El día de la cirugía había llegado. Haidar se encontraba en la cama, nervioso, mientras los médicos se preparaban para llevarlo al quirófano. Aunque intentaba mantener la calma, sentía una miedo. Sabía que todo saldría bien; eso era lo que debía creer.Mientras tanto, Brenda había llegado al hospital, acompañada por Jamal y Madelaine. Juntos se dirigieron a la sala de espera, donde la ansiedad se palpaba en el aire. La sala era fría y silenciosa, interrumpida solo por el sonido de los pasos de algunas enfermeras y el murmullo lejano de conversaciones.— ¿Crees que todo saldrá bien? —preguntó Brenda, su voz temblando ligeramente.Jamal intentó ofrecerle una sonrisa tranquilizadora. — Claro que sí. Los médicos son expertos en esto. Haidar está en buenas manos.Madelaine asintió, pero sus ojos también reflejaban preocupación. — Lo importante es que él es fuerte. Y tiene a todos nosotros apoyándolo.Los minutos se convirtieron en horas mientras esperaban, cada uno atrapado en sus propio
El gran día había llegado para Brenda, quien se encontraba a horas de dar a luz. Anhelaba conocer a sus trillizos, tenerlos en sus brazos, pero el temor a lo desconocido también la acechaba. Sin experiencia previa, no podía evitar preguntarse cómo sería todo.Mientras se acomodaba en la cama, un quejido involuntario escapó de sus labios, lo que terminó despertando a Haidar. Él se giró rápidamente hacia ella y, al notar el líquido empapando las sábanas, comprendió que había roto fuente.—Haidar, creo que ha llegado el momento. El miedo se apoderó de Haidar. Abrió los ojos de par en par; si bien la cesárea estaba programada, ahora todo parecía haberse adelantado. — ¿En serio? ¡Dios mío! Tenemos que ir al hospital de inmediato!Brenda trató de inhalar y exhalar con frecuencia, intentando calmarse ante el creciente dolor de las contracciones, que se intensificaban cada vez más. Sin poder esperar por una ambulancia, Haidar la ayudó a llegar al auto y condujo como un loco hacia el hospita
FINAL Támara tenía los ojos tan grises y el cabello castaño, mientras que Amira poseía unos ojos ámbar brillantes. Jamil, por su parte, tenía los mismos ojitos grises que su hermana Támara y su cabello oscuro como el ébano. Indudablemente, los niños se parecían más a su padre que a ella. Brenda no podía evitar sonreír al ver cómo los rasgos de Haidar se reflejaban en sus pequeños, una mezcla perfecta de ambos.Los primeros días de la nueva vida como padres habían sido un verdadero desafío. Brenda y Haidar estaban acostumbrándose a esta etapa tan diferente, aprendiendo y conociendo más sobre sus hijos, aunque no era nada fácil lidiar con tres recién nacidos al mismo tiempo.Haidar se sentía agotado, pero también inmensamente feliz de poder compartir esa experiencia con Brenda. Se esforzaba por estar presente, haciendo todo lo posible para trabajar desde casa y ayudar con las tareas del hogar, de modo que no se perdiera ni un segundo de la vida de sus hijos.Esa noche, Haidar estaba ar
Epílogo El gran día finalmente había llegado. Brenda se sentía tan nerviosa como si fuera la primera vez que enfrentaba un momento tan importante, sí, sí era su primera vez. De pie frente al espejo, envuelta en un vestido blanco de seda que caía con elegancia hasta el suelo, diseñado a la perfección para ella, no podía evitar sentir que estaba viviendo un auténtico cuento de hadas. Sus delicadas manos sujetaban con firmeza un ramo de flores frescas, vibrantes y cuidadosamente seleccionadas. Su cabello, recogido con delicadeza, dejaba escapar algunos mechones que enmarcaban su rostro, mientras que el maquillaje ligero resaltaba sus bellas facciones con sutileza. Brenda era la viva imagen de la felicidad, y todo a su alrededor parecía confirmar que este día era tal como lo había soñado.Cuando llegó el momento de salir, su corazón latía con fuerza, la emoción y alegría eran difícil de contener. Estaba a punto de enlazar su vida con Haidar, el hombre que había conquistado su corazón, el
