Se despertó esa mañana bastante perezosa; a pesar de haber dormido, sentía que no había descansado lo suficiente. Sus movimientos eran lentos y débiles, y la rutina mañanera se volvió un verdadero suplicio. Aun así, no dejó nada de lado. Finalmente, se encontró frente a un espejo de cuerpo completo. Para ese día, había elegido un bonito vestido de flores, blanco con tonos verdes. Era realmente hermoso.Contenta con su elección, terminó atándose el cabello castaño en una coleta alta, pero no le convenció del todo, así que decidió dejarlo suelto. Caía suavemente sobre sus hombros, realzando la belleza de su rostro.Finalmente, salió de allí y avanzó por el pasillo, pero se detuvo en seco al ver a una mujer desconocida. Solo pudo concluir que era la sirvienta por su uniforme. Llevaba un atuendo gris y blanco con un delantal, y su aspecto era cuidadosamente perfecto.La mujer deslizó una sonrisa al verla y se acercó, aunque mantuvo una prudente distancia entre ambas.—Soy Alexandra Carter
Haidar terminó una llamada de negocios en su oficina, cuando de repente su teléfono volvió a sonar. Era Jamal, su amigo siempre tan despreocupado y animado. —Oye, ven a mi club esta noche —dijo Jamal, casi exigiéndolo—. Estoy seguro de que la vas a pasar bien. Necesitas relajarte, hermano. Además, hay chicas nuevas trabajando, y estoy seguro de que querrás conocerlas. Puedo arreglarte servicios VIP, los que tanto te gustan.En otro momento, Haidar habría aceptado sin pensarlo. Su vida había estado llena de noches despreocupadas, lujos y placeres sin compromiso. Pero esta vez, la propuesta no le resultó tentadora. Algo en su interior lo frenaba, y no podía dejar de pensar en Brenda. Ella no era más que parte de un contrato, su objetivo, pero aun así, su presencia se había convertido en una especie de límite invisible.Haidar frunció el ceño, incómodo consigo mismo. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué Brenda le venía a la mente en momentos como este? No tenía sentido, y eso lo irritaba. Toda
Haidar, tras terminar su jornada de trabajo, se dirigió a buscar a Brenda como habían acordado. El motivo no era otro que prepararse para la gala benéfica del día siguiente. Brenda, aunque no deseaba ir, sabía que no tenía otra opción. Era una orden directa de Haidar, recordando el contrato firmado, estaba atada a él y sus demandas. Cuando subió al auto, su expresión lo decía todo. Estaba seria, con los labios apretados y la mirada perdida en la ventana, como si quisiera estar en cualquier otro lugar menos allí. Haidar, quien conducía en silencio por unos minutos, desvió la mirada hacia ella y soltó un comentario frío y directo:—Quita esa cara. Al menos finge una sonrisa o algo.El tono autoritario de su voz la sobresaltó. Brenda lo miró de reojo, sintiéndose confundida. ¿Cómo podía ser amable en un momento y tan duro al siguiente? Sin responder, simplemente entrecerró los ojos y volvió a mirar por la ventanilla polarizada. Sabía que discutir no servía de nada.En poco tiempo, llega
La vendedora, que parecía conocer a Haidar muy bien, obedeció de inmediato y comenzó a sacar las piezas más exclusivas. Entre ellas, una gargantilla especialmente hermosa capturó la atención del árabe. Estaba hecha de oro blanco con pequeños diamantes incrustados, sutil pero llamativa.—Ven aquí —le indicó a Brenda, señalándola con un dedo.Ella dudó por un momento, pero finalmente se acercó. Antes de que pudiera prepararse, Haidar tomó la gargantilla y se inclinó hacia ella. Sus manos se movieron con precisión mientras colocaba el accesorio alrededor de su cuello. El ligero roce de sus dedos contra la piel desnuda de Brenda fue suficiente para que un escalofrío recorriera su cuerpo entero.—Mírate —dijo él, guiándola hacia un espejo cercano.Brenda levantó la mirada y se vio reflejada con la gargantilla en su cuello. Era, sin duda, una pieza espectacular, pero lo que más la perturbaba no era el lujo de la joya, sino el hecho de que todavía podía sentir el calor de los dedos de Haidar
