Esa noche me sentí vigilada por mis compañeras de habitación. Pero lejos de darle mayor importancia, las ignoré colocándome mi mascarilla facial para la noche. Ellas me miraron con intriga y a la vez burla, rodee mis ojos y estaba por acostarme cuando María se acercó a mi cama.
—¿Qué te pusiste en el rostro? —preguntó curiosa.—Un facial, ¿No usas? — pregunté indignada.—¡No! Eso es vanidad, lo dice la biblia—repuso y rodeé mis ojos, si seguía haciéndolo quedaría bizca.—¡Es tu cara! —exclamo—, Puedes ponerle lo que se te venga en gana—respondí.—¿Me das un poco? Por fii —se animó y sonreí de lado, las pervertiría un poco.—Claro que si—respondí y le pedí que se inclinara hacia atrás y tomara su cabello, le esparcí la crema por su rostro, dejándola totalmente blanca, justo como yo me encontraba.—¡Déjala! No le pongas esas cosas—defendió Dana, creo era su nombre.—Pienso que María es lo suficientemente grandecita como para tomar sus propias decisiones—refute. Y ella me miró mal.Esa noche me costó mucho trabajo conciliar el sueño, no podía parar de pensar en mi padre y su tan equivocada decisión de traerme a esta pocilga. ¿No podía simplemente pagarme el psicólogo? ¡Siempre se negó! “Aria, ¿Sabes lo que creería la sociedad si te llevó al loquero?” ¡Le importaba una m****a su hija! ¡Solo le importaba su apariencia! Limpie unas cuantas lágrimas traicioneras y me quede dormida ignorando las preguntas de “¿Estás bien?” de maría.La puta alarma sonó como un martillo golpeando la pared en mis oídos, revise el reloj de la pared. ¡Eran las cinco de la mañana! ¿Qué demonios les sucedía? Ignorando el incesante sonido del despertador, seguí durmiendo.—Arriba novata, tenemos misa en cinco minutos—advirtió Rebecca, ¿Acaso se había fumado un porro vencido? Estaba loca si pensaba que iría a esa celebración extraña, no pensaba moverme de la cama hasta las siete de la mañana.—¡Ni loca! No pienso moverme de aquí—respondí.Me di la vuelta ignorándola y cubrí mi cabeza con una almohada, María me arrastro de los pies hasta el borde de la cama.—Soy jefa de escuadra, no puedo permitir que no vayas a misa. Ponte el uniforme—ordenó y la miré mal.Daba igual, si no era ella, vendría una jodida monja y me llamaría la atención. A regañadientes me puse de pie y me duche rápidamente para luego colocarme el uniforme, claro que no usaría esa falta de mojigata. Tome una tijera del escritorio de una de ellas y rasgue mi falda quitándole tela.—Pero, ¿Qué haces? —preguntó, María indignada—, Es un internado católico, no es un instituto de rameras.Sonreí con sarcasmo y me coloqué mis botas, si querían echarme por no utilizar los zapatos acordes y la falda muy corta. Me harían un gran favor, salí de la habitación escuchando las quejas de esas niñas santurronas. ¿Por qué seguían las reglas? ¿Qué estaba mal con ellas? Pase por el centro de donde estaban reuniéndose para la misa, pero claro que no asistiría. Así que comencé a caminar explorando mi nuevo colegio, llegué al ala sur. Estaba un poco abandonada, polvorienta y desolada, perfecta para mí. Saqué mi cajetilla de cigarros de mi sujetador y encendí uno.¿En qué momento me jodí tanto la vida? ¿Como para estar en este convento? ¿Quién soy? ¿Aria? Nah, deje de ser la misma desde que un accidente me arrebató el sentido de vivir, si mi hermana estuviera viva sé que todo sería diferente, ni hablar si lo estuviera mi madre. Una lágrima traicionera baja por mi mejilla, le di otra calada a mi cigarrillo mientras la limpiaba.—¿Qué hace aquí? Debería estar en misa, jovencita—dictaminó una voz viril, me hizo estremecer.—Lo mismo podría preguntarle, ¿No debería estar reemplazando al padre? —inquirí mirándolo a los ojos. Joder si ser guapo fuese ilegal, mi profesor de religión sería condenado a cadena perpetua.