La música se encontraba con el mayor volumen posible inundando mis oídos con tanta fuerza que comenzaban a dolerme, las luces brillantes y palpitantes me mareaban. Le di un sorbo a mi Martini terminándola por completo, era jueves y me encontraba en el club con mis amigas de siempre. Britney y Bella, bailábamos al compás de la movida canción, mientras nos contorneábamos y movíamos de lado a lado nuestras caderas al ritmo de la música. Solíamos venir muy seguido, el ambiente era cálido en este lugar. Siempre había fiesta, buena música, tragos y chicos guapos.
—¿Puedo invitarte a bailar? —preguntó un castaño ojinegro a Bella.
—No, gracias—respondió mi amiga, el chico cabizbajo se marchó.
—¿Por qué no aceptaste? ¡Estaba buenísimo! —pregunté.
—¿Olvidas que esta deprimida por terminar con Ares? —preguntó Brit.
—¿Y? ¡Reina, aquí nadie le llora a nadie! Y menos a uno pobre, pudiendo tener una noche divertida con cualquiera de estos bombones—respondí ladeando mi cabeza y señalando el bar—, No mi amor, nada de eso. Levanta esa cara y seduce al que más te guste.
—¡Aria! No puedes hablarle así…—regañó Brit.
—¿Y qué quieres que le diga? ¿Qué se eche a llorar por un idiota? ¡Nada de eso! —respondí—, Bah, saben que ahí se ven. Me tengo que ir, no tarda en llegar mi padre con su jodida esposa.
Dándoles una última mirada, salí del club. Subí a mi auto y conduje con el volumen bien alto y escuchando mi canción favorita, hasta la residencia privada, “Brownllage”. Donde solo viven las personas más adineradas e importantes de la ciudad, presione el botón del enorme portón negro eléctrico, al abrirse y darme paso divise el auto de mi padre estacionado en el jardín. Genial, otro gritó seguro. Aparque mi auto y baje con sumo cuidado, quizá estaba dormido. Rodeé la casa y subí por la casita del árbol que teníamos de cuando era niña, la usaba como puente hacia la ventana de mi habitación. Corrí la ventana y me trepé entrando a mi habitación con éxito o eso creí hasta que vi los lustrados zapatos de mi padre subir y bajar con impaciencia. Me miro con desaprobación total, lo que no era nuevo y sus brazos cruzados.
—¿Cuántas noches has hecho lo mismo? ¿Treparte por la ventana como una ladrona? —preguntó con su voz firme, no estaba gritando y eso era extraño.
—Unas cuantas, es mucho mejor que escuchar tus gritos por llegar tarde—respondí encogiendo mis hombros.
—¿Qué más quieres de mí, Aria? Te he cumplido cada capricho, he tolerado cada expulsión de los mejores institutos de la ciudad. He comprendido tus borracheras, te he comprado cada cosa. No he hecho más que malcriarte—reprochó.
—¿Qué esperas de mí? Soy un puto caos y a ti no te importa. ¿Crees que por darme todas estas cosas materiales se llenará el vacío que dejaron en mí, mi madre y Susan? ¡Pues no es así! —respondí con una risa amarga—, ¿Qué pensaste? ¿Aria, necesita una nueva madre y por eso me casare? Al menos hubieses escogido a una mujer decente y no a una prostituta como Cassandra.
—¡No me hables así, soy tu padre! ¡Y tampoco te refieras a ella de esa manera! —gritó fúrico—, ¡No sé en qué me equivoque contigo, Aria! Esta no es mi niña, la que he criado por tantos años.
—¡Pues tu niña creció! ¡Y sufre todos los días la perdida de su madre y hermana! ¿Qué quieres? ¿Qué finja que esa prostituta es mi familia? ¡Por mi se puede ir al carajo y tú con ella! ¡Tanto que la defiendes y ella solo quiere tu puto dinero! ¿Acaso no te das cuenta? —grité muy cerca de él, su cara estaba roja por la furia. Levantó su mano y cerré los ojos esperando el impacto de ella en mi mejilla, pero este no llegó—, ¡Solo eso faltaba! ¡Que quisieras golpearme! ¿Por qué mejor no te vas? Déjame sola, como siempre lo has hecho.