Brenda pasó la tarde preparándose para la gala, aunque en el fondo deseaba estar haciendo cualquier otra cosa. El vestido rojo que había probado ahora caía sobre su cuerpo con una perfección que la hacía sentir como si fuera otra persona. Frente al espejo, por un momento, no se reconoció. ¿Quién era esa mujer con la mirada intensa, el cabello castaño cayendo en suaves ondas sobre los hombros y las joyas brillando en su cuello?Era un reflejo completamente diferente de la Brenda que ella conocía: sencilla, sin lujos, alguien que jamás habría pensado en usar un vestido tan elegante o unas joyas tan costosas. La gargantilla, especialmente, le llamaba la atención. Era delicada, hermosa, y aunque no quería admitirlo, le gustaba cómo se veía con ella. Sin embargo, al mismo tiempo, se sentía ajena a todo eso, como si fuera una impostora en su propia piel.Mientras terminaba de ajustarse los tacones, la puerta se abrió de repente. Brenda se giró, sorprendida, y vio entrar a Alexandra, la more
Evento continuó, así como también el árabe seguía desenvolviéndose con naturalidad, moviéndose entre los invitados seguro de sí mismo. Brenda, sin embargo, sentía que todo aquello era un espectáculo agotador. No solo estaba físicamente cansada por los tacones y el constante movimiento, sino que también comenzaba a sentirse emocionalmente fuera de lugar.Durante una de las conversaciones, una elegante mujer de cabello oscuro se acercó a ellos con una sonrisa que Brenda percibió como falsa. Haidar, con su habitual frialdad, la saludó, y pronto la conversación giró hacia la relación de él con Brenda.—Así que, ¿quién es ella? —inquieió la mujer, con un tono claramente curioso, aunque escondido tras una máscara de cortesía—. ¿Es tu esposa, Haidar?Por un instante, Brenda sintió cómo su cuerpo se tensaba. No esperaba esa pregunta, y mucho menos frente a alguien que parecía tan interesada en conocer la respuesta. Dirigió una mirada rápida hacia Haidar, esperando escuchar lo que él diría.—E
Cuando Brenda escuchó que las mujeres finalmente abandonaban el baño, dejó escapar un suspiro tembloroso. Había contenido su enojo y su tristeza durante toda la conversación, pero ahora que estaba sola, las palabras de esas desconocidas destrozaban todo en ella. Lentamente, salió del cubículo y se dirigió al lavabo. Abrió el grifo y dejó que el agua fría corriera sobre sus manos, buscando calmarse.Se miró al espejo. La mujer que le devolvía la mirada no parecía ella misma. Era alguien vestida con lujos que no le pertenecían, con una gargantilla que brillaba como si intentara deslumbrar al mundo, pero que solo servía para recordarle que, en el fondo, no encajaba en ese lugar. Cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de calmar su respiración agitada."No les des el poder de arruinarte la noche," se dijo a sí misma, aunque sabía que esas palabras eran más fáciles de decir que de sentir. Ellas tenían razón, después de todo. Brenda no era como ellos. No pertenecía a ese mundo de o
Brenda no sabía que, a la distancia, él la estaba observando.Haidar había salido del evento en busca de Brenda cuando notó que llevaba demasiado tiempo fuera. No era propio de él preocuparse por alguien más, pero algo en ella lo inquietaba, lo atraía de una manera que no podía explicar. Cuando la vio caminando descalza por el jardín, con los zapatos colgando de su brazo y el vestido ondeando suavemente con la brisa, se quedó inmóvil, observándola.Había algo en la serenidad de sus movimientos que lo hacía sentir diferente. Brenda parecía tan tranquila, tan ajena a todo lo que la rodeaba, que por un momento Haidar se sintió culpable. Culpable por haberla arrastrado a su mundo, por haberla convertido su objetivo. " Parece un ángel," pensó, sorprendiéndose a sí mismo por la intensidad de ese pensamiento. Un ángel que no debería ser tocado ni dañado. Y, sin embargo, él sabía que ya lo había hecho. Sus intenciones con ella, su frialdad, su control… todo eso la había afectado de maneras q