Capítulo138
Isabella entró con paso firme y, después de saludar, no pudo evitar sentirse algo desconcertada. ¿Qué le pasaba al vicegeneral Cicero? La miraba de una forma bastante extraña.

Los ojos fulminantes del Rey Benito recorrieron el rostro de Cicero antes de que este soltara una risita nerviosa:

—Bueno, mejor me retiro.

Cicero salió, pero no se fue muy lejos, quedándose a escuchar detrás de la puerta.

—¡Siéntate! —dijo Benito a Isabella, mientras lanzaba una mirada hacia la puerta, donde se escuchaba la respiración pesada de Cicero, que evidentemente no sabía cómo esconderse mejor para espiar.

Isabella también sabía que Cicero estaba afuera, así que, después de sentarse, —lo señaló con un gesto de la mano y con la mirada preguntó:

—¿Qué está haciendo?

Benito, sonriendo, negó.

—No te preocupes por él. ¿Qué te trae por estos lares?

Isabella se sentó derecha y respondió:

—Rey Benito, ya que estamos por regresar a casa, ¿puedo ir a visitar el lugar donde murieron mi padre y mis hermanos? Quiero
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