Zoe escapa al jardín, con los ojos a punto de estallar por la ira y el llanto acumulado. Respira aceleradamente, casi bufando, pensando que todo eso es culpa de Daryl… —Pero claro, como te descubrieron, ahora te haces la víctima. Sigue caminando sola, hasta que oye unos pasos, se gira pensando que es su esposo, pero ve que es su primo. —Zoe… ¿qué te pasó? —le apunta él al hombro, ella se mira y se da cuenta que tiene el vestido rasgado. —Un tierno encuentro con el amor de mi esposo —le dice tratando de parecer divertida, pero Carlo frunce el ceño y ella se deja caer en el suave césped—. Jamás pensé que podías llegar a odiar con tanta intensidad a alguien que amaste toda tu vida. —No creo que lo odies… —toma asiento a su lado—, solo estás molesta con él porque te olvidó y por la manera en que te ha tratado. Yo creo que eso se terminaría si le dijeras la verdad. —¿Y para qué? ¿Para terminar como payaso? No… —niega con vehemencia y se limpia las lágrimas—. Me gritó que ella es la mu
Cuando las puertas se cierran, Zoe se abraza el cuerpo, sus rodillas flaquean, pero se sostiene para no caer. Que la vean salir de allí digna, entera… al menos un poco. En cuanto las puertas se abren, ella camina erguida hasta la salida, el chofer que reconoce trabaja para Daryl le abre la puerta y ella se sube sin decir una palabra, se ajusta el cinturón de seguridad y ya que el auto no avanza, seguramente su infiel esposo debe venir en camino. Minutos después la puerta se abre y la voz grave de Daryl ordena que los lleven a la mansión de los Marchetti, lo escucha suspirar con cansancio, pero lo cierto es que ella está más cansada aun. Abre los ojos cuando calcula que podrían estar llegando y no se equivoca, se mira las manos, el vestido y las lágrimas amenazan con caer, pero respira profundo porque necesita pedirle algo y tiene que hacerlo con delicadeza o llevará ese vestido por el resto de su vida. —Eh… quería preguntarte —dice con duda—. ¿Podría ir a la casa de mi abuelo, para
Zoe se ha colocado su mejor traje, camina con valentía y seguridad a través de aquellos pasillos por última vez como vicepresidente y como accionista. Al llegar a la presidencia, su tío se pone de pie evidentemente afectado, se acerca a ella y la abraza. —Lo siento… con toda la premura de tu boda, olvidamos todo esto —Zoe lo mira y Francesco la guía a una silla—. La tradición dice que las mujeres de la familia al momento de casarse deben renunciar a todas sus posesiones y a cualquier otra participación en las empresas de la familia. —No lo entiendo, ¿por qué el abuelo no me dijo nada? ¡¿Cómo pudieron olvidar algo así?! —Es que todo pasó muy rápido… te juro que no quiero que te vayas, me agrada tenerte aquí, eres inteligente, perspicaz, pero… —Solo dime dónde tengo que firmar… no alarguemos esta agonía —trata de mantenerse calmada y digna, pero por dentro solo odia más a Daryl y su padre. Esos hombres solo le arruinaron la vida. Francesco asiente y manda a pedir los documentos, e
Zoe se queda sorprendida cuando la muchacha recoge la tarjeta que Daryl tiró al suelo furioso antes de salir de allí, se la entrega y ella lee en voz alta. «Ni siquiera una flor puede opacar tu belleza. Un admirador secreto que te ama.» —¿Admirador secreto? —pregunta con incredulidad y luego suelta una carcajada—. ¡Por favor… jajaja! No puedo entender que se crea algo así, ¿acaso es tan ciego que no se da cuenta que no tengo nada para cautivar a un hombre? ¿Dijeron que eran para mí? —le pregunta a la chica y esta asiente. —Sí, para la señora de la casa, esa fue la orden que traía el mensajero. —Pues no me interesa —dice entregándole el ramo—. Creí que eran de mi abuelo o mi primo, pero si no viene de ellos o de mi «esposo», cosa que dudo pase algún día, entonces no lo quiero. —Huelen delicioso… —Te las puedes quedar, si quieres. No me interesan, pueden oler mejor que un perfume de Dior, pero yo no las quiero si no proviene de alguno de los hombres de mi familia. —¿Está segura,
