60 Un ruego profundo

— ¡James! Se muere, ¡Se muere! — James alcanzó a escuchar, tan pronto abandonó el auto para venir en su ayuda.

Se quedó helado al ver el charco de sangre en el que Mikel estaba tirado, los nervios de Isabella estaban fuera de control, y solo repetía que era su culpa.

— Es mi culpa, ¡Es mi culpa, James! Yo hice esto…

— ¡Shiss! No digas nada, por favor, ahora no, hablaremos en casa. Ha llegado la ambulancia — él le dijo al ver el auto que derrapaba muy cerca y del que salía el equipo de paramédicos — Ya llegó la ayuda, por ahora no digas nada más, ¿Vale?

Ella asintió con la cabeza, dejando que el personal profesional se encargara de asistir a Mikel.

— ¿Alguno de ustedes es familiar?

Isabella abrió la boca para responder, pero volvió a cerrarla, la fuerza de la costumbre casi

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