Violet se mira al espejo, se alisa el vestido y luego posa sus manos en su vientre con una sonrisa.—¿En verdad no le has dicho a Antoine? —le pregunta Caroline mientras termina de colocarle unas flores en su cabello.—No, sólo ustedes dos saben, no quiero que nadie piense que nos casamos por esto —le responde Violet.—A mí parece espectacular —le dice su madre, quien la ayuda a colocarse el velo—. Y haber sido la primera en enterarme fue muy lindo… ya quiero ver la cara de tu padre.—¡El viejo va a llorar! —se burla Caroline y las tres se ríen cómplices.—¿De qué se ríen el trío de brujas Sanders?—Oye, que no se te olvide que Hope también es Sanders ahora.—Sí… pero ella es un ángel.—Sí, cómo no —dicen las tres y vuelven a reírse.—¿Sabías que tuvo a Daryan durmiendo una semana en el sofá porque se olvidó del aniversario de noviazgo? —le dice Caroline.—¡Se lo merece por pendejo! Yo le enseñé que esas cosas no se olvidan, allá él si corre el riesgo.Las tres ruedan los ojos, Robert
Zoe abre los ojos con dificultad, siente que la cabeza le va a estallar, la boca seca y un extraño dolor en su zona íntima, lleva sus manos a sus piernas, porque es como si hubiese hecho ejercicio. De pronto, su cerebro le envía un recuerdo fugaz y se incorpora con brusquedad.Mira a todos lados algo desorientada y solo sabe que no tiene idea en dónde está, a su lado, hay un hombre desnudo que no conoce y se lleva las manos a la boca muy asustada.—¿Qué… qué pasó?Flashazos de la noche anterior comienzan a llegarle poco a poco...«Aquella figura que no reconoce la deja en una habitación del hotel, sin saber muy bien por qué. Allí, otra figura la espera y ataca su boca sin pensarlo dos veces en cuanto la siente cerca.No puede resistirse a esa persona, porque la supera en tamaño y fuerza, sin embargo, en pocos segundos, siente un fuego que la quema y necesita ser extinguido, por lo que sus manos hacen lo mismo que el hombre desconocido, arrancarle la ropa.Esas manos poderosas recorren
En cuanto sale de la habitación, los periodistas no dejan de hacerle preguntas y de acosarla, pero ella solo deja esa máscara fría que se vio obligada a usar desde hace unos años, sin responder a nada. Y Francesco no es de ayuda para nada, porque no se ve por ninguna parte. Las puertas del ascensor se abren y entra, presiona el botón, fija la vista al frente, porque si su rostro se hará famoso, al menos que sea la mejor parte de ella. Las puertas se cierran y siente las ganas de llorar, pero no puede, no ahí. Que cuando baje de la caja metálica, nadie diga que iba con los ojos rojos por el llanto. Al salir, revisa su cartera, encuentra que tiene dinero suficiente para el taxi, se apresura a tomar uno que la lleve directo al único refugio que le queda. Consigue detener uno y se sube rápido, antes de que la prensa o alguien más pueda verla. Incluso en ese momento no se permite llorar, ya tendrá oportunidad de hacerlo sola, sin que nadie sienta lástima por ella, porque detesta que se
Para Daryl Marchetti tener que ir a un evento, en donde lo más abundante sería la gente era la muerte misma. Odiaba tener contacto con las personas, odiaba tener que compartir con los demás tiempo de sociabilización, tener que fingir interesarse en una conversación con otra persona por las cosas que simplemente no interesaban, todo eso para él era pérdida de tiempo. Según su padre, no siempre había sido así, que de niño era muy sociable y amable, pero eso ahora mismo no le importaba, simplemente porque no lo recordaba. Desde que tenía memoria, siempre se rehusó a participar de esos eventos y ahora la situación que estaba viviendo le daba la razón. Llega a la casa con aquella mirada que hace a todos perderse de su vista, corriendo como si fuesen a ser asesinados en un segundo, excepto por su padre, que lo acompaña hasta la habitación para seguir discutiendo el asunto de su matrimonio. —Déjame, no quiero hablar con nadie —dice con un tono gélido, pero Osvaldo, su padre, no se va. —D
