falda dejándome expuesta.
—¿Estás utilizando bragas de encaje? ¿A caso no utilizas las que te dan aquí? —me pregunta susurrándome sobre mi oreja.
—Eso es para monjas.
—¿Así que esa es tu excusa para utilizar la falda como una ramera y utilizar estas braguitas de… ¿Victoria Secret?
—¡Puedes decir lo que quieras! No me importa lo que pienses.
—¿A si? —me pregunta en un tono burlesco, tomando un lado de mis braguitas jalándolo y dejándolo caer sobre mi piel.
—¡Déjame en paz!
—Te voy a educar, como no lo han hecho eso lo prometo, eres una mal educada, grosera, contestona y manipuladora… Pero a mí no.
—¡Di lo que quieras! No me importa lo que digas.
En ese momento él baja un poco mis bragas, con solo su tacto siento como todo me tiembla y un extraño escalofrío recorre mi columna vertebral, su mano acaricia mi trasero de forma suave y amorosa, pero a la vez que firmeza y decisión.
Este hombre… ¿Me iba a castigar con nalgadas?
Mi respiración se empezó a poner errática, hasta que llegó el momento…
La palmada.
La primera palmada fue ligera, nada dolorosa, pero hubo una brusquedad. Todo mi cuerpo se había tensado en anticipación de lo que estaba a punto de suceder…
No podía creer que esto estuviese pasado.
Fue en ese momento cuando su segundo golpe impacto sobre mi otra nalga.
Esta vez fue mucho más firme, jamás me imagine en este momento, mis padres jamás me habían nalgueado ni nada de eso, pero este idiota me tenía tendida sobre su escritorio con mi culo arriba castigándome, sonrojada y lo peor de todo.
Con ganas de que él me follara.
Espera… ¿Qué?
Pero, a decir verdad, ya estaba mojada. Unas estúpidas nalgadas habían logrado ponerme…
Cuando después de golpear mi trasero, me acariciaba con amor me hacía sentir extraña, sentía un extraño hormigueo recorrer mi cuerpo sin razón alguna. Una parte de mí deseaba que él me poseyera, quería someterme por completo a él, y dejarle hacer lo que quisiera conmigo.
Jadee cuando el siguiente golpe, mordiendo mi labio inferior cuando note que de mis labios se estaban escapando gemidos
Otra serie de golpes fue difícil en sucesión. Dos, tres, cuatro, cada uno más duro que el anterior. Me dolió ahora. Tal vez, para este momento mi trasero debe de estar de color rojo carmesí, o al menos rosada, aunque la idea de que él me tomara del cabello y me follara... solo me excitó aún más.
¡Debo de estar loca!
Debe de ser porque hace tanto que no sabía que era tener una polla dentro de mí.
Otro, luego otro. Su mano gustosa aterrizaba por completo sobre su piel desnuda con una precisión aguda.
Dolor.
—¿Ahora si vas a ser una buena niña?
Finalmente, mis clases académicas habían terminado. Ahora solo quedaba la aburrida clase de costura y habría culminado otro torturante día en este infierno, llamado internado. Extrañaba a mis amigas, a los chicos, muy en el fondo también echaba de menos desayunar con mi padre y hacerle la vida imposible al mocoso y su bruja madre. Pero no todo era malo, había conseguido un nuevo pasatiempo. Mi profesor de religión, era toda una bestia seductora. ¿Qué clase de castigo educativo había sido ese? Mejor dicho, ¿Era legal? ¡Me nalgueo! Eso podría considerarse acoso escolar, además no creía que las monjitas permitieran semejante desfachatez, ¿o sí? ¿Acaso son monjas pervertidas? No lo creo, son muy correctas. Sor patri sería incapaz de tal cosa, aunque ahora que lo pienso, Jace es muy hábil e inteligente, sabe muy bien que no puedo chantajearlo c
Las clases de religión se habían convertido en un insaciable juego de miradas entre Jace y yo, aunque la mitad de las veces era yo tratando de no sentirme intimidada con su mirada.«Alabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorAlabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorJuan vio el número de los redimidosY todos alababan al SeñorUnos cantaban, otros orabanY todos alababan al SeñorAlabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorAlabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorTodos unidos, alegres cantamosGlorias y alabanzas al SeñorGloria al Padre, gloria al HijoY gloria al Espíritu de amorAlabaré, alabaré, alabaré,
La noche llegó con precisión, finalmente después de tanto aburrimiento en este encierro habría algo de acción, de diversión y esperaba de corazón que de perversión. Nos encontrábamos en el comedor, era la hora de la cena. Estaban bendiciendo los alimentos, mientras yo pensaba como saldría sin ser vista por las cámaras de seguridad. Engullí el primer bocado de la pasta carbonara que habían servido, no podía negar que la comida era decente y muy bien hecha. No todo era tan malo, quizá este año no estaría tan mal. María me miraba con intriga, como si supiera lo que pensaba.—¿Qué te traes en manos? —preguntó minuciosa.—¿De qué hablas? —pregunte confundida.—No has musitado palabra alguna y estás muy pensativas. ¿Qué planeas? —preguntó con insistenci
