Mientras despedía al doctor Dagel, este suspiró y dijo:—Ser capturado por traficantes de personas es, por supuesto, una desgracia. Pero evitar aquella masacre que acabó con toda la familia también podría considerarse una suerte dentro de toda la desgracia acaecida.Isabella, sin embargo, no pensaba lo mismo.Si en ese momento Raulito hubiera llevado los dulces a la casa de los Vogel, seguramente ella misma lo habría llevado de regreso. Tal vez incluso se habría quedado allí esa noche.Cuando los espías llegaron a matar, si ella hubiera estado presente, aunque no pudiera salvar a todos, al menos no habrían matado a toda la familia entera.Por eso, ahora odiaba a esos traficantes de personas con toda su alma.Solo deseaba que pudieran darle su merecido a todos, sin dejar escapar a ninguno.Después de despedir al doctor Dagel, Isabella ordenó que prepararan un carruaje. Primero llevaría a Raulito al palacio para presentarlo ante el Rey y la Reina Madre, y luego irían a la casa de los Con
Al salir, Isabella llevó a Raulito en el carruaje hacia la casa de los Conrado.Ya era casi el anochecer, y los hombres de la familia Conrado seguramente ya habrían regresado de sus labores.Dentro del carruaje, Raulito escribió en la palma de la mano de Isabella:—¿Vamos a la casa de mis abuelos maternos?Isabella asintió y dijo:—Sí, vamos a la casa de tus abuelos. ¿No los extrañas?Raulito asintió y escribió una sola palabra:—¡Sí!Sin embargo, su expresión mostraba preocupación.Los niños son sensibles. Raulito había oído que los Conrado no creían que estuviera vivo y sentía que tal vez no querían verlo.Isabella, al notar su inquietud le dijo a manera de consuelo:—Raulito, no te preocupes. Tu abuelo, abuela y tíos te extrañan mucho. Solo que no creen que sigas vivo. Pero cuando te vean, estarán muy felices.Raulito, recostado junto a su tía, levantó ligeramente su delgada barbilla y abrió la boca, intentando emitir algún sonido, pero no lo logró, lo que lo dejó algo desanimado.N
Isabella sabía que había un malentendido, y aunque antes decía que lo entendía, en realidad no lo comprendía del todo.Al igual que cuando recibió la carta de Benito, partió inmediatamente hacia villa Luz, incluso cuando durante todo el camino trataba de convencerse de que no debía hacerse ilusiones, no pudo evitar querer verlo con sus propios ojos.Por eso, al escuchar nuevamente las palabras de Soleado, sintió algo de enojo. Se giró, levantó la cortina y tomó a Raulito en brazos, colocándolo frente a Soleado, y dijo fríamente:—Al menos ten la dignidad de míralo a los ojos. Durante todo el camino hasta aquí, Raulito estaba muy preocupado y me escribió en la palma de la mano que temía que ustedes lo despreciaran. Yo lo consolé diciéndole que no sería así.Soleado mostró resistencia a este gesto, pero instintivamente miró al niño que Isabella sostenía en brazos.Con solo una mirada, supo que estaba equivocado.Y con solo una mirada, su respiración casi se detuvo.Era demasiado parecido
Después de varios intentos de reanimarla, entre pellizcos en las manos y masajes en las sienes, lograron que la abuela despertara.Al abrir los ojos, todavía lloraba.—¡Dios mío! ¿Por qué permites que los niños del mundo sufran tanto? Toda la familia Díaz de Vivar ha sido masacrada. ¿Por qué las cosas tienen que ser así? ¡El destino es tan injusto y tan cruel!Isabella no podía soportar escuchar esas palabras. Rápidamente salió al exterior. Durante todo ese tiempo, las lágrimas parecían no dejar de brotar. Antes, lograba contenerlas, pero ahora, todo lo que había reprimido parecía fluir sin control.Mientras tanto, Raulito fue llevado para que conociera a todos uno por uno y finalmente a la habitación de la señora mayor.Por suerte, le habían dado la medicina para el corazón con antelación. Al verlo convertido en un niño mudo y cojo, no pudo evitar llorar desconsoladamente. Su nieto, que había sido tan saludable y regordete, ¿cómo podía haber terminado así?Este niño había sido criado
