Brenda despertó esa mañana con el corazón aún acelerado por lo que había sucedido la noche anterior. Mientras trataba de organizar sus pensamientos, el sonido del timbre de su puerta la sacó de su ensueño. ¿Quién podría ser? Al abrir, se encontró con Haidar, quien la miraba con una sonrisa enigmática.
—Buenos días, Brenda. —su tono era firme y directo—. Estoy aquí para llevarte a un lugar importante. En ese momento se preguntaba cómo él había conseguido su dirección, sin embargo, no le preguntó al respecto. —¿A dónde? —quiso saber, sintiéndose un poco nerviosa, apenada por andar en esas fachas. —Al registro civil. —informó como si nada. Brenda se quedó atónita. La idea de casarse de forma tan repentina la llenó de pánico. Sin embargo, era algo que de todos modos iba a ocurrir. —¿Ahora? —Sí. Como acordamos. Nuestro matrimonio es parte del contrato, y es hora de formalizarlo. —mencionó sin titubeos. Ella tragó saliva, sintiéndose cada vez más nerviosa. —Pero… no creí que sería hoy. Haidar la miró fijamente, su expresión no cambiaba. —Ya hemos hablado de eso. Brenda sintió que su estómago se revolvía. Era un acuerdo, pero la realidad se sentía terrible. Sin embargo, no había vuelta atrás. —De acuerdo. Estaré lista en media hora, eso intentaré. Entonces apareció un hombre, que en silencio, se dirigió a Haidar y le dio una caja. Brenda se enrojeció cuando el árabe le extendió la misma. —Quiero que uses ese vestido. Es cómodo y de tu talla. También hay un par de zapatos. Ella solo asintió. Él la esperó en el auto, mientras que Brenda se apresuró en arreglarse. El vestido era color pastel, solo un poco más abajo de las rodillas. Cubría sus hombros, era tan elegante. Se subió a los Louboutin blancos y suspiró. Después se arregló el cabello y se maquilló solo un poco. *** Aceptó su mano y se subieron al auto. El trayecto fue silencioso, con ella perdida en sus pensamientos y él concentrado en la carretera. Una vez en el registro civil, la ceremonia fue rápida y sencilla. Firmaron los documentos, y cuando salió de allí, Brenda sintió que su vida había cambiado para siempre. Al salir, Haidar se volvió hacia ella, sus ojos serios. —Ahora que estamos casados, te pasaré a buscar más tarde. —¿Para qué? —inquirió, sintiéndose un poco inquieta. —Para consumar nuestro matrimonio. —soltó, con un tono frío y directo, luego sonrió con picardía. Brenda sintió un escalofrío recorrer su espalda. —Yo... No estoy lista, ¿podríamos hacerlo mañana? —Creo que no te quedó lo suficientemente claro —resopló, un poco impaciente. Ella apretó los labios, sintiendo que sus mejillas ardían. —Está bien, estaré lista. Haidar la observó, satisfecho —No te preocupes, te prometo que será una experiencia… interesante. Brenda tragó saliva, sintiéndose con un mar de sensaciones desconocidas. —Te recogeré en unas horas —prometió inclinándose para darle un breve beso en la frente antes de alejarse. Ella sintió que casi se desmayaba. *** Brenda se miró al espejo de cuerpo completo, sintiendo incomodidad por la lencería negra que Haidar le había enviado. Se sintió aplastada por una míriada emociones; la culpa comenzaba a hacerse presente en su interior. ¿Qué estaba haciendo? La ropa, diseñada para realzar su figura, la hizo sentir asqueada. No era ella misma. Con un suspiro profundo, se obligó a seguir adelante. No tenía otra opción. Se puso un abrigo sobre la lencería, tratando de ocultar lo que llevaba debajo, y se sentó en el salón a esperar a Haidar, quien la recogería cerca de las diez. Las manos le temblaban y su corazón latía desbocado. Esto era real, estaba a punto de suceder. El