Capítulo150
Cuando Isabella despertó, ya era mediodía del día siguiente. Aún podía seguir durmiendo, pero había llegado una orden del palacio que le pedía presentarse, así que no tuvo más remedio que levantarse.

Mientras Juana la ayudaba a peinarse y vestirse, Isabella bostezó y preguntó:

—¿Han despertado ya Estrella y los demás?

—Todavía no —respondió Juana, quien había dormido en una pequeña cama en la habitación de Isabella para acompañarla. Siguen dormidos.

—No los despiertes, que duerman tres días y tres noches si quieren —dijo Isabella, sonriendo levemente. —Han estado agotados, al igual que yo, si pudiera, dormiría hasta mañana.

Juanita terminó de peinarla, colocando una horquilla con adornos de piedras preciosas en su cabello. Al ver las ojeras marcadas en el rostro de Isabella, sintió pena por su señora.

—El señor Eduardo me dijo lo mismo, que cuando el mariscal y los jóvenes generales volvían del campo de batalla, se quedaban dormidos por dos o tres días seguidos del puro agotamiento.

—A
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