La anciana sin embargo no dijo nada directamente, pero todos entendieron que temía que Leonor dificultara las cosas para el niño.Aunque la familia Conrado había participado poco en reuniones sociales, conocían, aunque sea superficialmente, lo que ocurría afuera.Especialmente en lo relacionado con Isabella, habían estado al tanto, aunque no solían involucrarse.Sabían que la reina madre Leonor no estaba satisfecha con la elección de su nuera. Y si Isabella se llevaba a Raulito al casarse, Leonor probablemente lo rechazaría aún más.Isabella percibiendo esto le respondio:—No se preocupen ustedes que yo siempre pondré a Raulito como mi prioridad. Si la reina Leonor de no lo acepta, me iré con él de regreso a mi casa. Les garantizo a ustedes y por lo más divino que tengo en la vida, que Raulito no sufrirá ningún maltrato.Su promesa, sin embargo, no disipó del todo las preocupaciones. Después de todo, como una mujer en su segundo matrimonio, si no lograba agradar a su suegra, sería difí
Al día siguiente, desde la casa de los Conrado enviaron los platos favoritos de Raulito, además de informar que las mujeres de la familia estaban ocupadas cosiendo ropa y zapatos para él.Con dichas sinceras acciones, la familia Conrado demostraba su amor y cuidado hacia Raulito. A lo cual el niño finalmente, se sintió tranquilo. Su familia materna no lo despreciaba, al contrario, lo apreciaban profundamente.Ese mismo día, el doctor Dagel también fue personalmente, diciendo que quería revisarlo nuevamente para asegurarse de que no hubiera pasado nada por alto.Con su habilidad médica, era evidente que ya lo sabía todo en la consulta del día anterior, pero su atención minuciosa demostraba cuánto se preocupaba por Raulito.Después de que el doctor se marchara, llegó Benito acompañado por su compañero de armas y mano derecha, Cicero.Benito le explicó a Isabella que quería visitar a Raulito y pasar tiempo con él para fortalecer su relación.Raulito se mostró muy feliz con su llegada y le
Ella parpadeó y dijo:—¿Entraste antes al templo cierto?El apuesto rostro de Benito se tensó al instante. Giró el rostro y, con un gesto de cabeza testaruda, respondió:—No soy un discípulo del Templo del Conocimiento. Mi maestro siempre me ha dicho que soy su discípulo personal, no del templo.Ella sonrió, con los ojos brillando de alegría.—Esas palabras son solo autoengaño. Mi tío es del Templo del Conocimiento, y tú eres su discípulo. ¿Cómo no ibas a pertenecer al templo?, ¿cuándo entraste al templo?Benito forzó una sonrisa y, decidido a cambiar de tema, dijo:—Hablábamos de llevar a Raulito a ver a don Hermenegildo. ¿Cuándo piensas hacerlo?Isabella, apoyando la barbilla en una mano, lo miró parpadeando:—Iremos mañana.No sabía por qué, pero al enterarse de que él pertenecía al Templo del Conocimiento, Isabella se sintió mucho más relajada. Frente a él, incluso se permitió ser un poco más despreocupada.Benito la miró con escepticismo y dijo:—Soy mayor que tú, pero porque me t
Él era el principal comandante del ejército en batalla, y aunque no hubiera guerra y permaneciera en la capital, era ya de por si mucha responsabilidad. Con tantas responsabilidades militares, ¿cómo podía ocupar también el puesto de ministro de tribunal?Además, el tribunal supremo era responsable de los casos penales y de sentencias importantes, tareas que en su mayoría eran administrativas y requerían de muchas vueltas y entendimiento de leyes y todas sus trampas. ¡Pero él era un general!Y aparte, ¿por qué también tenía que ser el comandante de los Halcones de Hierro?Con un cargo administrativo y otro militar, además de ser el principal comandante del ejército en batalla, ¿cómo podría manejar tantas responsabilidades?—El talismán que me sube al cargo de comandante de los Halcones ya ha sido entregado —dijo él sin preocuparse. —Ahora el ejército de vanguardia está temporalmente bajo el mando de Guillermo León.Ese hombre, Guillermo León.Isabella lo conocía bastante bien. Guillermo