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Capítulo 2: Un hombre herido

Para Daryl Marchetti tener que ir a un evento, en donde lo más abundante sería la gente era la muerte misma. Odiaba tener contacto con las personas, odiaba tener que compartir con los demás tiempo de sociabilización, tener que fingir interesarse en una conversación con otra persona por las cosas que simplemente no interesaban, todo eso para él era pérdida de tiempo.

Según su padre, no siempre había sido así, que de niño era muy sociable y amable, pero eso ahora mismo no le importaba, simplemente porque no lo recordaba.

Desde que tenía memoria, siempre se rehusó a participar de esos eventos y ahora la situación que estaba viviendo le daba la razón.

Llega a la casa con aquella mirada que hace a todos perderse de su vista, corriendo como si fuesen a ser asesinados en un segundo, excepto por su padre, que lo acompaña hasta la habitación para seguir discutiendo el asunto de su matrimonio.

—Déjame, no quiero hablar con nadie —dice con un tono gélido, pero Osvaldo, su padre, no se va.

—Deja de huir a tu responsabilidad —le insiste el hombre—, debes aceptar que no queda más alternativa que casarte con esa chica, ¡los medios nos están destruyendo!

—¡Eso es lo que menos me importa! No puedo dejar de pensar en Anabet, ¡esto la destruirá a ella! ¡¿Puedes entenderlo?!—le dice lanzando el saco del traje a una silla con una rabia que no puede soportar.

—Dime lo que pasó, con exactitud… —intenta entender su padre, pero él no quiere hablar, ¿por qué le cuesta tanto entenderlo?

—¿Y para qué? Como sea, ya no me casaré con Anabet, todo por culpa de esa mujer —Daryl pasa las manos por su cabello con frustración, podría arrancárselo de la ira que siente y aun así sería inútil—. Pero no esto no se quedará así, ella va a pagármelas… —dice apretando los puños y dientes.

«Si ella me quitó la oportunidad de ser feliz con Anabet… entonces yo le quitaré la oportunidad de ser feliz a esa mujer.

—Hijo… no quiero que pienses así —Osvaldo trata de calmarlo, porque sabe que en el momento en que vea a aquella chica como una enemiga, no tendrá piedad hasta que no acabe con ella.

«Tampoco que sientas rencor por mi decisión. Solo me adelanté a lo que esa familia puede pedir, porque no es de cualquier origen, es nieta de uno de los hombres más importantes del país… al menos tomamos esa ventaja.

—¿Acaso no entiendes? Ella ya me alejó de lo que más me importaba, no me importa si ella es la hija del primer ministro, por su culpa perderé a Anabet.

—Pues Anabet tendrá que entender, algún día te perdonará.

—Dime, padre ¿qué mujer que se respeta en este mundo, aceptaría que su novio se case con su prima? —ante el silencio de Osvaldo, el joven sonríe—. Ella no me perdonará jamás, menos que fuera su prima.

—Pero… no fue tu culpa, esa chica se te metió a la cama, seguro te drogó, deberá entender.

—Eso ya lo descubriré, mientras le hago vivir el infierno que estoy viviendo yo ahora por su culpa.

Sin esperar a que su padre diga nada más, se encierra en el baño para tratar de quitarse el aroma de aquella muchacha. Una vez debajo de la ducha, los recuerdos de la noche anterior llegan a él y cierra los ojos, tratando de buscar algo más.

«La fiesta le parece inútil, pero allí está para acompañar a su… novia.

Se supone que la ama desde que eran niños, pero cada día que pasa, Anabet no hace sino mostrarle lo superficial que es, su falta de inteligencia, algo que no le agrada demasiado, pero eso es algo que puede soportar, después de todo es el amor de su infancia.

—Daryl, ¿me esperas un momento? Necesito hablar de algo con mi madre —le dice ella con esa sonrisa que parece más dibujada que auténtica.

—Claro, ve —ve a Anabet caminar hasta donde está su madre, quien parece ser más su hermana mayor de lo estirada que está. Sus ojos recorren el lugar con fastidio…

Y allí es donde la ve.

Lleva un vestido de color azul rey, con un escote combinado de cuello barco, que cubre el cuello bajo y sus hombros, hecho con un encaje fino que cubre a un corsé de escote corazón. La falda también tiene dos combinaciones, una recta que le deja caminar con libertad, y sobre esta una cola de tul que la rodea casi por completo.

Está completamente cubierta, solo se puede ver su cuello y sus brazos, pero aun así a Daryl le provoca una serie de sensaciones que nunca ninguna mujer le provocó… ni siquiera Anabet. Y eso lo deja por completo desconcertado, porque no se supone que sea así.

Va peinada con sencillez, su maquillaje es solo un poco de sombra y delineador de ojos, porque es obvio que no necesita más que eso, sin embargo, ha sido capaz de hipnotizar a muchos de los presentes allí por su sencillez.

Entre ellos a él.

