Zoe abre los ojos con dificultad, siente que la cabeza le va a estallar, la boca seca y un extraño dolor en su zona íntima, lleva sus manos a sus piernas, porque es como si hubiese hecho ejercicio. De pronto, su cerebro le envía un recuerdo fugaz y se incorpora con brusquedad.
Mira a todos lados algo desorientada y solo sabe que no tiene idea en dónde está, a su lado, hay un hombre desnudo que no conoce y se lleva las manos a la boca muy asustada.
—¿Qué… qué pasó?
Flashazos de la noche anterior comienzan a llegarle poco a poco...
«Aquella figura que no reconoce la deja en una habitación del hotel, sin saber muy bien por qué. Allí, otra figura la espera y ataca su boca sin pensarlo dos veces en cuanto la siente cerca.
No puede resistirse a esa persona, porque la supera en tamaño y fuerza, sin embargo, en pocos segundos, siente un fuego que la quema y necesita ser extinguido, por lo que sus manos hacen lo mismo que el hombre desconocido, arrancarle la ropa.
Esas manos poderosas recorren su cuerpo, enviando miles de sensaciones, ninguno puede articular palabra, de sus bocas solo salen gemidos llenos de deseo y satisfacción.
El hombre, que es mucho más alto que ella, la toma por la cintura con cierta violencia y desesperación, la lleva a la cama, la recuesta allí y se mete entre sus piernas, pasando su erección por su intimidad, obligándola a arquear el cuerpo para buscar más.
Los jadeos envuelven la habitación, ella sabe que está mal, pero no puede detenerse ni aunque quisiera, porque su cuerpo necesita esa liberación con urgencia.
El hombre posiciona su miembro en la entrada y de una vez entra en ella, provocando un grito de dolor en la chica y un gruñido de incomodidad en él.
—Estás muy apretada, amor… —pero esas palabras salen como su fueran para alguien más.
Se detiene unos segundos y luego, con ritmo lento, comienza a moverse dentro de ella. Poco a poco, el dolor va siendo desplazado por el placer en Zoe, aquellas sensaciones la abruman, la enloquecen y la llevan al cielo.
El hombre aumenta el ritmo, se vuelve más rápido y despiadado, el aroma de aquella mujer lo tiene por completo extasiado y nada de lo que haga puede detenerlo. Es como si ella estuviera hecha para él con absoluta perfección.
Su boca busca los labios de Zoe, su lengua se abre paso y la explora con desesperación, como si se le fuese a escapar en un segundo. Se bebe los gemidos de la chica, mientras los dos van alcanzando aquel delicioso clímax.
Unas embestidas más y juntos llegan a un orgasmo que los deja cansados, fue como correr una maratón, pero ese fuego no se ha extinguido en ninguno de los dos.
Minutos después, nuevamente se entregan a la pasión…»
—No puede ser… —dice pasando una mano por su rostro—, no fue un sueño.
En cuanto pone un pie fuera de la cama para vestirse y huir, la puerta de la habitación se abre y la deja expuesta frente a un grupo de periodistas que fotografían y graban a la pareja en la cama.
El hombre se despierta por el escándalo, mira la habitación algo confundido y, al ver a los periodistas, explota en una rabia descontrolada.
—¡¡Fuera de aquí!! —exclama con aquella voz grave y autoritaria, que estremece incluso a Zoe.
Como ninguno hace ademán de irse, se levanta sin importarle su desnudez y cierra la puerta, se pasa las manos por el cabello y gira la vista, para encontrarse a aquella chica que no es su novia…
—¡¿Quién eres tú?! —le ladra, pero ella no es como los demás.
—¡A mí no me grites como endemoniado! —le responde Zoe, sin dejar de vestirse con rapidez.
—¡Te hice una pregunta! —insiste, haciendo que ella solo se moleste más.
—Que no pienso responder, porque no tengo tiempo…
Pero el hombre no tiene paciencia ni tampoco está acostumbrado a que lo contradigan e ignoren, la toma por el brazo con violencia y la obliga a mirarlo, sin pensar en el daño que le causa.
Se arrepiente enseguida, porque siente una corriente especial recorrerlo, lo que lo lleva a fruncir el ceño algo confundido, más de lo que ya está.
Sin embargo, antes de que la enfrente, la puerta se vuelve a abrir. El hombre se gira por completo ofuscado, sin soltar a Zoe, pensando que son los periodistas, pero no son ellos, es alguien mucho peor…
—¡¿Qué significa todo ese escándalo…?! —un hombre mayor, pero idéntico al joven, se queda paralizado viendo aquella escena—. ¡Esto es lo que tanto festejan esos buitres!