No dijo nada más y se fue azotando la puerta con fuerza, lo odiaba. Desde que mi madre murió, se transformó en una persona irreconocible. Ya no era ese dulce y preocupado padre de siempre, ahora era tan materialista, desinteresado, frio, distante. ¿Y lo peor? Solo conmigo, con la prostituta de Cassandra era un amor. Pero conmigo que soy su jodida hija, era un ogro. Para él, comprarme ropa, autos, viajes y darme dinero era darme amor de padre, pero lejos de eso me volvió lo que soy. Y ahora le molesta y me trata peor, ¿Qué más daba?
Me desperté sintiendo el sol en mi cara, me dolía la cabeza con intensidad. Era viernes y debía asistir a clases, a pesar que tenia una jodida resaca. ¿Qué excusa podía inventarme para no asistir hoy? No había ninguna que ya no hubiese usado, a regañadientes me puse de pie y tome una ducha que me mareo más. Me coloque el horrible y anticuado uniforme que consistía en una falda a cuadros hasta la rodilla, claro que yo la corte y la usaba mas arriba. La camisa blanca que solía amarrarla a la cintura y mis infaltables botas negras, tome mi mochila sin siquiera fijarme en llevar lo necesario. Baje con pesadez a tomar el desayuno con mi hermosa y perfecta familia, nótese el sarcasmo. Al bajar los vi a todos en el comedor, Cassandra y su hijo, Matt. Era de su primer matrimonio, tenia ocho o nueve años creo. Mi padre observaba el diario en sus manos, mientras tomaba café. Las chicas del servicio se movían de un lado a otro y yo no tenía hambre. Pero si quería que se me pasara la cruda, debía comer algo. Camine a la mesa y tome mi asiento lo más retirado posible de todos.
—Buenos días padre, bruja y mocoso—salude como de costumbre con una falsa sonrisa, mientras mi padre no respondía, Cassandra rodaba sus ojos y el diablillo me sacaba la lengua.
Rosalinda, una de la servidumbre me trajo mis deliciosos panqueques con miel, café y fruta picada. Le sonreí, era la única en esta casa que me caía bien. Engullí un par de bocados, pero no alcance a comerme todo. Sentí la penetrante mirada de cruela de vil en mí. Alce mi mirada conectando con ella, sonrió orgullosa. Sabia que algo estaba pasando y yo no estaba enterada.
—Amor, ¿Ya le contaste a Aria la excelente noticia? —Preguntó en voz alta y rodee mis ojos.
—No es buen momento, Cariño—respondió mi padre sin quitarle la vista a su diario.
—¡Tendrás una hermanito o hermanita! —exclamó con felicidad fingida, mi boca se abrió mucho y deje caer mi taza del café.
—¿Qué carajos? —pregunte indignada—, ¿Cuándo demonios pensaban decirme?
—No empieces, Aria—advirtió mi padre.
—¿Al menos estas seguro que es tuyo? —pregunté rodando mis ojos.
—¡Aria! —regaño mi padre golpeando la mesa con su mano—, Es suficiente.
—Pues yo que tú, le haría por lo mínimo cuatro pruebas de paternidad. Porque de esta cualquiera me esperaría cualquier cosa, con permiso—respondí levantándome de mala gana y saliendo de la casa a pasos agigantados.
Conducía con rapidez mientras muchas lagrimas rodaban por mis mejillas, odiaba todo esto. ¿Un hermano? Ya la tenia así estuviera muerta, pero esa arpía pretendía quedarse con toda la fortuna de mi padre y por eso se embarazó estaba segura. Nunca podría remplazar a Susan, nadie podría. Me estacione en el puesto de siempre y antes de entrar rebusque por detrás del asiento hasta encontrar mi cantimplora y tomarme un gran trago de vodka. Entre al instituto, como era costumbre llegue tarde. La clase había comenzado hace mas de diez minutos, toque la puerta y la profesora a regañadientes me dejo entrar, tome mi asiento y me fije que estaban viendo un tema complicado. Suspire con aburrimiento, me sentía mareada y el sabor amargo del café se revolvió con el sabor del vodka. Sentía ganas de vomitar.
