Raúl durmió hasta la medianoche antes de despertarse completamente. Durante la noche, abrió los ojos varias veces, pero siempre medio aturdido. Al ver a su tía, volvía a cerrarlos.A la medianoche, con la habitación bien iluminada, Isabella ya le había lavado la cara con agua caliente mientras dormía. Su rostro, aunque extremadamente delgado, se parecía mucho al de su segundo hermano.Cuando despertó, volvió a llorar, pero esta vez lloró sonriendo hacia su tía. Debido a lo delgado que estaba, sus hoyuelos eran aún más profundos.Isabella lo llevó a bañarse. El niño pequeño se sentó en la tina mientras ella le lavaba cuidadosamente el cabello, usando aceite de rosas para suavizar la maraña de pelo que llevaba.Después del baño, le puso ropa nueva. Aunque se había comprado pensando en un niño de siete años, le quedaba un poco grande.Finalmente, ahora ya lucia como un niño limpio y ordenado.En la cocina, habían preparado la cena. Los ojos de Raulito brillaron al ver la comida. Instintiv
Los garabatos torcidos y deformes eran difíciles de leer. Isabella necesitó un momento para descifrarlas.Levantó sus ojos enrojecidos y miró a Raulito, y de inmediato las lágrimas volvieron a caer. Esas palabras la herían en lo más profundo de su ser.Recordó que, pocos días antes de la masacre, había regresado a casa para platicar con su madre sobre la batalla que estaban luchando sus padres y hermanos en el Paso de las Cumbres, llanos del Sur. Su madre estaba preocupada por su abuelo, temiendo que corriera el mismo destino que su esposo e hijos. Isabella la había consolado como pudo, pero al marcharse, no podía ocultar su propia preocupación, tanto por su abuelo como por su madre.En el patio, vio a Raulito. Él levantó su pequeño rostro y le preguntó.— ¿La tía está triste? Isabella, tratando de tranquilizarlo, le acarició el cabello y sonrió.— Tu tía está un poquito triste, pero pronto estará feliz. No te preocupes, Raulito.Aquellas palabras, dichas a la ligera mientras su mente
Raulito, tras terminar de escribir, estaba agotado.Isabella le sugirió que descansara y, al verlo dormido, decidió no alejarse de él. Temía que, si lo dejaba solo, todo lo que estaba viviendo se desvaneciera como un sueño, regresando a una realidad en la que Raulito no existía.El dolor en su corazón era insoportable. Ver al niño caminar cojeando, con su pequeño cuerpecito marcado por tantas penurias, era un dolor para su alma.Benito, mientras tanto, ya estaba organizando el regreso a la capital. La situación de Raulito requería atención médica urgente; solo el Doctor Celestial podía tratarlo, y no había tiempo que perder.Con siete años, Raulito tenía el tamaño de un niño de cinco. Durante estos dos años parecía no haber crecido en lo absoluto. Por lo que era imperativamente necesario determinar si había sido envenenado con otras sustancias. Sin un examen médico completo, la preocupación aun persistía.Benito también ordenó al gobernador de villa Luz enviar una carta urgente al empe
Después de que Raulito se quedara profundamente dormido, Isabella fue a buscar a Benito y le entregó las hojas que Raulito había escrito.Benito, al leerlas, sintió una mezcla de emociones complejas. ¿Se parecía tanto a los traficantes que habían maltratado al niño? Quizás sí. Tras tantos años en el campo de batalla, su cuerpo emanaba una energía intimidante.Suspiró profundamente y dijo — Habrá que ir poco a poco. Intentaré ser más amable y sonreírle más.El niño necesitaba curación, tanto física como emocional.— Este viaje ha sido muy duro para usted — dijo Isabella, profundamente agradecida. Su gratitud hacia Benito era tan grande que no podía expresarla solo con palabras.Sin embargo, había algo que debía dejar en claro. Sacó una horquilla, avivó la mecha de la lámpara, y la llama iluminó la habitación, reflejándose en su rostro demacrado y sus labios pálidos.Habló con calma — En el estado en el que está Raulito, al menos durante los próximos años no podré separarme de él. Si nue
