Brenda despertó esa mañana con el corazón aún acelerado por lo que había sucedido la noche anterior. Mientras trataba de organizar sus pensamientos, el sonido del timbre de su puerta la sacó de su ensueño. ¿Quién podría ser? Al abrir, se encontró con Haidar, quien la miraba con una sonrisa enigmática.—Buenos días, Brenda. —su tono era firme y directo—. Estoy aquí para llevarte a un lugar importante.En ese momento se preguntaba cómo él había conseguido su dirección, sin embargo, no le preguntó al respecto.—¿A dónde? —quiso saber, sintiéndose un poco nerviosa, apenada por andar en esas fachas. —Al registro civil. —informó como si nada. Brenda se quedó atónita. La idea de casarse de forma tan repentina la llenó de pánico. Sin embargo, era algo que de todos modos iba a ocurrir. —¿Ahora? —Sí. Como acordamos. Nuestro matrimonio es parte del contrato, y es hora de formalizarlo. —mencionó sin titubeos. Ella tragó saliva, sintiéndose cada vez más nerviosa. —Pero… no creí que sería hoy
Brenda solo quería irse a casa. Intentó levantarse, pero Haidar la detuvo con una mano firme. —No te vayas —soltó él, su voz era autoritaria—. Como tu esposo, te ordeno que te quedes aquí hasta mañana. Ella lo miró, sintiéndose molesta por su forma de actuar. —Si ya hemos terminado, me iré. —No. —su tono no admitía discusión—. No hay razones para que salgas, no aún. Brenda se sintió frustrada, pero, al mismo tiempo, había algo en su mirada que la hizo dudar. Finalmente, decidió obedecer. Se quedó en la cama, pero su mente estaba llena de pensamientos agitados. No podía creer que ya se sentía atrapada por ese hombre. Cuando ella se dio cuenta de que Haidar se había quedado dormido, vio su oportunidad de irse. Ella se levantó sigilosamente y salió de la habitación. No quería perder más tiempo en esa situación. Al llegar a casa, se sintió tan rara. Ella de pronto rompió en llanto. Ya no podía reprimirse. Al rato, después de secarse de tanto llorar, se acostó en la cama,
—Me hice las pruebas de embarazo… y salieron positivas.Hubo un silencio momentáneo al otro lado de la línea. Brenda contuvo la respiración, esperando su reacción. Finalmente, escuchó una risa baja y autoritaria.—Lo sabía. —expresó, con una satisfacción evidente en su voz—. Es lo que esperaba. Ya estás embarazada. Brenda sintió una punzada de irritación. A pesar de que nunca fue su deseo convertirse en mamá y menos de esa manera, saber que ese hombre solo consideraba el embarazo como un mero trámite, le revolvía el estómago. Sin embargo, ella fue quien se enredó en todo eso. —Haidar, ahora que estoy embarazada, siento que esto nunca debió. Un embarazo es algo serio, es un bebé, no un objeto —soltó con un nudo en la garganta—. No se trata solo de un contrato.—Oh, pero sí lo es. —replicó él, sin dejar de lado su tono triunfante—. Ahora tienes en tu vientre a un pequeño que me pertenece. Deja de lamentarte por el pasado. Que yo sepa estabas de acuerdo con todo y no te obligué a nad
—Si te digo la verdad, todavía no ha pasado algo realmente interesante en mi vida, por otra parte ya sabes que mi madre continúa luchando contra su enfermedad. Ahora lo relevante es que está respondiendo bien al tratamiento, a pesar de que es bastante agresivo —se rompió. —Oh, es cierto que Támara está enferma. Me emociona saber que todo está mejorando para ella. Oye, pero no me has contado si ya tienes novio o si continúas trabajando en la pizzería. Estoy segura de que algo interesante ha pasado en tu vida y no me lo quieres contar. Brenda se sentó al borde de la cama, incómoda por la curiosidad insaciable de su irreverente amiga. —No, no te miento, no estoy ocultando nada. ¿Piensas en regresar? —Ahora mismo estoy viendo qué es lo que mejor me conviene, no creo que sea adecuado que vuelva, ahora no tengo el dinero suficiente, tampoco estoy preparada, aquí a pesar de vivir una mala experiencia al principio, ahora estoy bien recuperándome, tengo un empleo decente...—Entiendo. Amb