claxon de un auto sonó afuera, sacándola de sus pensamientos. Era Haidar. Con un nudo en el estómago, salió de casa, la noche se sentía fría y pesada. Al entrar al vehículo, el intenso perfume de Haidar la golpeó como un tsunami de sensaciones. Era un olor a deseo, a lo desconocido. —Espero que lleves puesta la lencería —dijo Haidar, mirándola con una sonrisa que la hizo sentir expuesta. —Sí —expulsó, sintiéndose aún más nerviosa. —Nos vamos a divertir mucho, Brenda. Solo relájate, esta noche será inolvidable —aseguró mientras ponía el auto en marcha. A medida que se acercaban al hotel, Brenda sintió el sudor frío recorrer su frente. Había prometido ser cuidadosa, pero la idea de estar con un hombre como Haidar la aterrorizaba. Sin embargo, sabía que se había comprometido a esto, todo por su madre. Al llegar, Haidar la llevó a la habitación con un aire de confianza. Los nervios estaban a flor de piel. Cuando finalmente se quedaron a solas, él la miró con una intensidad que la hizo sentir vulnerable y expuesta. —Eres hermosa —dijo él, mientras se acercaba, su voz era un susurro cargado de deseo. Brenda sintió que su corazón latía con fuerza. Era un espécimen impresionante, y la idea de ser desvirgada por él la llenaba de miedo y excitación. Sin pensarlo, Haidar comenzó a besarla, llenando la habitación con una energía eléctrica. Mientras él la besaba, ella se sintió atrapada entre el deseo y la inseguridad. Se dejó llevar, pero cada caricia era un recordatorio de que esto era un negocio, un contrato firmado. Cuando finalmente se encontraron en la cama, Brenda sintió cómo el mundo se desvanecía a su alrededor. Haidar era un amante experimentado, y ella, una virgen inexperta. La mezcla de dolor y placer la llevó a un estado de euforia, y un grito se escapó de su boca cuando él se fundió en ella. —¿Estás bien? —preguntó Haidar, dejándose caer a su lado mientras ella trataba de recuperar la respiración. Brenda solo pudo mover la cabeza en un asentimiento. Las palabras se le habían quedado atascadas en la garganta. Se sentía muda, aturdida por lo que acababa de suceder. Luego, todo acabó. Él cayó a su lado, exhausto y ella quiso desaparecer. De pronto el árabe la atrajo a él. Se sentía tan extraña, tan ajena a ella misma. Quería llorar, pero se contuvo. Aún con la cabeza sobre su pecho desnudo, sopesaba en lo ocurrido. Iba a decir algo, pero él la interrumpió. —La deuda con el banco y el hospital han sido saldadas, el tratamiento de tu madre ya ha sido cubierto. Ambos estamos a mano, podrás obtener el pago completo, una vez el bebé nazca y se termine el año de contrato. Si ahora necesitas dinero, yo me encargaré. Solo así podré asegurarme de que permanezcas a mi lado. Ella se quedó en silencio. Sabía que ese hombre no era un tonto, era demasiado inteligente. Las lágrimas comenzaron a escapar. Se sentía sucia, una cualquiera.Brenda solo quería irse a casa. Intentó levantarse, pero Haidar la detuvo con una mano firme. —No te vayas —soltó él, su voz era autoritaria—. Como tu esposo, te ordeno que te quedes aquí hasta mañana. Ella lo miró, sintiéndose molesta por su forma de actuar. —Si ya hemos terminado, me iré. —No. —su tono no admitía discusión—. No hay razones para que salgas, no aún. Brenda se sintió frustrada, pero, al mismo tiempo, había algo en su mirada que la hizo dudar. Finalmente, decidió obedecer. Se quedó en la cama, pero su mente estaba llena de pensamientos agitados. No podía creer que ya se sentía atrapada por ese hombre. Cuando ella se dio cuenta de que Haidar se había quedado dormido, vio su oportunidad de irse. Ella se levantó sigilosamente y salió de la habitación. No quería perder más tiempo en esa situación. Al llegar a casa, se sintió tan rara. Ella de pronto rompió en llanto. Ya no podía reprimirse. Al rato, después de secarse de tanto llorar, se acostó en la cama,
