Después de que el doctor Dagel se marchó, Isabella decidió hablar directamente con Raulito sobre el procedimiento, dándole la oportunidad de expresar su opinión. Sin embargo, también sabía que no podía depender completamente de la decisión de un niño; pero su opinión ayudaría a que las conversaciones con la familia Conrado fueran más claras.Raulito, al escuchar a su tía, sonrió mientras se recostaba en su regazo. Luego comenzó a escribir palabra por palabra en la palma de su mano:—De hecho, el doctor Escarlata ya me lo explicó todo. Dijo que el dolor será insoportable. Cuando me rompieron la pierna la primera vez, pensé que moriría de dolor.Isabella, al no entender algunas palabras, le pidió que lo escribiera de nuevo. Tras leerlo con claridad, preguntó:—Entonces, ¿quieres usar el otro método, ¿verdad?Raulito negó con la cabeza y continuó escribiendo:—Pero si hay riesgos y podría quedar cojo después del tratamiento, ¿cómo podría aceptarlo? Cuando crezca, debo ser el jefe heredero
Al llegar al cuarto de Raulito, Jovanna salió a recibirlos.Raulito, acostado en la cama y esperando tomar su medicina, ya había tomado una decisión: no quería correr ni el más mínimo riesgo. Estaba decidido a recuperarse completamente.Cuando vio a todos llegar, sus ojos reflejaron una mezcla de gallardía y determinación. Aunque los demás querían consolarlo, fue él quien les dirigió una mirada de aliento y fortaleza.El corazón de todos se llenó de tristeza al verlo tan maduro para su edad. Solo tenía siete añitos, una edad en la que debería estar rodeado de mimos y juegos, no de sufrimiento.Justo cuando el doctor Dagel estaba a punto de iniciar el tratamiento, llegó Benito.La familia Conrado, al reconocerlo como el salvador de Raulito, se apresuró a acercarse para agradecerle. Sin embargo, Benito, con un gesto amable, los detuvo y dijo con una sonrisa:—Fue solo cuestión de suerte. No es necesario agradecer. Hoy vine para acompañarlo durante el tratamiento. No hablemos de más, cent
El doctor Dagel reflexionaba sobre el grito que acababa de emitir Raulito. Parecía que el dolor estaba teniendo un efecto positivo en la recuperación de sus cuerdas vocales. Aquel sonido llenó de alegría al médico.Aunque la tarea de realinear los huesos podía haberla realizado su asistente, el doctor Dagel, al ser consciente de la importancia de Raulito, decidió encargarse él mismo. Su experiencia estaba profundamente arraigada, como si fuera parte de su instinto. Paso a paso, recorrió con cuidado el hueso de la pierna hasta llegar al lugar correcto, donde lo ajustó con extrema precaución.Raulito estaba empapado en sudor y temblando de pies a cabeza el pobre niñito. Sus manitos se aferraron al brazo de Benito con tal fuerza que lo arañaba.El dolor de la fractura era real. Aunque había tomado una dosis de analgésico, este no tenía mucho efecto. El dolor parecía propagarse desde la pierna a todo su cuerpo.Una vez el hueso fue realineado, el doctor Dagel comenzó a aplicar medicamentos
Benito observaba los movimientos rápidos y cuidadosos de Isabella mientras vendaba su mano. Al inclinarse, sus pestañas largas y ligeramente curvadas temblaban como una flor meciéndose por el viento. Su corazón, sin querer, comenzó a latir más rápido. Era raro verla tan de cerca.Miró su mano, ya envuelta con dos vueltas de vendaje, y no pudo evitar reír:—¿No es solo un rasguño? No era para tanto.—¿Cómo que no era para tanto? —replicó ella, levantando la vista.—Si no se cuida, podría infectarse. Me pasó una vez, mira mi mano.Extendió su mano, mostrando una cicatriz pequeña en el dorso. Apenas era visible, una ligera sombra rosada.—Se infectó, y tuve que usar medicinas de mi maestro para sanarla. Al final, quedó esta cicatriz. Tus manos son tan bonitas que, si te queda una cicatriz, dejarían de ser… bonitas.Mientras hablaba, recordó haber notado las pequeñas cicatrices en el dorso de la mano de Benito cuando limpiaba la herida.Él respondió con una sonrisa que le iluminaba el rostr