—¡Déjese de bromas! Usted debe ser la americana problemática…—respondió más para él, que para mí—, Además no soy padre, soy profesor.—¿Y qué va a hacerme por desobedecer, profesor? ¿Me va a castigar? —pregunté divertida, mientras me sentaba sobre una mesa anticuada y cruzaba mis piernas.—No me provoque, señorita Johnson—respondió severo, lucia nervioso. ¿Por qué? ¿Había producido eso en él? ¿Cómo es que sabía mi nombre? Me excitaba sin tocarme, el solo escuchar mencionar mi apellido me calentaba.—¿Le tiene miedo al pecado, señor Daniells? —pregunté, mientras lo miraba seductoramente y desabrochaba dos botones de mi blusa—, Porque yo no…—¿Qué pretende? ¡Abotonase la camisa, señorita Johnson! —respondió, desviando su mirada para su lado izquierdo.—Nos vemos luego, profe—respondí en un susurró cerca a su oreja, dejando rápidamente un beso en su mejilla, sintiendo una extraña electricidad, cuando camine hacia la salida y pase por su lado.Eso había sido divertido, sonreí con picardía mientras tomé mi camino a la enorme capilla. Al llegar me asomé un poco por la puerta y vi que ya había comenzado. ¿Quién era yo para interrumpir? Así que tome mi mochila ajustándola bien en mi hombro y camine hasta divisar la enfermería. Tenía una idea buenísima para darme mi propia bienvenida al convento. Toque la puerta y al escuchar un “pase”, fingí mi mejor cara de enferma y desordene un poco mi cabello.—Buenos días, enfermera. Necesito ayuda—saludé entrando con pesadez, ella me vio y en seguida me ayudo a caminar hasta la camilla.—Buenos días, jovencita—respondió—, ¿Qué le sucede?—Llevó días sin poder hacer del dos, ¿Sabe a lo que me refiero verdad? —pregunté y ella asintió con recelo.—Tengo un laxante efectivo, ¿Quieres un poco? —preguntó y asentí animosa.Ella sonrió y se fue a buscarlo en un estante, después de unos minutos volvió con un bote blanco en sus manos.—Es este, solo debes diluir media cucharada, en un vaso de agua—aviso—, Si pones más de la cuenta, te causará diarrea.—Entiendo, ¿Cree que pueda darme el bote entero? Es que soy muy estreñida, siempre desde niña me ha costado hacer del dos—respondí con voz angelical, la misma que usaba para pedirle perdón a mi papá cada vez que me echaban de los colegios y convencerlo de que no era mi culpa.—Vale, de igual manera nunca piden de esto—respondió divertida—, Suerte con tu estómago…—alargó incómoda, le di una cálida sonrisa agradeciéndole y salí de la enfermería guardando el bote en mi bolso.Vi como todas estaban saliendo de la misa y me uní al grupo, así no notaban mi ausencia. Vi como sor Patri me buscaba entre las demás cabezas, así que entrelacé mi brazo con el de maría.—¿Dónde te has metido? Sé que no entraste a la misa—regañó por lo bajo.—Me perdí, soy nueva, ¿sabes? —respondí con ironía y ella bufó—, ¿Cómo es el nombre de la cocinera?—Miranda, ¿Por qué? —preguntó confundida.—Debo darle un recado de Sor Patri, las alcanzó en el comedor—respondí yéndome.Camine a paso rápido por los pasillos buscando la entrada a la cocina, al encontrarla. Respire profundo y coloque mi mejor sonrisa angelical, debía funcionar. Encontré a una mujer robusta y de cabello corto escondido en una red, tenía un delantal y movía algo en una olla. Me acerqué hasta ella.—Buenos días, Miranda —saludé—, Sor Patri me ha enviado para ayudarle a preparar el desayuno.—Buenos días, jovencita—respondió de mala gana—, ¿Cómo? No me ha informado nada.—Son sus órdenes, me he portado mal ayer en clase de filosofía—respondí—, ¿Quiere que le diga que usted no necesita ayuda? —pregunte con fingida indignación y ella pareció pensarlo por un momento.—No, no, no es necesario. Revuelve esto niña, iré a ver el pan—cedió finalmente y sonreí victoriosa.Me tendió la enorme cuchara de madera y revolví la sopa hasta que perdí de vista a Miranda, saqué el bote de mi bolso y lo vertí rápidamente en la olla. Lo mezclé muy bien, hasta que volvió la robusta cocinera.