05

Brenda solo quería irse a casa. Intentó levantarse, pero Haidar la detuvo con una mano firme.

—No te vayas —soltó él, su voz era autoritaria—. Como tu esposo, te ordeno que te quedes aquí hasta mañana.

Ella lo miró, sintiéndose molesta por su forma de actuar.

—Si ya hemos terminado, me iré.

—No. —su tono no admitía discusión—. No hay razones para que salgas, no aún.

Brenda se sintió frustrada, pero, al mismo tiempo, había algo en su mirada que la hizo dudar. Finalmente, decidió obedecer. Se quedó en la cama, pero su mente estaba llena de pensamientos agitados. No podía creer que ya se sentía atrapada por ese hombre.

Cuando ella se dio cuenta de que Haidar se había quedado dormido, vio su oportunidad de irse. Ella se levantó sigilosamente y salió de la habitación. No quería perder más tiempo en esa situación.

Al llegar a casa, se sintió tan rara. Ella de pronto rompió en llanto. Ya no podía reprimirse. Al rato, después de secarse de tanto llorar, se acostó en la cama, su descanso fue interrumpido por el sonido de su teléfono.

Era Haidar. Con un suspiro, contestó.

—¿Dónde estás? —exigió saber con enojo.

—En casa.

—Tienes que obedecerme. Si te doy una orden, debes cumplirla. —explotó.

Brenda no se iba a dejar someter por él.

—Solo es un maldito contrato. No te creas con el derecho de manejarme como una marioneta.

Hubo un silencio en la línea, y ella sintió que había cruzado una línea. Pero no podía permitir que él la controlara.

—No olvides quién es el que tiene el control aquí, Brenda. —escupió, era una amenaza.

Ella colgó el teléfono.

Después de la llamada, decidió que era hora de ver a su madre. Se apresuró hacia el hospital, sintiendo que necesitaba un respiro de la tensión que había estado viviendo.

Al llegar, encontró a Támara en su habitación, con una sonrisa cálida en su rostro.

—Brenda, hija mía, estás aquí.

Brenda se acercó, abrazándola con fuerza.

—¿Cómo estás, mamá?

—Pronto comenzaré con el tratamiento. El doctor me informó que las deudas y el pago del tratamiento han sido cubiertos. —dijo Támara, con una sonrisa enorme —. Gracias por todo, hija.

Brenda sabía que había sido Haidar, su esposo posesivo y lunático, quien había asegurado su tratamiento.

—Sí, mamá. —soltó alegre —. Te prometí que todo estaría bien. Y es así.

Támara de pronto notó que su hija se miraba preocupada.

—¿Ocurre algo?

—No, estoy bien, mamita. Más feliz que nunca.

***

Dos meses después, Brenda se despertó esa mañana sintiéndose extraña. Había una sensación inquietante en su interior, temerosa y nerviosa. Temía estar embarazada. Sabía que ese era el objetivo de Haidar, y aunque había tratado de ignorar la posibilidad, ahora no podía escapar de la realidad.

Suspiró hondo y decidió calmarse. No podía dejar que el pánico la dominara. Se vistió rápidamente y se dirigió a la farmacia.

Al entrar, Brenda se sintió incómoda. Miraba nerviosamente a su alrededor, temerosa de que alguien la reconociera. Lentamente se acercó al mostrador, donde una amable farmacéutica la atendió.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó la mujer, con una sonrisa tranquilizadora.

Brenda tragó saliva, sintiendo que las mejillas le ardían.

—Eh... me gustaría comprar... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas— pruebas de embarazo, por favor.

La farmacéutica asintió con comprensión.

—Por supuesto, tenemos varios modelos disponibles. ¿Alguna preferencia?

—No, lo que sea está bien —declaró Brenda, evitando el contacto visual.

La mujer se movió con eficiencia, buscando las pruebas y entregándoselas a Brenda.

—Aquí tienes. Espero que todo salga bien.

Brenda tomó las cajas, sintiéndose aún más avergonzada.

—Gracias —murmuró, apresurándose a salir de la farmacia.

Una vez fuera, Brenda caminó rápidamente, mirando constantemente a su alrededor, temerosa de que alguien la viera. No quería que nadie supiera lo que estaba pasando. Su corazón latía con fuerza mientras se dirigía a su casa.

Al llegar a casa, se encerró en su habitación, sintiendo que cada minuto que pasaba aumentaba su inquietud.

—No, no puedo estar embarazada.

Un nudo se formó en su garganta al pensar que dentro de ella ya había una vida creciendo. La idea era aterradora. También le horrorizaba pensar en las exigencias que Haidar podría tener una vez que se confirmara el embarazo.

Caminó de un lado a otro en su habitación, buscando la forma de recuperar la tranquilidad. La serenidad que tanto deseaba se sentía inalcanzable, y ahora mismo era un manojo de nervios.

Siguió las instrucciones de las pruebas con la esperanza de que todo fuera un malentendido. Pero cuando finalmente vio el resultado, su mundo se detuvo. Estaba embarazada.

—Es positivo —emitió con la voz en un hilo.

La realidad era abrumadora. ¿Qué haría ahora? No podía dejar de pensar en cómo afectaría su vida esta nueva situación. Sabía que tendría que hablar con Haidar, pero el solo pensar en eso le provocaba un escalofrío.

Mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas, se dio cuenta de que no había vuelta atrás.

Al final Haidar Abdelaziz lo había conseguido. Y ella estaba aterrada. Tenía miedo de cómo enfrentar la situación, de como podría ser capaz de decirle a su madre. Es que no tenía idea de cómo le diría a ella sobre su embarazo. Tal vez era una buena idea ocultarlo, hasta que fuera el momento "correcto".

Brenda se quitó las lágrimas de los ojos. Trató de recuperar el aire y la tranquilidad.

—Todo estará bien —trató de convencerse, pero la idea de un bebé en su interior, aunque anticipada a que sucedería, le aterrorizaba.

Definitivamente no había pensado bien las cosas, ahora que ocurría eso que sabía que pasaría, vivirlo se sentía muy extraño y el futuro incierto.

Finalmente, al caer la noche, tomó aire y decidió hacer la llamada. Con el pulso acelerado, marcó su número. Al tercer tono, escuchó su voz profunda y segura.

—¿Brenda?¿Qué quieres a esta hora? —preguntó Haidar, su tono era neutral.

—Hola, Haidar. —dijo ella, intentando sonar firme, aunque su voz temblaba ligeramente—. Quería informarte algo importante...

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