Capítulo140
Al finalizar la música, todos sintieron una oleada de emoción. La sangre de los presentes hervía, y sus corazones latían con fuerza, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Los generales habían recorrido cientos de batallas, muchos habían muerto en las fronteras, y ahora sus restos eran traídos de vuelta a casa.

El último golpe de tambor resonó fuerte, y el silencio solemne volvió a reinar. Benito, con el altar de Esteban en sus manos, levantó el altar en alto justo antes de entrar en la ciudad, como si permitiera que el espíritu del caído Esteban entrara primero.

Al levantar el altar, Benito dio un paso adelante y cruzó la puerta de la ciudad, seguido por los demás, quienes también llevaban los altares de los otros miembros de la familia Díaz de Vivar. Todos guardaron silencio, con expresiones solemnes.

Al entrar en la ciudad, se arrodillaron ante el Rey Benito, quien con voz firme y resonante, proclamó:

—¡Su Majestad, Benito y el fallecido Esteban, junto con los generales y soldad
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