Capítulo242
Los garabatos torcidos y deformes eran difíciles de leer. Isabella necesitó un momento para descifrarlas.

Levantó sus ojos enrojecidos y miró a Raulito, y de inmediato las lágrimas volvieron a caer. Esas palabras la herían en lo más profundo de su ser.

Recordó que, pocos días antes de la masacre, había regresado a casa para platicar con su madre sobre la batalla que estaban luchando sus padres y hermanos en el Paso de las Cumbres, llanos del Sur. Su madre estaba preocupada por su abuelo, temiendo que corriera el mismo destino que su esposo e hijos. Isabella la había consolado como pudo, pero al marcharse, no podía ocultar su propia preocupación, tanto por su abuelo como por su madre.

En el patio, vio a Raulito. Él levantó su pequeño rostro y le preguntó.

— ¿La tía está triste? Isabella, tratando de tranquilizarlo, le acarició el cabello y sonrió.

— Tu tía está un poquito triste, pero pronto estará feliz. No te preocupes, Raulito.

Aquellas palabras, dichas a la ligera mientras su mente
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