—Señorita Johnson, ya que llego tarde. Pase al pizarrón y explíquele, a sus compañeros como resolver el ejercicio—pidió la profesora, con fastidio camine hasta ella.
Tome el rotulador que me entregó y estaba por escribir en la pizarra, cuando las ganas de vomitar se apoderaron de mí y sin darme cuenta había expulsado todo en el escritorio de la profesora. Toda la clase se reía y algunos se quejaban por la asquerosa escena. La profesora estaba muy molesta y asqueada ya que le había salpicado un poco en su ropa. Media hora después, me encontraba en la oficina del rector esperando a mi padre. ¿Por qué exageraban tanto? ¡Solo fue vomito! Es normal que suceda cuando algo te cae mal, tu estomago debe expulsarlo.
—Buenos días, señor Jonhson—saludó el rector a mi padre apenas entró a la oficina y se sentó en la silla que estaba a mi lado.
—Buenos días, rector Collins. ¿Qué hizo esta vez mi hija? —preguntó mi padre con molestia en su voz.
—Vomito el escritorio y a la profesora de matemática—respondió severo mientras cruzaba sus manos encima de la mesa—, Me temo que ya la institución no podrá admitir a la señorita Aria.
—¿Cómo? Sé que lo que hizo mi hija, más que desagradable es inadmisible. Pero le ruego que le de otra oportunidad—pidió mi padre mientras yo subía mis piernas a la silla y las abrazaba.
—¿Otra? Señor Jonhson, la semana pasada su hija incendio el laboratorio de química, lleno la piscina de espuma y se bañó desnuda en ella. Lanzó por las escaleras a Elle Smith, introdujo bebidas alcohólicas en botellas de agua al instituto y como si fuera poco se coloco ebria en deportes. Y ahora esto, me temo que le hemos dado un trato mas que especial, pero su hija es un verdadero desastre y mal ejemplo para todos los estudiantes. Y si hablamos de sus calificaciones, empeoraría la situación—finalizó el calvo rector—, Aquí tiene, es su carpeta de admisión—dijo entregándole un folder a mi padre. Quien se encontraba tenso, lo tomo sin musitar palabra alguna y salió de la oficina.
Lo seguí y antes de salir de la oficina de ese viejo calvo, le saqué la lengua mostrándole mis dedos de en medio. Camine detrás de mi padre hasta subir a mi auto y él al suyo. Condujo hasta casa y yo solo lo seguía, sabia lo que me esperaba al llegar. La había regado, ahora si me enviaría a la academia militar. O a ese internado de solo mujeres que mencionó una vez. Todo podría ser menos a uno católico. Al llegar estacione mi auto y baje arrastrando mis pies, cuando entre y lo vi sentado en el sofá junto a esa víbora supe que no se vendría nada bueno. ¿Por qué ella estaba aquí? No hablaría con él si ella estaba presente, así que hice el amague de subir a mi habitación.
—Aria, te estoy esperando—dijo serio y fuerte.
—No hablare contigo mientras ella esté presente—respondí cruzándome de brazos en el umbral.
—Acabas de perder cualquier opinión posible, siéntate—ordenó y rodando mis ojos le obedecí. Me senté en el sofá frente a ellos, la zorra me miraba triunfante. ¿Qué estaba pasando?
—¿Qué me quitaras? ¿El auto? ¿Las tarjetas de crédito y débito? ¿Mi móvil? ¿Los viajes? ¿La ropa de diseñador? Puedes quedártelo todo, no me importa—respondí.
—Estoy harto de tu mal comportamiento, no hay ningún instituto que quiera recibirte—dijo suspirando—, Aria eres lo único que me queda de mi anterior matrimonio. No quisiera alejarte de mí, pero es la mejor opción. Te iras a Londres a un internado.
