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Capítulo 5: El Deseo Incontrolable

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Ana.

― ¡No me lastime, por favor! ―le ruego al hombre millonario, que me está agarrando del brazo tan fuerte que duele, y ahora tengo miedo de que me vaya a matar porque estoy en su habitación por equivocación.

Su mirada destila rabia y de cuerpo emana calor, y yo estoy temblando de dolor, pero me obligo a mí misma a soportarlo, aunque, con lo furioso que está, creo que mi vida está en peligro.

―Ahora dime, ¿qué escuchaste? ―me espeta muy fuerte en mi oído― ¿o es que acaso me espiabas para robarme? ―me suelta y yo lo miro sorprendida―te aseguro que, si pretendes chantajearme, antes te mato primero―me asegura, con su aliento rozando mi cara y su fuerte agarre, que pareciera que quisiera romperme el brazo.

―Le aseguro que no he escuchado nada y si no me suelta ahora mismo, mi supervisor notará que no estoy limpiando las habitaciones―trato de decir con voz firme, aunque estoy muerta de miedo, tanto, que apenas si me puede escuchar.

―No le tengo miedo a nadie, porque ninguno de ellos puede conmigo, ni siquiera podrán hacer nada, si quiero apretarte el cuello justo ahora―me asegura, y yo oprimo mis ojos con fuerza, porque no sé si quiera acabarme tal y como dice―así que habla, y tal vez te de una muerte rápida―me coacciona.

Estoy segura de que va a acabar conmigo, y entonces siento algo afilado que me está cortando la piel, así que trato de ahogar un grito.

Pero no permitiré que él me mate y mucho menos porque no tengo la culpa de nada, y sí, hay algo que me impulsa a seguir luchando por mi vida, porque en medio de mi soledad, recuerdo la razón de mi desamparo.

― ¡Está bien, está bien! ―le digo, cuando siento que la filosa arma sigue cortando mi piel―le diré lo que escuché, pero no me haga daño―le ruego entre sollozos―sé que puedo hacer algo por usted, que le puedo ser útil―le imploro y él aleja el cuchillo de mi garganta.

Cuando abro los ojos, veo que él se acerca a mí, con su cuerpo destilando un calor abrazador, y su mirada es una mezcla entre odio y algo más que no logro entender muy bien.

Es como si quisiera algo de mí, pero no sé qué será ahora.

Porque me toma por el cuello y las palpitaciones de mi corazón se disparan tanto, que retumban en mis oídos y ahora cierro los ojos, temerosa de que él quiera acabar con mi vida.

― ¡Sé que usted necesita un heredero para su empresa, y yo puedo ser esa persona que lo ayude, así que, por favor, no me mate, sé que hice mal en entrar a su habitación y ya le he pedido disculpas, pero estoy segura de que usted necesita de mí o eso oí que le dijo a su secretario! ―le confieso finalmente, con los ojos aun apretados, muerta de miedo.

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Levy.

La mujer frente a mí ha despertado el deseo frenético de mi lobo, tanto, que no logro controlarme.

"Tomémosla de una buena vez", me pide Sanjay, mi lobo interior, quien domina ahora mi cuerpo y tiene a la mujer frente a mí rogando por su vida, mientras la tomo por el cuello.  

―Te deseo tanto―le susurro al oído, mientras aspiro el aroma de su piel, lo que en realidad tiene loco a Sanjay.

Lo que está dominando cada poro de mi piel, así que la llevo tomada por el cuello directo a la cama, en donde rompo su blusa y la falda de su uniforme.

― ¡Por favor, le ruego que me dé una oportunidad para ayudarle! ―me implora, mientras veo las lágrimas rodando por sus mejillas de lo asustada que está.

Eso no le importa a Sanjay, quien ahora aspira su aroma directo de su piel, mientras se apodera de su boca, hambriento por ella, por poseerla, al tiempo que le desgarra la ropa interior, y uso mi mano para palparla, tocar aquella parte de su cuerpo que deseo cabalgar hasta que pierda el sentido, arremetiendo contra ella una y otra vez, saciando mi deseo.

― ¡Pero ¿qué hace?! ―me dice confundida entre sollozos, cuando coloco mi pelvis encima de su entrepierna, dispuesto a hundirme en ella con todo el rigor de mi virilidad.

No puedo resistirme a ella, a su aroma que me embriaga.

―No, señor, por favor, no quiera matarme―me dice y ahora me detengo. justo cuando estaba a punto de hacerla mía.

Porque estoy recordando a mi amada Violeta y de cómo la perdimos por mi deseo.

O la muerte de Macarena el año pasado.

Y ahora escucho que golpean a la puerta.

―Está todo bien, mi señor―me dice una persona más que conocida.

Y ahora miro a la mujer desnuda en mi cama, a la cual estaba a punto de tomar... a la fuerza.

―Ve al baño y quédate ahí―le ordeno y ella me mira confundida, todavía llorando por la salvajada que estaba a punto de hacer, con su ropa hecha girones.

Ella no me dice una sola palabra, pero se va al baño, justo como le pedí.

Y entonces voy a la puerta, respirando profundo, tratando de disipar mi pecado.

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