—Apágalo y ayúdame a servirlo en las tazas hondas—pidió.Asentí gustosa y la ayudé a servir algunos platos, pero cuando vi a sor Patri dirigiéndose a la cocina. Entendí que debía salir del lugar urgentemente.—Miranda, ya debo irme—dije apurada.—Pero si aún no sirves todo—regañó.—Sí, pero debo ir por mis libros antes de desayunar—respondí torpemente y salí corriendo de la cocina.Vi a las demás estudiantes formándose para entrar al comedor y busqué con la mirada a María. Caminé hasta ella y volví a enganchar mi brazo con el suyo.—Hagas lo que hagas, no comas la sopa—le susurré en el oído—, Me caes bien, no has sido idiota conmigo. Así que no lo seré contigo, me agradeces luego.Ella me miró sin comprender y cuando estaba por preguntarme, abrieron la puerta y pasamos recogiendo nuestras bandejas y los platos. Por suerte no solo había sopa, sino también cereal y pan. Claramente, tomé la segunda opción y maría también. Al cabo de unos minutos nos sentamos y comenzamos a comer, pasaron treinta minutos exactos y tal como decía la etiqueta del bote del laxante, hizo efecto y todas comenzaron a correr. Probablemente buscando un baño, incluidas mis otras dos compañeras de habitación.Estaba en una clase de qué sé yo, porque desde el primer momento en el que empezó la clase me aburrí de mil maneras, no había ningún día desde que llegué a este horrible lugar donde no estuviese aburrida. En este lugar se estaban empeñando en hacerme ver como una santa paloma, hasta tenía miedo que entre tanto rezar me sacaran cualquier mierda que tuviese dentro y saliese siendo otra persona de aquí.—Aria Johnson por favor a rectoría, Aria Johnson por favor a rectoría —repitió, ¿tan rápido se habían dado cuenta de mi pequeña bromita?Sin más preámbulos me levanto y Maria me mira asustada… sabe que hice algo. Salgo del salón hasta llegar a la rectoría donde estaba Sor Patri.Toque la puerta antes de entrar recibiendo como respuesta un: “pase”.—Hola Patr
Finalmente, mis clases académicas habían terminado. Ahora solo quedaba la aburrida clase de costura y habría culminado otro torturante día en este infierno, llamado internado. Extrañaba a mis amigas, a los chicos, muy en el fondo también echaba de menos desayunar con mi padre y hacerle la vida imposible al mocoso y su bruja madre. Pero no todo era malo, había conseguido un nuevo pasatiempo. Mi profesor de religión, era toda una bestia seductora. ¿Qué clase de castigo educativo había sido ese? Mejor dicho, ¿Era legal? ¡Me nalgueo! Eso podría considerarse acoso escolar, además no creía que las monjitas permitieran semejante desfachatez, ¿o sí? ¿Acaso son monjas pervertidas? No lo creo, son muy correctas. Sor patri sería incapaz de tal cosa, aunque ahora que lo pienso, Jace es muy hábil e inteligente, sabe muy bien que no puedo chantajearlo c
Las clases de religión se habían convertido en un insaciable juego de miradas entre Jace y yo, aunque la mitad de las veces era yo tratando de no sentirme intimidada con su mirada.«Alabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorAlabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorJuan vio el número de los redimidosY todos alababan al SeñorUnos cantaban, otros orabanY todos alababan al SeñorAlabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorAlabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorTodos unidos, alegres cantamosGlorias y alabanzas al SeñorGloria al Padre, gloria al HijoY gloria al Espíritu de amorAlabaré, alabaré, alabaré,