—¿Qué? ¿Me enviaras al otro lado del mundo? ¿Ese es acaso todo el amor que me tienes? —pregunté con lágrimas en mis ojos, esto era demasiado—, ¿No tienes suficiente con hacerme a un lado por esta prostituta? ¿Ahora me enviaras a Europa? ¡El premio del padre del año jamás será para ti, papá!
—¡Ya basta, Aria! Cassandra no te ha hecho nada, para que te expreses de ella de esa manera—respondió.
—Aria, cariño. Yo escogí el internado. Liberty Blue High school, es el más mencionado en todo Londres. Tienen múltiples actividades, clubes, te encantara—musito la arpía con su sonrisa triunfal, ella feliz de alejarme de mi padre.
—¡Envíame al polo norte si quieres, zorra! —respondí—, ¡Cuando te des cuenta que esta tipeja solo quiere tu dinero, no digas que no te dije! ¡Tampoco me pidas perdón, porque acabas de preferirla a ella que a mí! —respondí dándole una mirada lastimera a mi padre, para subir a mi habitación corriendo y encerrarme.
No podría darle crédito a la puñalada que me había dado mi padre al enviarme a aquel internado, con ayuda de aquella bruja, ella era la única culpable por haberle lavado el cerebro a mi padre… la odiaba tanto. Siempre se entrometía donde no debía. Ahora me encontraba en el auto con un hombre de confianza de mi padre en camino al aeropuerto, ya que mi querido progenitor no se había dignado ni siquiera en acompañarme porque tenía que cuidar a la bruja y a su nuevo hijo. Él era tan tonto que no se daba de cuenta que ella solo lo quería por su dinero. Pero tarde o temprano se daría cuenta de esto, y ya no tendrá a su hija detrás de él. —El instituto es un lugar muy bueno, tu padre no se equivocó en mandarte allí —me dice aquel idiota a mi lado, mientras yo me encontraba con mi cabeza apoyada a la ventana del auto. —¿Sabes la diferencia entre pedir una pizza y tu opinión? —espeto—, Que la pizza si la pido, más tu opinión no. —¡Niña insolente! —me grita aquel hombre enojado mientras yo s
Esa noche me sentí vigilada por mis compañeras de habitación. Pero lejos de darle mayor importancia, las ignoré colocándome mi mascarilla facial para la noche. Ellas me miraron con intriga y a la vez burla, rodee mis ojos y estaba por acostarme cuando María se acercó a mi cama. —¿Qué te pusiste en el rostro? —preguntó curiosa. —Un facial, ¿No usas? — pregunté indignada. —¡No! Eso es vanidad, lo dice la biblia—repuso y rodeé mis ojos, si seguía haciéndolo quedaría bizca. —¡Es tu cara! —exclamo—, Puedes ponerle lo que se te venga en gana—respondí. —¿Me das un poco? Por fii —se animó y sonreí de lado, las pervertiría un poco. —Claro que si—respondí y le pedí que se inclinara hacia atrás y tomara su cabello, le esparcí la crema por su rostro, dejándola totalmente blanca, justo como yo me encontraba. —¡Déjala! No le pongas esas cosas—defendió Dana, creo era su nombre. —Pienso que María es lo suficientemente grandecita como para tomar sus propias decisiones—refute. Y ella me miró mal
Estaba en una clase de qué sé yo, porque desde el primer momento en el que empezó la clase me aburrí de mil maneras, no había ningún día desde que llegué a este horrible lugar donde no estuviese aburrida. En este lugar se estaban empeñando en hacerme ver como una santa paloma, hasta tenía miedo que entre tanto rezar me sacaran cualquier mierda que tuviese dentro y saliese siendo otra persona de aquí.—Aria Johnson por favor a rectoría, Aria Johnson por favor a rectoría —repitió, ¿tan rápido se habían dado cuenta de mi pequeña bromita?Sin más preámbulos me levanto y Maria me mira asustada… sabe que hice algo. Salgo del salón hasta llegar a la rectoría donde estaba Sor Patri.Toque la puerta antes de entrar recibiendo como respuesta un: “pase”.—Hola Patr
