Madelaine llegó al piso con la esperanza de animar a Brenda, pero al acercarse a la habitación, la encontró acurrucada en la cama, con lágrimas rodando por su rostro sin cesar. Brenda no dejaba de llorar, y el sonido ahogado de su llanto llenaba el lugar. Madelaine suspiró profundamente, sentándose al borde de la cama. Con suavidad, comenzó a acariciar la espalda de su amiga en un intento por consolarla.—Sé que te sientes terrible por todo lo que está pasando, Brenda —comenzó con voz dulce—, pero una vez más te recuerdo que tienes mi apoyo y comprensión. Estoy aquí para ti, si me lo permites. Ahora lo único que deseo es hacer algo por ti, cualquier cosa que pueda mejorar tu estado de ánimo.Brenda suspiró, secándose las lágrimas con la manga de su pijama.—Haidar… Lo primero que hizo esta mañana fue levantarse y marcharse al trabajo. Ni siquiera nos vimos. Se fue como si nada —dijo, con voz rota.—¿No es eso lo que quieres? —preguntó Madelaine con cuidado—. Que te deje tranquila y se
Haidar apretó los labios, mirando a su tía con un poco de tristeza.—Lo lamento mucho, tía, pero tendremos que hablar después —soltó, mientras ajustaba el botón de su chaqueta—. En este momento tengo algo importante que hacer.Las palabras de su sobrino dejaron a Aisha completamente indignada. ¿Cómo podía simplemente dejarla allí, ignorando sus reclamos como si no importaran? La mujer frunció el ceño y comenzó a seguirlo, exigiendo respuestas mientras caminaba tras él.—¡Haidar! ¡No puedes dejarme con tantas preguntas! ¡Dime qué es lo que estás pensando! —le gritó, pero el árabe no se detuvo.Con el paso firme y decidido, Haidar siguió avanzando hacia el lugar donde se llevaría a cabo la rueda de prensa. Sus pasos resonaban en los pasillos, mientras su tía, insistente, continuaba tras él. Finalmente, Aisha se detuvo al darse cuenta de que su sobrino no iba a ceder. Respiró profundamente, furiosa, y se quedó en su lugar.Aurora, quien había estado observando la escena, apresuró el paso
De regreso en su oficina, Haidar se dejó caer sobre el cómodo y amplio sofá. Cerró los ojos, repasando en su mente cada palabra que había pronunciado. Había sido sincero, directo, y aunque la presión seguía pesando sobre sus hombros, se sentía un poco más ligero.Amaba a Brenda. Por supuesto que la amaba. Y estaba dispuesto a luchar por ella y por los hijos que esperaban juntos.El sonido de la puerta abriéndose lo sacó de sus pensamientos. Levantó la mirada y allí estaba Aisha, su tía, con el rostro enrojecido por el enojo. Sus ojos ardían de furia mientras avanzaba hacia él.—¿Crees que te vas a librar de mí tan fácilmente? —espetó, cruzando los brazos frente a él.Haidar tragó saliva, sintiendo que la confrontación apenas comenzaba.—Tía, sé que vas a empezar con lo mismo otra vez, pero quiero que tengas algo claro. Nada de lo que me digas me hará cambiar de opinión. Brenda es la persona a la que amo, y no voy a renunciar a ella.Aisha golpeó la mesa con el puño, perdiendo el contr
Días después, el silencio seguía siendo una constante entre ambos. La distancia entre Brenda y Haidar parecía ir creciendo cada vez más, como una barrera invisible que ninguno de los dos estaba dispuesto a cruzar. Brenda evitaba cualquier encuentro con él, y Haidar, por su parte, también se mantenía al margen, consciente de que su presencia solo empeoraría las cosas. Sus días se habían vuelto un ciclo monótono: él se levantaba temprano, se iba al trabajo, regresaba tarde, comía solo y, tras una ducha rápida, se dejaba caer en la cama, intentando apagar sus pensamientos. Brenda, en cambio, permanecía en su habitación casi todo el día.Pero aquella noche, el destino decidió jugarles una carta diferente.Haidar se detuvo en seco al entrar al comedor y encontrarla allí, sentada a la mesa. Miró su reloj y confirmó que eran casi las once de la noche. Era extraño verla fuera de su habitación a esa hora. Brenda, al notar su presencia, levantó la mirada. Sus ojos, aunque cansados, estaban llen