La noche llegó con precisión, finalmente después de tanto aburrimiento en este encierro habría algo de acción, de diversión y esperaba de corazón que de perversión. Nos encontrábamos en el comedor, era la hora de la cena. Estaban bendiciendo los alimentos, mientras yo pensaba como saldría sin ser vista por las cámaras de seguridad. Engullí el primer bocado de la pasta carbonara que habían servido, no podía negar que la comida era decente y muy bien hecha. No todo era tan malo, quizá este año no estaría tan mal. María me miraba con intriga, como si supiera lo que pensaba.—¿Qué te traes en manos? —preguntó minuciosa.—¿De qué hablas? —pregunte confundida.—No has musitado palabra alguna y estás muy pensativas. ¿Qué planeas? —preguntó con insistenci
—¿Qué carajos haces aquí? —le pregunto mirándolo fijamente, viendo como sus ojos estaban al parecer de otro color, pero podría ser por el alcohol y el tabaco que lo veía rojos en lugar del color habitual. —¿No debería ser yo, el que haga esa pregunta? —me pregunta en un tono autoritario, todo dentro de mí tiembla y me doy cuenta de que María no está muy en sus cávales cuando en vez de asustarse al ver al profesor grita feliz—, ¿Tenías que atraer a María al pecado? No eres más que la serpiente del árbol de manzanas —me suelta y no puedo aguantar más y golpeo su mejilla lo más fuerte que puedo y agradezco tener anillos que intensifican el golpe.—¿Quién te crees que eres? No eres más que un profesor que se cree la gran cosa, no me importa si le dices a Patri o a mi padre, al salir
Bajo la acusadora mirada de mis compañeras prejuiciosas, salí de la habitación con dirección a la oficina de la rectora. Suspirando bajé las escaleras, mis pasos eran inseguros y muy lentos. Tenía suficiente dolor de cabeza producto de la resaca de ayer, como para soportar gritos o regaños. Toque la puerta con mis nudillos, esperaba que no me atendieran y pudiera retirarme. Pero no fue así, la horrible nariz chueca de la fría mujer vestida con ropa barata. Me recibió, le di una sonrisa sarcástica y me dejo pasar.—Buenos días, señorita Aria—saludo Amanda, la directora. Se sentó en su silla giratoria, mientras divise a sor Patri y al profesor Jace sentados en una esquina de la oficina—, ¡¿Dónde están tus modales que ni respondes?! —inquirió molesta, al verme como miraba mis uñas sin prestarle atención.&mda
—¿A qué te refieres, María? Si estaba molesta contigo, pero ahora que me cuentas lo de tu padre, lo entiendo un poco—respondí sincera.—Es una historia muy personal… Pero te la contaré—dijo suspirando, asentí y le indiqué que me siguiera. Hasta el ala abandonada donde solía ir a fumar. Caminamos hasta el sitio y me senté encima del viejo pupitre.—Cuéntamelo todo—la incité.—Bueno, para empezar mi padre es un cerdo capitalista asqueroso… desde niña siempre fue abusivo y muy agresivo, cuando sacaba una mala calificación me golpeaba con su cinturón hasta el cansancio—comenzó a contarme y me dolió el corazón, no es que la conociera de toda la vida, pero a simple vista podía ver en ella una buena chica—, Todo empeoró cuando mi madre huyó de él y me dejo atr&aac
Jace DaniellYo sabía que aquel idiota iba a causar problemas, lo sabía… Mi lobo estaba más que enojado por la cercanía que había tenido con nuestra pequeña revoltosa y me gritaba y me exigía que la marcara como mía.Yo esa noche, tenía algo así como una “corazonada”, sobre lo que iba a pasar, así que revise las cámaras de seguridad toda la noche hasta que las vi salir, borre la grabación de la cámara y salí corriendo a seguirlos en mi auto. Como dice nuestras sagradas escrituras «Si alguno de ustedes tiene cien ovejas, y se da cuenta de que ha perdido una, ¿acaso no deja las otras noventa y nueve y se va a buscar la oveja perdida?»Pues eso iba a hacer, ni más ni menos. Iba a ir a buscar a mi oveja negra problemática.Odiaba a aquel chico por mirar a mi pequeña de forma tan lasciva y mucho m