—¿Qué carajos haces aquí? —le pregunto mirándolo fijamente, viendo como sus ojos estaban al parecer de otro color, pero podría ser por el alcohol y el tabaco que lo veía rojos en lugar del color habitual. —¿No debería ser yo, el que haga esa pregunta? —me pregunta en un tono autoritario, todo dentro de mí tiembla y me doy cuenta de que María no está muy en sus cávales cuando en vez de asustarse al ver al profesor grita feliz—, ¿Tenías que atraer a María al pecado? No eres más que la serpiente del árbol de manzanas —me suelta y no puedo aguantar más y golpeo su mejilla lo más fuerte que puedo y agradezco tener anillos que intensifican el golpe.—¿Quién te crees que eres? No eres más que un profesor que se cree la gran cosa, no me importa si le dices a Patri o a mi padre, al salir
Bajo la acusadora mirada de mis compañeras prejuiciosas, salí de la habitación con dirección a la oficina de la rectora. Suspirando bajé las escaleras, mis pasos eran inseguros y muy lentos. Tenía suficiente dolor de cabeza producto de la resaca de ayer, como para soportar gritos o regaños. Toque la puerta con mis nudillos, esperaba que no me atendieran y pudiera retirarme. Pero no fue así, la horrible nariz chueca de la fría mujer vestida con ropa barata. Me recibió, le di una sonrisa sarcástica y me dejo pasar.—Buenos días, señorita Aria—saludo Amanda, la directora. Se sentó en su silla giratoria, mientras divise a sor Patri y al profesor Jace sentados en una esquina de la oficina—, ¡¿Dónde están tus modales que ni respondes?! —inquirió molesta, al verme como miraba mis uñas sin prestarle atención.&mda
—¿A qué te refieres, María? Si estaba molesta contigo, pero ahora que me cuentas lo de tu padre, lo entiendo un poco—respondí sincera.—Es una historia muy personal… Pero te la contaré—dijo suspirando, asentí y le indiqué que me siguiera. Hasta el ala abandonada donde solía ir a fumar. Caminamos hasta el sitio y me senté encima del viejo pupitre.—Cuéntamelo todo—la incité.—Bueno, para empezar mi padre es un cerdo capitalista asqueroso… desde niña siempre fue abusivo y muy agresivo, cuando sacaba una mala calificación me golpeaba con su cinturón hasta el cansancio—comenzó a contarme y me dolió el corazón, no es que la conociera de toda la vida, pero a simple vista podía ver en ella una buena chica—, Todo empeoró cuando mi madre huyó de él y me dejo atr&aac
Jace DaniellYo sabía que aquel idiota iba a causar problemas, lo sabía… Mi lobo estaba más que enojado por la cercanía que había tenido con nuestra pequeña revoltosa y me gritaba y me exigía que la marcara como mía.Yo esa noche, tenía algo así como una “corazonada”, sobre lo que iba a pasar, así que revise las cámaras de seguridad toda la noche hasta que las vi salir, borre la grabación de la cámara y salí corriendo a seguirlos en mi auto. Como dice nuestras sagradas escrituras «Si alguno de ustedes tiene cien ovejas, y se da cuenta de que ha perdido una, ¿acaso no deja las otras noventa y nueve y se va a buscar la oveja perdida?»Pues eso iba a hacer, ni más ni menos. Iba a ir a buscar a mi oveja negra problemática.Odiaba a aquel chico por mirar a mi pequeña de forma tan lasciva y mucho m
ARIA POV. Estaba en clase de álgebra y moría porque terminará la tortura, ¿Por qué las matemáticas deben ser tan complicadas? ¡Es frustrante! Odio los números, además no lo necesito. Mi carrera futura está lejos de la materia, debería aprender otras cosas más importantes que esas. Cuando la campana finalmente sonó, salgo con María al receso, mientras que Dana y Rebecca nos miran mal. Esas niñas son tan prejuiciosas, que horro. Teníamos un corto descanso y ya luego venía mi clase favorita, la clase de costura. Había encontrado mi verdadera pasión y conexión con el excelente gusto que tengo en cuanto a moda se trata. Estudiar diseño se volvió mi obsesión, pero hasta entonces disfrutaba la clase de la monjita donde aprendía lo básico, al menos estaba haciendo mi propio vestido. —¿Crees que está muy largo? —me pregunta María mientras me enseña el patrón del vestido que está haciendo.—¡Por Dios! ¿Qué es eso? ¡Parece la bata que usaba mi abuela para do