Luego de entrar a la casa e ir por Anabet hasta la sala, Daryl se queda con una sensación diferente, como un pequeño ruido que no lo deja tranquilo. La mujer lo mira con esa cara de inocencia mezclada con tristeza, se acerca a ella y la abraza. —¿Siempre será así cuando ella quiera escapar? ¿Vas a correr tras ella para que no se vaya? —No puedo dejarla hacer lo que le plazca, no está aquí de vacaciones. —Pues la verás más seguido, porque acaba de perder todo —Daryl la mira interrogante y ella niega con la cabeza —. No me hagas caso, mejor dime, ¿a dónde la dejaste ir? —Con tu abuelo, al parecer está enfermo. —Mi abuelo siempre ha estado enfermo, seguro te hizo creer que era grave para poder salir de aquí, no sabes lo manipuladora que puede ser. Anabet se refugia en el pecho de Daryl, dejando la duda sobre las palabras de Zoe. Pero tiene a su gente con ella, así que puede estar tranquilo, si pasa algo extraño o es una mentira de Zoe podrá hacérselo pagar con creces. La mujer se
Pasaron un par de días más, Franco seguía decayendo en su salud y los doctores le habían dicho a Zoe que ya no quedaba nada por hacer más que esperar a que le llegara el momento. Está sentada allí, con la vista fija en su mano aferrada a la de su abuelo, cuando Carlo entra a la habitación su corazón se estruja por completo, al ver a su prima en aquellas condiciones. —Zoe… prima, por favor, ve a comer algo, yo me quedaré con el abuelo. —No… —dice en un susurro perdido. Carlo no insiste, porque sabe que su prima no le hará caso. De pronto, las máquinas comienzan a sonar y ella se para enseguida. Carlo llama a una enfermera, que entra seguida de un médico y comienzan a reanimar a Franco. Todo pasa en cámara lenta para Zoe, cómo corren, Carlo abrazándola y luego la cara del doctor al ver la hora en su reloj. —Hora del deceso… dieciocho horas, catorce minutos —se acerca a Zoe y Carlo, pero antes de que hable, Zoe lo detiene. —No me lo diga… por favor no… Poco a poco su cuerpo cae al
Al llegar a la mansión Marchetti, Zoe se va directo a la habitación como si fuera un robot. Daryl la sigue, porque necesita hablar con ella sobre ese posible embarazo, pero cuando la chica abre la puerta de la habitación, se tambalea segundos antes de desplomarse. Daryl logra tomarla entre sus brazos antes de que se golpee contra el piso y comienza a gritar por alguien que llame al doctor. La lleva a la cama, se aparta y puede ver la expresión de la chica, que no se parece en nada a la que vio en aquella fiesta, risueña, alegre y con un brillo especial. Estaba por completo apagada, demacrada y con profundas ojeras bajo sus ojos. Rita se para en la puerta para decirle que el doctor llegará en unos minutos. —Prepárele una sopa, algo ligero, pero que sea rápido. —Sí, señor. Rita sale corriendo para cumplir con la orden, mientras que Zoe recupera poco a poco la consciencia. —¿Qué me pasó? —Te desmayaste —le dice él tomando asiento en una silla al lado de la cama y cruzando los dedo
Zoe se sienta a la mesa para el desayuno, pensando qué rayos hacer ese día, porque sin trabajar, se está volviendo loca. Luego, se le ocurre una idea para nada ilógica. A ella la despojaron de sus acciones y de su puesto en la vicepresidencia de la empresa, porque según la tradición, la mujer debe quedarse en casa cuidando al marido y los hijos, pero como su esposo no tiene interés en ella y no tienen hijos, puede hacer algo desde casa. Sonríe feliz por su idea en el momento en que Daryl se sienta al lado de ella para desayunar. —Es extraño verte sonreír, seguro estás pensando en tu admirador —le dice con tono agrio. —No necesito pensar en alguien para sonreír, es solo que tuve una idea para no morir de aburrimiento sin hacer nada aquí. —Sobre eso, que bueno que tocas el tema —pone aquella expresión seria y Zoe sabe que su desayuno está a punto de arruinarse—. No sé qué concepto de matrimonio tienes, pero no quiero una esposa mantenida… —¡¿Disculpa?! —se pone de pie con brusqueda