—Me hice las pruebas de embarazo… y salieron positivas.Hubo un silencio momentáneo al otro lado de la línea. Brenda contuvo la respiración, esperando su reacción. Finalmente, escuchó una risa baja y autoritaria.—Lo sabía. —expresó, con una satisfacción evidente en su voz—. Es lo que esperaba. Ya estás embarazada. Brenda sintió una punzada de irritación. A pesar de que nunca fue su deseo convertirse en mamá y menos de esa manera, saber que ese hombre solo consideraba el embarazo como un mero trámite, le revolvía el estómago. Sin embargo, ella fue quien se enredó en todo eso. —Haidar, ahora que estoy embarazada, siento que esto nunca debió. Un embarazo es algo serio, es un bebé, no un objeto —soltó con un nudo en la garganta—. No se trata solo de un contrato.—Oh, pero sí lo es. —replicó él, sin dejar de lado su tono triunfante—. Ahora tienes en tu vientre a un pequeño que me pertenece. Deja de lamentarte por el pasado. Que yo sepa estabas de acuerdo con todo y no te obligué a nad
—Si te digo la verdad, todavía no ha pasado algo realmente interesante en mi vida, por otra parte ya sabes que mi madre continúa luchando contra su enfermedad. Ahora lo relevante es que está respondiendo bien al tratamiento, a pesar de que es bastante agresivo —se rompió. —Oh, es cierto que Támara está enferma. Me emociona saber que todo está mejorando para ella. Oye, pero no me has contado si ya tienes novio o si continúas trabajando en la pizzería. Estoy segura de que algo interesante ha pasado en tu vida y no me lo quieres contar. Brenda se sentó al borde de la cama, incómoda por la curiosidad insaciable de su irreverente amiga. —No, no te miento, no estoy ocultando nada. ¿Piensas en regresar? —Ahora mismo estoy viendo qué es lo que mejor me conviene, no creo que sea adecuado que vuelva, ahora no tengo el dinero suficiente, tampoco estoy preparada, aquí a pesar de vivir una mala experiencia al principio, ahora estoy bien recuperándome, tengo un empleo decente...—Entiendo. Amb
Brenda antes de bajar del auto se dirigió a él todavía con la ecografía entre sus manos, también tenía sobre ella una bolsa llena de vitaminas y todo lo que le recetó la doctora. —No sé si quieres quedarte con la ecografía. —No, me aseguré de que la doctora también me entregara una copia, esa te la puedes quedar. Ella asintió. Sabía que tenía que bajarse del auto, pero de alguna forma, algo la anclaba a quedarse allí. Por un segundo, la urgencia de mantener la distancia había desaparecido. Ahora, la mujer se encontraba mirando aquellos ojos grisáceos del árabe y sentía que se perdía. Él estaba provocando un brote de sensaciones que nunca antes había experimentado.—Vale, entonces bajaré.Haidar, con sus manos masculinas y fuertes, la detuvo. Su agarre, a pesar de ser firme, no le causaba molestia alguna.—Brenda, si tomé la decisión de que vengas a vivir conmigo a mi piso es porque quiero asegurarme de que el bebé esté bien —confesó, recordándole de nuevo que solo se estaba preocup
