Ella parpadeó y dijo:—¿Entraste antes al templo cierto?El apuesto rostro de Benito se tensó al instante. Giró el rostro y, con un gesto de cabeza testaruda, respondió:—No soy un discípulo del Templo del Conocimiento. Mi maestro siempre me ha dicho que soy su discípulo personal, no del templo.Ella sonrió, con los ojos brillando de alegría.—Esas palabras son solo autoengaño. Mi tío es del Templo del Conocimiento, y tú eres su discípulo. ¿Cómo no ibas a pertenecer al templo?, ¿cuándo entraste al templo?Benito forzó una sonrisa y, decidido a cambiar de tema, dijo:—Hablábamos de llevar a Raulito a ver a don Hermenegildo. ¿Cuándo piensas hacerlo?Isabella, apoyando la barbilla en una mano, lo miró parpadeando:—Iremos mañana.No sabía por qué, pero al enterarse de que él pertenecía al Templo del Conocimiento, Isabella se sintió mucho más relajada. Frente a él, incluso se permitió ser un poco más despreocupada.Benito la miró con escepticismo y dijo:—Soy mayor que tú, pero porque me t
Él era el principal comandante del ejército en batalla, y aunque no hubiera guerra y permaneciera en la capital, era ya de por si mucha responsabilidad. Con tantas responsabilidades militares, ¿cómo podía ocupar también el puesto de ministro de tribunal?Además, el tribunal supremo era responsable de los casos penales y de sentencias importantes, tareas que en su mayoría eran administrativas y requerían de muchas vueltas y entendimiento de leyes y todas sus trampas. ¡Pero él era un general!Y aparte, ¿por qué también tenía que ser el comandante de los Halcones de Hierro?Con un cargo administrativo y otro militar, además de ser el principal comandante del ejército en batalla, ¿cómo podría manejar tantas responsabilidades?—El talismán que me sube al cargo de comandante de los Halcones ya ha sido entregado —dijo él sin preocuparse. —Ahora el ejército de vanguardia está temporalmente bajo el mando de Guillermo León.Ese hombre, Guillermo León.Isabella lo conocía bastante bien. Guillermo
Muchas cosas no eran convenientes para ser discutidas, así que Benito decisión mejor marcharse. Isabella se quedó por mucho tiempo ensimismada en sus pensamientos. Aunque parecía haber quizás entendido algunas cosas, algunas otras seguían siendo para ella una incognita.La criada doña Filomena, al verla tan preocupada, dudó antes de acercarse, pero el mayordomo Eduardo la detuvo y le dijo:—Ve por favor a buscar algo de comida para el niño. Ha estado estudiando durante tanto tiempo que debe estar cansado.Doña Filomena miró al mayordomo Eduardo y suspiró.—Voy de inmediato.Se dio la vuelta y fue a la cocina. Mientras tanto, Eduardo se inclinó en voz baja hacia ella y dijo:—Sé que en tu corazón aun hay algo que ansias confesarle a Isabella, pero no lo hagas ahora.El momento propicio es quizás después de que ellos se casen, allí entonces soltaras lo que en tu corazón tanto aprieta.Ella asintió.—Entendido. Solo que, al verla tan preocupada, me entristecí un poco. Pero sé muy bien q
La mayoría de los parientes lejanos que aun quedaban de la familia Díaz de Vivar eran ya sea comerciantes o terratenientes, por lo que comprendían perfectamente la lógica detrás de las palabras de su tio Hermenegildo:—Un clan honorable comparte la gloria del éxito, mientras que uno en decadencia arrastra a todos con este. Aunque el título de Duque Defensor del Reino no ofrezca ayuda directa, su prestigio como pilar nos protege. Cualquiera que intente oprimir a los Díaz de Vivar lo pensará dos veces antes de hacerlo.Las palabras de Hermenegildo resonaron entre los presentes. La familia Díaz de Vivar siempre había sido unida, y tras la tragedia que casi los destruye, nadie sentía envidia.El patriarca continuó hablando, mientras Raulito, sentado a un lado, escuchaba atentamente.En reuniones previas, él, siendo tan joven, no tenía derecho a participar, mucho menos a escuchar palabras tan solemnes. Este discurso encendió en él un sentido de responsabilidad hacia su familia. Aunque aún n
