Brenda se encontraba en su casa, con el contrato aún en la mano, sintiéndose más nerviosa que nunca. Cada palabra escrita en ese papel era un recordatorio de la decisión que había tomado, una decisión que cambiaría su vida y la de su madre para siempre. Mientras miraba el contrato, la ansiedad la invadía y su mente giraba en torno a lo que significaba todo esto.
Todavía tenía grabado a fuego en su cabeza, la intensidad de sus ojos grisáceos mirándola con intensidad. Brenda, en ese momento se llevó una mano a su pecho y sentía su corazón palpitando con fuerza, como si solo el recuerdo se sentía tan real que le continuara afectando de esa manera. —¿De verdad estoy haciendo lo correcto? —se preguntó a sí misma mientras se dejaba tirar sobre el sofá. No es que tenía opción de cambiar de opinión, ya que su firma era parte de ese contrato. Así que, retractarse no iba a solucionar las cosas. No había forma de volverse atrás. Luego, la mujer reparó en su situación y la de su madre. Bufó. La casa, que alguna vez había sido un hogar cálido, ahora se sentía fría, en la soledad. La hipoteca había llevado a su familia al borde de la ruina, y el banco estaba a punto de quitarles el único refugio que les quedaba. La presión y la tristeza se apoderaban de ella, pero no podía darse el lujo de rendirse. Tenía que ser fuerte por su madre, Támara. Incluso, cuando la tormenta parecía apresarla y acabar con todo. Tenía que seguir en pie. Pero, se sentía en medio de un desastre inminente, de solo imaginarse casada y embarazada de aquel árabe. Lo peor es que si incumplía el contrato, acabaría atada a devolver el doble que recibiría, estipulado en el acuerdo. Sacudió la cabeza, era impensable retroceder. Con un suspiro, se dirigió a la cocina, buscando distraerse. Comenzó a preparar algo de comida, pero el nudo en su estómago hizo que el apetito se desvaneciera rápidamente. En lugar de ello, su mente seguía regresando al hospital, donde su madre estaba luchando contra un cáncer que la debilitaba día a día. Después de un rato, decidió que no podía quedarse allí más tiempo. Se cambió rápidamente, vestida con una blusa cómoda y unos jeans, y salió a toda prisa hacia el hospital. Cuando finalmente llegó, el corazón le latía con fuerza. Al abrir la puerta de la habitación, el rostro de Támara se iluminó al verla. —¡Brenda! —exclamó su madre con una sonrisa, su voz suave pero llena de alegría—. ¡Qué bueno que has venido! Te eché de menos. Incluso si te veo todos los días, no es suficiente. Brenda también se sentía emocional al ver a su madre, era cómo si su madre se volvía más animada cada que la veía. Y es que, siempre habían sido ellas dos. Brenda nunca había conocido a su padre, tal vez por eso sentía que su conexión con su madre, era profunda. Lo más importante en su vida. —¿Dónde has estado? —quiso saber su madre, curiosa—. ¿Pasó algo? Brenda se detuvo un momento, sintiendo que la mentira estaba a punto de salir. Pero su instinto la llevó a inventar una historia rápida. —Estuve en el trabajo —dijo, intentando sonar casual—. Tuve que cubrir un turno en la pizzería, y después corrí a casa para cambiarme y venir aquí. Su madre asintió, sin sospechar nada. Pero entonces, la sonrisa de Támara desapareció, y su tono se volvió serio. —Brenda, sé que es difícil conseguir el dinero para el tratamiento. No tienes que hacer tanto por mí. Debes cuidar de ti misma. Sé que ambas queremos que ocurra lo mejor, pero ya he pasado suficiente, no quiero decir que me estoy rindiendo, pero no tenemos el dinero. Las palabras de Támara hicieron que el corazón de Brenda se hundiera. Ella sabía que su madre estaba sufriendo, y el hecho de que estuviera luchando contra un cáncer agresivo le rompía el corazón. Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, y pronto se sintió afectada. —No te preocupes, mamá —expresó intentando dibujar una sonrisa a pesar de la tristeza que apresaba su sistema, tomando su mano con dulzura—. He conseguido el dinero para el tratamiento. Así que, no tienes que preocuparte por eso. Sé que es inesperado y una buena noticia, mamá. Támara se enderezó en la cama, con una mirada de sorpresa, tenía los ojos abiertos de par en par. —¿En serio? —inquirió sin dar crédito a lo que su hija decía—. ¿Cómo lo hiciste? Brenda sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Sabía que no podía decirle la verdad. La presión de la mentira se sentía como un proyectil en su pecho, pero se limitó a sonreír y sacudir la cabeza. —No es importante, mamá. Lo importante es que ahora podremos costearlo —respondió, tratando de evitar la pregunta —. Quiero que sepas que a partir de ahora todo mejorará. No tienes que pensar en nada malo, mamita. Támara la miró fijamente, y Brenda sintió que la culpa la consumía. ¿Por qué tenía que mentirle a la persona que más amaba en el mundo? Pero no había otra opción. No podía permitir que su madre se preocupara más de lo que ya estaba. —Te quiero, Brenda —susurró y la atrajo hacia ella para darle un abrazo. Brenda se dejó llevar, sintiendo el calor del abrazo de su madre y el amor que siempre había existido entre ellas. Pero, en el fondo, la mentira la carcomía. —Mamá... —Lo único que quiero es que seas feliz, espero que el dinero no sea luego una carga para ti. ¿Cómo podrías costear el tratamiento? —Yo también te quiero, mamá —emitió —. Y, ya te dije, mamá, no es importante saberlo. Por favor, créeme que estoy bien y tú pronto también lo estarás. —¿De verdad no hay motivos para preocuparme? —Te lo prometo. —Confiaré en ti, mi niña. Brenda deslizó una sonrisa forzada. Su madre no tenía idea de que se entregaría a un hombre, sería su esposa y se convertiría en la madre de su primogénito. Exhaló.Brenda se despertó de un profundo sueño cuando escuchó el timbre de la puerta resonar en la casa. Con la mente aún nublada por el sueño, se levantó de la cama y se dirigió a la entrada. Al abrir la puerta, se sorprendió al ver a un hombre de pie en el umbral, sosteniendo una enorme caja envuelta con un lazo elegante.La sorpresa la invadió, y su corazón dio un vuelco. ¿Qué era esto? Pero rápidamente, un pensamiento cruzó por su mente: El hombre árabe. Era casi seguro que Haidar había enviado ese regalo, y el simple hecho la llenó curiosidad, pero era más el nerviosismo que ahora se adueñaba de ella. —Buenos días —saludó el mensajero, sonriendo cortésmente—. Esto es para ti, ¿Brenda Saywell? Ella tragó con dureza. Así que no era una equivocación y el paquete sí era para ella. —Sí, soy yo. Muchas gracias. Brenda recuperó el aliento y tomó la caja con ambas manos, agradeciendo al hombre por su entrega con un gesto cordial antes de cerrar la puerta. Una vez a solas, su corazón latía c
Brenda despertó esa mañana con el corazón aún acelerado por lo que había sucedido la noche anterior. Mientras trataba de organizar sus pensamientos, el sonido del timbre de su puerta la sacó de su ensueño. ¿Quién podría ser? Al abrir, se encontró con Haidar, quien la miraba con una sonrisa enigmática.—Buenos días, Brenda. —su tono era firme y directo—. Estoy aquí para llevarte a un lugar importante.En ese momento se preguntaba cómo él había conseguido su dirección, sin embargo, no le preguntó al respecto.—¿A dónde? —quiso saber, sintiéndose un poco nerviosa, apenada por andar en esas fachas. —Al registro civil. —informó como si nada. Brenda se quedó atónita. La idea de casarse de forma tan repentina la llenó de pánico. Sin embargo, era algo que de todos modos iba a ocurrir. —¿Ahora? —Sí. Como acordamos. Nuestro matrimonio es parte del contrato, y es hora de formalizarlo. —mencionó sin titubeos. Ella tragó saliva, sintiéndose cada vez más nerviosa. —Pero… no creí que sería hoy
Brenda solo quería irse a casa. Intentó levantarse, pero Haidar la detuvo con una mano firme. —No te vayas —soltó él, su voz era autoritaria—. Como tu esposo, te ordeno que te quedes aquí hasta mañana. Ella lo miró, sintiéndose molesta por su forma de actuar. —Si ya hemos terminado, me iré. —No. —su tono no admitía discusión—. No hay razones para que salgas, no aún. Brenda se sintió frustrada, pero, al mismo tiempo, había algo en su mirada que la hizo dudar. Finalmente, decidió obedecer. Se quedó en la cama, pero su mente estaba llena de pensamientos agitados. No podía creer que ya se sentía atrapada por ese hombre. Cuando ella se dio cuenta de que Haidar se había quedado dormido, vio su oportunidad de irse. Ella se levantó sigilosamente y salió de la habitación. No quería perder más tiempo en esa situación. Al llegar a casa, se sintió tan rara. Ella de pronto rompió en llanto. Ya no podía reprimirse. Al rato, después de secarse de tanto llorar, se acostó en la cama,
