Brenda solo quería irse a casa. Intentó levantarse, pero Haidar la detuvo con una mano firme.
—No te vayas —soltó él, su voz era autoritaria—. Como tu esposo, te ordeno que te quedes aquí hasta mañana. Ella lo miró, sintiéndose molesta por su forma de actuar. —Si ya hemos terminado, me iré. —No. —su tono no admitía discusión—. No hay razones para que salgas, no aún. Brenda se sintió frustrada, pero, al mismo tiempo, había algo en su mirada que la hizo dudar. Finalmente, decidió obedecer. Se quedó en la cama, pero su mente estaba llena de pensamientos agitados. No podía creer que ya se sentía atrapada por ese hombre. Cuando ella se dio cuenta de que Haidar se había quedado dormido, vio su oportunidad de irse. Ella se levantó sigilosamente y salió de la habitación. No quería perder más tiempo en esa situación. Al llegar a casa, se sintió tan rara. Ella de pronto rompió en llanto. Ya no podía reprimirse. Al rato, después de secarse de tanto llorar, se acostó en la cama, su descanso fue interrumpido por el sonido de su teléfono. Era Haidar. Con un suspiro, contestó. —¿Dónde estás? —exigió saber con enojo. —En casa. —Tienes que obedecerme. Si te doy una orden, debes cumplirla. —explotó. Brenda no se iba a dejar someter por él. —Solo es un maldito contrato. No te creas con el derecho de manejarme como una marioneta. Hubo un silencio en la línea, y ella sintió que había cruzado una línea. Pero no podía permitir que él la controlara. —No olvides quién es el que tiene el control aquí, Brenda. —escupió, era una amenaza. Ella colgó el teléfono. Después de la llamada, decidió que era hora de ver a su madre. Se apresuró hacia el hospital, sintiendo que necesitaba un respiro de la tensión que había estado viviendo. Al llegar, encontró a Támara en su habitación, con una sonrisa cálida en su rostro. —Brenda, hija mía, estás aquí. Brenda se acercó, abrazándola con fuerza. —¿Cómo estás, mamá? —Pronto comenzaré con el tratamiento. El doctor me informó que las deudas y el pago del tratamiento han sido cubiertos. —dijo Támara, con una sonrisa enorme —. Gracias por todo, hija. Brenda sabía que había sido Haidar, su esposo posesivo y lunático, quien había asegurado su tratamiento. —Sí, mamá. —soltó alegre —. Te prometí que todo estaría bien. Y es así. Támara de pronto notó que su hija se miraba preocupada. —¿Ocurre algo? —No, estoy bien, mamita. Más feliz que nunca. *** Dos meses después, Brenda se despertó esa mañana sintiéndose extraña. Había una sensación inquietante en su interior, temerosa y nerviosa. Temía estar embarazada. Sabía que ese era el objetivo de Haidar, y aunque había tratado de ignorar la posibilidad, ahora no podía escapar de la realidad. Suspiró hondo y decidió calmarse. No podía dejar que el pánico la dominara. Se vistió rápidamente y se dirigió a la farmacia. Al entrar, Brenda se sintió incómoda. Miraba nerviosamente a su alrededor, temerosa de que alguien la reconociera. Lentamente se acercó al mostrador, donde una amable farmacéutica la atendió. —Buenos días, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó la mujer, con una sonrisa tranquilizadora. Brenda tragó saliva, sintiendo que las mejillas le ardían. —Eh... me gustaría comprar... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas— pruebas de embarazo, por favor. La farmacéutica asintió con comprensión. —Por supuesto, tenemos varios modelos disponibles. ¿Alguna preferencia? —No, lo que sea está bien —declaró Brenda, evitando el contacto visual. La mujer se movió con eficiencia, buscando las pruebas y entregándoselas a Brenda. —Aquí tienes. Espero que todo salga bien. Brenda tomó las cajas, sintiéndose aún más avergonzada. —Gracias —murmuró, apresurándose a salir de la farmacia. Una vez fuera, Brenda caminó rápidamente, mirando constantemente a su alrededor, temerosa de que alguien la viera. No quería que nadie supiera lo que estaba pasando. Su corazón latía con fuerza mientras se dirigía a su casa. Al llegar a casa, se encerró en su habitación, sintiendo que cada minuto que pasaba aumentaba su inquietud. —No, no puedo estar embarazada. Un nudo se formó en su garganta al pensar que dentro de ella ya había una vida creciendo. La idea era aterradora. También le horrorizaba pensar en las exigencias que Haidar podría tener una vez que se confirmara el embarazo. Caminó de un lado a otro en su habitación, buscando la forma de recuperar la tranquilidad. La serenidad que tanto deseaba se sentía inalcanzable, y ahora mismo era un manojo de nervios. Siguió las instrucciones de las pruebas con la esperanza de que todo fuera un malentendido. Pero cuando finalmente vio el resultado, su mundo se detuvo. Estaba embarazada. —Es positivo —emitió con la voz en un hilo. La realidad era abrumadora. ¿Qué haría ahora? No podía dejar de pensar en cómo afectaría su vida esta nueva situación. Sabía que tendría que hablar con Haidar, pero el solo pensar en eso le provocaba un escalofrío. Mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas, se dio cuenta de que no había vuelta atrás. Al final Haidar Abdelaziz lo había conseguido. Y ella estaba aterrada. Tenía miedo de cómo enfrentar la situación, de como podría ser capaz de decirle a su madre. Es que no tenía idea de cómo le diría a ella sobre su embarazo. Tal vez era una buena idea ocultarlo, hasta que fuera el momento "correcto". Brenda se quitó las lágrimas de los ojos. Trató de recuperar el aire y la tranquilidad. —Todo estará bien —trató de convencerse, pero la idea de un bebé en su interior, aunque anticipada a que sucedería, le aterrorizaba. Definitivamente no había pensado bien las cosas, ahora que ocurría eso que sabía que pasaría, vivirlo se sentía muy extraño y el futuro incierto. Finalmente, al caer la noche, tomó aire y decidió hacer la llamada. Con el pulso acelerado, marcó su número. Al tercer tono, escuchó su voz profunda y segura. —¿Brenda?¿Qué quieres a esta hora? —preguntó Haidar, su tono era neutral. —Hola, Haidar. —dijo ella, intentando sonar firme, aunque su voz temblaba ligeramente—. Quería informarte algo importante...—Me hice las pruebas de embarazo… y salieron positivas.Hubo un silencio momentáneo al otro lado de la línea. Brenda contuvo la respiración, esperando su reacción. Finalmente, escuchó una risa baja y autoritaria.—Lo sabía. —expresó, con una satisfacción evidente en su voz—. Es lo que esperaba. Ya estás embarazada. Brenda sintió una punzada de irritación. A pesar de que nunca fue su deseo convertirse en mamá y menos de esa manera, saber que ese hombre solo consideraba el embarazo como un mero trámite, le revolvía el estómago. Sin embargo, ella fue quien se enredó en todo eso. —Haidar, ahora que estoy embarazada, siento que esto nunca debió. Un embarazo es algo serio, es un bebé, no un objeto —soltó con un nudo en la garganta—. No se trata solo de un contrato.—Oh, pero sí lo es. —replicó él, sin dejar de lado su tono triunfante—. Ahora tienes en tu vientre a un pequeño que me pertenece. Deja de lamentarte por el pasado. Que yo sepa estabas de acuerdo con todo y no te obligué a nad
—Si te digo la verdad, todavía no ha pasado algo realmente interesante en mi vida, por otra parte ya sabes que mi madre continúa luchando contra su enfermedad. Ahora lo relevante es que está respondiendo bien al tratamiento, a pesar de que es bastante agresivo —se rompió. —Oh, es cierto que Támara está enferma. Me emociona saber que todo está mejorando para ella. Oye, pero no me has contado si ya tienes novio o si continúas trabajando en la pizzería. Estoy segura de que algo interesante ha pasado en tu vida y no me lo quieres contar. Brenda se sentó al borde de la cama, incómoda por la curiosidad insaciable de su irreverente amiga. —No, no te miento, no estoy ocultando nada. ¿Piensas en regresar? —Ahora mismo estoy viendo qué es lo que mejor me conviene, no creo que sea adecuado que vuelva, ahora no tengo el dinero suficiente, tampoco estoy preparada, aquí a pesar de vivir una mala experiencia al principio, ahora estoy bien recuperándome, tengo un empleo decente...—Entiendo. Amb
Brenda antes de bajar del auto se dirigió a él todavía con la ecografía entre sus manos, también tenía sobre ella una bolsa llena de vitaminas y todo lo que le recetó la doctora. —No sé si quieres quedarte con la ecografía. —No, me aseguré de que la doctora también me entregara una copia, esa te la puedes quedar. Ella asintió. Sabía que tenía que bajarse del auto, pero de alguna forma, algo la anclaba a quedarse allí. Por un segundo, la urgencia de mantener la distancia había desaparecido. Ahora, la mujer se encontraba mirando aquellos ojos grisáceos del árabe y sentía que se perdía. Él estaba provocando un brote de sensaciones que nunca antes había experimentado.—Vale, entonces bajaré.Haidar, con sus manos masculinas y fuertes, la detuvo. Su agarre, a pesar de ser firme, no le causaba molestia alguna.—Brenda, si tomé la decisión de que vengas a vivir conmigo a mi piso es porque quiero asegurarme de que el bebé esté bien —confesó, recordándole de nuevo que solo se estaba preocup
