En cuanto sale de la habitación, los periodistas no dejan de hacerle preguntas y de acosarla, pero ella solo deja esa máscara fría que se vio obligada a usar desde hace unos años, sin responder a nada. Y Francesco no es de ayuda para nada, porque no se ve por ninguna parte.
Las puertas del ascensor se abren y entra, presiona el botón, fija la vista al frente, porque si su rostro se hará famoso, al menos que sea la mejor parte de ella. Las puertas se cierran y siente las ganas de llorar, pero no puede, no ahí.
Que cuando baje de la caja metálica, nadie diga que iba con los ojos rojos por el llanto.
Al salir, revisa su cartera, encuentra que tiene dinero suficiente para el taxi, se apresura a tomar uno que la lleve directo al único refugio que le queda.
Consigue detener uno y se sube rápido, antes de que la prensa o alguien más pueda verla. Incluso en ese momento no se permite llorar, ya tendrá oportunidad de hacerlo sola, sin que nadie sienta lástima por ella, porque detesta que se la tengan.
El trayecto a la mansión de su abuelo se le hace eterno, pero cuando al fin llega, una de las chicas del servicio la espera en la entrada y le recibe los tacones que aún lleva en la mano.
—Su abuelo está en el comedor, señorita.
—Gracias.
Camina con toda la entereza que puede, si hay en el mundo una única persona que la ama y a quien le duele defraudar, es su abuelo.
En cuanto ella pone un pie en el lugar, se lanza a sus brazos, sin dejar de sentir esa vergüenza que la atormenta.
—Hija… ¿qué te pasó?
—Lo más horrible que le puede pasar a una mujer, abuelo… —ella se separa y le dice con la voz apenas audible—. Anoche… anoche estuve con un hombre… y esta mañana he quedado expuesta ante todo el mundo…. ¡Y no puedo recordar cómo llegué allí!
—¡Zoe! —le dice el anciano, pero ella le toma las manos suplicante.
—No me juzgues sin oírme primero, por favor te lo ruego, tú me conoces y sabes que sería incapaz de hacer algo así… de hacer algo que te avergüence.
El hombre la mira con el ceño fruncido, pero en lugar de enojo solo hay preocupación. Zoe se sienta frente a él y le cuenta todo lo ocurrido el día anterior.
«Zoe sale de la casa con aquel vestido de gala que pretende ser sencillo y ocultar toda su figura. Nunca le ha gustado mostrar su cuerpo, prefiere que la conozcan por su inteligencia más que por su cuerpo, que para ella tampoco es la gran cosa.
En el momento en que pone un pie frente al hotel en donde se llevará a cabo la fiesta que ha organizado su tío para los empresarios más importantes del país, siente que debería irse, que es una pésima idea, en especial porque esas cosas no son para ella.
Carlo, su primo se acerca a ella para tomarla del brazo con caballerosidad y caminan hasta la puerta, en donde entregan sus invitaciones. Una vez dentro, solo hay lujos y atenciones exageradas para toda esa gente que tiene por único mérito tener dinero.
—Y así se va el dinero de los contribuyentes —dice ella con sarcasmo.
—Esto es un horror —le responde Carlo, sin dejar de expresar su molestia por todo lo que hay.
Hablan con algunas personas que reconocen, les ofrecen champán, pero solo alcanza para Carlo, unos minutos después llegan otra copa para Zoe y se la bebe de una vez, porque esa fiesta la tiene aburrida, solo quiere irse.
—Tranquila, solo un rato más y luego nos vamos.
Pero Carlo se encuentra con una amigo que no ve hace tiempo, se disculpa con Zoe y la deja en una esquina, allí donde ella no es visible para nadie.
Hasta que todo comienza a darle vueltas, se va al baño, pero luego de verse al espejo, solo hay una oscuridad espesa en su memoria, que se disipa a momentos solo para recordar lo que pasó en aquella habitación.»
—¿Será que te pusieron algo en la bebida? —le pregunta su abuelo con clara expresión de preocupación.
—No lo sé, abuelo, pero si ese es el caso, el único interesado en llevarme a la cama sería él —baja la mirada y ahoga un sollozo—. Lo peor de todo es que su padre nos está obligando a casarnos… para cuidar la reputación de su familia, pero yo no quiero, abuelo… tienes que ayudarme.
Pero antes de que el anciano diga algo, alguien entra intempestivamente.
