Capítulo146
La voz de la Emperatriz Viuda se quebró ligeramente.

Isabella recordaba con claridad que, cuando era niña, solía acompañar a su madre al palacio. En ese entonces, la Emperatriz Viuda todavía era la Reina. Las conversaciones entre su madre y la Reina siempre giraban en torno a un tema: que las mujeres también debían luchar por su propio lugar en el mundo, en lugar de pasar la vida al servicio de los hombres, sin sus propias ideas ni deseos y dejando de lado sus sueños para servir a los sueños del hombre.

Cada vez que hablaban de esto, la Reina suspiraba, lamentando estar atrapada tras los altos muros del palacio. Aunque vivía rodeada de lujos, su vida era como una pajarita que cantaba en una jaula, carecía de libertad. Su madre coincidía con ella: no todas las mujeres debían casarse y tener hijos; algunas podían buscar su propio destino en el mundo de afuera.

Gracias a esas conversaciones, Isabella pudo, a los siete años, dejar su hogar e ir al Templo del Conocimiento, en el Cerro de lo
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