—Padre… —dice el joven, suelta a Zoe y camina hasta él, dejando a la chica con la visión de su espalda perfectamente trabajada y todo el resto de su cuerpo… muy desnudo.
Mientras ella se obliga a mirar a otro lado, los hombres se enfrentan.
—¡¿Tienes idea del daño que le has causado a nuestra familia?! ¡Seremos la comidilla de los medios!
—¡Pues no creas que estoy muy contento! —vuelve a mirar a Zoe, que se está ajustando el vestido y frunce el ceño al recordar quién es.
«La chica que vi llegar anoche, pero ¿cómo?»
—No me des vuelta la mirada, esto nos hará muchísimo daño, la imagen de la familia y la empresa están en serio riesgo por culpa de tu aventura.
—Ya veré cómo arreglarlo… —sisea molesto el joven, pero su padre le responde con más molestia todavía.
—Oh, por supuesto que lo arreglarás… casándote con esa chica.
Zoe se gira con los ojos a punto de salirse de sus cuencas, mientras que el joven niega con vehemencia.
—¡¿Qué?! ¿Yo casarme con esta… mujer? ¡Sabes que no puedo, tengo un compromiso!
—¡Pues lo rompes y te casas con ella! No dejaré que piensen te acuestas con cualquier mujer que te encuentras por allí, eso arruinaría la reputación no solo de nuestra familia, sino también de la empresa.
—¡No lo haré!
—No es una petición, es una orden…
—Oigan, paren allí los dos —dice ella enfrentándose a los hombres ya vestida—. Ni yo quiero casarme con él ni tampoco soy cualquier mujer.
—Con todo respeto, señorita —dice el hombre mayor con tono despectivo—, usted debería agradecerme el querer salvar su propia reputación, ¿o acaso no tiene una que cuidar?
—Créame, no necesito que salve mi reputación, puedo hacerlo sola, así que olvídese de que me casaré con su hijito.
Ella hace el intento de irse, pero el hombre mayor cierra la puerta y mira a su hijo.
—Tú, vístete de una vez, y usted… —mira a Zoe de pies a cabeza y se da cuenta que no es cualquier mujer, las joyas, aunque sencillas, son de un alto valor y ese vestido no es para una chica común—. Dígame su nombre de una vez, para hablar con su familia acerca de la boda.
—¡Claro que no le diré nada! Solo déjeme ir y no sabrán nunca más de mí…
El joven le quita la pequeña cartera, busca alguna identificación y se encuentra con el carnet de la biblioteca, lee el nombre y frunce el ceño.
—¿Zoe Amato? Acaso… ¿acaso eres familia de Anabet Amato?
—Somos primas… —dice ella con las manos y dientes apretados.
—No puede ser… —el joven se lleva una mano a la cabeza sorprendido—, esto la va a destrozar…
Tira las cosas de Zoe en la cama y camina hacia la ventana por completo afectado. Su padre se pasa la mano por el rostro sin poder creer lo que allí pasa. El joven vuelve a arremeter contra ella.
—¡Tú planeaste todo esto, me diste algo…! Tú… ¡Tú simplemente llegaste aquí y no dijiste nada! ¡Te odio!
—¡Pues yo más! —le grita en la cara—. No tengo idea cómo llegué aquí, creo que alguien me trajo, no lo sé… solo puedo recordar que en cuanto puse un pie aquí, tú me besaste y no te demoraste nada en llevarme a la cama.
—¡Tampoco es que pusieras mucha resistencia!
—¡Ya basta los dos! —interviene el hombre exasperado y se dirige a Zoe—. Jovencita, váyase a su casa, me pondré en contacto con su familia para terminar este asunto. Déjeme a solas con mi hijo, tenemos cosas que arreglar.
—Claro que me iré, pero ni sueñe que me casaré con su hijo. Adiós.
Zoe sale de allí tomando sus cosas y dejando a los hombres a que terminen de matarse entre ellos.
Querían casarla con un hombre que claramente la odiaba, con alguien que no era a quien ella esperaba. Pensar en que tendría que unir su vida con alguien más que no fuera él, la hacia sentirse triste.
Sin embargo, algo allí no estaba bien, todo era muy confuso, aunque no quería pensar más en lo sucedido. Solo quería irse y llegar a casa antes que su abuelo se enterara, para ser ella misma quién le cuente lo sucedido y no que se entere por los medios.
Esos ojos azules, su cabello castaño claro, sus labios le resultaban familiares, aunque eso ahora no importaba, ni siquiera sabía el nombre del tipo.