—¡Aquí estás! —se oye la voz preocupada de Francesco, el tío de Zoe —. ¿Estás bien? ¿Te hicieron daño? No me ocultes nada, sobrina, si esos animales te hicieron algo, yo…
—No me hicieron nada, tío… ¡además de obligarme a que me case con ese hombre! —dice Zoe afligida y molesta porque se le acusa de algo que ni siquiera sabe cómo pasó.
—¡No pueden obligarte! —Francesco se acerca furioso, pero no con Zoe. Abraza a su sobrina y la consuela—. Haré todo lo posible para que eso no suceda, te lo prometo.
—Yo no me voy a casar… Me están obligando a casarme y yo no quiero… ¡No lo haré!
Pero por más que ella no quiera, es algo que no puede manejar. Su destino ha quedado en las manos de otras personas y ahora solo le queda esperar qué puede hacer su familia para salvarla de un matrimonio forzado y sin amor.
—Francesco, a mi despacho, de inmediato —le dice con voz grave, deteniendo esa mano, a pesar de su edad, aún sigue dándose a respetar. Mira a Zoe y le dice con dulzura—. Ve a cambiarte, mi niña. Y no salgas de allí hasta que yo vaya a buscarte, veré qué puedo hacer.
Zoe hace lo que su abuelo le dice y camina con paso firme a su habitación, no duda en meterse a la ducha, se limpia el cuerpo de tal manera que queda su piel extremadamente sensible y roja. En el brazo puede ver la marca del apretón que le dio Daryl.
—Desgraciado…
Sale de allí, se mira al espejo y puede ver aquel cardenal que le quedó por la bofetada, gruesas lágrimas caen por sus ojos, se abraza el cuerpo para tratar de consolarse, pero es imposible. Camina hasta su cama, saca dos fotografías de la mesita de noche y llora aún más.
—Mamá, papá… no saben cuánta falta me hacen… de estar vivos, nada de esto me habría pasado —se la lleva al pecho y ve la otra, en donde está ella con su amor de la infancia—. Resultaste ser como todos los demás hombres, me olvidaste, olvidaste tu promesa… y ahora me tendré que casarme con alguien que no eres tú porque nunca regresaste…
Llaman a la puerta, se coloca una bata y camina hasta ella para abrirla, ve a su abuelo, pero por su expresión, no le queda más que aceptar su destino.
—Lo siento, hija… pero no pude hacer nada. Lamentablemente todo esto se convirtió en un mediático en poco tiempo y lo peor de todo es que no es cualquier persona, es uno de nuestros socios… ¿por qué no me dijiste que fue con Daryl Marchetti que pasaste la noche?
Zoe abre mucho los ojos y se queda sin aire.
Por eso le resultaba familiar…
Pero eso no importaba, habían estado juntos sin saber que era el amor de su vida y ahora querían obligarla a casarse con él, mientras que Daryl solo quería matarla por haber dañado su relación con… con su prima.
—Esto no puede estar pasando, no puede ser… yo no lo reconocí, te lo juro.
—No entiendo.
—Ya te conté lo que pasó, no sé cómo llegué a ese lugar —se deja caer al borde de la cama por completo dolida, en especial al recordar la manera en que la trató—. Yo no quiero casarme con él, no quiero estar con un hombre para el que ya no valgo nada, al punto que se olvidó de mí… prefiero morir, como mis padres.
—Zoe, no digas eso, me moriría si algo te pasara… tal vez él se dé cuenta de quién eres en verdad—el anciano le toma las manos a su nieta y le sonríe—. Es mejor a que te hagas la idea, porque ese matrimonio se hará sí o sí.
—Por favor… —le suplica, pero el hombre la mira con esa expresión de tranquilidad.
—No quiero que te preocupes, yo te apoyaré en todo y te dejaré protegida, por si un día ese hombre se quiere divorciar. Pero sé que no será así, sé que él se dará cuenta de quién eres, tú misma se lo dirás, y podrás vivir tu felices para siempre, como te lo mereces.
La chica se deja envolver por los brazos de su abuelo, pero una persona llena de odio y envidia está oyendo tras la puerta aquellas palabras.
Se apresura en irse antes de que la encuentren y se jura a sí misma que no dejará que su prima sea feliz. Le arrebató al hombre que eligió como marido y eso le costará muy caro.
En la habitación, nieta y abuelo se separan después de ese abrazo, Franco respira profundo y mira a su nieta con seriedad, porque lo que le tiene que decir, a ella no le gustará para nada.
