Zoe se sienta a la mesa para el desayuno, pensando qué rayos hacer ese día, porque sin trabajar, se está volviendo loca. Luego, se le ocurre una idea para nada ilógica. A ella la despojaron de sus acciones y de su puesto en la vicepresidencia de la empresa, porque según la tradición, la mujer debe quedarse en casa cuidando al marido y los hijos, pero como su esposo no tiene interés en ella y no tienen hijos, puede hacer algo desde casa. Sonríe feliz por su idea en el momento en que Daryl se sienta al lado de ella para desayunar. —Es extraño verte sonreír, seguro estás pensando en tu admirador —le dice con tono agrio. —No necesito pensar en alguien para sonreír, es solo que tuve una idea para no morir de aburrimiento sin hacer nada aquí. —Sobre eso, que bueno que tocas el tema —pone aquella expresión seria y Zoe sabe que su desayuno está a punto de arruinarse—. No sé qué concepto de matrimonio tienes, pero no quiero una esposa mantenida… —¡¿Disculpa?! —se pone de pie con brusqueda
Cuando la tarjeta de invitación llega a las manos de Zoe, mira el techo y se deja caer en una silla cerca suyo. Otra fiesta más, esta vez para celebrar el cumpleaños de la princesa Anabet, como si no fuera suficiente ya tener que verla al menos día por medio allí, haciéndole arrumacos a Daryl y mirándola de manera despectiva. Lo único que la consuela es que Daryl ya no la deja que lo bese delante de ella, porque en verdad eso sería mucho más humillante. Aquel día dejó que el estar allí, en su lugar secreto y recordar el pasado, la hiciera vulnerable. Por eso, ahora trataba de no coincidir con su esposo, no fuera que otro ataque de amabilidad le llegara y terminara peor que un beso. Rita aparece esta vez con una caja algo más grande y una rosa roja. —¿Otro regalo? —Sí, de la misma persona que no sabemos quién es. —Llévelo a la habitación, por favor. Vuelve a meterse en el trabajo que se trae entre manos, uno que involucra a Carlo, pero de manera silenciosa, para no tener problema
Cuando Zoe termina de arreglarse, se mira frente al espejo y queda impresionada de ella misma. Aunque la muerte de su abuelo ha sido reciente, su primo Carlo le dijo que no se dejara morir, que su abuelo no quería eso para ella y pues… sí tenía razón. Si ella se dejaba hundir en la tristeza, solo iba menospreciar lo que sus padres y su abuelo le enseñaron desde pequeña. Además, el duelo lo llevaba dentro desde hace años, ahora podía hacer lo mismo, mantenerse firme por fuera aunque por dentro estuviera destrozada. Se coloca unos aros de plata con una fina perla, se coloca la máscara y extiende los brazos para que las alas de su disfraz también lo hagan. Sí, el disfraz que eligió es un ángel, su madre le decía que eso había sido ella desde que supo que estaba embarazada. Es un vestido que se ajusta a sus curvas con delicadeza, de manga corta y escote reina Anna, las alas son de plumas suaves y blancas, con toques plateados en las orillas, dándole un aura especial a la luz de la habit
Zoe no puede creer que tuviera tan mala suerte para que Daryl la encontrara así, no entiende nada de lo que al tipo frente a ella le pasó para hacer algo así. —Daryl… no es lo que piensas… —se apresura en decir, pero por supuesto que no la escucha. —¡¿Ah no?! Entonces no te estabas besando con tu amante, ¿verdad? —¡Yo no lo besé y no es mi amante! —le dice ella con firmeza, pero lo que pasa a continuación le resulta como una bofetada. —Me siento profundamente ofendido, Zoe —dice el hombre con un tono de voz herido y ella lo mira como si quisiera matarlo. —¡Cállate! Yo a ti no te conozco más que desde hace diez minutos… —¡Pero bien que te viniste con él a su habitación! —brama Daryl y tira de ella para sacarla del lugar—. Eres una descarada, sucia y traicionera, pero qué se puede esperar de una mujer a la que le gusta meterse en la cama de hombres comprometidos, seguramente este también tiene una relación que quieras fastidiar. —No sigas por ese camino, porque te vas a arrepentir