Luego de que ella cruce la puerta, padre e hijo se enfrentan con la mirada, pero sin más que decir, el joven termina de vestirse y camina al exterior.
Había perdido a Anabet por culpa de una mujer fácil, seguro iba tras su fortuna, no le veía otra razón a que se le metiera a la cama de esa manera. Seguramente se dio cuenta de la manera en que la miró o… ya no sabía qué pensar.
Justo cuando la había encontrado, a la mujer de sus sueños, aquella que no sabía quién era y que era parte de su pasado, venía esa desconocida y le complicaba todo.
«Pero me las vas a pagar, me encargaré de hacerte la vida de cuadritos», piensa con rabia.
—Vámonos a casa —es todo lo que le dice a su padre antes de cruzar la puerta de aquella habitación.
En cuanto sale de la habitación, los periodistas no dejan de hacerle preguntas y de acosarla, pero ella solo deja esa máscara fría que se vio obligada a usar desde hace unos años, sin responder a nada. Y Francesco no es de ayuda para nada, porque no se ve por ninguna parte. Las puertas del ascensor se abren y entra, presiona el botón, fija la vista al frente, porque si su rostro se hará famoso, al menos que sea la mejor parte de ella. Las puertas se cierran y siente las ganas de llorar, pero no puede, no ahí. Que cuando baje de la caja metálica, nadie diga que iba con los ojos rojos por el llanto. Al salir, revisa su cartera, encuentra que tiene dinero suficiente para el taxi, se apresura a tomar uno que la lleve directo al único refugio que le queda. Consigue detener uno y se sube rápido, antes de que la prensa o alguien más pueda verla. Incluso en ese momento no se permite llorar, ya tendrá oportunidad de hacerlo sola, sin que nadie sienta lástima por ella, porque detesta que se
Para Daryl Marchetti tener que ir a un evento, en donde lo más abundante sería la gente era la muerte misma. Odiaba tener contacto con las personas, odiaba tener que compartir con los demás tiempo de sociabilización, tener que fingir interesarse en una conversación con otra persona por las cosas que simplemente no interesaban, todo eso para él era pérdida de tiempo. Según su padre, no siempre había sido así, que de niño era muy sociable y amable, pero eso ahora mismo no le importaba, simplemente porque no lo recordaba. Desde que tenía memoria, siempre se rehusó a participar de esos eventos y ahora la situación que estaba viviendo le daba la razón. Llega a la casa con aquella mirada que hace a todos perderse de su vista, corriendo como si fuesen a ser asesinados en un segundo, excepto por su padre, que lo acompaña hasta la habitación para seguir discutiendo el asunto de su matrimonio. —Déjame, no quiero hablar con nadie —dice con un tono gélido, pero Osvaldo, su padre, no se va. —D
Si de alguna manera podía decir que estaba totalmente en contra de casarse con aquel hombre que no conocía ahora, era revelándose el día de su boda al no dejarse peinar ni maquillar por las personas que él mismo había enviado. Si Daryl pensaba que ella se deslumbraría por esas atenciones, solo para luego hacerle la vida imposible, tal como la había amenazado, estaba muy equivocado. Ella no era una chica fácil de intimidar ni deslumbrar como otras mujeres. «—Pero, necesitas ayuda, hija… es el día de tu boda —le había dicho su abuelo.» Pero ella no quería verse bonita ni como una princesa. Quería demostrar que no necesitaba un séquito detrás de ella para lucir bien… y también quería sacar de sus casillas al novio. El vestido era divino solo porque su abuelo lo había elegido su abuelo para ella, de delicado encaje, por completo blanco inmaculado, pero en lo más profundo ella no lo quería. Probablemente ese era el vestido de novia que soñó para contraer nupcias, pero nunca imaginó que
Avanzan un par de cuadras y Zoe no se ha relajado del todo, en verdad les teme a los caballos por una situación que vivió de niña. «Si este bruto tan solo se acordara, seguro me bajaría de aquí», piensa molesta, aferrada al carruaje como gato en bañera. Pero Daryl no necesita recordar para querer sacarla de allí. Aunque quiere matarla, tampoco le gusta la idea de que termine tirándose del carro y partiéndose una pierna antes de que él pueda comenzar aquella tortura, eso sería muy sencillo, llama a alguien, quien le responde de inmediato. —Estoy a tres cuadras por el sur de la iglesia, trae el auto —cuelga y le pide al cochero con tono autoritario—. Deténgase. El hombre se detiene, Daryl salta de la carroza y Zoe lo mira con una expresión de que no puede entender aquel gesto, especialmente cuando él le extiende la mano y la anima a bajar. —¿En serio no haremos el recorrido en esto? —dice ella dubitativa, pero Daryl solo le da media sonrisa, una que no le agrada. —Bájate… y no te e
