Las damas chicharacheras presentes vieron cómo Isabella se convertía en el centro de atención del día. Aunque la envidia persistía, entendían que su maestro estaba usando su reputación para protegerla.Con el respaldo de un maestro tan respetado, era inevitable que los funcionarios civiles comenzaran a tratar a Isabella con especial consideración. Por ejemplo, alguien como don Fernando Yáñez, un amante empedernido del buen arte, definitivamente buscaría mantener una buena relación con ella si quería obtener más obras.Además, la actitud que habían mostrado el Rey, y sus ministros y secretarios Ignacio, y Rinaldo Valverde era evidente para todos: apreciaban a Isabella no solo por el respaldo de su maestro, sino también por su propio talento y carácter.Las damas no pudieron evitar admitirlo. Aquella que alguna vez fue despreciada como una simple mujer divorciada, ahora se había transformado en una figura respetada y admirada en todo el pequeño reino.Una vez que las pinturas fueron adqu
Tras finalizar la exposición de arte, el Rey y los demás funcionarios abandonaron la casa de Isabella llenos de entusiasmo. Las esposas de los ministros también se fueron despidiendo y marchando. Había quedado claro que la posición había sido un éxito. El Rey había asistido personalmente, lo cual le había otorgado un honor inmenso.Al marcharse, la Princesa Heredera no pudo evitar sentirse insatisfecha. Isabella había enviado una pintura a la Reina Madre Leonor, pero a ella, su propia tía, no le había ofrecido ninguna.Todos los cuadros fueron adquiridos por los ministros o el propio rey, y dado que Príncipe Enrique no asistió, ella no tuvo oportunidad de competir con ellos por una de las obras maestras. Sin embargo, lo que realmente le molestaba era que Isabella no le hubiera regalado un cuadro como gesto de reconciliación por los desacuerdos del pasado.Mientras se retiraba, Isabella se limitó a despedirla con una inclinación y unas breves palabras:—Que tenga buen viaje, tía.La Pri
La Princesa Heredera, después de escuchar las palabras de su hija, permaneció en silencio por un momento, pero finalmente trató de justificarse al mencionar a la Princesa Floriana.—La Princesa Floriana es su prima tía. Fue ella quien presentó a Isabella con Theobald. ¿Por qué no regresó para ayudarla? Esto demuestra que no solo yo fui fría con ella, todos lo fueron.Ella suspirando, respondió:—Madre, usted conoce bien la situación de la tía. Arrastra una enfermedad crónica y no tiene poder en su casa. Es prácticamente una prisionera en su propia residencia. No tenía manera de venir.La Princesa Heredera dejó escapar un suspiro:—Bueno, dejémoslo así. En adelante, no mantendré contacto con tu prima. Pero tú sí deberías hacerlo. Romper completamente los lazos no sería conveniente. Después de todo, ella será la futura Esposa del Rey Benito. Aunque tu madre y ella ambas sean princesas, la posición no es la misma. Tu padre es tímido y evita conflictos, mientras que Rey Benito, aunque no t
Isabella la acompañó hasta la puerta y no pudo evitar decirle:—No te fuerces tanto. Complacerlos constantemente no significa que vayan a valorarte más.Marina se quedó pensativa por un momento antes de negar con la cabeza y responder con determinación:—Prima, eso no es cierto. El corazón de las personas siempre puede conmoverse. Estoy segura de que lograré ganármelos.Dicho esto, se dejó guiar por su doncella y subió al carruaje.Isabella la observó mientras se iba, pero un frío repentino recorrió su cuerpo. Era como si un mal presentimiento se cerniera sobre ella.De regreso en la casa, todavía sentía frío y pidió a Juana que le trajera un caldo caliente.Doña Filomena se preocupó al verla así:—¿Se encuentra mal, joven?—No, solo que de pronto siento mucho frío —respondió Isabella.Doña Filomena notó que llevaba un abrigo grueso y que el salón estaba bien calentado, lo que hacía aún más extraño que tuviera frío. Tocó la frente de Isabella y, al sentirla fría, insistió en llamar a C