Si de alguna manera podía decir que estaba totalmente en contra de casarse con aquel hombre que no conocía ahora, era revelándose el día de su boda al no dejarse peinar ni maquillar por las personas que él mismo había enviado. Si Daryl pensaba que ella se deslumbraría por esas atenciones, solo para luego hacerle la vida imposible, tal como la había amenazado, estaba muy equivocado. Ella no era una chica fácil de intimidar ni deslumbrar como otras mujeres. «—Pero, necesitas ayuda, hija… es el día de tu boda —le había dicho su abuelo.» Pero ella no quería verse bonita ni como una princesa. Quería demostrar que no necesitaba un séquito detrás de ella para lucir bien… y también quería sacar de sus casillas al novio. El vestido era divino solo porque su abuelo lo había elegido su abuelo para ella, de delicado encaje, por completo blanco inmaculado, pero en lo más profundo ella no lo quería. Probablemente ese era el vestido de novia que soñó para contraer nupcias, pero nunca imaginó que
Avanzan un par de cuadras y Zoe no se ha relajado del todo, en verdad les teme a los caballos por una situación que vivió de niña. «Si este bruto tan solo se acordara, seguro me bajaría de aquí», piensa molesta, aferrada al carruaje como gato en bañera. Pero Daryl no necesita recordar para querer sacarla de allí. Aunque quiere matarla, tampoco le gusta la idea de que termine tirándose del carro y partiéndose una pierna antes de que él pueda comenzar aquella tortura, eso sería muy sencillo, llama a alguien, quien le responde de inmediato. —Estoy a tres cuadras por el sur de la iglesia, trae el auto —cuelga y le pide al cochero con tono autoritario—. Deténgase. El hombre se detiene, Daryl salta de la carroza y Zoe lo mira con una expresión de que no puede entender aquel gesto, especialmente cuando él le extiende la mano y la anima a bajar. —¿En serio no haremos el recorrido en esto? —dice ella dubitativa, pero Daryl solo le da media sonrisa, una que no le agrada. —Bájate… y no te e
Zoe escapa al jardín, con los ojos a punto de estallar por la ira y el llanto acumulado. Respira aceleradamente, casi bufando, pensando que todo eso es culpa de Daryl… —Pero claro, como te descubrieron, ahora te haces la víctima. Sigue caminando sola, hasta que oye unos pasos, se gira pensando que es su esposo, pero ve que es su primo. —Zoe… ¿qué te pasó? —le apunta él al hombro, ella se mira y se da cuenta que tiene el vestido rasgado. —Un tierno encuentro con el amor de mi esposo —le dice tratando de parecer divertida, pero Carlo frunce el ceño y ella se deja caer en el suave césped—. Jamás pensé que podías llegar a odiar con tanta intensidad a alguien que amaste toda tu vida. —No creo que lo odies… —toma asiento a su lado—, solo estás molesta con él porque te olvidó y por la manera en que te ha tratado. Yo creo que eso se terminaría si le dijeras la verdad. —¿Y para qué? ¿Para terminar como payaso? No… —niega con vehemencia y se limpia las lágrimas—. Me gritó que ella es la mu
Cuando las puertas se cierran, Zoe se abraza el cuerpo, sus rodillas flaquean, pero se sostiene para no caer. Que la vean salir de allí digna, entera… al menos un poco. En cuanto las puertas se abren, ella camina erguida hasta la salida, el chofer que reconoce trabaja para Daryl le abre la puerta y ella se sube sin decir una palabra, se ajusta el cinturón de seguridad y ya que el auto no avanza, seguramente su infiel esposo debe venir en camino. Minutos después la puerta se abre y la voz grave de Daryl ordena que los lleven a la mansión de los Marchetti, lo escucha suspirar con cansancio, pero lo cierto es que ella está más cansada aun. Abre los ojos cuando calcula que podrían estar llegando y no se equivoca, se mira las manos, el vestido y las lágrimas amenazan con caer, pero respira profundo porque necesita pedirle algo y tiene que hacerlo con delicadeza o llevará ese vestido por el resto de su vida. —Eh… quería preguntarte —dice con duda—. ¿Podría ir a la casa de mi abuelo, para