Isabella levantó los ojos, con las pestañas humedecidas por las lágrimas, y dijo:—De todos modos, esta deuda la guardaré por siempre yo en mi corazón. No importa lo que me pidas en el futuro, mientras no sea algo inmoral, lo haré todo por ti.Benito respondió con seriedad:—No necesito que hagas nada por mí. Si en verdad quieres hacer algo, solo vive bien, vive feliz, y vive con alegría. Eso será el mayor consuelo para tu familia que ya no está contigo.Su corazón se conmovió, y una lágrima solitaria rodó por su hermoso rostro. Con los ojos llenos de confusión, preguntó:—¿Por qué eres tan bueno conmigo?Benito, al ver su expresión, sintió que el corazón se le rompía. Recordó su fortaleza en el campo de batalla, y ahora, al verla tan vulnerable, no pudo ocultar la ternura y preocupación en su mirada. Giró la cabeza para evitar mirarla directamente y dijo:—¿Por qué no habría de ser bueno contigo? Eres mi prometida. Somos dos personas que pasarán toda la vida juntas.Isabella debería h
Pero por cosas del destino el campo de batalla de los llanos Fronterizos del Sur, al toparse sorprendentemente con ella de nuevo, todo su mundo se volvió de cabeza.Pero lo que encontró en ese tiempo más complejo de entender, era que que siempre cuando encontraba “casualmente” formas de mencionar al esposo de Isabella, ella evitaba hablar del tema. Eso le hizo entender que Theobald probablemente no la trataba bien o la hacía sufrir.Por eso, hubo varias ocasiones en las que sintió que después de tanto pensarlo en su tienda de campaña el impulso de enfrentarse a él.Más tarde, al enterarse de que se habían separado, solo pudo pensar en lo absurdo que era que alguien no la valorara como su mayor tesoro. Theobald. Ese nombre quedó grabado en su mente como una burla. Pensó que un hombre así no merecía ser hombre.¿Cómo había permitido que ella sufriera?Pero después de la ira, vino una felicidad secreta, una alegría que escondió tras una fachada de indiferencia. No podía permitir que nadie
A la mañana siguiente, Raulito se despertó. Aunque seguía sintiendo dolor, ya no era tan intenso como cuando le realinearon el hueso. A pesar de su sufrimiento, el niño se esforzaba por sonreír y consolar a su tía y a sus abuelos. Su fortaleza conmovía profundamente a quienes lo rodeaban.Sin embargo, el tratamiento en la garganta debía continuar. Según el doctor Escarlata, no podían interrumpirlo. Ayer, debido al procedimiento en su pierna, pero no se podía posponer.Especialmente después de que habia ya gritado por primera vez, lo que pareció ser un avance significativo. Tanto el doctor Dagel como su asistente, el doctor Escarlata coincidieron en que el veneno en su cuerpo se estaba eliminando más rápido de lo previsto por ellos.Además, los efectos de la droga que le habían obligado a consumir no se habían manifestado desde hacía tiempo. Esto sorprendió profundamente al doctor Dagel, quien comentó que incluso a un adulto le tomaría varios meses o incluso años superar la necesidad de
Isabella asintió levemente y luego le preguntó:—Entonces, por favor, explícame, ¿en qué incumple él con los principios de rectitud, decoro y honestidad, para que la mirada de la sociedad lo menosprecie?—Es por tu segundo matrimonio. Tú lo perjudicas.—¿Mi segundo matrimonio? ¿Y qué tiene que ver eso con él? Casarme nuevamente es mi decisión. —La voz de Isabella era tranquila y firme, sin la menor muestra de la vergüenza que Leandro esperaba de ella.—Además, después de divorciarme y volver a casarme, ¿es algo prohibido por la ley o por las buenas costumbres? ¿Acaso no hay mujeres que se vuelven a casarse? ¿En qué parte de los principios de rectitud, decoro y honestidad se establece que las mujeres no pueden casarse por segunda vez cuando en su primera vez alguien les fallo? Y otra pregunta: si una mujer es abandonada por su esposo, ¿debe pasar el resto de su vida sola y miserable, solo para cumplir con las expectativas del decoro y las buenas costumbres de la sociedad?Leandro soltó