55 Planes interrumpidos

Ella se había quedado dormida, respiraba tranquilamente, su pecho subía y bajaba lentamente y en su rostro parecía haber una tenue sonrisa.

James se quedó mirándola. O, admirándola, más bien. Acarició su largo cabello del color del ébano, y delineó la forma de su boca con la punta de los dedos, adorando su rostro de portada y lo delicado de su blanca piel.

Ese contraste entre el color de su rostro y lo profundamente oscuro de su cabello le daba a Isabella un toque casi etéreo, innatural, como una de esas criaturas de los cuentos, con rostros inmaculados y ojos llenos de secretos.

Ella era así, y él lo sabía, sabía que su corazón aguardaba secretos de una vida pasada, que ella se empeñaba en olvidar. Si no lo fuera de ese modo, nunca habría jugado tan bien su papel de desaparecer y aplasta a Elisa para hacer nacer a Isabella.

James

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