Capítulo 4: La Propuesta Indiscreta

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Un mes después.

Ciudad Humana.

Levy.

"Pues, claro que sí, Ezra" le digo a mi beta al teléfono, usando los medios convencionales para no levantar sospechas en medio del mundo humano, en donde sería muy raro utilizar mi telepatía, la que tiene todo alfa para comunicarse con su gente.

Incluso aquí, en la Suite de este hotel cinco estrellas, en donde estoy terminando de arreglarme en el baño, para salir y hacer exactamente lo que vine a hacer.

"Pero, mi alfa, debe haber alguna otra manera para que consigamos lo que quiere, sin llegar a extremos", me indica y yo estoy a punto de morirme de la risa.

"¿Lo que yo quiero, Ezra?", me burlo de él, "es lo que quiere el concejo, no yo", le recuerdo, porque es así, "me han puesto entre la espada y la pared", le aseguro, aunque la verdad es que no le tengo miedo a ninguno de ellos.

"Todo el mundo está preocupado por el futuro de la manada", me dice un poco frustrado, igual que yo.

"Y es por eso que mi idea es la solución y que todos dejen por fin de fastidiarme", le indico y resoplo con fuerza, "a ellos les importa nuestro futuro, asegurando un heredero y eso es lo que les daré", le recuerdo.

"Pero, es que he visto a Lesley y a Lissander susurrándole al oído de los miembros del concejo", me confiesa, a lo cual me río.

"¿Crees que no sé lo que mi tío y mi primo han estado haciendo a mis espaldas?", me burlo de él, "¿que hacen todo lo posible para derrocarme?", le hago ver y escucho que resopla con fuerza.

"Debería venir a aplacar los chismes", me señala, "todos insisten en que va a cometer una locura, luego de que ha perdido a la Luna Violeta", me dice, revolviendo mi dolor por mi amor de la infancia, mi dulce Violeta, “lo siento, mi alfa, no debí mencionar su nombre, pero es que…”, trata de decirme, pero lo interrumpo.

"No, una locura es lo que ha pasado todo este tiempo, tratando de conseguir una pareja adecuada y encontrando tantas objeciones", le señalo ofuscado.

Porque es así.

Desde que se ha regado la noticia por toda la manada de que estoy maldito y que ninguna mujer sobrevivirá a la primera noche de unión conmigo, ninguno de los nobles o plebeyos de mi manada ha querido que sus hijas acepten mi propuesta de unión, que lleven mi marca y que procreemos al siguiente heredero.

Ya lo he intentado.

Justo el año pasado, me uní a Macarena, quien murió en la madrugada, luego de nuestra unión.

Luego de que la marqué y la hice mía.

Igual que pasó con Violeta.

Desde entonces, todos dicen que estoy maldito y que no hay mujer que pueda soportar el rigor de mi hombría.

"Así que conseguiré a una mujer que lleve en su vientre a mi heredero de manera discreta, Ezra", le aclaro, "nada de uniones y de cortejos, ya estoy cansado de todo eso", le confieso muy molesto.

Todo eso ha sido una tortura, estar en medio de mi deber como alfa y mi dolor por perder a mi Luna.

"Incluso, le daré una pequeña fortuna, para que guarde discreción y que nadie sepa lo que estoy haciendo", le añado, "ahora, iré a un club nocturno, porque quiero despejar la mente", le digo y lo escucho decir un "pero, mi alfa, eso no es...", así que le cierro el teléfono de inmediato.

Y en cuanto salgo del cuarto de baño, quedo sorprendido, mientras se me corta el aliento.

Delante de mí hay una mujer de cabello rojo fuego y la cara más angelical que he visto en mi vida, con ojos azules que me recuerdan mucho a los de mi amada Violeta, lo cual me deja perplejo.

Ella se nota nerviosa y atónita, mientras me mira de pie a cabeza varias veces, y sus mejillas se ruborizan, al tiempo que la escucho gritar, avergonzada, tapándose la cara de lo impresionada que está.

― ¡Lo siento, señor! ―me dice, sin mirarme directamente, con sus manos tapando sus hermosos ojos, aunque pareciera que no puede, porque sigue mirándome el pecho a través de sus dedos― ¡yo no quería, perdóneme, por favor! ―se deshace en disculpas, mientras la veo tragar en seco varias veces y su barbilla tiembla, con su respiración agitada.

Y es cuando salgo de mi embobamiento.

―Pero ¿qué demonios haces aquí? ―le digo a la mucama que está en mi habitación― ¡le dije al encargado que no quería que nadie me molestara! ―le grito, al tiempo que la tomo del brazo con fuerza, asiéndola muy cerca de mi cara.

― ¡Lo siento, señor, no vi el letrero y he llamado varias veces, así que asumí que estaba desocupado y pues, si no limpio los cuartos que me asignan, podrían despedirme y es tan difícil conseguir un buen empleo en esta ciudad! ―me contesta muy nerviosa, temblando de pie a cabeza por mi agarre―le prometo que no he escuchado nada de su conversación―me indica y trata de escapar de mí.

Y ahora estoy preocupado.

 Pero no por la confesión que acaba de hacerme esta mujer indiscreta, que de seguro ha escuchado toda mi conversación con Ezra, y puede descubrir mi verdadera identidad, una sentencia de muerte segura para ella.

O todo lo que esto pueda provocar en mi manada, que el concejo sepa de mis planes y que todo se vaya al traste.

No, eso no es lo más preocupante, sino por la reacción de mi lobo que quiere tomarla, que sea nuestra, sin importarle si ella lo quiere o no.

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