Finalmente, al alojarse en una posada, cuando Benito extendió la mano para ayudar a Isabella a bajar del carruaje, Raulito reunió todo su valor, bajó del vehículo temblando y se colocó entre ambos, extendiendo los brazos para proteger a su tía. Su mirada estaba llena de hostilidad hacia Benito.Raulito temblaba de pies a cabeza; sus delgadas piernas parecían incapaces de sostenerlo y sus labios temblaban mientras emitía sonidos ahogados para intentar alejar a Benito.Benito e Isabella intercambiaron miradas de pregunta por lo que estaba sucediendo. ¿Qué estaba pasando?—¡Caramba ya sé por qué! —exclamó Isabella, golpeándose la frente al recordar algo. Raulito no sabía que ya no era la esposa de Theobald, ni que estaba comprometida con Benito.Esa noche, la tía y el sobrino se sentaron juntos en la cama para hablar.Isabella sabía que ya no podía tratar a Raulito como a un niño pequeño. Después de haber sobrevivido en las calles como mendigo, entendía muchas cosas. Solo era cuestión de
Al día siguiente, Benito parecía renovado, aunque tenía unas ojeras bien marcadas.Isabella no entendía cómo lo hacía: claramente no había dormido bien, pero aun así lucía tan radiante y lleno de energía, su rostro y ojos brillaban con mucha vitalidad.Después de platicar con Raulito la noche anterior, ahora él niño ya no le tenía tanto miedo ni recelo. De vez en cuando, levantaba la cortina del carruaje para espiarlo desde atrás.¿él era un gallardo como su abuelo? Entonces, sin duda, debía ser un varón muy fuerte. Alguien que podía luchar contra cualquier embate enemigo.No debía entonces por que tenerle miedo.Raulito se repetía esto en su mente todo el camino. Poco a poco, comenzó a ver a Benito como a sus fallecidos abuelo y padre. Además, él sería su futuro tío político, era entonces familia.Cuando llegaron a villa Hojarasca, Raulito ya se atrevía a hacer gestos con las manos a Benito, y permitirle que le tomara la mano para llevarlo a comprar bombones.Isabella observó este cam
Ignacio se limpió las lágrimas y exclamo.—Con que esté vivo, con eso basta, pero lo siento por perder la compostura hace un momento.—Yo también casi pierdo la mía, no se preocupe usted por eso. ¿Quién no estaría contento al saber semejante noticia? —el Rey sonrió con alegría. Entonces, como recordando algo, ordenó rápidamente: —Tomasito, ve tú mismo a la casa de los Conrado o busca a Soleado Conrado para contarles las buenas nuevas. Que ellos también se alegren.Tomas, que estaba limpiándose las lágrimas, escuchó la orden y respondió de inmediato:—Sí, Su Majestad. Ahora mismo voy.Tomasito salió muy contento. Que la familia Díaz de Vivar tuviera descendencia lo alegraba sinceramente. La madre de Isabella había sido muy bondadosa con él, y nadie deseaba más que él el bienestar de la familia.Ignacio, observando cómo se iba, se sintió profundamente conmovido. Aunque aún tenía muchas cosas por hacer, no tenía prisa por volver a trabajar.—Majestad, la batalla luchada en villa Desampar
Ignacio aceptó que su esposa se encargara del asunto, pero en su corazón tenía objeciones al respecto.En su momento, todos admiraban enormemente a Theobald y Desislava. Por lo que se depositaban muchas esperanzas en ambos.En las filas del ejército se cantaban alabanzas sobre su amor. Sentían compasión y admiración por Desislava, quien, siendo una destacada general que había conseguido grandes méritos, aceptó ser solo una esposa secundaria.También elogiaban a Theobald, diciendo que, aunque sentía un profundo amor por la General Desislava, nunca olvidó a su esposa principal y luchó por asegurarle a Desislava la posición de esposa secundaria.La victoria en villa Desamparada cegó a todos, y no les permitió ver más allá de esto. Pero disipada la euforia, poco a poco, comenzaron a darse cuenta de que esas historias llenas de belleza escondían mucha suciedad.Y al final se dieron cuenta de que aquella esposa principal, Isabella, era incluso más destacada que Desislava. Entonces recordaro