Finalmente, mis clases académicas habían terminado. Ahora solo quedaba la aburrida clase de costura y habría culminado otro torturante día en este infierno, llamado internado. Extrañaba a mis amigas, a los chicos, muy en el fondo también echaba de menos desayunar con mi padre y hacerle la vida imposible al mocoso y su bruja madre. Pero no todo era malo, había conseguido un nuevo pasatiempo. Mi profesor de religión, era toda una bestia seductora. ¿Qué clase de castigo educativo había sido ese? Mejor dicho, ¿Era legal? ¡Me nalgueo! Eso podría considerarse acoso escolar, además no creía que las monjitas permitieran semejante desfachatez, ¿o sí? ¿Acaso son monjas pervertidas? No lo creo, son muy correctas. Sor patri sería incapaz de tal cosa, aunque ahora que lo pienso, Jace es muy hábil e inteligente, sabe muy bien que no puedo chantajearlo c
Las clases de religión se habían convertido en un insaciable juego de miradas entre Jace y yo, aunque la mitad de las veces era yo tratando de no sentirme intimidada con su mirada.«Alabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorAlabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorJuan vio el número de los redimidosY todos alababan al SeñorUnos cantaban, otros orabanY todos alababan al SeñorAlabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorAlabaré, alabaré, alabaré, alabaréAlabaré a mi SeñorTodos unidos, alegres cantamosGlorias y alabanzas al SeñorGloria al Padre, gloria al HijoY gloria al Espíritu de amorAlabaré, alabaré, alabaré,
La noche llegó con precisión, finalmente después de tanto aburrimiento en este encierro habría algo de acción, de diversión y esperaba de corazón que de perversión. Nos encontrábamos en el comedor, era la hora de la cena. Estaban bendiciendo los alimentos, mientras yo pensaba como saldría sin ser vista por las cámaras de seguridad. Engullí el primer bocado de la pasta carbonara que habían servido, no podía negar que la comida era decente y muy bien hecha. No todo era tan malo, quizá este año no estaría tan mal. María me miraba con intriga, como si supiera lo que pensaba.—¿Qué te traes en manos? —preguntó minuciosa.—¿De qué hablas? —pregunte confundida.—No has musitado palabra alguna y estás muy pensativas. ¿Qué planeas? —preguntó con insistenci
—¿Qué carajos haces aquí? —le pregunto mirándolo fijamente, viendo como sus ojos estaban al parecer de otro color, pero podría ser por el alcohol y el tabaco que lo veía rojos en lugar del color habitual. —¿No debería ser yo, el que haga esa pregunta? —me pregunta en un tono autoritario, todo dentro de mí tiembla y me doy cuenta de que María no está muy en sus cávales cuando en vez de asustarse al ver al profesor grita feliz—, ¿Tenías que atraer a María al pecado? No eres más que la serpiente del árbol de manzanas —me suelta y no puedo aguantar más y golpeo su mejilla lo más fuerte que puedo y agradezco tener anillos que intensifican el golpe.—¿Quién te crees que eres? No eres más que un profesor que se cree la gran cosa, no me importa si le dices a Patri o a mi padre, al salir
Bajo la acusadora mirada de mis compañeras prejuiciosas, salí de la habitación con dirección a la oficina de la rectora. Suspirando bajé las escaleras, mis pasos eran inseguros y muy lentos. Tenía suficiente dolor de cabeza producto de la resaca de ayer, como para soportar gritos o regaños. Toque la puerta con mis nudillos, esperaba que no me atendieran y pudiera retirarme. Pero no fue así, la horrible nariz chueca de la fría mujer vestida con ropa barata. Me recibió, le di una sonrisa sarcástica y me dejo pasar.—Buenos días, señorita Aria—saludo Amanda, la directora. Se sentó en su silla giratoria, mientras divise a sor Patri y al profesor Jace sentados en una esquina de la oficina—, ¡¿Dónde están tus modales que ni respondes?! —inquirió molesta, al verme como miraba mis uñas sin prestarle atención.&mda