Evento continuó, así como también el árabe seguía desenvolviéndose con naturalidad, moviéndose entre los invitados seguro de sí mismo. Brenda, sin embargo, sentía que todo aquello era un espectáculo agotador. No solo estaba físicamente cansada por los tacones y el constante movimiento, sino que también comenzaba a sentirse emocionalmente fuera de lugar.Durante una de las conversaciones, una elegante mujer de cabello oscuro se acercó a ellos con una sonrisa que Brenda percibió como falsa. Haidar, con su habitual frialdad, la saludó, y pronto la conversación giró hacia la relación de él con Brenda.—Así que, ¿quién es ella? —inquieió la mujer, con un tono claramente curioso, aunque escondido tras una máscara de cortesía—. ¿Es tu esposa, Haidar?Por un instante, Brenda sintió cómo su cuerpo se tensaba. No esperaba esa pregunta, y mucho menos frente a alguien que parecía tan interesada en conocer la respuesta. Dirigió una mirada rápida hacia Haidar, esperando escuchar lo que él diría.—E
Cuando Brenda escuchó que las mujeres finalmente abandonaban el baño, dejó escapar un suspiro tembloroso. Había contenido su enojo y su tristeza durante toda la conversación, pero ahora que estaba sola, las palabras de esas desconocidas destrozaban todo en ella. Lentamente, salió del cubículo y se dirigió al lavabo. Abrió el grifo y dejó que el agua fría corriera sobre sus manos, buscando calmarse.Se miró al espejo. La mujer que le devolvía la mirada no parecía ella misma. Era alguien vestida con lujos que no le pertenecían, con una gargantilla que brillaba como si intentara deslumbrar al mundo, pero que solo servía para recordarle que, en el fondo, no encajaba en ese lugar. Cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de calmar su respiración agitada."No les des el poder de arruinarte la noche," se dijo a sí misma, aunque sabía que esas palabras eran más fáciles de decir que de sentir. Ellas tenían razón, después de todo. Brenda no era como ellos. No pertenecía a ese mundo de o
Brenda no sabía que, a la distancia, él la estaba observando.Haidar había salido del evento en busca de Brenda cuando notó que llevaba demasiado tiempo fuera. No era propio de él preocuparse por alguien más, pero algo en ella lo inquietaba, lo atraía de una manera que no podía explicar. Cuando la vio caminando descalza por el jardín, con los zapatos colgando de su brazo y el vestido ondeando suavemente con la brisa, se quedó inmóvil, observándola.Había algo en la serenidad de sus movimientos que lo hacía sentir diferente. Brenda parecía tan tranquila, tan ajena a todo lo que la rodeaba, que por un momento Haidar se sintió culpable. Culpable por haberla arrastrado a su mundo, por haberla convertido su objetivo. " Parece un ángel," pensó, sorprendiéndose a sí mismo por la intensidad de ese pensamiento. Un ángel que no debería ser tocado ni dañado. Y, sin embargo, él sabía que ya lo había hecho. Sus intenciones con ella, su frialdad, su control… todo eso la había afectado de maneras q
—¿Eres de las que te crees cualquier cosa que se dice por ahí? Los rumores siempre estarán a la orden del día. —¿Es una mentira? ¿No es cierto Entonces que estuviste a punto de casarte? Su nombre... Marlene, sí, Marlene Campbell —pronunció el nombre de su rubia exnovia y el hombre la echó una mirada asesina.—¿Quién te crees para que hables de mi vida personal, eh? Sea cierto o no, no tienes que interferir con mi pasado. —Incluso cuando soy tu esposa sé que no me pertenece saber más de ti, sin embargo... ¿por qué siento que me conoces más de lo que imagino? eso sería injusto. —¿De qué estás hablando? —la miró con intensidad mientras apretaba la mandíbula con fiereza —. ¡Basta! Deja de soltar estupideces. —Sabes que la única razón por la que me vendí a ti, por la que accedí a darte un hijo, es porque me sentía acorralada y sin salidas, solo deseaba ver a mi madre curada, pero eso no pasó. Ahora que estoy en esta situación, todo se siente...—¿Me estás culpando por la muerte de tu