Brenda despertó esa mañana un poco desorientada. Apenas estiró sus extremidades también sintió como su cuerpo intentaba soltarse de la escasa somnolencia. Se quedó algunos segundos al filo de la cama mientras trataba de espabilar completamente y cuando lo hizo, se puso en pies, la frialdad del suelo atravesó su cuerpo como una corriente. Brenda se dirigió a la cocina después de haber tomado una ducha esa mañana. El agua caliente había sido un alivio, pero su mente seguía agitada. Se puso a preparar un desayuno sencillo: tostadas, huevos revueltos y un poco de zumo de naranja. Mientras cocinaba, intentaba concentrarse en la labor, buscando en medio de todo lo que estaba viviendo, esa tranquilidad que necesitaba. Una vez que terminó de comer, se aseguró de tomar sus vitaminas, esas que le habían recomendado para el embarazo. Era un detalle importante que siempre tenía que tener en cuenta, por el bien de ese pequeño creciendo en su interior. Mientras se sentaba en el sofá, la mujer co
Cuando todo acabó, Brenda estuvo en casa y se sintió extraña. Saber que su madre no regresaría jamás, le partía el corazón. También resultaba más doloroso dejar aquel sitio que llamó hogar durante mucho tiempo. Aún llevaba el vestido negro, unas gafas oscuras que se quitó y dejó sobre la mesita de centro. Haidar estaba afuera, esperando que sacara sus cosas, él hablaba por teléfono. Un rubio de ojos azules llamado Tyler Clark, que trabajaba para Haidar, estaba allí a disposición de ella para ayudarla con las cosas. Ella, a duras penas le indicó que era lo que llevaría consigo. Hizo un par de viajes el hombre, antes de indicar que todo estaba en el auto. Brenda solo asintió sin más. Mientras que afuera Tyler le informó a Haidar que ya terminó su labor, así que él asintió indicándole que podía adelantarse en llegar al piso. Haidar, ingresó para apresurar a Brenda y se paralizó al verla así. Brenda estaba llorando sin parar, estaba tirada en el suelo abrazando sus piernas, su cuerpo n
Brenda mientras estaba engullendo no podía dejar de sentirse nerviosa; la atención del árabe quién la miraba a cada rato, hacía que comer se volviera una labor complicada. Haidar se aclaró la garganta. —¿Qué te parece la comida? Al escuchar su profunda y varonil voz, dirigió la atención al hombre y se quedó en silencio unos segundos. —Me gusta, gracias. —Kabsa, así se llama —explicó. Ella asintió. —No lo había comido antes —confesó disfrutando un platillo de diferentes sabores. —Lo supuse.No surgió otra conversación entre ellos, posterior a eso, Haidar se encargó de lavar los platos, aunque ella insistió en hacerlo, pero él no se lo permitió. Brenda, ahora estaba en la habitación y no tenía sueño, incluso cuando la cama se veía tan cómoda, ella no podía dejar de pensar en su madre. No podía entender cómo todo pasó tan rápido y no tuvo la oportunidad de darle otro abrazo, nada. Se abrazó a sí misma y suplicó al cielo porque todo fuera una pesadilla de la que pronto despertarí
Se despertó esa mañana bastante perezosa; a pesar de haber dormido, sentía que no había descansado lo suficiente. Sus movimientos eran lentos y débiles, y la rutina mañanera se volvió un verdadero suplicio. Aun así, no dejó nada de lado. Finalmente, se encontró frente a un espejo de cuerpo completo. Para ese día, había elegido un bonito vestido de flores, blanco con tonos verdes. Era realmente hermoso.Contenta con su elección, terminó atándose el cabello castaño en una coleta alta, pero no le convenció del todo, así que decidió dejarlo suelto. Caía suavemente sobre sus hombros, realzando la belleza de su rostro.Finalmente, salió de allí y avanzó por el pasillo, pero se detuvo en seco al ver a una mujer desconocida. Solo pudo concluir que era la sirvienta por su uniforme. Llevaba un atuendo gris y blanco con un delantal, y su aspecto era cuidadosamente perfecto.La mujer deslizó una sonrisa al verla y se acercó, aunque mantuvo una prudente distancia entre ambas.—Soy Alexandra Carter
Haidar terminó una llamada de negocios en su oficina, cuando de repente su teléfono volvió a sonar. Era Jamal, su amigo siempre tan despreocupado y animado. —Oye, ven a mi club esta noche —dijo Jamal, casi exigiéndolo—. Estoy seguro de que la vas a pasar bien. Necesitas relajarte, hermano. Además, hay chicas nuevas trabajando, y estoy seguro de que querrás conocerlas. Puedo arreglarte servicios VIP, los que tanto te gustan.En otro momento, Haidar habría aceptado sin pensarlo. Su vida había estado llena de noches despreocupadas, lujos y placeres sin compromiso. Pero esta vez, la propuesta no le resultó tentadora. Algo en su interior lo frenaba, y no podía dejar de pensar en Brenda. Ella no era más que parte de un contrato, su objetivo, pero aun así, su presencia se había convertido en una especie de límite invisible.Haidar frunció el ceño, incómodo consigo mismo. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué Brenda le venía a la mente en momentos como este? No tenía sentido, y eso lo irritaba. Toda