Respirar allí se volvió una tarea complicada. Brenda se encontraba en la suite presidencial, impregnado de un lujo que parecía burlarse de la realidad de Brenda. Las paredes estaban adornadas con arte contemporáneo, y los muebles, de diseño exquisito, brillaban bajo la luz tenue de las lámparas. Sin embargo, la opulencia de aquel lugar no podía ahogar el nudo en su estómago. Brenda se sentó en el sofá, todavía sintiendo que todo a su alrededor se movía, sus pensamientos dándole vueltas mientras repasaba una y otra vez el motivo de su presencia allí. Ella, se sentía tan extraña. Todavía no comprendía de dónde había salido el valor y aquel convencimiento, cuando decidió conseguir dinero a toda costa. Era una joven desesperada, impulsada por la necesidad de salvar a su madre. La enfermedad que la consumía no daba tregua, y cada día que pasaba, el tiempo se convertía en su enemigo. Había tomado una decisión que nunca imaginó que tendría que considerar: vender su virginidad. La ide
Brenda se encontraba en su casa, con el contrato aún en la mano, sintiéndose más nerviosa que nunca. Cada palabra escrita en ese papel era un recordatorio de la decisión que había tomado, una decisión que cambiaría su vida y la de su madre para siempre. Mientras miraba el contrato, la ansiedad la invadía y su mente giraba en torno a lo que significaba todo esto. Todavía tenía grabado a fuego en su cabeza, la intensidad de sus ojos grisáceos mirándola con intensidad. Brenda, en ese momento se llevó una mano a su pecho y sentía su corazón palpitando con fuerza, como si solo el recuerdo se sentía tan real que le continuara afectando de esa manera. —¿De verdad estoy haciendo lo correcto? —se preguntó a sí misma mientras se dejaba tirar sobre el sofá. No es que tenía opción de cambiar de opinión, ya que su firma era parte de ese contrato. Así que, retractarse no iba a solucionar las cosas. No había forma de volverse atrás. Luego, la mujer reparó en su situación y la de su madre. B
Brenda se despertó de un profundo sueño cuando escuchó el timbre de la puerta resonar en la casa. Con la mente aún nublada por el sueño, se levantó de la cama y se dirigió a la entrada. Al abrir la puerta, se sorprendió al ver a un hombre de pie en el umbral, sosteniendo una enorme caja envuelta con un lazo elegante.La sorpresa la invadió, y su corazón dio un vuelco. ¿Qué era esto? Pero rápidamente, un pensamiento cruzó por su mente: El hombre árabe. Era casi seguro que Haidar había enviado ese regalo, y el simple hecho la llenó curiosidad, pero era más el nerviosismo que ahora se adueñaba de ella. —Buenos días —saludó el mensajero, sonriendo cortésmente—. Esto es para ti, ¿Brenda Saywell? Ella tragó con dureza. Así que no era una equivocación y el paquete sí era para ella. —Sí, soy yo. Muchas gracias. Brenda recuperó el aliento y tomó la caja con ambas manos, agradeciendo al hombre por su entrega con un gesto cordial antes de cerrar la puerta. Una vez a solas, su corazón latía c
Brenda despertó esa mañana con el corazón aún acelerado por lo que había sucedido la noche anterior. Mientras trataba de organizar sus pensamientos, el sonido del timbre de su puerta la sacó de su ensueño. ¿Quién podría ser? Al abrir, se encontró con Haidar, quien la miraba con una sonrisa enigmática.—Buenos días, Brenda. —su tono era firme y directo—. Estoy aquí para llevarte a un lugar importante.En ese momento se preguntaba cómo él había conseguido su dirección, sin embargo, no le preguntó al respecto.—¿A dónde? —quiso saber, sintiéndose un poco nerviosa, apenada por andar en esas fachas. —Al registro civil. —informó como si nada. Brenda se quedó atónita. La idea de casarse de forma tan repentina la llenó de pánico. Sin embargo, era algo que de todos modos iba a ocurrir. —¿Ahora? —Sí. Como acordamos. Nuestro matrimonio es parte del contrato, y es hora de formalizarlo. —mencionó sin titubeos. Ella tragó saliva, sintiéndose cada vez más nerviosa. —Pero… no creí que sería hoy