04

Brenda despertó esa mañana con el corazón aún acelerado por lo que había sucedido la noche anterior. Mientras trataba de organizar sus pensamientos, el sonido del timbre de su puerta la sacó de su ensueño. ¿Quién podría ser? Al abrir, se encontró con Haidar, quien la miraba con una sonrisa enigmática.

—Buenos días, Brenda. —su tono era firme y directo—. Estoy aquí para llevarte a un lugar importante.

En ese momento se preguntaba cómo él había conseguido su dirección, sin embargo, no le preguntó al respecto.

—¿A dónde? —quiso saber, sintiéndose un poco nerviosa, apenada por andar en esas fachas.

—Al registro civil. —informó como si nada.

Brenda se quedó atónita. La idea de casarse de forma tan repentina la llenó de pánico. Sin embargo, era algo que de todos modos iba a ocurrir.

—¿Ahora?

—Sí. Como acordamos. Nuestro matrimonio es parte del contrato, y es hora de formalizarlo. —mencionó sin titubeos.

Ella tragó saliva, sintiéndose cada vez más nerviosa.

—Pero… no creí que sería hoy.

Haidar la miró fijamente, su expresión no cambiaba.

—Ya hemos hablado de eso.

Brenda sintió que su estómago se revolvía. Era un acuerdo, pero la realidad se sentía terrible. Sin embargo, no había vuelta atrás.

—De acuerdo. Estaré lista en media hora, eso intentaré.

Entonces apareció un hombre, que en silencio, se dirigió a Haidar y le dio una caja. Brenda se enrojeció cuando el árabe le extendió la misma.

—Quiero que uses ese vestido. Es cómodo y de tu talla. También hay un par de zapatos.

Ella solo asintió.

Él la esperó en el auto, mientras que Brenda se apresuró en arreglarse. El vestido era color pastel, solo un poco más abajo de las rodillas. Cubría sus hombros, era tan elegante. Se subió a los Louboutin blancos y suspiró.

Después se arregló el cabello y se maquilló solo un poco.

***

Aceptó su mano y se subieron al auto. El trayecto fue silencioso, con ella perdida en sus pensamientos y él concentrado en la carretera.

Una vez en el registro civil, la ceremonia fue rápida y sencilla. Firmaron los documentos, y cuando salió de allí, Brenda sintió que su vida había cambiado para siempre.

Al salir, Haidar se volvió hacia ella, sus ojos serios.

—Ahora que estamos casados, te pasaré a buscar más tarde.

—¿Para qué? —inquirió, sintiéndose un poco inquieta.

—Para consumar nuestro matrimonio. —soltó, con un tono frío y directo, luego sonrió con picardía.

Brenda sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Yo... No estoy lista, ¿podríamos hacerlo mañana?

—Creo que no te quedó lo suficientemente claro —resopló, un poco impaciente.

Ella apretó los labios, sintiendo que sus mejillas ardían.

—Está bien, estaré lista.

Haidar la observó, satisfecho

—No te preocupes, te prometo que será una experiencia… interesante.

Brenda tragó saliva, sintiéndose con un mar de sensaciones desconocidas.

—Te recogeré en unas horas —prometió inclinándose para darle un breve beso en la frente antes de alejarse.

Ella sintió que casi se desmayaba.

***

Brenda se miró al espejo de cuerpo completo, sintiendo incomodidad por la lencería negra que Haidar le había enviado. Se sintió aplastada por una míriada emociones; la culpa comenzaba a hacerse presente en su interior. ¿Qué estaba haciendo? La ropa, diseñada para realzar su figura, la hizo sentir asqueada. No era ella misma.

Con un suspiro profundo, se obligó a seguir adelante. No tenía otra opción. Se puso un abrigo sobre la lencería, tratando de ocultar lo que llevaba debajo, y se sentó en el salón a esperar a Haidar, quien la recogería cerca de las diez. Las manos le temblaban y su corazón latía desbocado. Esto era real, estaba a punto de suceder.

El claxon de un auto sonó afuera, sacándola de sus pensamientos. Era Haidar. Con un nudo en el estómago, salió de casa, la noche se sentía fría y pesada. Al entrar al vehículo, el intenso perfume de Haidar la golpeó como un tsunami de sensaciones. Era un olor a deseo, a lo desconocido.

—Espero que lleves puesta la lencería —dijo Haidar, mirándola con una sonrisa que la hizo sentir expuesta.

—Sí —expulsó, sintiéndose aún más nerviosa.

—Nos vamos a divertir mucho, Brenda. Solo relájate, esta noche será inolvidable —aseguró mientras ponía el auto en marcha.

A medida que se acercaban al hotel, Brenda sintió el sudor frío recorrer su frente. Había prometido ser cuidadosa, pero la idea de estar con un hombre como Haidar la aterrorizaba. Sin embargo, sabía que se había comprometido a esto, todo por su madre.

Al llegar, Haidar la llevó a la habitación con un aire de confianza. Los nervios estaban a flor de piel. Cuando finalmente se quedaron a solas, él la miró con una intensidad que la hizo sentir vulnerable y expuesta.

—Eres hermosa —dijo él, mientras se acercaba, su voz era un susurro cargado de deseo.

Brenda sintió que su corazón latía con fuerza. Era un espécimen impresionante, y la idea de ser desvirgada por él la llenaba de miedo y excitación. Sin pensarlo, Haidar comenzó a besarla, llenando la habitación con una energía eléctrica.

Mientras él la besaba, ella se sintió atrapada entre el deseo y la inseguridad. Se dejó llevar, pero cada caricia era un recordatorio de que esto era un negocio, un contrato firmado.

Cuando finalmente se encontraron en la cama, Brenda sintió cómo el mundo se desvanecía a su alrededor. Haidar era un amante experimentado, y ella, una virgen inexperta. La mezcla de dolor y placer la llevó a un estado de euforia, y un grito se escapó de su boca cuando él se fundió en ella.

—¿Estás bien? —preguntó Haidar, dejándose caer a su lado mientras ella trataba de recuperar la respiración.

Brenda solo pudo mover la cabeza en un asentimiento. Las palabras se le habían quedado atascadas en la garganta. Se sentía muda, aturdida por lo que acababa de suceder.

Luego, todo acabó. Él cayó a su lado, exhausto y ella quiso desaparecer. De pronto el árabe la atrajo a él.

Se sentía tan extraña, tan ajena a ella misma. Quería llorar, pero se contuvo. Aún con la cabeza sobre su pecho desnudo, sopesaba en lo ocurrido.

Iba a decir algo, pero él la interrumpió.

—La deuda con el banco y el hospital han sido saldadas, el tratamiento de tu madre ya ha sido cubierto. Ambos estamos a mano, podrás obtener el pago completo, una vez el bebé nazca y se termine el año de contrato. Si ahora necesitas dinero, yo me encargaré. Solo así podré asegurarme de que permanezcas a mi lado.

Ella se quedó en silencio. Sabía que ese hombre no era un tonto, era demasiado inteligente. Las lágrimas comenzaron a escapar. Se sentía sucia, una cualquiera.

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