Madelaine dejó escapar un suspiro, el enésimo del día, mientras sus pensamientos giraban en torno a la complicada situación de su amiga Brenda. No podía evitar preocuparse por ella. Todo parecía haberse enredado de una manera tan caótica que apenas podía comprender cómo su amiga estaba lidiando con todo, especialmente estando embarazada de trillizos. En ese momento, Jamal entró en la habitación y la miró con preocupación. Con solo verla, sabía que algo seguía rondando su mente.—¿Todavía pensando en la situación de Haidar y Brenda? —preguntó suavemente, sentándose a su lado. Su tono mostraba comprensión, pero también buscaba tranquilizarla—. Sé que eso te tiene mal, pero, por tu bien y tu bienestar, deberías calmarte. Al final, ellos son los únicos que pueden solucionar sus problemas.Madelaine lo miró, pero sus ojos reflejaban la misma inquietud.—Eso no quita el hecho de que me preocupo demasiado por ella —dijo, con un tono cansado—. No puedo evitar pensar en lo que pasará mañana, m
Haidar salió del trabajo con la mente saturada. Había pasado todo el día intentando concentrarse, pero sus pensamientos no lo dejaban en paz. Brenda estaba en todas partes: ella estaba en cada cosa, en él. Ni hablar de la culpa que lo carcomía, y la sensación de pérdida era tan insoportable sobre sus hombros.Condujo sin rumbo fijo, hasta que sus manos casi automáticamente lo llevaron hacia un bar. Sabía que ahogar sus problemas en alcohol no solucionaría absolutamente nada, pero no tenía energía para luchar contra sus impulsos. Estacionó el auto y entró, con el rostro sombrío y los ojos cargados de una tristeza que era imposible de disimular.El bar estaba un poco iluminado. Se acercó a la barra y el barman, un joven de rostro amable, lo saludó con cortesía.—¿Qué le ofrezco, señor?Haidar lo miró brevemente antes de hablar.—Dame algo fuerte. Lo más fuerte que tengas —ordenó con un tono seco.El barman asintió y comenzó a preparar la bebida. Mientras esperaba, Haidar giró la cabeza
Haidar llegó al piso casi de milagro. Estaba demasiado borracho para ser consciente de sus acciones, pero aún recordaba el camino lo suficiente como para llegar a casa. Apenas cerró la puerta, se dejó caer en el suelo de la sala. Las lágrimas comenzaron a correr por su rostro, y pronto se convirtió en un llanto incontrolable.No intentó ocultar sus emociones. Los gemidos de dolor llenaron el silencio del lugar, como si fuera un niño pequeño incapaz de manejar todo lo que sentía.Marilyn, que estaba terminando de ordenar algunas cosas en la cocina, escuchó el llanto. Salió de inmediato para ver qué estaba sucediendo y encontró a Haidar tirado en el suelo, con el rostro entre las manos.—Señor… —mencionó, con voz lenta, acercándose un poco.Haidar levantó la cabeza lentamente y la miró con los ojos enrojecidos.—¿También crees que soy patético? ¿Un perdedor? —preguntó, su voz cargada de amargura.Marilyn negó con la cabeza de inmediato.—Nunca pensaría eso de usted, señor. ¿Quiere que l
Brenda se despertó a la mañana siguiente con la luz del sol filtrándose a través de la ventana. Al principio, la luz era molesta, pero rápidamente se acostumbró a su brillo cálido. Se levantó lentamente de la cama, todavía sintiendo el peso de la noche anterior, y caminó hacia el baño para ducharse. Mientras el agua caía sobre ella, reflexionó sobre el día que tenía por delante: el día en que finalmente dejaría el lujoso piso que había compartido con Haidar y se mudaría a un nuevo lugar que él había escogido.Cuando terminó de peinarse, sonaron suaves golpes en la puerta.—¿Quién es? —preguntó Brenda, su voz aún un poco adormilada.—Soy yo, Alexandra. ¿Puedo pasar? —expresó la mujer al otro lado.Brenda respiró hondo y le dijo:—Sí, por supuesto que puedes pasar.En pocos momentos, Alexandra entró en la habitación con una sonrisa cálida.—Buenos días, Brenda. Espero que hayas dormido bien. El desayuno ya está listo. Haidar me indicó que empaques lo que consideres necesario; se encarga