El doctor Dagel asintió y dijo:—Primero, quiero hablarte sobre el progreso de la desintoxicación. Después de estos días de haberle estado administrando tratamiento, hoy le realicé un diagnóstico y está mucho mejor de lo que esperaba. Además, la inflamación en su garganta ha disminuido considerablemente y sus cuerdas vocales se ven mejor.—¿De verdad? —Isabella se mostró emocionada. Aunque el doctor Escarlata le había mencionado los avances el día anterior, escuchar el diagnóstico directamente desde la sabia boca del ilustre doctor Dagel la llenó de mucha alegría.—Eso es maravilloso. Muchas gracias por sus esfuerzos, doctor Escarlata.El joven médico sonrió con modestia, aceptando el reconocimiento sin falsa humildad. Había estado visitando regularmente y su dedicación era evidente.El doctor Dagel, tras beber un sorbo de tinto, continuó:—El segundo tema que quiero tratar, es relacionado exactamente con lo que mencionaste, es sobre su pierna. Su cuerpo ya está en condiciones adecuada
Después de que el doctor Dagel se marchó, Isabella decidió hablar directamente con Raulito sobre el procedimiento, dándole la oportunidad de expresar su opinión. Sin embargo, también sabía que no podía depender completamente de la decisión de un niño; pero su opinión ayudaría a que las conversaciones con la familia Conrado fueran más claras.Raulito, al escuchar a su tía, sonrió mientras se recostaba en su regazo. Luego comenzó a escribir palabra por palabra en la palma de su mano:—De hecho, el doctor Escarlata ya me lo explicó todo. Dijo que el dolor será insoportable. Cuando me rompieron la pierna la primera vez, pensé que moriría de dolor.Isabella, al no entender algunas palabras, le pidió que lo escribiera de nuevo. Tras leerlo con claridad, preguntó:—Entonces, ¿quieres usar el otro método, ¿verdad?Raulito negó con la cabeza y continuó escribiendo:—Pero si hay riesgos y podría quedar cojo después del tratamiento, ¿cómo podría aceptarlo? Cuando crezca, debo ser el jefe heredero
Al llegar al cuarto de Raulito, Jovanna salió a recibirlos.Raulito, acostado en la cama y esperando tomar su medicina, ya había tomado una decisión: no quería correr ni el más mínimo riesgo. Estaba decidido a recuperarse completamente.Cuando vio a todos llegar, sus ojos reflejaron una mezcla de gallardía y determinación. Aunque los demás querían consolarlo, fue él quien les dirigió una mirada de aliento y fortaleza.El corazón de todos se llenó de tristeza al verlo tan maduro para su edad. Solo tenía siete añitos, una edad en la que debería estar rodeado de mimos y juegos, no de sufrimiento.Justo cuando el doctor Dagel estaba a punto de iniciar el tratamiento, llegó Benito.La familia Conrado, al reconocerlo como el salvador de Raulito, se apresuró a acercarse para agradecerle. Sin embargo, Benito, con un gesto amable, los detuvo y dijo con una sonrisa:—Fue solo cuestión de suerte. No es necesario agradecer. Hoy vine para acompañarlo durante el tratamiento. No hablemos de más, cent
El doctor Dagel reflexionaba sobre el grito que acababa de emitir Raulito. Parecía que el dolor estaba teniendo un efecto positivo en la recuperación de sus cuerdas vocales. Aquel sonido llenó de alegría al médico.Aunque la tarea de realinear los huesos podía haberla realizado su asistente, el doctor Dagel, al ser consciente de la importancia de Raulito, decidió encargarse él mismo. Su experiencia estaba profundamente arraigada, como si fuera parte de su instinto. Paso a paso, recorrió con cuidado el hueso de la pierna hasta llegar al lugar correcto, donde lo ajustó con extrema precaución.Raulito estaba empapado en sudor y temblando de pies a cabeza el pobre niñito. Sus manitos se aferraron al brazo de Benito con tal fuerza que lo arañaba.El dolor de la fractura era real. Aunque había tomado una dosis de analgésico, este no tenía mucho efecto. El dolor parecía propagarse desde la pierna a todo su cuerpo.Una vez el hueso fue realineado, el doctor Dagel comenzó a aplicar medicamentos