—Hay una cosa más… la boda será dentro de una semana, a petición de tu futuro esposo.
Zoe siente el impacto de aquellas palabras y se queda sin aire. Gira la vista hacia aquella fotografía, la toma con rabia y la parte en dos, para luego dejar escapar un grito de rabia y frustración, como si de un animal herido se tratara.
Para Daryl Marchetti tener que ir a un evento, en donde lo más abundante sería la gente era la muerte misma. Odiaba tener contacto con las personas, odiaba tener que compartir con los demás tiempo de sociabilización, tener que fingir interesarse en una conversación con otra persona por las cosas que simplemente no interesaban, todo eso para él era pérdida de tiempo. Según su padre, no siempre había sido así, que de niño era muy sociable y amable, pero eso ahora mismo no le importaba, simplemente porque no lo recordaba. Desde que tenía memoria, siempre se rehusó a participar de esos eventos y ahora la situación que estaba viviendo le daba la razón. Llega a la casa con aquella mirada que hace a todos perderse de su vista, corriendo como si fuesen a ser asesinados en un segundo, excepto por su padre, que lo acompaña hasta la habitación para seguir discutiendo el asunto de su matrimonio. —Déjame, no quiero hablar con nadie —dice con un tono gélido, pero Osvaldo, su padre, no se va. —D
Si de alguna manera podía decir que estaba totalmente en contra de casarse con aquel hombre que no conocía ahora, era revelándose el día de su boda al no dejarse peinar ni maquillar por las personas que él mismo había enviado. Si Daryl pensaba que ella se deslumbraría por esas atenciones, solo para luego hacerle la vida imposible, tal como la había amenazado, estaba muy equivocado. Ella no era una chica fácil de intimidar ni deslumbrar como otras mujeres. «—Pero, necesitas ayuda, hija… es el día de tu boda —le había dicho su abuelo.» Pero ella no quería verse bonita ni como una princesa. Quería demostrar que no necesitaba un séquito detrás de ella para lucir bien… y también quería sacar de sus casillas al novio. El vestido era divino solo porque su abuelo lo había elegido su abuelo para ella, de delicado encaje, por completo blanco inmaculado, pero en lo más profundo ella no lo quería. Probablemente ese era el vestido de novia que soñó para contraer nupcias, pero nunca imaginó que
Avanzan un par de cuadras y Zoe no se ha relajado del todo, en verdad les teme a los caballos por una situación que vivió de niña. «Si este bruto tan solo se acordara, seguro me bajaría de aquí», piensa molesta, aferrada al carruaje como gato en bañera. Pero Daryl no necesita recordar para querer sacarla de allí. Aunque quiere matarla, tampoco le gusta la idea de que termine tirándose del carro y partiéndose una pierna antes de que él pueda comenzar aquella tortura, eso sería muy sencillo, llama a alguien, quien le responde de inmediato. —Estoy a tres cuadras por el sur de la iglesia, trae el auto —cuelga y le pide al cochero con tono autoritario—. Deténgase. El hombre se detiene, Daryl salta de la carroza y Zoe lo mira con una expresión de que no puede entender aquel gesto, especialmente cuando él le extiende la mano y la anima a bajar. —¿En serio no haremos el recorrido en esto? —dice ella dubitativa, pero Daryl solo le da media sonrisa, una que no le agrada. —Bájate… y no te e
Zoe escapa al jardín, con los ojos a punto de estallar por la ira y el llanto acumulado. Respira aceleradamente, casi bufando, pensando que todo eso es culpa de Daryl… —Pero claro, como te descubrieron, ahora te haces la víctima. Sigue caminando sola, hasta que oye unos pasos, se gira pensando que es su esposo, pero ve que es su primo. —Zoe… ¿qué te pasó? —le apunta él al hombro, ella se mira y se da cuenta que tiene el vestido rasgado. —Un tierno encuentro con el amor de mi esposo —le dice tratando de parecer divertida, pero Carlo frunce el ceño y ella se deja caer en el suave césped—. Jamás pensé que podías llegar a odiar con tanta intensidad a alguien que amaste toda tu vida. —No creo que lo odies… —toma asiento a su lado—, solo estás molesta con él porque te olvidó y por la manera en que te ha tratado. Yo creo que eso se terminaría si le dijeras la verdad. —¿Y para qué? ¿Para terminar como payaso? No… —niega con vehemencia y se limpia las lágrimas—. Me gritó que ella es la mu