Brenda abrió los ojos con dificultad, sintiendo cómo la luz del sol se filtraba a través de las persianas y acariciaba su rostro. El calor de los rayos sobre su piel la obligó a despertar completamente, pero el recuerdo de lo que había sucedido la noche anterior la atrapó con fiereza. Su mente reprodujo cada detalle: la cercanía de Haidar, sus palabras, el beso que ella había iniciado, y cómo todo había terminado en un momento apasionado. Se tapó la cara sin poder creer que permitió que todo eso pasó, es que se sentía tan estúpida y una completa tonta de aventarse así a sus brazos. Resopló. Se incorporó rápidamente, alarmada, y miró a su lado en la cama. El espacio estaba vacío. Eso, de alguna forma, la tranquilizó, aunque también la dejó con una sensación de mucha inquietud. ¿Qué pensaría él? ¿Qué diría? Brenda se llevó las manos al rostro, no podía con la vergüenza.—Eres una tonta, Brenda. Una completa tonta —murmuró para sí misma, su voz e
Brenda permaneció en su habitación durante lo que le pareció una eternidad. El silencio en la habitación era sepulcral, su cabeza continuaba proyectando los eventos de la noche anterior y esa interacción con el árabe por la mañana. La mujer sentía que, a pesar de sus intentos constantes por alejarse, los pensamientos continuaban al acecho de su cabeza. Era como si no podía huir de ellos. —Necesito hacer algo… cualquier cosa —murmuró, poniéndose de pie de un salto.Decidida a ocupar su mente, salió de la habitación y comenzó a deambular por la casa. El sonido de utensilios y el olor de especias desde la cocina captaron su atención. Al asomarse, vio a Alexandra preparando algunos platillos, ella se veía bastante concentrada en su labor. Brenda se apoyó en el marco de la puerta, observándola durante unos segundos antes de hablar.—¿Te ayudo? —inquirió, esperanzada de que le dijera que sí. Alexandra levantó la vista, sorprendida.
Esa noche, cuando Haidar regresó a casa, lo hizo con el cansancio de un día improductivo. Había pasado horas intentando concentrarse en su trabajo, pero Brenda, con su presencia constante en su mente, lo había hecho imposible. Cada vez que cerraba los ojos, la veía: su mirada desafiante, su sonrisa tenue, el roce de su piel. Era como si ella se hubiera instalado en su cabeza sin permiso, y él no sabía cómo sacarla de allí.El hombre se dirigió directamente a su habitación. Una vez dentro, abrió un cajón y sacó un objeto que había estado evitando mirar durante días: el reloj que había pertenecido a su padre. Haidar observó el reloj, girándolo entre sus dedos. Se preguntaba por qué la madre de Brenda lo había conservado. —¿Por qué se quedó con esto? —murmuró en voz baja.Resopló. No tenía respuestas. El hecho de que la madre de Brenda hubiera conservado algo tan personal de su padre era un misterio que no lograba resolver. Resopló con frustración y dejó el reloj sobre la mesita de no
—¿A dónde, señorita? —averiguó el conductor, mirándola por el retrovisor.Brenda se tomó un momento para pensar. No tenía un destino claro en mente, pero cualquier lugar sería mejor que estar bajo la custodia de Haidar y su "protector personal". Finalmente, dictó la primera dirección que pasó por su cabeza, un parque que había visitado alguna vez.—Lléveme al parque central, por favor.El taxi arrancó y Brenda dejó escapar un suspiro de alivio al ver cómo la figura de Tyler se alejaba en el espejo retrovisor. Por un breve instante, pensó que finalmente había logrado escapar de su vigilancia. Sin embargo, esa sensación de libertad duró poco.Cuando el taxi se detuvo frente al parque, Brenda bajó y miró a su alrededor, tratando de asegurarse de que nadie la seguía. Pero su alivio se desvaneció de inmediato al ver una figura familiar bajando de un auto estacionado a pocos metros de distancia.—¿En serio? —murmuró con incredulidad.Allí estaba Tyler, caminando hacia ella con sus largos pa