Brenda antes de bajar del auto se dirigió a él todavía con la ecografía entre sus manos, también tenía sobre ella una bolsa llena de vitaminas y todo lo que le recetó la doctora. —No sé si quieres quedarte con la ecografía. —No, me aseguré de que la doctora también me entregara una copia, esa te la puedes quedar. Ella asintió. Sabía que tenía que bajarse del auto, pero de alguna forma, algo la anclaba a quedarse allí. Por un segundo, la urgencia de mantener la distancia había desaparecido. Ahora, la mujer se encontraba mirando aquellos ojos grisáceos del árabe y sentía que se perdía. Él estaba provocando un brote de sensaciones que nunca antes había experimentado.—Vale, entonces bajaré.Haidar, con sus manos masculinas y fuertes, la detuvo. Su agarre, a pesar de ser firme, no le causaba molestia alguna.—Brenda, si tomé la decisión de que vengas a vivir conmigo a mi piso es porque quiero asegurarme de que el bebé esté bien —confesó, recordándole de nuevo que solo se estaba preocup
Brenda despertó esa mañana un poco desorientada. Apenas estiró sus extremidades también sintió como su cuerpo intentaba soltarse de la escasa somnolencia. Se quedó algunos segundos al filo de la cama mientras trataba de espabilar completamente y cuando lo hizo, se puso en pies, la frialdad del suelo atravesó su cuerpo como una corriente. Brenda se dirigió a la cocina después de haber tomado una ducha esa mañana. El agua caliente había sido un alivio, pero su mente seguía agitada. Se puso a preparar un desayuno sencillo: tostadas, huevos revueltos y un poco de zumo de naranja. Mientras cocinaba, intentaba concentrarse en la labor, buscando en medio de todo lo que estaba viviendo, esa tranquilidad que necesitaba. Una vez que terminó de comer, se aseguró de tomar sus vitaminas, esas que le habían recomendado para el embarazo. Era un detalle importante que siempre tenía que tener en cuenta, por el bien de ese pequeño creciendo en su interior. Mientras se sentaba en el sofá, la mujer co
Cuando todo acabó, Brenda estuvo en casa y se sintió extraña. Saber que su madre no regresaría jamás, le partía el corazón. También resultaba más doloroso dejar aquel sitio que llamó hogar durante mucho tiempo. Aún llevaba el vestido negro, unas gafas oscuras que se quitó y dejó sobre la mesita de centro. Haidar estaba afuera, esperando que sacara sus cosas, él hablaba por teléfono. Un rubio de ojos azules llamado Tyler Clark, que trabajaba para Haidar, estaba allí a disposición de ella para ayudarla con las cosas. Ella, a duras penas le indicó que era lo que llevaría consigo. Hizo un par de viajes el hombre, antes de indicar que todo estaba en el auto. Brenda solo asintió sin más. Mientras que afuera Tyler le informó a Haidar que ya terminó su labor, así que él asintió indicándole que podía adelantarse en llegar al piso. Haidar, ingresó para apresurar a Brenda y se paralizó al verla así. Brenda estaba llorando sin parar, estaba tirada en el suelo abrazando sus piernas, su cuerpo n
Brenda mientras estaba engullendo no podía dejar de sentirse nerviosa; la atención del árabe quién la miraba a cada rato, hacía que comer se volviera una labor complicada. Haidar se aclaró la garganta. —¿Qué te parece la comida? Al escuchar su profunda y varonil voz, dirigió la atención al hombre y se quedó en silencio unos segundos. —Me gusta, gracias. —Kabsa, así se llama —explicó. Ella asintió. —No lo había comido antes —confesó disfrutando un platillo de diferentes sabores. —Lo supuse.No surgió otra conversación entre ellos, posterior a eso, Haidar se encargó de lavar los platos, aunque ella insistió en hacerlo, pero él no se lo permitió. Brenda, ahora estaba en la habitación y no tenía sueño, incluso cuando la cama se veía tan cómoda, ella no podía dejar de pensar en su madre. No podía entender cómo todo pasó tan rápido y no tuvo la oportunidad de darle otro abrazo, nada. Se abrazó a sí misma y suplicó al cielo porque todo fuera una pesadilla de la que pronto despertarí