Uno de los camareros se acerca a él con una bandeja y le ofrece una copa de champán, se la bebe de una vez sin pensarlo dos veces y deja la copa vacía allí mismo, camina hacia el pasillo que da hacia los ascensores de servicio para respirar un poco y se apoya en la pared mirando al techo.

Eso no está bien, mirar a otra mujer mientras espera a que su novia llegue con él, pero aquella mujer desconocida le ha hecho saltar el corazón de una manera que no puede explicar. Cuando Anabet le dijo que ella era la chica de su juventud, a quien había olvidado, sintió algo… pero ahora sentía todo.

De pronto, comienza a sentirse mareado, débil… camina hasta el baño, abre la puerta, se apoya en uno de los lavabos, pero a partir de allí, todo se vuelve una nebulosa.

Alguien le dice que todo estará bien, lo guía a una habitación del hotel y luego aquel aroma en la habitación le enciende una parte de su cuerpo, perdiendo por completo la voluntad.»

—Debí ir al hospital… debí hacer tantas cosas, pero ya no las hice y me parece que es demasiado tarde.

Un hecho que lo hace fruncir el ceño y luego el aire se le escapa, comienza a sudar frío, cierra la llave al reconocer los síntomas de un ataque de pánico, sale con dificultad de la ducha y busca el espacio abierto que es su habitación.

Su padre, que se ha quedado esperándolo, corre al verlo caer de rodillas, con dificultad para respirar y hacerse un ovillo.

—Tranquilo… estoy contigo, hijo, no pasa nada… estás en casa, seguro.

—La odio… quiero que sufra… —pero no podía terminar de hablar, porque todo le pesaba, hasta la lengua.

—Shhh, ya pasará…

—No, tú no entiendes… ¡ellas son familia! —le dice a su padre, aferrándose a sus brazos—. Anabet me habló… de una prima… la chica… está loca, la odia y siempre le ha hecho daño.

Eso lo hace sentir más culpable, porque aquella mujer en primer lugar le había provocado algo más parecido al deseo, más de lo que ha podido sentir por Anabet. Pero ahora, todo era diferente, solo la odiaba más por haberle hecho algo así a su propia familia.

A su memoria dañada llegan los recuerdos de estar con dos chicas de cabello castaño, ojos bellos y sonrisas tímidas. Solía jugar con ellas, pero había una con la que compartía más y a ella le había prometido casarse cuando fueran mayores.

Osvaldo lo ayuda a ponerse de pie y le busca algo para cubrirlo, mientras Daryl comienza a respirar más calmado y recupera la cordura.

—Llámalos… —dice con aquella voz carente de cualquier emoción—, diles que el matrimonio será en una semana, es mejor terminar esto de una vez.

—Hijo, lo lamento tanto…

—Siéntete orgulloso de tu hijo, Osvaldo Marchetti, soy un hombre que cumple con los deseos de su padre.

Su padre hace lo que le ha pedido y llama a los Amato, hablando directamente con Francesco y anunciándole la decisión de su hijo de casarse en una semana.

Mientras, Daryl parecía un animal enjaulado a quien habían sentenciado a muerte. Su teléfono repica y ve que es Anabet, con cierta reticencia le contesta y decide que es mejor hablar con ella de lo que ha pasado, aunque ya debe saberlo.

—¿Daryl? —la oye decir con esa voz chillona que pretende ser dulce—. ¿Es… es cierto lo que dicen en todos lados?

—Lo siento tanto… —le dice él empuñando las manos y apretando los dientes—, necesito hablar contigo, Anabet.

—No es necesario… mi padre ya me dijo que la obligarán a casarse contigo.

—Yo debí decírtelo, pero no sabía cómo, te juro que te amo a ti, solo a ti, pero…

—Entiendo… pero no te olvides de eso, porque ella es experta en envolver a los hombres y hacer que bailen a su ritmo. Ten cuidado… supongo que primero debo curar mi corazón herido.

La chica deja salir un sollozo que a Daryl intenta partirle el corazón, pero además de vergüenza no siente nada más.

—Anabet, lo siento tanto, yo… —pero en lo más profundo de él.

—No es tu culpa, cariño… estoy segura que ella buscó la manera de meterse a tu cama… la conozco, no es la primera vez que me quita un novio.

«Solo espero que esto sirva de algo… porque te advierto que no podré ser feliz con nadie más.

La chica corta la llamada, dejando a Daryl con aquel sentimiento de desolación. Le costó tanto recordarla, llegar a ella, para perderla nuevamente por culpa aquella mujer.

Es cierto que la noche anterior Zoe logró hacer que sus instintos más bajos despertaran y si lo drogó para estar con él, probablemente solo había dejado que ese deseo, el que despertó con solo su presencia, se volviera fuego.

Y nuevamente su cabeza volvía a ser una tormenta de recuerdos olvidados, dejándolo por completo en ascuas, a merced de terceras personas que otra vez estaban decidiendo por él. Pero esta vez haría algo diferente, esta vez haría que todos se arrepintieran de haberlo usado como un títere para sus deseos e intereses.

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