Zoe escapa al jardín, con los ojos a punto de estallar por la ira y el llanto acumulado. Respira aceleradamente, casi bufando, pensando que todo eso es culpa de Daryl… —Pero claro, como te descubrieron, ahora te haces la víctima. Sigue caminando sola, hasta que oye unos pasos, se gira pensando que es su esposo, pero ve que es su primo. —Zoe… ¿qué te pasó? —le apunta él al hombro, ella se mira y se da cuenta que tiene el vestido rasgado. —Un tierno encuentro con el amor de mi esposo —le dice tratando de parecer divertida, pero Carlo frunce el ceño y ella se deja caer en el suave césped—. Jamás pensé que podías llegar a odiar con tanta intensidad a alguien que amaste toda tu vida. —No creo que lo odies… —toma asiento a su lado—, solo estás molesta con él porque te olvidó y por la manera en que te ha tratado. Yo creo que eso se terminaría si le dijeras la verdad. —¿Y para qué? ¿Para terminar como payaso? No… —niega con vehemencia y se limpia las lágrimas—. Me gritó que ella es la mu
Cuando las puertas se cierran, Zoe se abraza el cuerpo, sus rodillas flaquean, pero se sostiene para no caer. Que la vean salir de allí digna, entera… al menos un poco. En cuanto las puertas se abren, ella camina erguida hasta la salida, el chofer que reconoce trabaja para Daryl le abre la puerta y ella se sube sin decir una palabra, se ajusta el cinturón de seguridad y ya que el auto no avanza, seguramente su infiel esposo debe venir en camino. Minutos después la puerta se abre y la voz grave de Daryl ordena que los lleven a la mansión de los Marchetti, lo escucha suspirar con cansancio, pero lo cierto es que ella está más cansada aun. Abre los ojos cuando calcula que podrían estar llegando y no se equivoca, se mira las manos, el vestido y las lágrimas amenazan con caer, pero respira profundo porque necesita pedirle algo y tiene que hacerlo con delicadeza o llevará ese vestido por el resto de su vida. —Eh… quería preguntarte —dice con duda—. ¿Podría ir a la casa de mi abuelo, para
Zoe se ha colocado su mejor traje, camina con valentía y seguridad a través de aquellos pasillos por última vez como vicepresidente y como accionista. Al llegar a la presidencia, su tío se pone de pie evidentemente afectado, se acerca a ella y la abraza. —Lo siento… con toda la premura de tu boda, olvidamos todo esto —Zoe lo mira y Francesco la guía a una silla—. La tradición dice que las mujeres de la familia al momento de casarse deben renunciar a todas sus posesiones y a cualquier otra participación en las empresas de la familia. —No lo entiendo, ¿por qué el abuelo no me dijo nada? ¡¿Cómo pudieron olvidar algo así?! —Es que todo pasó muy rápido… te juro que no quiero que te vayas, me agrada tenerte aquí, eres inteligente, perspicaz, pero… —Solo dime dónde tengo que firmar… no alarguemos esta agonía —trata de mantenerse calmada y digna, pero por dentro solo odia más a Daryl y su padre. Esos hombres solo le arruinaron la vida. Francesco asiente y manda a pedir los documentos, e
Zoe se queda sorprendida cuando la muchacha recoge la tarjeta que Daryl tiró al suelo furioso antes de salir de allí, se la entrega y ella lee en voz alta. «Ni siquiera una flor puede opacar tu belleza. Un admirador secreto que te ama.» —¿Admirador secreto? —pregunta con incredulidad y luego suelta una carcajada—. ¡Por favor… jajaja! No puedo entender que se crea algo así, ¿acaso es tan ciego que no se da cuenta que no tengo nada para cautivar a un hombre? ¿Dijeron que eran para mí? —le pregunta a la chica y esta asiente. —Sí, para la señora de la casa, esa fue la orden que traía el mensajero. —Pues no me interesa —dice entregándole el ramo—. Creí que eran de mi abuelo o mi primo, pero si no viene de ellos o de mi «esposo», cosa que dudo pase algún día, entonces no lo quiero. —Huelen delicioso… —Te las puedes quedar, si quieres. No me interesan, pueden oler mejor que un perfume de Dior, pero yo no las quiero si no proviene de alguno de los hombres de mi familia. —¿Está segura,