Brenda despertó esa mañana un poco desorientada. Apenas estiró sus extremidades también sintió como su cuerpo intentaba soltarse de la escasa somnolencia. Se quedó algunos segundos al filo de la cama mientras trataba de espabilar completamente y cuando lo hizo, se puso en pies, la frialdad del suelo atravesó su cuerpo como una corriente. Brenda se dirigió a la cocina después de haber tomado una ducha esa mañana. El agua caliente había sido un alivio, pero su mente seguía agitada. Se puso a preparar un desayuno sencillo: tostadas, huevos revueltos y un poco de zumo de naranja. Mientras cocinaba, intentaba concentrarse en la labor, buscando en medio de todo lo que estaba viviendo, esa tranquilidad que necesitaba. Una vez que terminó de comer, se aseguró de tomar sus vitaminas, esas que le habían recomendado para el embarazo. Era un detalle importante que siempre tenía que tener en cuenta, por el bien de ese pequeño creciendo en su interior. Mientras se sentaba en el sofá, la mujer co
Cuando todo acabó, Brenda estuvo en casa y se sintió extraña. Saber que su madre no regresaría jamás, le partía el corazón. También resultaba más doloroso dejar aquel sitio que llamó hogar durante mucho tiempo. Aún llevaba el vestido negro, unas gafas oscuras que se quitó y dejó sobre la mesita de centro. Haidar estaba afuera, esperando que sacara sus cosas, él hablaba por teléfono. Un rubio de ojos azules llamado Tyler Clark, que trabajaba para Haidar, estaba allí a disposición de ella para ayudarla con las cosas. Ella, a duras penas le indicó que era lo que llevaría consigo. Hizo un par de viajes el hombre, antes de indicar que todo estaba en el auto. Brenda solo asintió sin más. Mientras que afuera Tyler le informó a Haidar que ya terminó su labor, así que él asintió indicándole que podía adelantarse en llegar al piso. Haidar, ingresó para apresurar a Brenda y se paralizó al verla así. Brenda estaba llorando sin parar, estaba tirada en el suelo abrazando sus piernas, su cuerpo n
Brenda mientras estaba engullendo no podía dejar de sentirse nerviosa; la atención del árabe quién la miraba a cada rato, hacía que comer se volviera una labor complicada. Haidar se aclaró la garganta. —¿Qué te parece la comida? Al escuchar su profunda y varonil voz, dirigió la atención al hombre y se quedó en silencio unos segundos. —Me gusta, gracias. —Kabsa, así se llama —explicó. Ella asintió. —No lo había comido antes —confesó disfrutando un platillo de diferentes sabores. —Lo supuse.No surgió otra conversación entre ellos, posterior a eso, Haidar se encargó de lavar los platos, aunque ella insistió en hacerlo, pero él no se lo permitió. Brenda, ahora estaba en la habitación y no tenía sueño, incluso cuando la cama se veía tan cómoda, ella no podía dejar de pensar en su madre. No podía entender cómo todo pasó tan rápido y no tuvo la oportunidad de darle otro abrazo, nada. Se abrazó a sí misma y suplicó al cielo porque todo fuera una pesadilla de la que pronto despertarí
Se despertó esa mañana bastante perezosa; a pesar de haber dormido, sentía que no había descansado lo suficiente. Sus movimientos eran lentos y débiles, y la rutina mañanera se volvió un verdadero suplicio. Aun así, no dejó nada de lado. Finalmente, se encontró frente a un espejo de cuerpo completo. Para ese día, había elegido un bonito vestido de flores, blanco con tonos verdes. Era realmente hermoso.Contenta con su elección, terminó atándose el cabello castaño en una coleta alta, pero no le convenció del todo, así que decidió dejarlo suelto. Caía suavemente sobre sus hombros, realzando la belleza de su rostro.Finalmente, salió de allí y avanzó por el pasillo, pero se detuvo en seco al ver a una mujer desconocida. Solo pudo concluir que era la sirvienta por su uniforme. Llevaba un atuendo gris y blanco con un delantal, y su aspecto era cuidadosamente perfecto.La mujer deslizó una sonrisa al verla y se acercó, aunque mantuvo una prudente distancia entre ambas.—Soy Alexandra Carter