Cuando las puertas se cierran, Zoe se abraza el cuerpo, sus rodillas flaquean, pero se sostiene para no caer. Que la vean salir de allí digna, entera… al menos un poco. En cuanto las puertas se abren, ella camina erguida hasta la salida, el chofer que reconoce trabaja para Daryl le abre la puerta y ella se sube sin decir una palabra, se ajusta el cinturón de seguridad y ya que el auto no avanza, seguramente su infiel esposo debe venir en camino. Minutos después la puerta se abre y la voz grave de Daryl ordena que los lleven a la mansión de los Marchetti, lo escucha suspirar con cansancio, pero lo cierto es que ella está más cansada aun. Abre los ojos cuando calcula que podrían estar llegando y no se equivoca, se mira las manos, el vestido y las lágrimas amenazan con caer, pero respira profundo porque necesita pedirle algo y tiene que hacerlo con delicadeza o llevará ese vestido por el resto de su vida. —Eh… quería preguntarte —dice con duda—. ¿Podría ir a la casa de mi abuelo, para
Zoe se ha colocado su mejor traje, camina con valentía y seguridad a través de aquellos pasillos por última vez como vicepresidente y como accionista. Al llegar a la presidencia, su tío se pone de pie evidentemente afectado, se acerca a ella y la abraza. —Lo siento… con toda la premura de tu boda, olvidamos todo esto —Zoe lo mira y Francesco la guía a una silla—. La tradición dice que las mujeres de la familia al momento de casarse deben renunciar a todas sus posesiones y a cualquier otra participación en las empresas de la familia. —No lo entiendo, ¿por qué el abuelo no me dijo nada? ¡¿Cómo pudieron olvidar algo así?! —Es que todo pasó muy rápido… te juro que no quiero que te vayas, me agrada tenerte aquí, eres inteligente, perspicaz, pero… —Solo dime dónde tengo que firmar… no alarguemos esta agonía —trata de mantenerse calmada y digna, pero por dentro solo odia más a Daryl y su padre. Esos hombres solo le arruinaron la vida. Francesco asiente y manda a pedir los documentos, e
Zoe se queda sorprendida cuando la muchacha recoge la tarjeta que Daryl tiró al suelo furioso antes de salir de allí, se la entrega y ella lee en voz alta. «Ni siquiera una flor puede opacar tu belleza. Un admirador secreto que te ama.» —¿Admirador secreto? —pregunta con incredulidad y luego suelta una carcajada—. ¡Por favor… jajaja! No puedo entender que se crea algo así, ¿acaso es tan ciego que no se da cuenta que no tengo nada para cautivar a un hombre? ¿Dijeron que eran para mí? —le pregunta a la chica y esta asiente. —Sí, para la señora de la casa, esa fue la orden que traía el mensajero. —Pues no me interesa —dice entregándole el ramo—. Creí que eran de mi abuelo o mi primo, pero si no viene de ellos o de mi «esposo», cosa que dudo pase algún día, entonces no lo quiero. —Huelen delicioso… —Te las puedes quedar, si quieres. No me interesan, pueden oler mejor que un perfume de Dior, pero yo no las quiero si no proviene de alguno de los hombres de mi familia. —¿Está segura,
Luego de entrar a la casa e ir por Anabet hasta la sala, Daryl se queda con una sensación diferente, como un pequeño ruido que no lo deja tranquilo. La mujer lo mira con esa cara de inocencia mezclada con tristeza, se acerca a ella y la abraza. —¿Siempre será así cuando ella quiera escapar? ¿Vas a correr tras ella para que no se vaya? —No puedo dejarla hacer lo que le plazca, no está aquí de vacaciones. —Pues la verás más seguido, porque acaba de perder todo —Daryl la mira interrogante y ella niega con la cabeza —. No me hagas caso, mejor dime, ¿a dónde la dejaste ir? —Con tu abuelo, al parecer está enfermo. —Mi abuelo siempre ha estado enfermo, seguro te hizo creer que era grave para poder salir de aquí, no sabes lo manipuladora que puede ser. Anabet se refugia en el pecho de Daryl, dejando la duda sobre las palabras de Zoe. Pero tiene a su gente con ella, así que puede estar tranquilo, si pasa algo extraño o es una mentira de Zoe podrá hacérselo pagar con creces. La mujer se