El asistente Escarlata regresó al salón de la medicina y le informó al doctor Dagel que la señorita Isabella había preguntado por la Princesa Floriana.—¿No dijiste nada indebido? —preguntó el doctor Dagel, lanzándole una mirada severa.—No me atrevería a decir nada fuera de lugar —respondió su asistente. —Solo mencioné que la Princesa Floriana está recuperándose.El doctor Dagel suspiró:—Esto no se lo digamos todavía. Esperemos hasta que termine su boda. Si se entera ahora, seguro querrá ir.—Yo también pensé lo mismo —dijo Cardenal.—Faltan pocos días para que la señorita Isabella se case. Ayer, la exposición de arte organizada por su maestro incluso atrajo al Rey . Ahora nadie en La capital se atreverá a hablar mal de ella. Pero si en este momento surge un conflicto con el Príncipe Floriano, podría causar problemas innecesarios.—Exacto. Después de todo, es su segundo matrimonio y además se le considera un ascenso casarse con Rey Benito. Ya ha sido objeto de críticas y envidias. Ay
La lluvia cayo en chaparrones durante dos días continuos y los sirvientes limpiaron las aceras para que el agua no se les entrara.Los ciruelos estaban en plena floración, pero quedaron empapados. Y los arboles llenos de lluvia y roció.Mirando las flores de ciruelo esparcidas, Isabella decidió salir con Raulito a recoger algunas flores.Raulito, emocionado, buscó las más lindas.Isabella entonces con todas las que reunió hizo una guirnalda muy bonita. No muy lejos, su maestro había colocado su caballete y llevaba un buen rato dibujando. No había visto a Isabella tan animada en mucho tiempo. Planeaba enviar ese cuadro al Templo del Conocimiento.Al aproximarse el final de año y con la boda acercándose, Isabella apenas tuvo tiempo para descansar.Llegaron los trajes de novia. Habían trabajado durante meses para confeccionarlos, y eran magníficos.El vestido era completamente exquisito y abundante en detalles.La corona combinaba los colores verde y dorado, adornada con más de diez rubí
Faltaban cuatro días para la boda, pero el maestro y los demás aún no llegaban, lo que tenía a Isabella muy preocupada.Fue a preguntarle al mayordomo.—¿El maestro ha enviado alguna carta? ¿Sabe cuándo llegarán?Su tio Melquiades que sostenía un pequeño punzón mientras tallaba en la madera, pareció recordarlo de repente y dijo:—Casi que lo olvidaba, señorita. El maestro envió una carta diciendo que no vendrá a tu boda. Prefiere que, una vez casados, tú y el príncipe vayan a visitarlo al cerro de los cerezos.—¿No vendrá? —Isabella se sintió profundamente decepcionada.—¿Por qué? ¿No habían dicho antes que vendrían?Melquiades sonrió:—Sabes cómo es el maestro. En los últimos años no le gusta salir. Si puede quedarse tumbado, no se sienta; si puede quedarse sentado, no se pone de pie. Y en este clima tan frío, mucho menos. Prefiere quedarse tranquilo sin ser molestado.—Si el maestro no viene, ¿qué hay de los demás? Ellos sí podrían venir, ¿no? —preguntó con esperanza.Melquiades la c
Llegados los últimos días del año su maestro se marchó.Isabella sostuvo su manga mientras lo acompañaba hasta la puerta. El viento helado rugía y el cielo nublado indicaba que el clima seguiría frio por un buen rato más.Suspiró al pensar que su maestro también la dejaría. Solo esperaba que el día de su boda no llovería y que los caminos estuvieran transitables. No le pedía al destino nada más.Su maestro sonrió:—Te mandé hacer unas bonitas joyas, envía por favor a alguien a recogerlas. Ya he pagado; el recibo está con el mayordomo Eduardo.—Entonces enviaré a Eduardo —respondió ella, observando cómo las doncellas terminaban de empacar sus cosas. No pudo evitar sentirse melancólica.—¿Es acaso tan urgente que usted se marche maestro? ¿No puede esperar un par de días más?—No puedo, es un asunto importante el que requiero atender —dijo él, revolviéndole la cabeza con cariño.—Nos veremos pronto... No olvides visitar el pronto el cerro de los cerezos.—¡Sí! —respondió con tristeza. Ent