—Me hice las pruebas de embarazo… y salieron positivas.Hubo un silencio momentáneo al otro lado de la línea. Brenda contuvo la respiración, esperando su reacción. Finalmente, escuchó una risa baja y autoritaria.—Lo sabía. —expresó, con una satisfacción evidente en su voz—. Es lo que esperaba. Ya estás embarazada. Brenda sintió una punzada de irritación. A pesar de que nunca fue su deseo convertirse en mamá y menos de esa manera, saber que ese hombre solo consideraba el embarazo como un mero trámite, le revolvía el estómago. Sin embargo, ella fue quien se enredó en todo eso. —Haidar, ahora que estoy embarazada, siento que esto nunca debió. Un embarazo es algo serio, es un bebé, no un objeto —soltó con un nudo en la garganta—. No se trata solo de un contrato.—Oh, pero sí lo es. —replicó él, sin dejar de lado su tono triunfante—. Ahora tienes en tu vientre a un pequeño que me pertenece. Deja de lamentarte por el pasado. Que yo sepa estabas de acuerdo con todo y no te obligué a nad
—Si te digo la verdad, todavía no ha pasado algo realmente interesante en mi vida, por otra parte ya sabes que mi madre continúa luchando contra su enfermedad. Ahora lo relevante es que está respondiendo bien al tratamiento, a pesar de que es bastante agresivo —se rompió. —Oh, es cierto que Támara está enferma. Me emociona saber que todo está mejorando para ella. Oye, pero no me has contado si ya tienes novio o si continúas trabajando en la pizzería. Estoy segura de que algo interesante ha pasado en tu vida y no me lo quieres contar. Brenda se sentó al borde de la cama, incómoda por la curiosidad insaciable de su irreverente amiga. —No, no te miento, no estoy ocultando nada. ¿Piensas en regresar? —Ahora mismo estoy viendo qué es lo que mejor me conviene, no creo que sea adecuado que vuelva, ahora no tengo el dinero suficiente, tampoco estoy preparada, aquí a pesar de vivir una mala experiencia al principio, ahora estoy bien recuperándome, tengo un empleo decente...—Entiendo. Amb
Brenda antes de bajar del auto se dirigió a él todavía con la ecografía entre sus manos, también tenía sobre ella una bolsa llena de vitaminas y todo lo que le recetó la doctora. —No sé si quieres quedarte con la ecografía. —No, me aseguré de que la doctora también me entregara una copia, esa te la puedes quedar. Ella asintió. Sabía que tenía que bajarse del auto, pero de alguna forma, algo la anclaba a quedarse allí. Por un segundo, la urgencia de mantener la distancia había desaparecido. Ahora, la mujer se encontraba mirando aquellos ojos grisáceos del árabe y sentía que se perdía. Él estaba provocando un brote de sensaciones que nunca antes había experimentado.—Vale, entonces bajaré.Haidar, con sus manos masculinas y fuertes, la detuvo. Su agarre, a pesar de ser firme, no le causaba molestia alguna.—Brenda, si tomé la decisión de que vengas a vivir conmigo a mi piso es porque quiero asegurarme de que el bebé esté bien —confesó, recordándole de nuevo que solo se estaba preocup
Brenda despertó esa mañana un poco desorientada. Apenas estiró sus extremidades también sintió como su cuerpo intentaba soltarse de la escasa somnolencia. Se quedó algunos segundos al filo de la cama mientras trataba de espabilar completamente y cuando lo hizo, se puso en pies, la frialdad del suelo atravesó su cuerpo como una corriente. Brenda se dirigió a la cocina después de haber tomado una ducha esa mañana. El agua caliente había sido un alivio, pero su mente seguía agitada. Se puso a preparar un desayuno sencillo: tostadas, huevos revueltos y un poco de zumo de naranja. Mientras cocinaba, intentaba concentrarse en la labor, buscando en medio de todo lo que estaba viviendo, esa tranquilidad que necesitaba. Una vez que terminó de comer, se aseguró de tomar sus vitaminas, esas que le habían recomendado para el embarazo. Era un detalle importante que siempre tenía que tener en cuenta, por el bien de ese pequeño creciendo en su interior. Mientras se sentaba en el sofá, la mujer co
Cuando todo acabó, Brenda estuvo en casa y se sintió extraña. Saber que su madre no regresaría jamás, le partía el corazón. También resultaba más doloroso dejar aquel sitio que llamó hogar durante mucho tiempo. Aún llevaba el vestido negro, unas gafas oscuras que se quitó y dejó sobre la mesita de centro. Haidar estaba afuera, esperando que sacara sus cosas, él hablaba por teléfono. Un rubio de ojos azules llamado Tyler Clark, que trabajaba para Haidar, estaba allí a disposición de ella para ayudarla con las cosas. Ella, a duras penas le indicó que era lo que llevaría consigo. Hizo un par de viajes el hombre, antes de indicar que todo estaba en el auto. Brenda solo asintió sin más. Mientras que afuera Tyler le informó a Haidar que ya terminó su labor, así que él asintió indicándole que podía adelantarse en llegar al piso. Haidar, ingresó para apresurar a Brenda y se paralizó al verla así. Brenda estaba llorando sin parar, estaba tirada en el suelo abrazando sus piernas, su cuerpo n