Cuando Zoe abre los ojos, se despereza, se gira y se encuentra la imagen que no pensó jamás encontrar. Era hermoso. Dormido, Daryl es realmente hermoso, se ve joven, relajado, como si nada lo atormentara. Se parece tanto a su versión de aquel hombre que tantas veces soñó que llegaba con ella para cumplir su promesa. No puede evitar que un par de lágrimas salgan de sus ojos, se levanta con cuidado, se coloca una bata para capear el frío y baja a la cocina para preparar algo de desayunar. En el momento que cruza la puerta, el hombre abre los ojos, observando el espacio que ahora está vacío, sin poder olvidar la imagen de aquella mujer que se ve tan bella dormida, en especial porque no puede decirle nada que sea contrario a lo que él diga. Se gira un poco, observa el techo unos minutos y luego decide que es momento de levantarse, pero primero, cumple con su rutina de ejercicios en el gimnasio de la casa. Zoe sube con una bandeja llena de cosas que la señora del servicio le dice que
Sanders entra con Zoe a la casa y la deja en el sofá, mientras por la radio llama a una de las chicas del servicio que estudia enfermería. —¡¿Qué le pasó?! —dice Daryl, acercándose a Zoe con preocupación. —No lo sé, estaba haciendo la revisión de rutina y la vi tambalearse, luego solo se desplomó. —Llévala a la habitación, que la revisen allí y… —Daryl… no me siento bien —lo interrumpe Anabet y también se desmaya. —Lo que me faltaba —dice sosteniendo a Anabet y dejándola en el sofá en donde estaba Zoe. Sanders sube con ella las escaleras, Rita le ayuda a abrir la puerta y la chica que mandó a llamar llega para revisar a Zoe. Tanto Rita como Sanders se quedan allí, el segundo muy preocupado, porque con cada día que pasa, se siente más atraído por ella. Zoe abre los ojos, de los cuales corre un hilillo de lágrimas, se pone de pie con dificultad y camina hasta el vestier. —Señora, debería quedarse a descansar, lo más probable es que sea la tensión que se le bajó. —Estoy bien, so
Doce años atrás… Para Zoe, estar con su amigo era lo mejor que le podía pasar, en especial porque sus padres viajaban mucho por causa del trabajo. Para Daryl, era lo mismo, también pasaba mucho tiempo solo y nada de lo que hiciera lo hacía sentir mejor, excepto compartir sus días con Zoe. Cuando Daryl se fue aquellos días con sus padres a la playa, Zoe se sintió muy sola, pero eso le ayudó a decidirse y decirle al chico lo que sentía por él. Aunque tenía cierto temor de ser rechazada, lo haría de todas maneras, porque quien no arriesga no cruza el río. Pero, la sorpresa fue para ella, cuando Daryl le regaló aquella pulsera de caracolas, haciéndole una promesa de amor, a la que Zoe no dudó en responder de manera afirmativa, porque ella también lo quería. En ese instante, en que van de camino al parque de diversiones, ella siente miles de mariposas en su estómago y ve todo de una manera distinta, como si el mundo tuviera más color. Durante el trayecto al lugar, Daryl no le suelta la
Los días se convirtieron en semanas, Zoe salía cada vez que Anabet dejaba la casa y paseaba por el jardín, hablaba con Robert y luego se encerraba. Pero Daryl no estaba contento con todo eso, llevaba casi un mes sin dormir y la situación se le estaba haciendo insostenible.Quiso enviar a Anabet a un departamento, para que estuviera más cómoda, pero se negó rotundamente. Lo curioso es que, al inicio buscaba estar con él, pero de un día para otro dejó de insistir y solo le daba uno que otro beso cuando nadie los veía.Así, se llegó un día que para Zoe siempre había sido de alegría, pero hoy sería muy diferente.Al abrir los ojos, suspira cansada, ese día es su cumpleaños y no tendrá el saludo ni las canciones de su abuelo. Pero sí el de alguien especial para ella, su teléfono repica y al ver quién es, sonríe.—Buenos días, prima hermosa… ¡Feliz cumpleaños!—Gracias, primo hermoso, aunque no sé si sea muy feliz.—¡Claro que lo será! Te envié un regalo que sé te va a encantar, ya lo verás